El número de personas que padecen hambre en el mundo aumentó hasta alcanzar los 828 millones de personas en 2021, lo que supone un aumento de unos 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde el brote de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), según un informe de las Naciones Unidas. Estos datos muestran que el mundo se está alejando de su objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas de aquí a 2030.

A pesar de los progresos logrados a nivel global, las tendencias de la desnutrición infantil, en particular el retraso del crecimiento y la emaciación, la carencia de micronutrientes esenciales, el sobrepeso y la obesidad, siguen siendo motivo de gran preocupación.

En 2021, la brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria siguió aumentando y el 31,9% de las mujeres del mundo padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6% de los hombres, una brecha de más de 4 puntos, en comparación con los 3 puntos porcentuales registrados en 2020.

Con el objeto de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y asegurar el derecho a una alimentación adecuada, las dietas sostenibles deben ser accesibles física y económicamente para todas las personas, sin discriminación, relacionadas con el género y otras variables sociales como la edad, grupo étnico, religión, salud y estado de deseabilidad.

Para superar esta situación, se requieren políticas públicas que respondan a los cambios estructurales y del entorno alimentario, armonizando medidas fiscales, regulaciones de comercialización y marketing, etiquetado frontal obligatorio, incentivos a la producción de alimentos sostenibles y saludables y a las cadenas cortas de comercialización, entre otros), junto a programas de educación alimentaria y nutricional. Para hacer frente a los desafíos existentes de los sistemas agroalimentarios, es necesario reforzar la coordinación de políticas públicas y ampliar la diversidad de intervenciones a diferentes tipos de productores de alimentos, principalmente a la agricultura familiar y a los consumidores. Se requieren esfuerzos particulares para cerrar la brecha de género y reducir toda forma de desigualdad.