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En un campo de refugiados de Kenya, la agricultura es el camino hacia la autosuficiencia


Un proyecto de huertos ha servido para acercar los refugiados africanos a sus anfitriones keniatas en el asentamiento de Kalobeyei

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Un programa innovador en el asentamiento de Kalobeyei acerca a los refugiados africanos a sus anfitriones keniatas. ©FAO/Sven G. Simonsen

19/09/2018

“Mi vida es muy diferente ahora“, asegura Scofia Sadik Mandera, de 23 años, luciendo una gran sonrisa. “Tenemos hortalizas para comer, contamos con una dieta equilibrada. Tengo más energía“. Durante el año pasado, Scofia cultivó su propio huerto, uno de las más de 7 000 que hay en el campo de refugiados de Kalobeyei, en el norte de Kenya.

El Asentamiento Integrado de Kalobeyei –denominación oficial del campamento, se estableció en 2016. En la actualidad alberga a casi 40 000 personas, y es una extensión del enorme campo de Kakuma, que tiene 145 000 residentes. Desde que se creó el campamento, la FAO ha apoyado las actividades agrícolas en Kalobeyei como forma de mejorar la autosuficiencia tanto de los refugiados como de la población de acogida que vive alrededor del asentamiento.

Frescos, nutritivos y caseros

Se calcula que cada refugiado en Kalobeyei sobrevive con un presupuesto mensual en efectivo de 14 USD, que no es mucho para comprar alimentos frescos y nutritivos en el mercado. Como alternativa, la FAO apoya a las familias de refugiados proporcionándoles semillas, aperos y estiércol, así como un plan de capacitación que les permite crear sus propios huertos.

“El huerto me proporciona suficientes alimentos para no tener que comprar hortalizas en el mercado, así que estoy muy feliz”, afirma Scofia. Refugiada de Sudán del Sur con experiencia en la agricultura, vive aquí con su hijo Samuel, de dos años.

“Durante las lluvias largas, cultivaba batatas, quimbombó y col rizada. Ahora he sembrado sandía y batata“, explica Scofia.

El agua es muy escasa en esta región, y las familias en Kalobeyei reciben solo 15 litros por persona al día. Todo lo que tienen para regar sus huertos son las aguas residuales domésticas. Algunas casas tienen además tanques que recogen el agua de lluvia del tejado.

Izqda: Durante la temporada de lluvias, Sarah pudo cosechar hortalizas, caupí, quimbombó y batata. Dcha: Scofia siembra su huerto con una mezcla de diferentes semillas. ©FAO/Sven G. Simonsen

“Desamparada y confundida”

Sarah Sikatenda, de 37 años, es amiga de Scofia y su vecina. Refugiada de la República Democrática del Congo, ella también tiene conocimientos agrícolas. Sarah vive con su esposo Didier y sus cinco hijos, siendo los más pequeños gemelos de dos años.

“Cuando llegamos hace un año, al principio me sentía desamparada y confundida. Y no sabía cómo podría cultivar aquí“, dice. “Pero luego encontré a un experto de la FAO sobre el terreno que me explicó las diversas oportunidades y pude asistir a varias sesiones de capacitación. Estoy muy agradecida por lo que han hecho por mí y mi familia“.

En la actualidad, el huerto de Sarah está bastante seco debido a la falta de agua. “Durante la temporada de lluvias, pude cosechar verduras, caupí, quimbombó y batata”, dice, añadiendo que “nuestra prioridad es el consumo familiar, pero también pude vender parte de mi producción a otras familias”.

Sarah Sikatenda, refugiada de la República Democrática del Congo, cultiva ahora para alimentar a su familia y construir un futuro. ©FAO/Sven G. Simonsen

Integrarse con la población de acogida

Junto a otros 750 hogares — que consisten tanto en refugiados como en la población de acogida —, Scofia y Sarah tienen también un terreno no lejos de donde viven. Forma parte de un área de 400 hectáreas que se ha reservado para la agricultura. Todas las familias que participan en este programa han recibido apoyo de la FAO en forma de semillas, aperos y capacitación.

El propósito de esta iniciativa es unir a las dos poblaciones tanto como sea posible, y parece funcionar bien. “Estamos en el campo juntos; trabajamos, charlamos y aprendemos el uno del otro. Es bonito“, comenta Scofia.

La temporada pasada, Scofia y Sarah cultivaron sus parcelas aquí por primera vez. Sarah perdió la mayor parte de su cosecha debido a las langostas y la sequía, y Scofia recolectó en su tierra unos modestos 15 kg de sorgo, pero esperan obtener mejores cosechas en el futuro.

“Nunca perdemos la moral”, enfatiza Sarah. “En casa también a veces perdíamos una cosecha. El suelo aquí es tan fértil como lo era allí; la única diferencia es el agua“.

En el pasado, ambas mujeres solían sembrar “a voleo” las semillas: es decir, esparciéndolas por el suelo. Ahora han aprendido a plantar en hileras, lo que requiere más trabajo, pero hace que la cosecha sea más abundante y mejor.

Sueños para el futuro

Cuando le preguntamos acerca de sus sueños para el futuro, Sarah se queda pensando por un momento: “sueño con poder plantar mis cosechas y recolectar tanto que incluso pueda vender mis productos a las ciudades cercanas”.

Y si pudiera regresar a su hogar en la República Democrática del Congo, ¿cultivaría de forma diferente, después de haber aprendido tanto aquí?

“Sí que lo haría. ¡Y también les enseñaría a otros!”

Al invertir en los medios de subsistencia de las personas, la FAO les está empoderando para actuar y ser parte del objetivo global de lograr Hambre Cero.

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