Argentina es el primer país exportador mundial de harina y aceite de soja, con ingresos promedio de 19.000 millones de dólares anuales. En la última campaña, 2019/2020, se sembraron 17,2 millones de hectáreas y se cosecharon 50,7 millones de toneladas de soja (https://www.bcr.com.ar /es/mercados/gea/estimaciones-naciona les-de-produccion/estimaciones). La cadena productiva de la soja comienza con el insumo básico, la semilla. Resulta por lo tanto necesario disponer de lotes de semillas de óptima calidad, a fin de lograr siembras exitosas en términos de rapidez y uniformidad en la implantación del cultivo (Gallo et al., 2011). Esta condición está garantizada con el uso de semilla fiscalizada, la cual certifica la calidad de producción y constituye además la única clase de semilla de soja que puede comercializarse legalmente, según lo dispuesto en el Art. 10 de la Ley 20247/73 de Semillas y Creaciones Fitogenéticas.