FAO en Colombia

Productores de oxígeno para la humanidad

22/04/2021

En el Día Internacional de la Madre Tierra, productores agropecuarios hacen un llamado por el cuidado, la conservación y restauración de nuestro hogar común.
 




“Cómo si fuera una familia”
“Estamos vivos por ella”
“Hay que cuidarla y respetarla”
“Nos la prestaron para poder vivir”
“Trabajamos por el oxígeno de la humanidad”

En realidad, no son conscientes de la grandeza de su oficio.  Representan a hombres y mujeres -campesinos, indígenas o afrodescendientes- que dedican su vida, a través de las labores del campo, al cuidado de la Madre Tierra, a la producción de oxígeno para beneficio de la humanidad. 

A propósito del Día Internacional de la Madre Tierra, se les preguntó a cuatro productores de Chocó, Putumayo, Boyacá y Huila por su compromiso con la naturaleza y todos coincidieron en afirmar que lo que inspira sus acciones es mantener la armonía, respetar y cuidar la naturaleza y oponerse por convicción a todo lo que la dañe, la contamine o la haga enojar. 

Estas son sus reflexiones de estos protagonistas de la naturaleza que no se conocen entre sí y que solo tienen en común que hacen parte de los Proyecto Integrales de Desarrollo Agropecuario y Rural (PIDAR), liderados por la Agencia de Desarrollo Rural (ADR) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). 

Jaime Hachito, vive en Boca de Pepé, una vereda del municipio del Medio Baudó en Chocó. El embrujo de la selva y una lluvia que parece no tener fin son parte de la vida diaria de este joven campesino, aunque también lo son la presencia de actores del conflicto que le hacen, de vez en cuando, alejar de su finca. Orgulloso de la siembra que está haciendo de plátano que ahora, con las nuevas técnicas que privilegian lo orgánico a lo químico, mejoraron la calidad, la cantidad y por consiguiente el precio de venta. 

Está convencido que la tarea es sencilla: “podemos cuidar nuestra madre naturaleza realizando nuestras actividades de una forma agradable”, con esa expresión “agradable” se refiere a realizar acciones que no afecten a la tierra “ya sea reduciendo la tala de árboles y no talar a las orillas de los ríos o caños para evitar erosiones”. Considera que esas acciones están respaldadas por las que él hace en su terreno: “debemos utilizar abonos orgánicos, no usar insecticidas porque deterioran el suelo de nuestra madre naturaleza”. 

Hachito, que ha vivido toda su vida adaptándose a los vaivenes climáticos de la selva chocoana, sabe que la naturaleza es su vida. “Es una relación muy estrecha -entre el ser humano y la naturaleza- porque todas nuestras actividades deben ir acorde con ella. Es lo más valioso del universo después del Creador”. Para Jaime Hachito la relación que deben tener las personas con la tierra “es la misma relación que hay en una buena familia”. 

Al otro lado del país, en Samacá, Boyacá, en un clima totalmente distinto: reina el frío y aunque no las añoran, aparecen las heladas que hacen estragos en los cultivos de papa como el que tiene Flor Alba Rodríguez, representante legal de la Asociación de Papicultores de Samaca Agropasa La Libertad.  La historia de Flor Alba tiene otro acento, a ella la sangre de líder le fluye como río desbocado. Madre de 9 hijos -tienen entre 5 y 23 años-; convencida que la educación es la salida estudió hasta donde le alcanzó la plata. Tiene una finca en Samacá donde siembra zanahoria, arveja, quinua y por su puesto, papa.  Habla con propiedad del precio de la papa, de lo difícil que es administrar un tractor y de las ganas que tiene de aprender a manejarlo. 

Con esa misma propiedad describe lo que hay que hacer por la Madre Tierra: “cuidar las fuentes hídricas, recoger y seleccionar las basuras, reforestar, utilizar las buenas prácticas agrícolas, esa es la forma de cuidar la naturaleza”. 

Al igual que Jaime en Chocó, Flor está convencida que la relación entre la naturaleza y el ser humano es fundamental: “si no tenemos naturaleza el ser humano no podría sobrevivir porque las plantas nos ayudan a respirar, a producir el agua que consumimos y la tierra nos da para comer. Estamos vivos es por la naturaleza”. 

En otro punto del país, en la vereda San José de El Pital, Huila, donde dicen que la tierra tiene la magia de producir el mejor café del país, vive la productora Ana Milena Valencia, con su esposo, su suegra y su hijo. Allí, además de sembrar café́, plátano, yuca, naranja, limón y aguacate, lidera la Asociación de Mujeres Cafeteras del centro de Huila, núcleo El Pital y Agrado.

Coincide con Flor que en las Buenas Prácticas Agrícolas está el secreto para cuidar con responsabilidad a la madre Naturaleza y alerta sobre lo que significa el uso de químicos en el campo: “no estamos a favor de las fumigaciones porque eso nos quema la primera capa de suelo y la tierra se pone más difícil para trabajar. Si conservamos y cuidamos nuestro suelo, nuestra naturaleza producirá alimentos mucho más saludables”.

Ana Milena también cree, como Jaime, que la relación con la naturaleza debe ser armónica, pero con el argumento esencial de que si lo hacemos estamos cuidando nuestra propia vida. Dice: “la naturaleza nos la han prestado para que nosotros cuidemos de ella, hagamos buen uso de ella y seamos más saludables. Si cuidamos la tierra, nos estamos conservando a nosotros mismos porque hay una relación intima entre el hombre, la humanidad y la naturaleza”. 

Y de esa relación íntima nos habla desde la sabiduría ancestral el técnico en producción agropecuaria e indígena Inga Antonio Quinchoa. 

Antonio vive en Vichoy, un corregimiento del municipio de Santiago, Putumayo, con su esposa y su hijo de 10 años. Desde hace una década se dedica a la producción de leche. Él representa a 130 indígenas de los cabildos Santiago y San Andrés. 

Cuando habla de la naturaleza, dice con orgullo que todo el trabajo en el campo lo hace acorde a sus tradiciones: “nosotros venimos de una cultura ancestral la INGA en la cual trabajamos mucho la chagra donde diversificamos”. Explica que es una despensa para la comunidad porque allí se combinan “las plantas medicinales con los tubérculos y las frutas”. 

Pero no es la única acción que realizan. También usan el azadón, el machete “y es poco o nulo el uso de glifosato. Uno se da cuenta que es muy importante tener vivos los macro y microorganismos que ayudan a que el suelo de la madre tierra viva mejor. Para nosotros es muy importante que la tierra tenga esa gran vitalidad ya que nuestros alimentos, nuestro existir, depende mucho de eso”. 

Dice Antonio que todas esas acciones se reflejan como por ejemplo en estos tiempos de pandemia no ha habido casi contagiados en su comunidad y lo atribuye a que la naturaleza los protege. 

“La naturaleza actúa de acuerdo con como el ser humano se comporta” dice Antonio quien coincide con los demás productores en que es responsabilidad de todos cuidarla y protegerla, en caso contrario, asegura, “pasa como ahora que la tierra está cansada de tanta contaminación, de tantas tecnologías, de que sea más importante la cantidad que la calidad. La Madre Tierra está castigándonos por el mal comportamiento del ser humano en las últimas décadas”. 

Aún con el panorama desolador que describe Antonio, todos los días continúa comprometido en que sus labores del campo estén inspiradas en el respeto a la naturaleza. 

“Esperamos que las instituciones, las multinacionales y las ONG sepan y aprecien estas cosas que nosotros hacemos para poder mantener y sostener nuestra tierra. No solo lo hacemos por nosotros. La madre tierra produce agua y produce oxigeno y eso no lo podemos capturar para una familia, eso se libera y se libera para todo el mundo”, concluye Antonio.

Contacto de prensa:
Nancy Villescas Sánchez
Oficina de Comunicaciones
FAO Colombia