La tierra tiene una importancia crucial para la vida, los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, actualmente están convergiendo y se están intensificando una serie de presiones sobre los suelos agrícolas hasta ahora nunca vistas. Estas presiones están provocando un repentino aumento de la desigualdad en el uso de los suelos, la pobreza rural y la inseguridad alimentaria, y empujando a los pequeños productores agrícolas hacia un punto de no retorno.

Históricamente, el acceso y el control sobre la tierra se han configurado en torno a procesos de discriminación, opresión y desposesión que han dado lugar a que, hoy en día, los trabajadores del sector agrícola, pastores, pueblos indígenas y otras comunidades marginalizadas estén experimentando renovadas amenazas fruto de la evolución y multiplicación de las presiones que se dan sobre las tierras agrícolas. En paralelo, las nuevas generaciones enfrentan graves barreras de acceso al suelo y enormes dificultades para entrar en el sector agrícola.

La crisis financiera y del precio de los alimentos de 2007-2008 produjo una vasta oleada de casos de acaparamiento de tierras, lo que permitió a inversores, empresas agroalimentarias y fondos soberanos apropiarse de grandes extensiones de terreno agrícola del Sur global. 

Esta ola de acaparamiento de tierras fue decreciendo a partir del 2013, pero las presiones nunca han desaparecido. Ahora, diez años después, el mundo se enfrenta a una dinámica multidimensional de sobreexplotación y competencia exacerbada por las tierras. Incluso podría decirse que la amenaza es aún mayor ahora que el acaparamiento de tierras ha adoptado nuevas y oscuras formas, resultando en un «acorralamiento» de los trabajadores del sector agrícola y las comunidades rurales desde todos los frentes.