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Un cambio en la dieta mejora la salud de los agricultores en Kenya


Las mujeres promueven el cambio hacia una mejor nutrición para sus familias y comunidades

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Eunice ahora consume alimentos más nutritivos y ha comprobado el impacto positivo que tienen en su salud. Como si se tratara de una nueva creyente, difunde el mensaje en su comunidad. ©FAO/Sven G. Simonsen

13/03/2019

“Antes, nuestra comida era como veneno para nuestros cuerpos, pero ahora es como una medicina”, asegura Eunice Wango Manga, agricultora del condado de Kitui, al este de Kenya. Su familia y su comunidad figuran entre los beneficiarios de un proyecto de la FAO destinado a mejorar la alimentación de las familias de pequeños campesinos, produciendo alimentos más nutritivos.

Eunice, de 45 años, forma parte de un grupo de autoayuda de agricultores con 26 miembros de los cuales solo dos son mujeres. A finales de 2017 el grupo comenzó a recibir formación en alimentación y nutrición dentro del proyecto de la FAO Incremento de la productividad y rentabilidad de los pequeños productores (ISPP, por sus siglas en inglés), financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

“Antes, no era capaz de caminar largas distancias. Padecíamos muchas enfermedades en nuestra familia; acudíamos al hospital con frecuencia”, relata Eunice, que está casada y tiene tres hijos. “Pero ahora estamos sanos y muy activos”.

El dinero que Eunice y su marido gastaban en visitas al hospital ahora lo destinan a la educación de sus hijos y a su granja. Recientemente compraron una bomba de agua para regar, lo que les ha ahorrado el coste de contratar a alguien para que bombeara agua a sus campos.

La mayoría de la gente de la zona tenía una dieta inadecuada por diferentes razones, admite Eunice.

“Los ricos comían muchas proteínas animales y grasas, mientras que los pobres consumían muchos carbohidratos simples y sal. Como resultado, la gente a menudo enfermaba. Pero los cursos de capacitación de la FAO –explica– nos enseñaron a equilibrar nuestras comidas”.

Eunice cultiva en su huerto berzas, espinacas, amaranto y tomates, y su familia come estos productos casi a diario.

Además de agricultora, Eunice es también pastora en la iglesia. “Incluso en la iglesia, enseño a la gente a tener una dieta equilibrada”, dice Eunice con entusiasmo. “Se dirigen a mí y me comentan que no se sienten bien. Luego les pregunto cómo comen y les doy consejos sobre cómo mejorar sus dietas”.

Izqda: Eunice y Regina Munyasya con hortalizas de hoja verde perfectamente conservadas en el secadero solar, un dispositivo utilizado para secar y conservar los alimentos. Dcha: “Antes, nuestra comida era como veneno para nuestros cuerpos, pero ahora es c

“Padecía sudoración excesiva y rodillas hinchadas”, indica Regina Munyasya, de 50 años. “Pero después de que Eunice me aconsejara cambiar mi dieta, dejé de sudar, la hinchazón bajó y recuperé mis energías”.

Los miembros de su familia también están notando mejoras en su salud. “Yo soy la que cocina, así que si cambio mi dieta, también cambio las suyas”, se ríe Regina. Entre los cambios realizados, ahora cocina con menos aceite y menos carne y añade alimentos nutritivos –como el sorgo–, a sus platos.

Una parte importante de la formación de la FAO ha sido capacitar a los agricultores sobre hortalizas autóctonas y nutritivas que pueden cultivar en sus huertos.

“A veces nos sorprendíamos”, cuenta Ann Mwende Mutua, de 45 años, otro miembro del grupo de agricultores. “Los alimentos que creíamos que no tenían valor, resultaron ser los más valiosos en términos de nutrición”. Además de las hortalizas, ha incorporado a la dieta de su familia caupís, guandú y guayaba. Ahora también añade sorgo y mijo a la harina de trigo para incrementar su valor nutricional.

Eunice, Regina y otras agricultoras son agentes esenciales de cambio en la lucha contra la malnutrición. Las mujeres suponen al menos el 50% de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo. ©FAO/Sven G. Simonsen

Como socios clave del proyecto ISPP de la FAO, los agentes de extensión del Ministerio de Agricultura de Kenya han capacitado a los campesinos en técnicas de agricultura de conservación, producción y utilización de cultivos atentos a la nutrición y diversos aspectos de los agronegocios. El proyecto proporcionó semillas y un secadero solar, un dispositivo utilizado para secar los alimentos y que les permite conservar las frutas y hortalizas. Algunos miembros ya han señalado que utilizan hortalizas secas y nutritivas durante largos períodos de tiempo después de la temporada de lluvias y que pueden durar hasta entre 4 y 6 meses. También venden estas hortalizas y frutas secas en el mercado local.

Las mujeres representan al menos el 50% de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo. Al igual que Eunice, son agentes fundamentales de cambio en la lucha contra la malnutrición. Un mundo #HambreCero no es posible sin ellas.

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