Microbios amigables
En un reciente congreso en Cochabamba, justo antes de que Bolivia entrara en cuarentena por el corona virus, tuve la rara oportunidad, como parte de un grupo pequeño, de ver cómo hacer insumos o productos para la agricultura agroecológica.
Los organizadores (la ONG Agroecología y Fe) estaban bien preparados con recetas escritas para los abonos y plaguicidas naturales, con un experto para cada insumo para explicar qué hacía cada producto y para mostrar los pasos prácticos. También tenían sus materiales debidamente preparados de antemano.
En un campo de pasto, teníamos mucho espacio para hacer hogueras, mezclar materiales como estiércol de vaca con tierra y agua, y para observar y charlar. El Ing. Freddy Vargas comenzó haciendo bocashi, que los extensionistas han demostrado muchas veces en América Latina durante varias décadas, especialmente entre las organizaciones sensibles al medio ambiente.
El bocashi se describe a veces como fertilizante, pero en realidad es más que abono orgánico; es también una fuente de minerales, y microorganismos para el suelo. Freddy explicó que desde que él estuvo en la universidad, durante los últimos 25 años, ha estado fabricando bocashi. Lo usa en su propia finca, y lo enseña a los agricultores que quieren devolver la vida a su suelo.
Freddy mezcla la hojarasca y con tierra que recoge debajo de los árboles (conocido como sach’a wanu, en quechua, “estiércol de árbol”). El estiércol de árbol contiene bacterias y hongos naturales que descomponen la materia orgánica, dan vida al suelo, y controlan las enfermedades de las plantas. Freddy agrega unos cuantos paquetes de levadura de pan por si acaso. Pone salvado de arroz y cascarilla de arroz como un medio de cultivos, pero podría usar cualquier cosa orgánica. También pone minerales: harina de roca (piedra molida) y fosfito (harina de roca y harina de hueso, quemado a fuego lento). Él añade chancaca disuelta en agua, como alimento para los microbios, luego da vuelta a todos los ingredientes con una pala, y se cubre con una lona, para dejarla fermentar. Más o menos cada día el bocashi se calienta por la fermentación, y de nuevo hay que darle vuelta a la mezcla. El bocashi estaría listo en unas dos semanas, según la temperatura ambiental.
Es un procedimiento exigente, que parece mucho trabajo, pero Freddy explicó que él agrega bocashi a la superficie del suelo en su finca para liberar los microorganismos en la tierra. A lo largo de los años esto ha ayudado a mejorar el suelo, para que retenga más humedad. “Antes teníamos que regar nuestros manzanos cada dos días, pero ahora sólo tenemos que regar una vez a la semana”, explicó. Su entusiasmo y la clara evidencia de los beneficios me ayudó a reevaluar mi opinión escéptica del bocashi.
A continuación, el Ing. Basilio Caspa mostró cómo hacer biol, un cultivo líquido de microbios amistosos. En un balde, mezcló estiércol fresco de vaca, chancaca y agua, explicando que cuando muestra a los agricultores cómo mezclar el biol, se oponen. “¿Cómo es que un hombre educado como tú puede mezclar estiércol de vaca con sus manos?” Pero a Basilio le gusta hacer cosas con las manos, y pronto está hasta los codos en la mezcla, antes de echarla en un barril de 200 litros, y luego llenarlo el resto con agua.
Basilio pone una tapa hermética al turril, para que no entre el aire, e instala una válvula que compró por 2 pesos en la ferretería para dejar salir el metano que el biol liberará al fermentar. En un mes, el biol estará listo para fumigar los cultivos como fertilizante foliar y para evitar las enfermedades (por que los microorganismos benéficos controlan a los patógenos). En realidad, Basilio escribió su tesis sobre el biol. Encontró que podía mezclar desde medio litro de biol hasta 2 litros en una bomba de mochila de 20 litros, y que entre más biol que pone, más fuertes son las plantas. En base a eso, él recomiendo poner dos litros de biol para arriba en una bomba de 20 litros.
También aprendimos a preparar una mezcla de azufre y cal (caldo sulfocálcico), un antiguo plaguicida. Es fácil hacerlo; se hierve cal y azufre en agua.
¿Pero los agricultores realmente usan estos productos?
Entonces María Omonte, una ingeniera agrónoma con profunda experiencia de campo, compartió una duda. Con la ayuda de Agroecología y Fe, ella había enseñado a los agricultores de Sik’imira, Cochabamba, a fabricar estos insumos y luego ayudó a las comunidades a probar los insumos en sus fincas. “En Sik’imira, solo un agricultor ha hecho bocashi, pero muchos han hecho biol”. Este experimentado grupo estuvo de acuerdo; así era. Los agricultores tendían a aceptar el biol, más que el bocashi, pero más que eso, están interesados en los caldos que parecen más a los químicos, como el caldo sulfocálcico, el caldo bordelés (un fungicida cúprico) y el caldo ceniza (ceniza hervida con jabón).
El grupo discutió animadamente la poca adopción que en general hacen los productores de estos preparados. Decían que hay varias razones: una es que no siempre se hace correctamente los mezclados con microbios, y los resultados no son buenos y los productores no quieren hacerlos nuevamente. Otra razón es que los campesinos quieren resultados inmediatos, y al no ver esto desconfían y lo dejan. Además, hacer biol y bocashi requiere mayor tiempo y esfuerzo en su preparación que los agroquímicos y eso los desmotiva.
El bocashi y el biol sí mejoran el suelo, si no fuera así, ingenieros como Freddy no los seguirían usando en su propia finca. Pero tal vez los agricultores demandan insumos más fáciles de hacer. El siguiente paso es hacer un estudio más al fondo para averiguar qué insumos aceptan los agricultores y cuáles no. ¿Por qué adoptan algunos insumos caseros y se resisten a usar otros? Una tecnología agroecológica, por más sana que sea, todavía tiene que responder a las demandas de los usuarios, por ejemplo, de tener bajo costo y ser fácil de hacer. Este tema también merece estudios formales sobre los efectos de los minerales, materia orgánica y microbios a la fertilidad y estructura del suelo.