Karen Gabrielyan

Armenia

Nuevas formas de vender a nuevos mercados cuando sobreviene una nueva realidad

 “Hemos aprendido a convivir con la realidad y hemos seguido trabajando, cultivando, preservando. Las dificultades unen a las personas y las hacen más fuertes e inteligentes”.

El agrónomo Karen Gabrielyan dice que la enfermedad por coronavirus (COVID-19) no ha empeorado su vida. Él simplemente ha seguido adelante. “Hemos aprendido a convivir con la realidad y hemos seguido trabajando […]. Las dificultades”, señala, “unen a las personas y las hacen más fuertes e inteligentes. Así es como, por ejemplo, aprendí a utilizar las plataformas digitales para vender nuestros productos”. 

 

Residente en Mrgashat, una aldea de la provincia de Armavir en el oeste de Armenia, Karen se negó a que la pandemia y el consiguiente confinamiento arruinaran su futuro. Junto con su familia, formada por sus padres octogenarios, su mujer, su hijo y la familia de este —ocho personas bajo el mismo techo—, Karen posee y trabaja 3,5 hectáreas de tierra en las que la familia cultiva albaricoques, cerezas, girasoles, trigo y, más recientemente, espárragos.  

Karen fue uno de los primeros agricultores en plantar espárragos en Armenia allá por 1998, cuando todavía muy poca gente había oído hablar de esta hortaliza, que suele cultivarse en Europa y otras zonas de las regiones templadas de Asia occidental. Aunque sabía que vender a nivel local un producto tan poco conocido iba a resultar complicado al principio, estaba decidido a cultivarlo en una pequeña parcela de 300 m2. En la actualidad, la parcela se ha convertido en un extenso terreno con un tamaño 10 veces superior al inicial. 

 

Antes de la propagación de la COVID-19, Karen y la mayoría de los agricultores de las zonas rurales de Armenia vendían sus productos en los mercados locales o suministraban mayores cantidades a los supermercados de Ereván. Con el confinamiento y las restricciones a los desplazamientos, Karen decidió utilizar Facebook como plataforma comercial para impulsar los productos que cosechaba. Con aproximadamente 5 000 amigos en el mundo virtual, le resultó relativamente fácil encontrar compradores. “Ahora tengo más clientes que antes”, afirma. “A veces incluso tengo escasez de producto, pues cada vez más personas quieren adquirir espárragos y, por supuesto, las cerezas y albaricoques que también cultivo”. Karen piensa seguir utilizando las redes sociales para vender sus productos y tratará de elaborar otros instrumentos, en particular herramientas de ciberagricultura, incluso cuando la situación de la COVID-19 mejore.