Instrumento de contribuciones voluntarias flexibles (FVC)

Creación de una agricultura climáticamente inteligente a través de las escuelas de campo para agricultores en Burundi

Principales repercusiones

Un enfoque integrado de la intensificación sostenible de la agricultura mediante el uso eficiente de los recursos:

  • En Burundi se formularon iniciativas integradas para mejorar los medios de vida de las personas con acceso limitado a la tierra y para mejorar la nutrición de los niños en edad escolar, y también se fortalecieron las capacidades de las comunidades locales para intensificar y diversificar los sistemas de producción y gestionar los recursos de forma sostenible.
  • En la República Democrática Popular Lao, 37 familias de agricultores participaron en la evaluación de estrategias de acuicultura en arrozales.
  • Cien familias de agricultores probaron en cinco provincias las estrategias de extensión para promover a gran escala el cultivo integrado de arroz y peces.
  • La capacidad técnica de los agentes de extensión se incrementó en Myanmar a fin de ayudar a los agricultores a adoptar las prácticas de acuicultura en arrozales.

Para que la agricultura prospere en un momento en que el cambio climático está empeorando los desafíos a los que se enfrentan los agricultores (degradación de la tierra, competencia por los recursos y escasez de agua, entre otros), la educación y la capacitación sobre cómo intensificar la agricultura de manera sostenible resultan esenciales.

Las escuelas de campo para agricultores son una excelente manera de llegar directamente a los agricultores y mejorar su capacidad de adaptarse al cambio climático e incrementar la producción, tal como se muestra en un proyecto de la FAO destinado a garantizar un uso más eficiente de los recursos.

En la provincia de Mwaro, en Burundi, el proyecto prestó apoyo a 30 escuelas y los participantes adoptaron rápidamente las prácticas presentadas.

Cuatro escuelas emplearon el maíz como fundamento de sus intervenciones. Con su elevada concentración de almidón y proteínas, el maíz es un producto que se usa de manera generalizada en las recetas tradicionales de Burundi. No solo eso, los subproductos del maíz pueden servir para muchos otros fines.

En febrero de 2015, los agricultores beneficiarios de la capacitación plantaron tres hectáreas de una variedad híbrida mejorada de maíz en Nyamitore. El proyecto seleccionó el cultivar híbrido por su corto ciclo de crecimiento de unos 90 días, su adaptación a climas de altitud media, su capacidad para resistir enfermedades, su elevada producción y sus cañas fuertes que resisten el viento, todas ellas características que lo hacen un cultivo resistente para su uso en un clima variable.

Los agricultores cosecharon nueve toneladas de maíz: un incremento tres veces mayor que la variedad local Isega que se cultiva principalmente en la región y que solo produce una tonelada por hectárea.

En las escuelas de Vyizigiro y Twiyunge también se recolectaron mazorcas de maíz para su uso en productos con valor añadido, cortándolas en trozos pequeños y utilizándolas como sustrato para producir gírgolas.

“La producción es muy interesante, aunque ligeramente inferior a la del algodón, cuyo sustrato es el que más se utiliza para el cultivo de setas en Burundi”, señala Isaiah Ndayirukiye, de la escuela de Vyizigiro.

Los miembros de la escuela afirman que los productos derivados de las setas son deliciosos y nutritivos y generan ingresos regulares, todo ello procedente de los desechos de las plantas de maíz.

De hecho, los agricultores utilizan todas las partes de la planta de maíz. Los tallos más resistentes se convierten en soportes para plantas trepadoras de frijol, que han contribuido a la protección del medio ambiente. Anteriormente estos soportes procedían de árboles de eucalipto jóvenes. Esto contribuía a la deforestación, incrementaba la erosión y disminuía la fertilidad del suelo.

Tras la cosecha, los agricultores mezclan las plantas trepadoras de frijol, las cañas y las hojas de maíz con los tallos, las vainas de frijol y otras hojas para producir abono orgánico. Con esta técnica agrícola todo se recicla, lo cual constituye uno de los principios fundamentales del desarrollo sostenible.

“El enfoque del MFM ha demostrado ser una técnica innovadora que garantiza el desarrollo ecológico y socioeconómico de nuestra localidad”, afirma Niyombanye Gloriose, Directora de la escuela de Biraturaba.

Según Gloriose, las escuelas también han ayudado a las comunidades a conocer los efectos negativos de la degradación de la tierra y el cambio climático en la producción agrícola. Ahora, los miembros son conscientes de la importancia de conservar el suelo y de actuar contra la erosión y que pueden tomar medidas para adaptarse al cambio climático.

El cultivo de hortalizas también incrementó los ingresos de los hogares gracias a la comercialización de las cosechas. La venta de cultivos para obtener ingresos en lugar de su uso con fines de subsistencia puede incrementar la producción en pequeñas superficies de tierra en un corto período de tiempo.

Estas prácticas introducidas a través de las escuelas también han empezado a difundirse a las comunidades vecinas, lo cual demuestra cómo las intervenciones relativamente pequeñas pueden generar un cambio positivo en regiones más amplias.

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