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Conozca a jóvenes agroempresarios que no se doblegan ante la COVID-19


Los jóvenes adaptan sus empresas a la pandemia gracias a la tecnología y a su espíritu emprendedor

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La guatemalteca Carmen Pop de La Tinta ha introducido nuevos controles de inocuidad para su producción de huevos durante la COVID-19. Al igual que muchos otros jóvenes empresarios, Carmen ha ideado formas innovadoras para adaptarse y continuar con su actividad durante esta difícil etapa. ©FAO

11/08/2020

La COVID-19 ha trastocado la vida de empresarios y negocios de todo el mundo. A causa de los confinamientos y las restricciones a la circulación, los pequeños agricultores y las empresas rurales se han visto incapaces de acceder a los mercados y vender sus productos agrícolas o de otros tipos. Como su seguro social en muchos casos es reducido o incluso nulo, los jóvenes del medio rural sufren de manera desproporcionada las restricciones a la actividad económica derivadas de la pandemia. Además, en general los jóvenes presentan tasas de desempleo y subempleo más altas que los adultos.

Sin embargo, duchos en tecnología, los agroempresarios jóvenes están adaptando rápidamente sus modelos de negocio y aprovechando al máximo las herramientas digitales. Aceptar pedidos por Internet y pagos con el móvil, ofrecer repartos a domicilio, promocionar sus productos en las redes sociales, utilizar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para trabajar desde casa y tomar clases en línea para adquirir nuevas aptitudes son solo algunos ejemplos de cómo están aprovechando los jóvenes esta oportunidad para crecer e innovar.

A finales de marzo de 2020, la FAO emprendió una iniciativa de participación de la juventud, titulada “Hacer frente a la COVID-19: Voces de los jóvenes agroempresarios”, a fin de estudiar las repercusiones del brote sobre sus empresas y averiguar cómo ayudarles durante y después de la pandemia. A través de redes y grupos de agricultores y agroempresarios jóvenes de África y de América Central, la iniciativa ha permitido hallar soluciones lideradas por los jóvenes para hacer frente a la crisis. Estas conclusiones sustentan el asesoramiento sobre políticas que brinda la FAO a los gobiernos y sus actividades de movilización de recursos destinados a promover respuestas que incluyan a la juventud.

Les presentamos a tres jóvenes agroempresarios que no se doblegan ante la pandemia:

Karina y su equipo (arriba/izquierda) y Arthur (abajo/derecha) han modificado sus modelos de negocio para que funcionen durante la pandemia. Izquierda: ©Avantichajil. Derecha: ©Khainza Energy

Del ecoturismo a la comida por Internet en Guatemala

Hace seis meses, Karina Brito, de 22 años, estaba lista para poner en marcha su nuevo negocio. Junto con 20 emprendedores jóvenes de Nebaj (Guatemala), había fundado una empresa que denominaron Avantichajil, palabra de la lengua indígena ixil que significa “sembradores de vida”. Con la ayuda de un programa dirigido por la FAO y la formación ofrecida por el Instituto Nacional de Bosques, su plan era prestar servicios de agroecoturismo, como excursiones por los bosques y clases de cocina, y vender muebles de madera, pero todo quedó paralizado con el estallido de la COVID-19.

Las restricciones nacionales a la circulación y la actividad empresarial obligaron a Karina y su equipo a suspender las actividades de ecoturismo, además de la fabricación de muebles. Negándose a dejar que la empresa se fuera a pique, enseguida comenzaron a pensar en cómo diversificarse.

Decidieron destacar el componente de “gastronomía ixil” de su empresa. Originalmente iban a ofrecer platos tradicionales de la comunidad indígena ixil y clases de cocina para los turistas, pero entonces se organizaron para producir alimentos regionales típicos y comercializarlos por Internet. Venden carnes ahumadas, plátanos, bizcochos de banana, batidos, café y otros productos. A fin de respetar las reglas de distanciamiento físico, han creado un perfil digital, llamado MercaRed, para promover y vender productos de siete agronegocios diferentes dirigidos por jóvenes de su región. Su proyecto todavía es nuevo, pero los resultados ya son prometedores.

“Si hubiésemos seguido centrados en el proyecto inicial, no sé dónde estaríamos ahora. Hay que arriesgarse, avanzar, innovar y aprender de los errores”, asegura Karina.

Energía limpia en Uganda

Arthur Woniala, de 29 años, es cofundador e ingeniero de proyectos de la empresa Khainza Energy, cuya joven directiva busca reducir la dependencia de combustibles vegetales en los hogares ugandeses ofreciéndoles biogás como alternativa ecológica, asequible y sostenible. Distribuyen el biogás en bombonas reciclables y enseñan a los clientes a utilizarlo.

Las restricciones impuestas al transporte público en respuesta a la COVID-19 dejaron a millones de ugandeses sin acceso a servicios básicos como el combustible para cocinar, carencia que Khainza Energy está intentando subsanar. Arthur ha limitado el contacto físico anunciándose y tomando pedidos por redes sociales, así como aceptando el pago mediante teléfono móvil. Además, para mantener informadas a las comunidades ugandesas durante la pandemia, junto con los pedidos reparte folletos con consejos del Ministerio de Salud.

Aunque no niega que los últimos meses han sido difíciles para su actividad, Arthur es rotundo: “Estamos resueltos a velar por que las personas sigan teniendo acceso a los servicios básicos”, dice con orgullo.

Al aceptar pedidos por redes sociales y hacer repartos a domicilio, Adeline ha conseguido mantener a flote su empresa de producción de hongos. ©Adeline Umukunzi

Venta de productos frescos en Rwanda

Las redes sociales también han sido una salvación para la ruandesa Adeline Umukunzi, de 25 años. Antes de la pandemia, vendía sus hongos a hoteles, restaurantes y mayoristas. Para ella eran muy importantes las ventas grandes, ya que producía 100 kilogramos al día. Sin embargo, a causa del brote de la COVID-19 y el confinamiento resultante, la demanda se redujo drásticamente. Muchas empresas cerraron y, debido a las severas restricciones al transporte público, le resultaba imposible llevar sus productos al mercado.

Adeline no cuenta con instalaciones para almacenar y refrigerar los excedentes, así que, para colocar su producción lo más rápido posible, ha pasado a vender directamente a particulares. Ahora se anuncia en las redes sociales y pide a los clientes que hagan correr la voz. Ha incrementado su mano de obra y se ha comprado una bicicleta para ampliar su radio de reparto.

Apoyo de la FAO a los jóvenes del medio rural

Asociándose con organizaciones de jóvenes del medio rural, la FAO ha colaborado con jóvenes obreros y emprendedores agrícolas para conocer sus necesidades y mitigar los efectos negativos de la pandemia.

Solamente uno de cada 10 jóvenes afirma haber recibido ayudas del gobierno local o de otros agentes de desarrollo a raíz de la COVID-19. A pesar de esta situación y de las malas perspectivas económicas, resulta inspirador ver cuántos jóvenes encaran la crisis como una oportunidad para innovar. Los problemas que han afrontado Karina, Arthur y Adeline en los últimos meses son comunes, y sus soluciones evidencian el ingenio y la resiliencia de la juventud ante las crisis. A juzgar por su brillante respuesta a los desafíos de la COVID-19, cabe afirmar que la juventud de hoy está bien equipada para el futuro.

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