FAO en México

Palabras del Emb. Miguel Ruiz Cabañas en el Día Mundial de la Alimentación 2018

16/10/2018

Subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de SRE

 

Gonzalo Hernández Licona, Secretario Ejecutivo del CONEVAL;

Giancarlo Summa, Director del CINU;

Crispim Moreira, Representante de la FAO en México;

Representante da la SAGARAPA [p/c]

Karla Iberia Sánchez, periodista mexicana

Alfredo Oropeza, chef mexicano

Es un gusto estar con todos ustedes el día de hoy. Agradezco la invitación que me ha sido extendida.

Señoras y señores

Cada vez son más evidentes los grandes retos que debemos enfrentar de manera colectiva  para asegurar el bienestar de la humanidad. El cambio climático, el crecimiento poblacional, la degradación ambiental, la pérdida de biodiversidad y los ecosistemas, la migración y el incremento de conflictos son solo algunos de ellos.

Entre ellos, lograr reducir el hambre a “cero” constituye uno de los más desafiantes. El derecho a la alimentación es un derecho humano básico, por ello es necesario hacer sistemas alimentarios sostenibles y combatir los desafíos globales para alimentar a la creciente población, al tiempo de proteger el clima y la biodiversidad, con apoyo de un consumo y producción sustentable.

Con la adopción de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, el Día Mundial de la Alimentación adquiere un papel de primordial relevancia para reafirmar nuestro compromiso global con el cumplimiento del ODS2 para el año 2030. Esto es, poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.

La importancia de celebrar este día, cunado contamos con sólo 12 años para llegar al 2030, es generar sinergias hacia la meta mundial del Hambre Cero. Me parece que vamos por buen camino: de los 129 países monitoreados por la FAO, 72 ya han logrado el objetivo de reducir a la mitad la proporción de personas que sufren hambre.

Sin embargo la situación en ciertas partes del mundo aún es muy preocupante. El último informe de FAO sobre la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo señala que en 2017, casi 124 millones de personas en 51 países y territorios se enfrentaron con niveles de “crisis” de inseguridad alimentaria aguda, que requieren medidas de emergencia inmediatas para salvaguardar sus vidas y preservar sus medios de subsistencia.

No podemos dejar a nadie atrás. Las consecuencias de una alimentación insuficiente o mala impiden el progreso de muchas otras áreas de desarrollo como la educación, la salud y el empleo.

El hambre mata a más personas cada año que la malaria, la tuberculosis y el SIDA juntos. Alrededor del 45% de las muertes infantiles están relacionadas con la desnutrición y en términos económicos se estima que el coste para la economía mundial, como consecuencia de la desnutrición, es el equivalente a 3.5 mil millones de dólares al año. Debemos actuar sin demora y promover este sentido de urgencia.

Desde la perspectiva de las Agencias de las Naciones Unidas que tienen su sede en Roma, el incremento del hambre en el mundo es atribuible en gran parte a los conflictos bélicos. Se estima que el 60% de las personas que sufren hambre habitan en países que enfrentan situaciones de esta naturaleza. No obstante, también es atribuible al cambio climático y a la desertificación, que ocasionan crisis agrícolas prolongadas.

Se estima que en 2050 habrá 25% menos de tierras cultivables. Por ello, se necesitan sistemas de producción alimentaria sostenibles y prácticas agrícolas resilientes que pongan fin al hambre y logren la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y la promoción de la agricultura sostenible. Un ejemplo de ello son los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM).

Se trata de sistemas de uso sostenible de la tierra, donde las comunidades y el ambiente se coadaptan para lograr la seguridad alimentaria de las mismas, al tiempo que se conserva su diversidad biológica.

Para México, la conservación y uso sostenible de la biodiversidad es competencia de todos los sectores productivos y no se puede lograr sin la participación activa de éstos. Por ello, impulsamos desde la Decimotercera Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD), celebrada en Cancún en 2016, el concepto de la “integración de la biodiversidad” enlos sectores agrícola, forestal y del turismo. El caso de la agricultura, es de especial relevancia pues si la biodiversidad y los servicios que ésta provee son utilizados de forma sostenible, será posible asegurar la provisión de alimentos a nivel mundial en los años por venir.

Para alcanzar este objetivo en 2030, los gobiernos y la comunidad internacional deben trabajar partiendo de enfoques que han demostrado ser eficaces. En mi opinión, se deben privilegiar tres líneas de acción:

Asegurar el acceso a los alimentos. Promover el acceso inmediato a los alimentos y a los servicios relacionados con la nutrición para las personas que padecen hambre mediante programas de protección social, incluidas las transferencias de alimentos y/o de efectivo para aliviar de forma inmediata el hambre, y aumentar el potencial del capital humano.

Incrementar los ingresos. Crear oportunidades para mejorar los medios de vida de las personas que padecen pobreza y hambre a través de la mejora de sus oportunidades y oferta laboral, con apoyo de inversiones que potencien la productividad. Un ejemplo de ellos es la mejora de las infraestructuras, el acceso a créditos y a los mercados, la generación de conocimientos y el uso de las nuevas tecnologías emergente -como la inteligencia artificial en el ahorro del agua -, así como de la información y de las comunicaciones, para el manejo climático.

Garantizar la sostenibilidad. Aumentar la sostenibilidad de los sistemas alimentarios mediante la conservación de los recursos naturales y la adopción de prácticas agrícolas sostenibles. Reducir el desperdicio y la pérdida de alimentos en la producción, el almacenamiento y el consumo; reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura y otros sectores como el pecuario, ralentizar el ritmo del cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria del futuro.

Un ejemplo de ello es el programa Mesoamérica sin Hambre (MsH), el cual se ha convertido en el programa emblemático de cooperación regional en materia de Seguridad Alimentaria. Con esta iniciativa, reiteramos el compromiso de México con la Agenda 2030, para avanzar en el ODS 2 con el apoyo técnico de la FAO.

A través de este programa, México continuará beneficiando a comunidades de Centroamérica, Colombia y República Dominicana a través de acciones orientadas a mejorar sus estándares de Seguridad Alimentaria y Nutricional, así como a fortalecer a las políticas de agricultura familiar.

La iniciativa ha permitido desde su lanzamiento en 2015, el fortalecimiento de marcos regulatorios y de políticas públicas, sistemas de información, coordinación intersectorial y gobernanza inclusiva, además de prácticas innovadoras para la producción agrícola sostenible, con apoyo para el acceso de los agricultores familiares a los mercados y gestión del conocimiento.

No es tarea sencilla y menos en un tema de tanto impacto, sin embargo, estoy cierto que, al conmemorar este año el Día Mundial de la Alimentación, los esfuerzos conjuntos de sociedad y gobierno pueden llevarnos a buen puerto para en 2030 poder decir que logramos un mundo sin hambre.

 Muchas gracias.