Hallazgos principales
Las investigaciones de la FAO demuestran que se necesita mucha más inversión agrícola, incluida la inversión extranjera directa, para erradicar el hambre y la pobreza y promover el desarrollo rural. Las inversiones agrícolas de inversionistas nacionales y extranjeros pueden generar una amplia gama de beneficios tales como una mayor productividad, mayor disponibilidad de alimentos, la creación de empleos, la reducción de la pobreza, la transferencia de tecnología y el acceso a capital y mercados.
Sin embargo, no se puede esperar que estos beneficios surjan de forma automática. Las inversiones que involucran a los agricultores locales como socios comerciales iguales, no implican la transferencia de propiedad de la tierra y se basan en consultas intensivas, y pueden tener efectos positivos y sostenibles en las economías locales y el desarrollo social. Por el contrario, otras formas de inversión, en particular las adquisiciones de tierras a gran escala, conllevan riesgos para las comunidades locales, los países receptores y los inversionistas.
Mientras que los inversionistas tienen un papel clave que desempeñar para asegurar que las inversiones son responsables, una buena gobernanza al nivel nacional y local es crucial para obtener resultados positivos y reducir los riesgos. Sin embargo, las leyes y políticas no son siempre consistentes y las capacidades institucionales pueden ser bajas.