Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial: se reconocen dos nuevos sitios en las regiones andina y amazónica del Ecuador

Las mujeres indígenas desempeñan un papel preponderante en los sistemas agrícolas y agroforestales biodiversos, conocidos como chakras

Pareto Paysages

Las diferentes mesetas a diferentes altitudes se aprovechan para cultivar especies con diferentes necesidades.

©Pareto Paysages

14/02/2023

Roma. Dos sistemas agrícolas y agroforestales biodiversos, o chakras, del Ecuador (uno en las montañas de los Andes y otro en la región amazónica del país) han sido reconocidos como Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM) por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La designación se produjo en una reunión virtual del Grupo Asesor Científico de los SIPAM celebrada esta semana (13 a 16 de febrero). De acuerdo con los criterios de selección, los sitios deben revestir una importancia mundial, contribuir a la seguridad alimentaria, la seguridad de los medios de vida y la agrobiodiversidad nativa, los sistemas de conocimiento ancestrales, los valores sociales y la cultura, así como constituir paisajes extraordinarios.

Las chakras del Ecuador han prosperado gracias a la acción colectiva de los pueblos indígenas, que han garantizado la gestión sostenible de los recursos naturales y la soberanía alimentaria a lo largo de los siglos. “La designación de estos sitios también impulsa el empoderamiento de las mujeres, ya que el 80 % de las chakras las administran mujeres indígenas, conocidas localmente como Chakramamas, que utilizan valiosos conocimientos tradicionales en la conservación dinámica, el uso sostenible y el funcionamiento diario de estos sitios”, explicó Maria Helena Semedo, Directora General Adjunta de la FAO.

Con las últimas incorporaciones a la lista de sistemas del patrimonio agrícola mundial, la red mundial del patrimonio agrícola de la FAO consta ahora de 74 sistemas en 24 países de todo el mundo.

Sistema agrícola ancestral

La chakra andina de los pueblos indígenas kichwa se caracteriza por la integración e interconexión de climas, ecosistemas, prácticas agrícolas y biodiversidad a una altitud que va de los 2 500 a los 3 400 metros en las montañas de Cotacachi, en los Andes.

Las chakras son fundamentales en el desarrollo de la vida material y simbólica de las familias y comunidades kichwa, que se basan en un rico conocimiento ancestral que abarca gastronomía, medicina y rituales. Son esenciales para la conservación de una gran diversidad de variedades de cultivos locales únicas: se considera que este territorio es una de las zonas de biodiversidad agrícola más extensas y mejor conservadas del Ecuador y la región andina.

Las distintas mesetas de la montaña a diversas altitudes se emplean para el cultivo de especies con diferentes necesidades, contribuyendo a la seguridad y soberanía alimentaria, la nutrición, la medicina, la decoración, el combustible y el forraje, así como a usos culturales y la producción artesanal y de utensilios. El sistema de Cotacachi ha permitido la conservación in situ de especies y variedades que incluyen el maíz, los frijoles, la quinua y las papas, que se destinan principalmente al consumo propio de las comunidades. Los pequeños excedentes se comercializan a fin de generar ingresos para las familias, especialmente para las mujeres rurales. Así, constituyen un importante medio de subsistencia para las comunidades, y de empoderamiento económico y autonomía para las mujeres.

Las comunidades indígenas kichwa andinas han generado sistemas cognitivos a partir de su relación con el medio ambiente: la Pachamama, en lengua kichwa. Este conocimiento integral, que se transmite de generación en generación, es un repertorio único y vivo, que abarca signos, símbolos, conceptos y percepciones sobre el uso y la gestión sostenible de los ecosistemas locales para la vida familiar, comunitaria y cultural.

Modelo sostenible de uso de la tierra en agroforestería

La chakra amazónica supone un modelo sostenible de uso de la tierra en agroforestería, en que los espacios productivos ubicados dentro de la explotación los gestionan las familias desde una perspectiva orgánica y biodiversa, ofreciendo múltiples servicios a las poblaciones.

Aquí, las comunidades kichwa y kijus han desarrollado un sistema de policultivo en el cual se cultiva cacao junto con especies madereras, frutales, medicinales, artesanales, comestibles y ornamentales, así como otras actividades que incluyen la caza y los productos forestales madereros y no madereros. La chakra amazónica mantiene patrones en su diseño espacial, además de fases bien definidas en su ciclo de gestión temporal, que imitan los procesos naturales de sucesión o restauración de los bosques dentro del bioma amazónico.

El sistema, que es único en cuanto a la integración de la gestión de bosques y cuencas hidrográficas, está orientado a la gestión eficiente de la baja fertilidad de los suelos amazónicos. En dicho sistema, las comunidades aplican una serie de mecanismos y prácticas agroforestales que garantizan la sombra y el cuidado del suelo. Durante las dos últimas décadas, ha crecido el interés por este concepto, como opción de producción que puede llegar a ayudar a los pequeños agricultores a ser más resilientes al cambio climático, así como a los cambios económicos y del mercado.

Esto se basa en el hecho de que, si bien la Amazonia se ha definido durante mucho tiempo como una región inexplorada e infrautilizada, en realidad la agricultura lleva practicándose allí desde hace miles de años, con la domesticación y el empleo de innumerables especies de la pluviselva, como el chile (Capsicum spp.), los frijoles (familia Fabaceae), la yuca (Manihot esculenta), la batata (Ipomea spp.), el maíz (Zea spp.) y el cacao (Theobroma spp.) o el cacao de monte (Herrania spp.).

Esto convierte a las comunidades kichwa en verdaderas guardianas de la pluviselva a través de sus prácticas sostenibles y su forma de vida en armonía con los ecosistemas. Es ampliamente reconocido que los pueblos indígenas tienen una función significativa que desempeñar en la salvaguardia de la biodiversidad, los bosques, las lenguas, el conocimiento tradicional, así como en los esfuerzos de mitigación, adaptación y resiliencia para hacer frente al cambio climático global.

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