FAO en Colombia

“¿Por qué no hacemos un ratico de lectura?”, Sandra la bibliotecóloga del Catatumbo

15/10/2022

San Calixto, Norte de Santander._ Día internacional de la mujer rural.

Todo comenzó con una sencilla pregunta: “¿por qué no hacemos un ratico de lectura?”, y la respuesta fue tan contundente que hoy, cuatro años después de aquella vez, Sandra Yulieth Clavijo lidera por puro placer el proyecto Juan Lee, con el que un puñado de niños y niñas campesinos están fortaleciendo sus habilidades de lectura y protegiendo el ambiente con el reciclaje y la siembra de árboles. 

Sandra se declara santandereana de las bravas y a mucho honor, orgullosa de sus cultivos de cacao, plátano y yuca y de la cría de pollos que realiza junto a su esposo y muy satisfecha de todo el apoyo que recibe en su región para continuar con un proyecto que depende al 100% de la donación y el corazón y compromiso de sus amigos. 

“Fue un día en el que yo iba caminando y pasé frente a la cancha de futbol, había seis muchachos y les dije que si hacíamos un ratico de lectura”. Lo que no se imaginó es que de aquellos seis muchachos después habría diez, luego veinte y hoy son 32 con quienes teje conocimiento. 

La vereda San Juan, donde vive Sandra, es conocida como Catatumbo una zona donde se registra presencia de grupos al margen de la ley. Allí la alianza de FAO con la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), implementó un proceso con 50 familias ganaderas que recibieron capacitación técnica, acompañamiento socio empresarial, 50 novillas doble propósito, semillas de pastos y equipos e insumos para el establecimiento de sus praderas.  A raíz de este ejercicio se conoció la labor que realiza esta mujer rural. 

En el Día Internacional de las Mujeres Rurales, la voz de Sandra es una demostración inequívoca que las pobladoras del campo son indispensables para superar el hambre y la pobreza del sector rural.
 

Una biblitecóloga

“Yo nací en Ocaña, pero hubo un tiempo en que me tocó trabajar en Arauca como bibliotecóloga y ahí aprendí mucho sobre los libros y todo lo que se puede hacer por los niños”. Sin acceso a internet solo con la textura de los libros impresos comenzó un ejercicio para que los niños mejoraran su conocimiento. 

“Leíamos entre todos, repetíamos las palabras que nos parecían difíciles de pronunciar y buscábamos en un pequeño diccionario aquellas que no entendíamos”. Sin embargo, ella es una ama de casa con las mismas dificultades que sus vecinos así que los niños iban aumentando y ellos no tenían ni dónde sentarse. La única solución fue transformarse en carpinteros. “Si sabíamos que había una obra nos íbamos a ver qué desechos de obra había y los adaptábamos”. Es así como crearon unas largas bancas donde hoy pueden sentarse los niños. “Les toca con cuidado porque a veces se nos parten las tablas”. 

Sacó todos los libros que había en la casa y después comenzó a pedirle apoyo a sus amigos. “Ellos me mandan los libros a Ocaña y yo después los hago recoger. Desde aquí a ese pueblo son dos horas y media en moto, imagínese cuanto se demora uno caminando”. 

Ella está todas las tardes con los niños después de la jornada escolar y su prestigio ya es reconocido en la región hasta el punto de que allí llegaron niños de otras veredas como Oriente y Monteverde. Los dos profesores de la escuela a veces la acompañan con charlas. 

“Sí hay niños que no vuelven porque se fueron a vivir a otra parte. Yo les digo a los niños que aquí no están obligados esto es voluntario y si ellos se cansan se pueden ir. Algunos, cuando están más grandes, se quieren ir, pero los papás los devuelven porque saben que lo que acá hacemos les sirve mucho”.
 

El cuidado de la naturaleza 

Las noticias sobre el calentamiento global no fueron indiferentes para los habitantes de la vereda de San Juan y menos para Sandra y sus muchachos. Así que decidieron ponerse manos a la obra. 

“Nos duele que boten basura a nuestro campo. Comenzamos a recoger todas las botellas plásticas y a transformarlas para que pudieran ser nuevamente utilizadas como materas y otros adornos”. 

El mayor orgullo que ahora poseen es un muro que están haciendo con todas las botellas que recolectan. Todavía es un futuro incierto el que tendrá el muro, pero de seguro se transformará en una pieza clave en la construcción de comunidad. 

A esa labor que dedica también buena parte de su tiempo ahora la combina con la siembra de árboles. 

“Se nos ocurrió porque siempre nos tocaba reunirnos en la cancha y allí no hay donde tener sombra. Así que pensamos que sería bueno sembrar un árbol que aquí se llama patevaca y que ya comenzó a rodear toda la cancha”.
 

Apoyo de fundaciones 

“Que por qué hago esto, porque me nace del corazón”. 

Así sin mayores aspavientos cuenta sus logros, sin dejarse amilanar porque teme que se le dañen los libros que le regalan y que permanecen en cajas dado que no tiene una biblioteca, o que se le acaben los retazos de tela para decorar sus materas o que ya las semillas no tienen la misma fortaleza. 

“Yo no necesito plata. Lo que necesito son cosas: sillas para que los niños estén cómodos, una estantería para poner los libros o retazos de tela”. 

La labor de Sandra ha tenido el apoyo de algunas fundaciones de la región, pero ella está convencida que si quiere seguir con su proyecto tendrá que seguir tocando el corazón de conocidos y extraños porque como ella dice “aquí aprendemos para la vida, no para el momento”.
 

Contacto de prensa:
Nancy Villescas Sánchez
Oficina de Comunicaciones
Representación FAO Colombia