Políticas públicas con una nueva mirada sobre la agricultura familiar
La pequeña agricultura familiar es un sistema de producción cuya importancia en las economías nacionales es evidente en los países de América Latina y el Caribe. En promedio, representa más del 80% de los sistemas de producción de la región y aporta entre el 30% y el 40% del PBI agrícola regional y más del 60% del empleo rural. Además de su importancia como proveedor de alimentos para las ciudades, generador de empleo agrícola y fuente de ingresos para los más pobres, la FAO reconoce su contribución al desarrollo equilibrado de los territorios y de las comunidades rurales.
Según el Censo Agrario 2012, en el Perú, las pequeñas unidades agropecuarias (menores de 5 ha) representan el 81% del total y destinan una parte importante de su producción de alimentos al consumo interno y, también, a la oferta exportable nacional (por ejemplo, las exportaciones de café son producidas sobre todo por familias campesinas organizadas en cooperativas agrarias, que han logrado organizarse para vincularse con mercados externos).
Por otro lado, la agricultura familiar constituye la principal reserva genética de la inmensa variedad de cultivos andinos, con lo cual es el sistema de producción que garantiza la protección de nuestra biodiversidad. Además, la pequeña agricultura familiar controla territorios estratégicos, como la naciente de ríos o cabeceras de cuenca, reservas mineras y de recursos energéticos, y otros que han definido serios conflictos socioambientales por el control de estos recursos.