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El rostro de la resiliencia en el Afganistán


La mejora del cultivo de trigo está ayudando a que la inseguridad alimentaria deje de ser una preocupación para los agricultores afganos

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Con la financiación del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia, la FAO prestó apoyo a Khialy Gul (en la fotografía, arriba) y a 37 200 pequeños productores de todo el Afganistán mediante paquetes de emergencia para el cultivo de trigo y transferencias de efectivo para que pudieran satisfacer sus necesidades alimentarias y otras necesidades básicas. ©FAO/Farshad Usyan

20/07/2021

Corren gotas de sudor por la frente arrugada de Khialy Gul; está recolectando la cosecha de trigo de su campo, ubicado en la aldea de Nawju, en la provincia oriental de Nangarhar (Afganistán). “Recibimos este apoyo cuando lo necesitábamos”, subraya el agricultor afgano mientras se limpia el sudor de la tarde y se toma un descanso para hablar sobre la cosecha de esta campaña. Khialy Gul se ha dedicado a la agricultura casi toda su vida y es consciente de las horas de trabajo manual que se necesitan solo para producir alimentos para él y su familia.

Tras más de 40 años de conflictos, corren tiempos difíciles para los agricultores del Afganistán. La inseguridad alimentaria se cierne sobre las zonas rurales del país y afecta a uno de cada tres afganos. Las vidas y los medios de subsistencia en este lugar dependen excesivamente de la asistencia humanitaria.

Muchos agricultores no pueden acceder a sus campos sin poner su vida en peligro. Aunque pudieran hacerlo, la mayoría de ellos no tienen los insumos agrícolas básicos necesarios, como, por ejemplo, semillas certificadas, ya sea porque no pueden permitírselas o porque las semillas certificadas de buena calidad sencillamente no están disponibles en el mercado local.

“No podía comprar semillas. Solía pedir préstamos de una campaña a otra”, señala Khialy Gul. “Además, cada vez que compramos semillas en el mercado local, el problema es que las plantas crecen poco o mucho, de forma irregular y poco fiable”.

Se acercaba la temporada de trigo de invierno y era importante que los agricultores llevaran a cabo la recolección. El trigo es un alimento básico en el Afganistán, donde la mitad de las calorías diarias provienen solo de este cultivo.

Después de más de 40 años de conflictos, la inseguridad alimentaria afecta a uno de cada tres afganos. ©FAO/Farshad Usyan

Con la financiación del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia, la FAO ayudó a 37 200 pequeños agricultores, como Khialy Gul, de 16 provincias del Afganistán, con un paquete de emergencia para el cultivo de trigo que constaba de semillas certificadas de buena calidad y fertilizantes.

La asistencia permitió a Khialy Gul cultivar dos jeribs de tierra (es decir, 0,4 hectáreas). “Las semillas certificadas son muy buenas y producen un rendimiento excelente: trigo limpio y puro. Todavía no hemos realizado la trilla, pero parece que el rendimiento será el doble que la campaña anterior”, afirma Khialy Gul señalando el campo de trigo dorado.

“Las variedades locales de semillas producen una media de 400-450 kg de grano de trigo por jerib, mientras que las semillas certificadas rinden una media de 650-700 kg por jerib, lo que supone un aumento del 60 %”, explica Khushal Asifi, Coordinador Regional de la FAO para la región oriental del Afganistán. Esta mejora de la producción de trigo puede reducir el notable déficit de trigo previsto en el país (alrededor de 2 millones de toneladas métricas en 2021).

Debido a que el mundo centra su atención en las emergencias y los problemas generados por la enfermedad por coronavirus (COVID-19), las operaciones de numerosos países, como el Afganistán, han sentido los efectos de la financiación insuficiente de los proyectos y, al mismo tiempo, han necesitado fondos adicionales para hacer frente a sus propios desafíos relacionados con la pandemia.

“La financiación humanitaria del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de las Naciones Unidas cubrió grandes déficits de fondos al principio de la pandemia y desempeñó una función catalizadora para atraer y posibilitar una mayor financiación de diversos donantes, lo que permitió dar y mantener una respuesta humanitaria rápida, urgente y basada en las necesidades”, indica Fabrizio Cesaretti, Jefe de la Unidad de Emergencias y Resiliencia a cargo de la respuesta de la FAO a la COVID‑19 en el Afganistán.

La financiación del Fondo también se destinó a la respuesta a esta enfermedad en el país y ayudó a garantizar la prevención de la COVID-19 en el funcionamiento de los principales mercados agropecuarios.

“También hemos recibido capacitación sobre la COVID-19. Nos dijeron que no fuéramos al mercado tan a menudo, que no nos acercáramos a nadie y que no habláramos mucho con la gente ni nos abrazáramos. Nos enseñaron que, después de encontrarnos con alguien, debíamos lavarnos las manos con jabón o utilizar desinfectantes y que teníamos que llevar mascarilla”, explica Khialy Gul.

La financiación del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia también se destinó a la respuesta a la COVID-19 en el país, ayudando a garantizar la prevención de la COVID-19 en el funcionamiento de los mercados agropecuarios. ©FAO/Farshad Usyan

Junto con Ayuda en Acción, el Comité Noruego para el Afganistán y la Asociación de Rehabilitación Rural para el Afganistán, la FAO brindó a Khialy Gul los insumos agrícolas necesarios, así como capacitación específica sobre prácticas para mejorar la productividad del trigo, por ejemplo, el cultivo con espacio entre surcos, en el que se utilizan menos semillas estratégicamente ubicadas a cierta distancia unas de otras. “Esta técnica nos ha ayudado a utilizar las semillas de forma más eficiente. Solíamos espolvorear [sembrar a voleo] las semillas, y eso era más caro”, comenta.

Una buena campaña de trigo es todavía más importante porque cuando lleguen el período de escasez y La Niña, los efectos de la sequía se sentirán en todo el país. “Esta asistencia urgente y estacional ha contribuido en gran medida a mejorar la capacidad de resistencia de los pequeños agricultores vulnerables, como Khialy Gul”, explica Kaustubh Devale, Oficial internacional de gestión del riesgo de desastres de la FAO en el Afganistán. “Asimismo, ha ayudado a reducir el riesgo de que estos pequeños agricultores se vieran obligados a recurrir a la venta de activos productivos en condiciones desfavorables”.

También se prestó apoyo a los agricultores con transferencias monetarias para que pudieran satisfacer sus necesidades más inmediatas. “Hemos utilizado el efectivo para comprar artículos básicos de papelería para nuestros hijos que van a la escuela”, señala Khialy Gul.

“Nuestra expectativa era cubrir los gastos familiares durante al menos cuatro o cinco meses… Ahora mismo, parece que esto será suficiente para hacer frente a nuestros gastos durante un período más largo”.

Pero hoy todavía hay que terminar la cosecha; pronto se pondrá el sol.

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