FAO en Honduras

Buenas prácticas aplicadas al cultivo de semilla de ayote

Con 60 años de edad, Clementina Mejía tiene la última palabra en una familia de seis miembros, administrando una parcela familiar de dos manzanas y dirigiendo una asociación de mujeres productoras de más de 30 integrantes.

Una mujer con ese nivel de liderazgo no siempre es la norma en comunidades como San Juan de Dios, en el municipio de Camasca, Intibucá pero Clementina fue criada para ser plantarle cara a los retos.

“Mi papá nos asignaba tareas para hacer antes de ir a la escuela. Él decía: ‘Si ustedes se juntan con un marido haragán, ustedes lo van a tener que mantener, así que aprendan a trabajar la tierra también. En aquel momento parecía una obligación pero ahora uno le agradece al viejito por habernos inculcado el trabajo en el campo”, recuerda.

Hoy, Clementina trabaja junto a su esposo la finca herencia de su padre. Machete en mano, realiza las mismas tareas que su compañero y él hace lo propio en las tareas domésticas.

Este cambio de paradigma en una comunidad ampliamente machista no responde solo al ejemplo de mujeres como Clementina sino al trabajo que las asociaciones de productores están haciendo en la zona.

“En las asociaciones le enseñan a uno que tiene que participar. Anteriormente solo los hombres quedaban en las directivas, ahora en los patronatos hay más mujeres que hombres, en comités de agua hay más mujeres que hombres. Le estamos dando vida al valor de la mujer, es un proceso”, comenta.

Desde 2010, la asociación de mujeres productoras “Caminando hacia el futuro”, que Clementina lidera, ha guiado a sus integrantes en temas como liderazgo, género, masculinidades y leyes municipales, entre otros. Sin embargo, aún debían superar los convencionalismos de la agricultura y sus posibilidades.

Si bien el cultivo de ayote siempre había acompañado al maíz y al frijol, los productores de la comunidad no sabían cómo sembrarlos para que convivan entre si y obtener la máxima productividad de sus parcelas.

“En el maíz revolvíamos la semilla de ayote, entonces no “cuajaba”, no producía mucho porque se quedaba chiquita la parrita. No sabíamos cómo controlar las plagas ni cómo cuidar la tierra”, recuerda.

En 2018, la asociación de productoras se unió a la iniciativa de la alcaldía de Camasca para brindar conocimiento técnico a los agricultores familiares organizados, a través de su Unidad de Agricultura Familiar, una oficina encargada de canalizar la asistencia de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) a los productores de la Asociación de Municipios Fronterizos de Intibucá (AMFI).

Las mujeres de la organización, empezaron a recibir capacitaciones sobre cómo preparar la tierra para la siembra, la distancia correcta que debe haber entre cada planta, cómo combatir las plagas que reprimen el crecimiento de los cultivos y a preparar abonos orgánicos.

“El aprendizaje es lo mejor que nos han dejado las organizaciones. Ahora conocemos la distancia a la que hay que sembrar para que la parrita crezca y produzca más, nos han enseñado cómo cuidar el suelo con abono orgánico para que entre más años pasen, la tierra tenga más nutrientes”.

Un componente importante de la asistencia brindada a través de los técnicos de la Unidad de Agricultura Familiar es la diversificación de los cultivos.

Las asociaciones de productores han sido introducidas a una variedad de nuevos cultivos que no solo han mejorado la calidad de alimentación de las familias que las conforman, sino que amplían sus opciones a la hora de comercializar los excedentes de su producción.

“Aquí sembramos de todo. Aquí tengo anona, zapote, naranja, coco, mango, coyol, papaya… En las capacitaciones nos enseñaron que lo que uno produce, ya no lo tiene que comprar”, afirma satisfecha.

Pero el cultivo estrella de Clementina es el ayote. Su semilla es muy cotizada por compradores salvadoreños que aprovechan la cercanía con los municipios de Intibucá para comprar cuanto pueden para su distribución en el país vecino.

“Al crecer mejor las plantas, dan más producción. Yo antes sacaba dos quintales de semilla de ayote. Ahora saco cinco. Entre toda la organización, el año pasado sacamos 22 quintales y todos los vendimos a no menos de 35 Lempiras la libra.”, asegura la productora.

Ese importante aumento en las ganancias de la organización ha sido bien aprovechado. Clementina asegura que una parte de las ganancias van destinadas a fortalecer la caja rural de la asociación, la que les permite a las mujeres acceder a pequeños préstamos con tasas preferenciales para hacer crecer sus fincas personales.

Además, la asociación prepara y vende almuerzos para los eventos que se realizan en la zona. Todos los ingredientes provienen de sus parcelas familiares y las ganancias se reparten entre sus miembros.

La asistencia técnica que la asociación de Clementina recibe es parte de los Sistemas de Extensión e Innovación Productiva apoyados por el programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO”, un programa de cooperación sur-sur triangular, impulsado por el Gobierno de México, a través de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El Sistema de Extensión e Innovación Productiva, es un modelo que permite escalar la asistencia técnica que provee la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) hacia los Programas Municipales de Apoyo a la Agricultura Familiar, los que a su vez la hacen llegar a las asociaciones de productores, por medio de los técnicos de las Unidades Municipales de Agricultura Familiar basados en cada comunidad.

Clementina ve aún más allá.

La asociación busca la forma de transformar la pulpa del ayote que se desperdicia tras la extracción de las semillas y están han empezado a sembrar aguacate, un producto cuyo valor de mercado es cada vez mejor.

“El año pasado empezamos con una parcela demostrativa de aguacate tecnificado, con abono orgánico y sembrado con distancia… y queremos ver si podemos aprovechar la ‘comida’ que queda del ayote, convertirla en jalea o conserva para cuando no haya qué comer”.

Mientras llega ese momento, Clementina sigue movilizando a las mujeres de la zona, organizándolas y empoderándolas en las tareas agrícolas, no como simples ayudantes sino como dueñas de sus propios destinos, el de sus familias y comunidades.

“Aquí trabajamos todas unidas. Se reparte tarea y nadie reniega, ese es un objetivo que he logrado con con las mujeres de la comunidad. Antes una mujer no agarraba machete para ir a trabajar pero ahora nadie nos va a decir qué hacer”.