FAO en Colombia

10 asuntos que debemos transformar para mejorar la vida de una niña campesina

11/10/2018

Esta historia revela lo difícil que es nacer y crecer en el campo colombiano, especialmente para las mujeres.

Marisol nació en 2016, en una vereda en el Alto Putumayo. En donde vive no hay agua potable. Su familia se sostiene del cultivo del maíz, el fríjol y la calabaza. Hasta que cumpla cinco años, su educación dependerá de sus padres y sus tíos, pues no tiene acceso a un jardín infantil.  Su vida sería muy distinta si viviera en Pasto, capital de Nariño, a dos horas de su vereda, donde hay centros educativos públicos, agua potable, hospitales…

Lo ideal para su comunidad es permanecer en su territorio de origen. No obstante, nacer campesina en una zona periférica no suele representar en Colombia mejores oportunidades de vida.

Marisol es un personaje de ficción, pero representa la historia de miles de niñas campesinas en el país. Ponernos en sus zapatos nos permite entender las múltiples desventajas a las que están sometidas numerosas comunidades rurales. Y a su vez, nos obliga a hacernos preguntas sobre las direcciones en las que debemos trabajar como sociedad para rodear y proteger a las más vulnerables de las colombianas. 

1. Pobreza

En la primera etapa de su vida, Marisol tendrá que vivir en carne propia uno de los principales problemas del campo colombiano: la desigualdad entre veredas como la suya y las principales ciudades del país. Según el DANE, el Índice de Pobreza Multidimensional en las cabeceras municipales del país es, en promedio, del 11,4 %. Entre tanto, en las veredas como la de Marisol, el índice se triplica y llega a 36,6%. Esto pone a Marisol ante una constante desventaja a la hora de acceder a oportunidades.

2. Formalización de tierras

El papá de Marisol anda inquieto. Hace rato que jornalear no le alcanza para vivir, y en ningún lado recibe crédito para comprar insumos y cultivar una pequeña parcela en la que habita hace tiempo, de la que no tiene título de propiedad. En la casa ha expresado varias veces, malhumorado, que “se va pa’ San Miguel, a intentarlo con la coca”.

Según el Censo Nacional Agropecuario, apenas el 50% de los agricultores en Colombia son propietarios de sus tierras. Aunque no existen cifras oficiales sobre la carencia de títulos de propiedad en Colón, Putumayo,  donde está ubicada su vereda, lo cierto es que a diciembre de 2016 el departamento tenía cerca de 25.162 hectáreas de coca.

Allí trabajan, en su mayoría, colonos. Muchos de ellos podrían tener los incentivos para dejar el negocio si tuvieran formalizada la tenencia de sus predios en sus lugares de origen, tal como lo demostraron recientemente tres investigadores, dos de ellos colombianos, en la revista World Development. De ahí que no sea gratuito que la Agencia Nacional de Tierras (ANT) invirtiera cerca de 3.500 millones de pesos en 2017 para beneficiar a 2.290 familias con títulos de propiedad en Putumayo.

3. Importación de productos

El municipio de Colón tiene un problema serio de comercialización de productos. La misma alcaldía reconoce que la producción de fríjol, principal alimento de subsistencia de las comunidades campesinas, no ha podido crecer.

"Las políticas de importación de productos de consumo masivo y de la canasta familiar, como el fríjol desde el Ecuador y Canadá y la leche de países europeos, han reducido de manera y considerable los rendimientos financieros de estos productos, que son la base económica del municipio”, denuncia la administración local.

Si Marisol quiere seguir con el trabajo de sus padres, parece que tendrá que enfrentar a empresas mucho más potentes. A este problema se suman cambios agrícolas que, con el paso del tiempo, han obligado a las comunidades locales a reemplazar alimentos ancestrales como la quinua por otros importados, como el arroz.

4. Falta de acceso a crédito para pequeños productores

La familia de Marisol tiene que transformar su capacidad de producción. Para lograrlo es probable que necesite un crédito, no solo para mejorar la calidad del producto e implementar, por ejemplo, técnicas de agroecología, sino para comercializarlo. En 2017, según cifras del Ministerio de Agricultura, fueron invertidos 13.6 billones de pesos en créditos para pequeños productores y la agroindustria.  En 2018, la familia de Marisol podría acceder a créditos, pues el Ministerio destinó 14 billones de pesos de su presupuesto para que los pequeños agricultores mejoren su producción. El problema, como lo han señalado diferentes expertos, es que el crédito a veces no llega por problemas burocráticos

5. Desconexión comercial 

Si el crédito llega y la familia de Marisol puede mejorar la producción de maíz, el siguiente paso es buscar circuitos en donde puedan comercializar el producto. En este punto es clave la participación de todos los actores políticos locales, como los presidentes de las Juntas de Acción Comunal (JAC) , el alcalde y el gobernador del departamento. Son ellos los que pueden liderar estrategias para dinamizar los mercados locales y beneficiar a familias campesinas como la de Marisol.

Por ejemplo, el alcalde o gobernador puede implementar un programa de compras públicas y estimular la agricultura familiar campesina a través de la compra de alimentos para sus programas de alimentación escolar del departamento. También podrían buscar comprender mejor los procesos de abastecimiento local —y así estimular el cultivo de determinados productos para satisfacer la demanda local— o promover asociatividades entre diferentes actores.

Igual de importantes son los actores privados: comerciantes y representantes de la agroindustria que puedan comprar los productos.  De ellos depende que se puedan crear mercados locales y regionales, lo que vendría siendo la primera etapa de la cadena de producción que, además de estimular el comercio local, podría generar un espacio nuevo de autoabastecimiento.

6. Vías terciarias

Para que el negocio tenga éxito, también es necesario que el Estado construya vías en las veredas apartadas. Según el Instituto Nacional de Vías, solamente el 25% las vías terciarias del país, como la que conduce a la vereda donde vive Marisol, están en buen estado. Del total de vías terciarias, solamente el 6% están pavimentadas. El 24% son caminos polvorientos, por donde es difícil que cualquier camión pueda transitar, especialmente cuando se transforman en gelatinosos lodazales. Según el Instituto, para que el país cuente con vías terciarias en buen estado se necesitan mínimo 10 años y 50 billones de pesos en inversión.

7. Educación de calidad

Mientras el Estado trabaja en las vías, los padres de Marisol tienen que buscarle colegio. En Putumayo, la tasa de cobertura estudiantil es del 76%. Teniendo en cuenta que la población de estudiantes en el departamento es cercana a 97.000, alrededor de 24.000 jóvenes no van a la escuela. A eso se suma otro problema: la tasa de deserción de estudiantes en preescolar es del 7%, en primaria del 5% y en secundaria del 9%. Para Marisol, este reto será complejo, pues para las 15 veredas del municipio de Colón solamente existen dos colegios.

8. Informalidad laboral

Pensemos en que Marisol supera los obstáculos y se gradúa como bachiller. Luego, quizás, quiera trabajar como agricultora para una empresa que llegó a su vereda. Con la situación actual del país, la esperanza de que la contraten formalmente es mínima. De acuerdo con un estudio de la Universidad del Rosario publicado en 2016, la informalidad laboral en las zonas rurales alcanza el 88%, es decir que si Marisol trabaja, es altamente probable que no pueda contar con salud, prevención de riesgos  y aportes para pensión.

9. Corrupción

Que a la vereda de Marisol lleguen las vías, así como nuevos colegios y hospitales, depende en buena medida de las administraciones municipal y departamental. Un problema crítico que afecta el desarrollo rural es la corrupción, y en ese aspecto a Putumayo le falta un largo camino por recorrer. En el Índice Nacional de Transparencia, Putumayo está ubicado en la casilla 27 de 32 departamentos, con un riesgo "muy alto" de corrupción.  Para dar un ejemplo: el exalcalde de Mocoa, Elver Porfidio Cerón, está siendo juzgado por desviar, supuestamente, 810.000 millones de pesos del presupuesto del municipio que debían destinarse a soluciones de vivienda. Si este panorama cambia, quizás Marisol pueda acceder a algunos de los beneficios que prometió el gobierno con la Reforma Rural Integral.

10. Violencia contra la mujer rural

Cuando crezca, Marisol seguramente tendrá que enfrentar más obstáculos que un hombre en el campo o una mujer en la ciudad. Según el DANE, la mujer de la zona rural tiene que trabajar en promedio 66 horas a la semana, en contraste con 58 de un hombre urbano. Lo más preocupante es que, a diferencia del hombre en la ciudad, a la mujer en el campo no le pagan 37 horas de trabajo en la semana. Cuando llega a la casa, el riesgo para la mujer del campo también es mayor, pues en su casa persisten profundas desigualdades de género, en las que la violencia se normaliza. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, los homicidios a mujeres en áreas rurales son mayores que en los centros urbanos en departamentos como Córdoba (66%), Caquetá (56%) y Putumayo (60%), donde vive Marisol.

"Estos contenidos fueron producidos como parte de un trabajo conjunto entre la FNPI y la FAO para promover el debate sobre la transformación del campo colombiano."