Una consecuencia visible del fuerte proceso de globalización desarrollado durante los últimos 20 años es la creciente interdependencia económica, social y política entre casi todos los países del mundo. La intensificación de la vinculación comercial se expresa a través del crecimiento del intercambio de bienes y servicios que, a pesar de las recientes y sucesivas crisis globales, ha sido del orden del 3,5% anual durante la última década (ITC, 2019).

La interdependencia política fundamentalmente se manifiestade dos maneras. Por un lado, se advierte en las intensas relaciones intergubernamentales bilaterales y en el marco de un sinnúmero de diversos grupos de diálogo y concertación construidos a lo largo de los años. Por otro lado, en la creciente importancia que han tenido, al menos hasta 2016, los mecanismos institucionales de gobernanza mundial, particularmente la arquitectura institucional que surgió del acuerdo de Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc.), como otros más recientes tales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Grupo de los siete (G7), el Grupo de los veinte (G20) y la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP), entre otros.

Este conjunto de mecanismos de diálogo y concertación tiene un impacto significativo en las oportunidades comerciales y de inversión, y por consiguiente en el desarrollo económico. Es decir, el destino de los países, y sobre todo el de aquellos que no son potencias dominantes y dependen más de la inversión extranjera y las oportunidades comerciales, requiere una activa e inteligente participación y una correcta inserción en este complejo contexto internacional.