Por qué los sistemas agroalimentarios deben ser una pieza esencial de la acción por el clima: anticipo de la COP 28

Kaveh Zahedi, Director de la Oficina de Cambio Climático, Biodiversidad y Medio Ambiente de la FAO, habla sobre las soluciones para los sistemas agroalimentarios en relación con el cambio climático y sobre la presencia de la FAO en la COP 28

Trigal aplastado por el viento y la lluvia extrema.

©FAO/Giuseppe Carotenuto

20/11/2023

Roma. A medida que el mundo se prepara para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2023 (COP 28), en un año en que se han registrado temperaturas altísimas y fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, la atención se dirige hacia las soluciones innovadoras para hacer frente a la crisis climática.

Los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) lo dijeron hace unos meses: las soluciones eficaces para mitigar el cambio climático y adaptarse a sus efectos estriban en el desarrollo resiliente al clima y la adopción de medidas de carácter integral, en particular en los sectores de la agricultura y la alimentación.

Es cierto que los sistemas agroalimentarios emiten cerca de un tercio de los gases de efecto invernadero, pero también encierran un enorme potencial de acción positiva por el clima. El principal desafío es encontrar formas de alimentar a una población que va en aumento al tiempo que se reduce la huella de carbono y el impacto ambiental.

La COP 28 servirá de nexo para que representantes de gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil forjen soluciones tangibles de forma colaborativa, y en la primera línea de este trabajo estará la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Unos días antes del encuentro internacional, hablamos con el Sr. Kaveh Zahedi, Director de la Oficina de Cambio Climático, Biodiversidad y Medio Ambiente de la FAO, quien repasa algunos de los mensajes más importantes que llevará la Organización a esta conferencia, la primera que contará con una jornada dedicada a la alimentación, la agricultura y el agua.

Las soluciones para los sistemas agroalimentarios conllevan beneficios múltiples, también para la acción por el clima

En un contexto donde los efectos del clima son cada vez más acusados y los avances en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero son lentos, el uso de prácticas sostenibles en los sistemas agroalimentarios puede ayudar a los países y a las comunidades a adaptarse, fomentar la resiliencia y mitigar las emisiones, garantizando la seguridad alimentaria y la nutrición —en un mundo en el que pasan hambre alrededor de 735 millones de personas— y revirtiendo al mismo tiempo la degradación del medio ambiente y sus consecuencias.

“Ya tenemos soluciones para afrontar el cambio climático, y muchas de estas soluciones —desde la agroforestería a la restauración de suelos, pasando por la ganadería sostenible y la ordenación pesquera— comportan múltiples beneficios, ya que también pueden fomentar la utilización sostenible de la biodiversidad, además de contribuir a la seguridad alimentaria: beneficios múltiples proporcionados por las mismas soluciones, cosa que solo la agricultura y los sistemas alimentarios ofrecen”, explica el Sr. Zahedi.

En la COP, la FAO presentará varias iniciativas agroalimentarias singulares, junto con ejemplos de proyectos que están consiguiendo cambios sobre el terreno. “Queremos hacer todo lo posible para que la financiación relacionada con el cambio climático fluya hacia esas soluciones”, apunta.

El Sr. Zahedi advierte de que, si no se produce un incremento sustancial de la financiación, no se reducirá la vulnerabilidad de las personas que trabajan en la agricultura y los sistemas agroalimentarios y, sencillamente, no habrá ninguna reducción de las emisiones del sector (solo en 2021 las emisiones ascendieron a 16 000 millones de toneladas).

Sistemas agroalimentarios y negociaciones

La FAO también apoyará a los países que están trabajando duramente en estas cuestiones, mediante las negociaciones oficiales y la labor conjunta de Sharm el-Sheikh sobre la implementación de la acción climática para la agricultura y la seguridad alimentaria.

“Esta labor conjunta es muy importante porque sitúa las deliberaciones sobre la agricultura y los sistemas alimentarios, en cierta medida, en el centro del proceso negociador y nos permite hablar de las soluciones que ofrece este sector en relación con el clima”, afirma el Sr. Zahedi.

En la COP 28, los países negociarán un plan para esta labor conjunta, incluida una estructura de coordinación dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Los negociadores también explorarán oportunidades de financiación.

“También estamos apoyando a la presidencia entrante de la COP 28, que ha otorgado gran relevancia a la alimentación y los sistemas agroalimentarios en las conversaciones sobre el clima de este año. Se ha redactado una declaración de los dirigentes, que la presidencia espera poder presentar, y nosotros vamos a apoyar esa propuesta. Estaremos allí el primer día, cuando los líderes hablen de alimentación y agricultura en el contexto del cambio climático, y también estaremos allí en el Día de la Alimentación, la Agricultura y el Agua, el 10 de diciembre, en el que nosotros y muchos de nuestros asociados hablaremos de la variedad de soluciones que ofrecen los sistemas alimentarios para el cambio climático”.

La Declaración de los Emiratos Árabes Unidos sobre sistemas alimentarios resilientes, agricultura sostenible y acción por el clima, pese a ser un resultado no negociado de la COP 28, brinda un impulso oportuno para acrecentar las inversiones y ampliar las soluciones de los sistemas agroalimentarios ante el cambio climático, de modo que fomenten la resiliencia y reduzcan las emisiones al tiempo que se aborda la cuestión de la seguridad alimentaria.

Análisis de pérdidas y daños

Otro debate decisivo que está programado para este año concierne al establecimiento de un fondo de pérdidas y daños, tal como se acordó el año pasado en la COP 27, un hito significativo tras décadas reclamándolo los países en desarrollo. El objetivo del fondo es ofrecer ayuda financiera a los países más afectados por el cambio climático, pero que menos han contribuido a provocarlo. En la COP 28, los países debatirán en detalle cómo poner en marcha esta iniciativa.

Para destacar cómo los sistemas agroalimentarios se encuentran entre los sectores más afectados por las pérdidas y los daños, la FAO publicará, en los primeros días de la conferencia, el informe Loss and Damage and Agrifood Systems – Taking Climate Action Forward (“Pérdidas y daños y sistemas agroalimentarios: avanzar en la acción por el clima”).

“Acudiremos a la COP con un análisis que demuestra lo que implican las pérdidas y los daños para la agricultura, los sistemas alimentarios y las comunidades que dependen de ellos, como forma de mantener el impulso para contribuir a este fondo que se está debatiendo y de redirigir las inversiones hacia quienes realmente las necesitan: las personas más vulnerables, muchas de las cuales se encuentran en comunidades que trabajan en la producción de alimentos y la agricultura”, afirma el experto.

En su opinión, el fondo de pérdidas y daños será fundamental para ayudar a dichas comunidades a superar los retos que ya están repercutiendo en sus vidas y sus modos de subsistencia.

“No podemos distraer la atención de la labor de mitigación: hay que reducir las emisiones. Al mismo tiempo, tenemos que ocuparos de la adaptación, porque el clima está cambiando. Pero llega un momento en que adaptarse ya no es posible, y es ahí donde interviene el fondo de pérdidas y daños. Este fondo será decisivo para ayudar a las personas y a las comunidades, especialmente a las que viven de la agricultura y la ganadería, que ya han llegado a esta última fase del reto que suponen los efectos del cambio climático”, explica, asegurando que ver el fondo instituido y en marcha sería una de las “victorias que celebrar” al término de la COP 28.

Los sistemas agroalimentarios y el balance mundial

Este año, los gobiernos también tomarán una decisión sobre el primer balance mundial, que forma parte del Acuerdo de París y es un medio clave para evaluar la respuesta mundial a la crisis climática y trazar un mejor camino a seguir.

La CMNUCC publicó recientemente un informe de síntesis a fin de ayudar a los gobiernos a tomar una decisión sobre el balance mundial en la COP 28, que está dirigido por las Partes; el informe puede servir para aumentar las ambiciones en la próxima ronda de planes de acción por el clima, prevista para 2025.

“El balance viene a decirnos lo que ya sabíamos: que nos hemos alejado mucho de la senda correcta, que los países todavía no están alcanzando sus metas en cuanto al fomento de la resiliencia y la adaptación al cambio climático, pero también en cuanto a la reducción de los gases de efecto invernadero y la mitigación de las emisiones. Así que no vamos por buen camino, digamos, si aspiramos a lograr lo contemplado en el Acuerdo de París”, afirma el Sr. Zahedi.

El experto explica, no obstante, que en el balance mundial también se reconoce la importancia de buscar cambios sistémicos.

“De todos estos cambios sistémicos, transformar los sistemas agroalimentarios es primordial. El balance es una oportunidad para recordarles a todos que, aunque ya se sabe cuáles son estas soluciones y hasta cierto punto ya se han ensayado, todavía no cuentan con inversiones en una escala que corresponda a su potencial”.

Explorar las soluciones

Es posible lograr una mejor producción, una mejor nutrición y un mejor medio ambiente y apoyar una vida mejor, todo al mismo tiempo, sostiene el Sr. Zahedi.

“Por eso, estamos buscando soluciones que incidan simultáneamente en los problemas relacionados con la seguridad alimentaria, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad”.

Por ejemplo, la gestión sostenible de la tierra, la agricultura y la silvicultura puede mejorar la capacidad de producir alimentos sin perjudicar a la biodiversidad, mientras se contribuye a fomentar la resiliencia, reteniendo más carbono y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.

La agroforestería tiene el potencial de mejorar la seguridad alimentaria de más de 1 000 millones de personas, al aumentar la cantidad de nitrógeno en el suelo disponible para los cultivos, incrementar la retención de carbono, reducir a la mitad la tasa de erosión del suelo y promover los servicios ecosistémicos.

Mientras tanto, mejorar la ordenación de las tierras de cultivo y los sistemas de pastoreo podría mitigar el equivalente a varias gigatoneladas de CO2 por año y, al mismo tiempo, mejorar la seguridad alimentaria.

“En la actualidad, alrededor de un tercio de las tierras agrícolas están degradadas. Imagínense el potencial que tendría restaurar estas tierras para la seguridad alimentaria, pero también para el fomento de la resiliencia, la adaptación al clima y, por supuesto, para mitigar las emisiones”, añade.

Las prácticas agrícolas que utilizan poca energía también pueden contribuir a reducir el consumo energético en el sector agroalimentario, mejorar la eficiencia energética y la sostenibilidad en la agricultura y aprovechar plenamente las oportunidades para producir bioenergía a partir de subproductos agrícolas.

“Estos son solo algunos ejemplos de las soluciones que tenemos a nuestra disposición”, recalca el Sr. Zahedi.

La contribución de la FAO al desarrollo de soluciones

De acuerdo con la Estrategia sobre el cambio climático elaborada por los Estados Miembros de la FAO, toda la Organización está redoblando el apoyo que presta a los países en esta materia, en todos los sectores.

Por ejemplo, desde 2006, la asociación de la FAO con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) ha brindado apoyo a más de 130 países para que mejorasen la sostenibilidad de su producción agroalimentaria y obtuviesen resultados para el medio ambiente. Las inversiones aportadas entre la FAO y el FMAM en los últimos cuatro años han logrado que 116 millones de hectáreas de entornos terrestres y marinos pasaran a estar bajo una ordenación mejorada, mitigando 570 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero: el equivalente de retirar 128 millones de automóviles de las carreteras.

“Estas inversiones han contribuido a mejorar la vida de 13 millones de personas, ofreciéndoles empleos más verdes, dietas más saludables y una mayor capacidad de ser custodios del medio ambiente”, comenta el experto.

Hasta la fecha, el Fondo de distribución de beneficios, establecido en virtud del Tratado Internacional de la FAO sobre los Recursos Fitogenéticos, ha beneficiado a más de un millón de personas. A través de los proyectos emprendidos, se han fundado más de 200 escuelas de campo para agricultores, que funcionaron como plataformas interactivas de aprendizaje ascendente para distribuir, utilizar y desarrollar cultivos resistentes al clima. 

Por otro lado, el proyecto de la FAO de refuerzo de la adaptación agrícola (SAGA) ayuda a convertir los planes y objetivos en acciones a nivel local. Por ejemplo, en la región nororiental del Senegal, se ha colaborado con los productores para aplicar técnicas tradicionales de agroecología, denominadas gulle kisnal, que consisten en cavar una pequeña cuenca circular alrededor de las plantas para retener el agua, cada vez más escasa, de forma que se reduce la evaporación y la escorrentía, sin que se vean afectados los rendimientos.

“En la COP 28 presentaremos un pabellón junto con muchos de nuestros asociados —el CGIAR, el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, la Fundación Rockefeller— en el que expondremos gran cantidad de iniciativas que están marcando una diferencia en la vida de las personas por lo que concierne al uso de los sistemas agroalimentarios como respuesta a la crisis climática. Espero que ello sirva para mantener el impulso”, señala el Sr. Zahedi.

Una mirada al futuro

Durante toda su trayectoria profesional, el Sr. Kaveh Zahedi ha ocupado puestos de liderazgo en áreas relacionadas con el medio ambiente, la tecnología verde y el desarrollo. Cuando le preguntamos si, según su experiencia, debíamos encarar el futuro con esperanza o desesperanza, el Jefe de Cambio Climático, Biodiversidad y Medio Ambiente de la FAO nos respondió que había muchas cosas positivas que reseñar.

“Ahora entendemos que la forma en que está cambiando el clima socava algunos logros del desarrollo que ha costado mucho conseguir. Creo que es un conocimiento que no existía hace diez años y que sin duda no existía hace veinte. O sea que en ese sentido sí veo un progreso real”.

Añade que también ha visto grandes cambios en la integración de agendas, puesto que la crisis climática ahora es un eje central de las conversaciones sobre nutrición y biodiversidad, por ejemplo.

“Esperamos acudir a la COP con una idea aún más nítida sobre las soluciones para los sistemas agroalimentarios, que nos ayude a acercarnos al objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5°C y a conseguir el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (Poner fin al hambre)”.

Sin embargo, prosigue, lo que le hace perder esperanza es que la financiación y las inversiones siguen siendo insuficientes, aun cuando el potencial de las soluciones de los sistemas agroalimentarios es enorme.

“La proporción de fondos para el clima que se destina a soluciones para sistemas agroalimentarios es muy pequeña. Si nos fijamos en toda la financiación relacionada con el cambio climático en todo el mundo, contando el sector público y el privado, a nivel de proyectos solo ronda el 4 %. Si nos ceñimos a los fondos de desarrollo asignados al clima, es menos del 20 % lo que se destina a soluciones para sistemas agroalimentarios, y ese porcentaje está menguando. Cada vez se invierte menos en las soluciones que tan claramente reportan beneficios formidables en la lucha contra el cambio climático”.

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