FAO en Colombia

Conocimientos y tradición, herramientas para la autonomía y resiliencia alimentaria en Sanquianga, Nariño

21/06/2024

En el corazón de una de las regiones más afectadas por el conflicto de Colombia, Sanquianga se destaca no solo por sus desafíos, sino también por la resiliencia de su comunidad y el impacto transformador conseguido a través de la unión. 

Relatos de cantadoras e historias de la comunidad dan cuenta del confinamiento y el desplazamiento que han sufrido los habitantes de Sanquianga, debido a enfrentamientos violentos entre diferentes grupos armados a lo largo de los últimos años. 

Esta región, ubicada al norte del Pacífico Nariñense, está integrada por los municipios de El Charco, La Tola, Mosquera, Olaya Herrera y Santa Bárbara, donde habita aproximadamente el 6 % de la población de Nariño (101.713 habitantes para 2022), dentro de los que se encuentran pueblos indígenas y afrocolombianos. 

Un diverso territorio que enfrenta también diversidad de problemáticas, destacando entre ellas la distancia y dificultades para acceder, pues el ingreso a Sanquianga solo se puede hacer por medio fluvial o aéreo, lo que no solo aleja a sus habitantes de los centros poblados, sino que además eleva el costo de vida para estas comunidades. 

Las múltiples afectaciones fueron la razón principal para que el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF) llegara a Sanquianga con el objetivo de satisfacer las necesidades inmediatas, pero, sobre todo, de fomentar la resiliencia y el empoderamiento a largo plazo, incluso en situaciones inestables. 

El CERF, en conjunto con cinco comunidades de cuatro municipios, ha puesto a prueba nuevas soluciones y formas de trabajo, en el marco de la iniciativa Flagship, partiendo de amplias consultas comunitarias, seleccionando las prioridades y planificando las acciones con la población. 

Este enfoque impulsado por la comunidad sirvió de base para el desarrollo de planes integrados a nivel comunitario con una teoría del cambio, los primeros de su tipo. Estos planes guiaron todas las acciones posteriores de los ocho organismos de ejecución de las Naciones Unidas y sus ONG asociadas, asegurando que todas sus acciones se complementaran y reforzaran entre sí. 

Teniendo en cuenta la vocación productiva de Sanquianga, donde la agricultura y la pesca artesanal ocupan las principales líneas de su economía y son a su vez la fuente primaria para el abastecimiento de alimentos, fueron seleccionadas como actividades prioritarias por la comunidad. 

En tal sentido, desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) inició un proyecto agrícola con miembros de la comunidad para sustituir el cultivo de coca por prácticas agrícolas sostenibles. 

Y es que, debido a la presencia de grupos armados no estatales y la presión por la pobreza, muchas comunidades se han visto obligadas a iniciar el cultivo de coca como fuente de ingresos, lo que con el paso del tiempo ha ocasionado la pérdida de conocimientos y prácticas tradicionales de cultivo. 

Con la orientación de la FAO y la recuperación de la memoria productiva, comunidades se reunieron para reemplazar las plantaciones de coca por variedades de alimentos, priorizando la producción agropecuaria bajo un enfoque de nutrición. 

Gracias a estas acciones, hoy habitantes Sanquinenses muestran con orgullo los fríjoles, tomates, yuca, frutas y una extensa variedad de alimentos que florecen. "Estos cultivos y prácticas nos dan soberanía alimentaria", dijo uno de los miembros de la comunidad, añadiendo que " hemos aprendido nuevamente nuestras tradiciones para trabajar la tierra en beneficio de nuestras familias y nuestros hijos". 

Asimismo, la FAO, el Programa Mundial de alimentos, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han dado un paso más al establecer una plataforma de educación nutricional, gestionada por los padres bajo la dirección de uno de los chefs del equipo de la FAO. 

En este espacio, integrantes de las comunidades aprenden nuevas recetas que tienen como ingredientes principales los mismos que son producidos por estas en sus cultivos y granjas. El espacio comunitario se mejoró con una cocina comunal que los padres y los comités de educación están adaptando como "comedores escolares". 

Desde el territorio y para beneficios de sus comunidades, esta cocina comunitaria ahora sirve comidas saludables a niñas y niños en edad escolar y actúa como un modelo de autosuficiencia nutricional. 

De otro lado, la FAO también trabajó en el empoderamiento económico y social de las mujeres, involucrándolas como generadoras de ingresos a partir del proyecto colectivo de cría de pollos, en complemento al proceso adelantando por ONU Mujeres y el Fondo de población de las Naciones Unidas (UNFPA), con quienes se conformó una red comunitaria de apoyo a las mujeres. 

"Aprendimos mucho sobre nuestros derechos y obligaciones en la sociedad. Queríamos liderar activamente los esfuerzos por el bienestar de nuestros niños, familias y comunidades, y ahora sabemos cómo", compartió una de las mujeres participantes.

¡Los planes no terminan! Con los grandes avances logrados, las comunidades han planeado de la manos con la Organización Mundial de la Salud (OMS/OPS) y la FAO establecer granjas de medicina tradicional, en las que los líderes comunitarios puedan cultivar hierbas medicinales. Esta iniciativa tiene como objetivo combinar el conocimiento tradicional con las prácticas sanitarias modernas, dando a las comunidades una primera línea de respuesta a los problemas de salud teniendo en cuenta sus dificultades para llegar a los servicios de salud. 

El acompañamiento y el trabajo conjunto ha demostrado la importancia del conocimiento, elemento clave para el desarrollo y la resiliencia. "Es muy posible que nos veamos obligados a ser desplazados de nuevo debido al conflicto, pero los conocimientos y habilidades que hemos adquirido, gracias a ustedes, son nuestros y nadie puede quitárnoslos", dijo una mujer de la comunidad destacando el impacto duradero del proyecto. 

Y es que, aunque es difícil ayudar a las comunidades a encontrar soluciones y a depender menos de la asistencia humanitaria en las zonas afectadas por conflictos, debemos seguir trabajando juntos para fortalecer su resiliencia, manifiestan los integrantes de los equipos humanitarios del CERF. 

A medida que el proyecto se acerca a su fin, las lecciones aprendidas y los éxitos alcanzados son un testimonio del poder de los esfuerzos humanitarios colaborativos que priorizan la participación de la comunidad y el desarrollo de la capacidad local.
 

Conozca más en El poder de trabajar juntos: Lecciones de la implementación del CERF en Sanquianga, Nariño
 

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