FAO en Colombia

A convivir, a sumar, a inventar y ser feliz se aprende en las huertas escolares

06/04/2019

Se llaman Ana Graciela, Ana Zoraida y Lucy. Son docentes por convicción y vocación y desde hace más de una década comenzaron a fraguar el experimento que sería el mayor logro en sus vidas, en las de sus estudiantes y, por supuesto, en la de la institución educativa Rodrigo de Triana: transformar la siembra de plantas en una huerta escolar promotora de alimentación saludable.

El plantel está ubicado en Patio Bonito, al suroccidente de Bogotá, un barrio poblado por humildes trabajadores, -se estima que hay más de 500 mil habitantes lo que lo hace el sector más denso de Bogotá- quienes cohabitan con grupos peligrosos. Esta convivencia le ha valido ganarse una fama que no se compadece con el esfuerzo que hacen la mayoría de sus moradores.

Allí, estas tres mujeres, junto con una decena de docentes, tienen a su cargo la educación de niños y niñas, cuyas edades oscilan entre los 5 y 7 años. Ellos están en los primeros años de graduación hasta 3º. De primaria y luego se trasladan a la sede A donde ya están los estudiantes más grandes.

Es en ese contexto donde comenzó la historia. Cuenta Ana Zoraida Niño que todo empezó cuando los niños y las niñas comenzaron a llenar el colegio con montones de botellas plásticas donde venían sus gaseosas. “Decidimos partir las botellas, transformarlas en materas, sembrar una planta y devolvérselas a los estudiantes para que las cuidaran como si fueran sus mascotas”. En aquella época ubicaron las matas en las ventanas del salón. Con el paso del tiempo y del cuidado de los estudiantes cosecharon lechuga y cilantro. La actividad culminó con la entrega de los productos a las familias. La respuesta de la comunidad educativa fue tan positiva que decidieron ampliar la experiencia, pero habría que superar otros escollos.

El Rodrigo de Triana es un plantel educativo de dos pisos, 12 salones, un patio lo suficientemente amplio para una cancha de futbol y un área de juego para niños. Pero no hay una sola zona verde. Es un monumento completo al ladrillo. Así que cuando las tres docentes decidieron pensar ya no en una actividad pedagógica del aula, sino que era necesario involucrar a todo el plantel educativo se encontraron de frente con la principal pregunta: ¿y en dónde?

Solicitaron apoyo de la Secretaría de Educación y consiguieron las primeras herramientas: baldes, canecas y recipientes de diferentes tamaños que ocuparon los corredores del colegio y una terraza. Usando el conocimiento que las redes sociales ofrecían, las experiencias de las abuelas y los apoyos de la secretaría se lanzaron en la tarea de sembrar, ya con propiedad, todo tipo de hortalizas.

A partir de aquel momento, el proyecto se transformó en estilo de vida y ya los estudiantes y sus padres de familia sabían que la siembra de alimentos sería una constante en cada año escolar.

En 2018, el convenio Secretaría de Educación y FAO llegó a esta institución y no solo encontró un terreno abonado para desarrollar la Estrategia de Ambientes Alimentarios Saludables, que incluye estilos de vida saludable y las huertas como escenarios de aprendizaje, sino también la oportunidad para fortalecer técnicamente los conocimientos de las docentes.

La intervención de SED – FAO en el Rodrigo de Triana permitió que estudiantes, docentes y padres de familia cuenten con un invernadero adecuado técnicamente, que fortalecieran sus conocimientos en enfermedades de plantas, manejo de abonos y preparación de compostaje y contaran con un aula de aprendizaje para las huertas. Adicionalmente que fortalecieran sus conocimientos sobre Guías Alimentarias, Lectura de Etiquetado y estilos de vida saludable. Para los estudiantes se desarrolló un paquete de herramientas edu-comunicativas que tuvieron como eje principal la alimentación saludable: se diseñó el juego La Escalera de la Alimentación Saludable –pintado en el patio de juegos-, se conformó la emisora escolar con un programa semanal sobre cuentos de la alimentación, y juegos de mesa sobre alimentación saludable.

 

Lo más exitoso

Si les preguntan por los procesos más exitosos Ana Graciela González no duda en recordar la siembra de Zanahorias. “La cosecha fue grandísima. Por los corredores del colegio había canecas con zanahorias. Incluso hasta los padres de familia también sembraron en sus hogares”, y agrega “ahí fue que descubrimos que teníamos niños-conejos, dice sonriendo, porque aprovechaban cualquier descuido para gatear y comerse las zanahorias, decían que les sabía muy dulces”.

En cambio para Ana Zoraida la mejor experiencia fue la de la comida saludable. Como en la huerta se producía todo tipo de alimentos decidieron hacer un sancocho boyacense (una sopa de verduras y tubérculos). “Lo que más me gustó es que se involucraron los padres de familia –llevaron al colegio los implementos para la preparación-, y los estudiantes –ayudaron a pelar, trozar y desgranar-.

Lucy resalta que la huerta ha sido la excusa para que los niños desarrollen su creatividad y cercanía con la naturaleza. Promovido por los docentes, los estudiantes y sus familias elaboran cuentos, adivinanzas y leyendas cuyo eje principal son las frutas y verduras. Incluso aprovechan para hacer disfraces de sus frutas y verduras favoritas.

 

De la alimentación al aprendizaje

Las tres coinciden en afirmar que la huerta es un escenario para aprender convivencia, autocuidado y protección. “Los niños que son bruscos”, dice Ana Graciela, “los enviamos a la huerta, les explicamos que las plantas necesitan mucho cuidado y protección y les pedimos que recojan las hojas caídas o cambien de lugar las materas”. Según la docente, la actividad los relaja, los calma y logra que su energía se transforme de manera positiva.

Para Ana Zoraida, la huerta es un escenario para aprender religión, ética y ser solidario. “Los niños y las niñas que participan en la siembra y cosecha aprenden a valorar la labor de los campesinos, a entender de dónde viene la comida y a tener una relación mucho más cercana y cálida con la tierra”.

Mientras que para Lucy, la huerta es útil para desarrollar actividades en todas las asignaturas como para resolver problemas de matemáticas o para comprender mejor las distancias y las medidas y, principalmente para propiciar la creatividad literaria y enriquecer el idioma.

Están convencidas que el secreto de su éxito está en el compromiso, la constancia y el amor con que abordan el tema de la siembra. También están seguras que cualquier institución puede tener una huerta, solo se requiere macetas, ollas, cualquier recipiente y dedicación.

En la semana de la Agricultura y la Alimentación, promovida por FAO, el Rodrigo de Triana se transformó en un ejemplo positivo de cómo se asumen los desafíos para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional en los planteles educativas.

Al final, la mayor satisfacción la expresa la docente Ana Zoraida: “encontrarme con mis estudiantes ya adultos y descubrir que las huertas hacen parte de sus vidas, es lo mejor que me ha pasado”.