En los últimos 30 años, se ha instalado cada vez con más fuerza, desde distintos ámbitos del desarrollo y también desde distintas organizaciones multilaterales y gobiernos nacionales con incidencia en la temática, una discusión muy intensa en torno a la cultura y su contribución al desarrollo.

Probablemente sea el concepto de Economía Creativa, acuñado primero por los británicos y luego adoptado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), uno de los mejores ejemplos no sólo de esta nueva luz que cae sobre la cultura sino también de su contexto explicativo, esto es, una configuración global marcada por la importancia creciente de los capitales simbólicos como catalizadores de la economía mundial.