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Del huerto a un “pequeño imperio comercial” en Somalilandia


La FAO y el PMA diversifican las fuentes de ingresos y refuerzan la resiliencia de las mujeres en las zonas afectadas por conflictos

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La tenaz labor de Istaahil, apoyada por un proyecto de la FAO y el PMA, le ha permitido convertir su huerto en una iniciativa empresarial. ©FAO/Isak Amin

29/10/2020

Istaahil Mohamed está de pie junto al fogón de su pequeño restaurante y llena un plato con arroz recién cocinado en una olla. Originaria de la aldea de Ceel Xumo en el distrito de Burao, en Somalilandia, Istaahil ha recorrido un largo camino para poder servir esta cucharada de arroz en su propio negocio. Ha creado, es propietaria y gestiona tanto el restaurante como el quiosco que se encuentra al lado, partiendo de una exitosa empresa agrícola que inició hace tres años con el apoyo de la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Hoy en día, a través de este próspero “pequeño imperio” —como lo denomina Istaahil—, esta mujer de 40 años y madre de cuatro hijos es capaz de mantener a su familia y pagar las cuotas escolares de los niños. 

Atreverse con la agricultura

Istaahil y su familia solían depender del ganado, y llegaron a tener hasta 20 cabras. Pero después de morir todos los animales tras las graves sequías de 2016-17, decidió dedicarse a la agricultura.

A pesar de tener pocos conocimientos agrícolas, Istaahil vio en ello una oportunidad para mantener a los suyos, aunque no era nada fácil. Todavía recuerda haber llevado a la espalda bidones de agua para regar su pequeña explotación. Durante los dos primeros años, sólo podía producir lo suficiente para la subsistencia de su familia. 

Istaahil se encontró entonces con una iniciativa conjunta de la FAO y el PMA, financiada por Canadá, que ayudaba a mejorar la resiliencia de las comunidades de la zona. El PMA ofrecía transferencias de efectivo para que la gente trabajara en puntos de captación de agua, que luego la FAO mejoraba y vinculaba a sistemas de riego. “Ahora utilizo tuberías para regar los cultivos”, dice con alivio.

La FAO proporcionó también a Istaahil y al resto de pequeños campesinos de su aldea algunos de los principales recursos agrícolas necesarios, como carretillas, regaderas y plantones, para que pudieran cultivar sus huertos. 

La iniciativa de Istaahil despegó realmente tras la formación agrícola básica del PMA, seguida de una capacitación más avanzada ofrecida por la FAO. Con esta formación, así como con el equipo y las semillas que recibió de la FAO, Istaahil pudo aumentar la variedad y el rendimiento de sus cultivos. Trabajando sin descanso en su pequeño huerto —de apenas 12 por 14 metros—, pudo cultivar diferentes árboles frutales y hortalizas, entre ellas espinacas, berzas, cebollas y tomates.

A medida que siguió ampliando su huerto, empezó a producir excedentes para venderlos en el mercado. Ahora, con una buena cosecha, puede vender 22 kilogramos de hortalizas en promedio.

Con la capacitación en técnicas agrícolas, así como con el equipo y las semillas aportadas por el proyecto FAO-PMA, Istaahil ha logrado aumentar el rendimiento y la variedad sus cultivos para incluir alimentos nutritivos como espinacas, berzas, cebollas y

Desde el huerto al restaurante

Su éxito en la agricultura le permitió plantearse dar un paso más y buscar formas de diversificar sus ingresos. “El proyecto conjunto de la FAO y el PMA nos ayudó a mejorar nuestras aptitudes agrícolas y a ser más productivos. Como resultado, nuestros pequeños huertos nos ofrecen ahora sustento más allá de lo que podríamos haber pensado inicialmente”, explica Istaahil. “Abrí un pequeño quiosco con el dinero que logré con la venta de hortalizas”. 

Más tarde se embarcó en una empresa más ambiciosa aún: un restaurante. “Me pregunté —dice— por qué no abrir un pequeño local y preparar comida aprovechando las hortalizas de mi huerto”. 

Hoy en día, Istaahil es una mujer de negocios, que utiliza alrededor del 80 %de las frutas y hortalizas que cultiva para suministrar alimentos al restaurante. Asegura que ésta es una manera más rápida de agregar valor y venderlos. Los ingresos del restaurante, del quiosco y de la venta de frutas y hortalizas excedentes son suficientes para mantener a su familia, pagar sus facturas e incluso ahorrar algo de dinero.

Como empresaria, Istaahil diversificó y aumentó sus ingresos con la apertura de un quiosco y un restaurante, usando cerca del 80 % de los productos que cultiva en su huerto. Sus ingresos cubren ahora las necesidades de su familia y le proporcionan algunos ahorros. ©FAO/Isak Amin

Empleo juvenil

Con un huerto y dos negocios que dirigir, Istaahil está más ocupada que nunca. Ha contratado a Abdi, un joven de la comunidad, para que se ocupe del huerto mientras ella se encarga de las otras dos actividades. Istaahil ha transmitido a Abdi los conocimientos y habilidades que ella adquirió en la capacitación del PMA y la FAO, y él aprovecha lo aprendido para gestionar el huerto. Abdi trabaja a tiempo completo, recibiendo un salario mensual con la ventaja añadida de poder llevar algunas hortalizas a casa. En la aldea de Ceel Xumo, esto es suficiente para mantenerlo a él y a su familia, a la vez que ahorra algún dinero.

Istaahil ya no tiene que preocuparse por las malas cosechas porque ha conseguido diversificar sus ingresos y aumentar su resiliencia. Su pequeño huerto doméstico ha sido el punto de partida de lo que ahora llama su “pequeño imperio” y le ha permitido dar un giro a la vida de su familia.

El proyecto va más allá de la agricultura para apoyar también otros tipos de medios de vida. La FAO, por ejemplo, está mejorando las colmenas para la apicultura y trabajando en la regeneración del suelo y la producción de forraje. El PMA proporciona a su vez a las familias apoyo nutricional y capacitación para mejorar su dieta, la alimentación de los lactantes y la higiene en el hogar.

Istaahil es una de las 160 mujeres que se benefician de esta iniciativa. Al aportar los conocimientos especializados de ambas organizaciones, la FAO y el PMA contribuyen a garantizar que los agricultores estén en mejores condiciones de mantenerse a sí mismos y a sus comunidades a largo plazo, ayudando a que su actividad agrícola sea más eficiente y sostenible. La FAO y el PMA colaboran estrechamente —en particular en los países afectados por conflictos— para garantizar que la ayuda alimentaria esté vinculada al apoyo a la agricultura: salvando vidas, protegiendo los medios de vida y reforzando la resiliencia de las personas y las comunidades.

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