Con el asesoramiento de la FAO, un grupo de mujeres de Betano (Timor-Leste) empezó a aplicar con gran éxito técnicas de agricultura de conservación en sus tierras. © FAO/Blue milk studio
En la aldea de Betano, enclavada en el exuberante paisaje de la zona central de Timor-Leste, una simple disputa en torno a una modesta legumbre ha originado una revolución silenciosa.
Todo empezó en 2019, cuando las mujeres de la aldea se interesaron en poner a prueba técnicas de agricultura climáticamente inteligente, en particular la agricultura de conservación, que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estaba promoviendo en la zona.
Atendiendo al asesoramiento de la FAO, las mujeres decidieron cubrir los campos con lehe (también denominado frijol terciopelo verde), un tipo de enredadera autóctona que, según se sabe, repone los nutrientes del suelo. Los hombres reaccionaron con escepticismo, pero las mujeres entendieron la importancia de enriquecer el suelo.
Con el apoyo financiero de la Unión Europea, la FAO ayudó a las mujeres a establecer su propio grupo de agricultoras, al que llamaron Fehama (que en tetum, la lengua local, significa “Mujeres que se quieren”). La FAO también les facilitó motocultores, remolques, silos de almacenamiento y otras herramientas agrícolas. Junto con otros grupos de agricultoras, empezaron a cultivar maíz, hortalizas de hoja, papayas, yuca y bananas en sus tierras recientemente recubiertas de materia orgánica.
Su objetivo era producir una cantidad suficiente para alimentar a sus familias y mejorar sus medios de vida.
“Nos dimos cuenta de que, si seguíamos las orientaciones de la FAO, podíamos aumentar nuestra productividad”, dijo Prisca da Costa, miembro fundadora de Fehama.
Con las mujeres ya firmemente encauzadas hacia la agricultura climáticamente inteligente, la FAO, con la ayuda financiera de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), continuó prestando asistencia a Fehama por medio de apoyo técnico y actividades de capacitación en técnicas de agricultura de conservación, entre ellas métodos tan importantes como una mínima alteración del suelo (es decir, sin laboreo) y la diversificación de las especies de plantas, con cultivos como la soja verde, además de la cobertura permanente del suelo.
Juntas, las mujeres de Fehama emprendieron un viaje que culminaría con unos campos llenos de muy diversos cultivos, añadiendo un vistoso verdor a sus cosechas.
Así fue como una simple semilla de la discordia, al germinar, dio lugar a explotaciones agrícolas de producción abundante y diversificada, unidas a un próspero colectivo agrícola de mujeres.
Con el apoyo financiero de la Unión Europea, la FAO ayudó a las mujeres a establecer grupos de agricultoras y les facilitó motocultores, remolques y otras herramientas agrícolas. © FAO/Blue milk studio
Alimentación escolar de origen local: todos salen ganando
Junto con las nuevas cosechas mucho más abundantes de lo previsto, surgió otro desafío: ¿qué hacer con sus productos?
“Al principio, cuando empezamos a practicar la agricultura de conservación con el equipo de la FAO, no estábamos muy seguras de que pudiéramos vender los productos en el mercado”, recuerda Joaquina Branco, de la cooperativa Hakmoton, también beneficiaria del apoyo de la FAO.
Por entonces, los agricultores locales dependían de la venta de sus productos en el mercado municipal central, donde los precios bajaban a causa de la oferta excesiva.
Como alternativa, la FAO ayudó a Fehama y a otros grupos de agricultoras a encontrar otras opciones para vender sus productos.
Un candidato evidente era Merenda Eskolar, un programa nacional de protección social del Gobierno que ofrece comidas gratuitas a los niños en las escuelas primarias. La FAO puso en contacto a los grupos de agricultoras con Merenda Eskolar para proporcionarles clientes estables y a la vez suministrar a los niños alimentos nutritivos.
En Timor-Leste, el 75 % de la población no dispone de alimentos suficientes, y casi la mitad de los niños menores de cinco años padecen retrasos en el crecimiento, con lo que el programa Merenda Eskolar es un elemento vital de los esfuerzos del Gobierno para mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición, aumentar la protección social de los niños y favorecer la inclusión económica de los agricultores.
La FAO, en asociación con la organización local Hamutuk Ita Ajuda Malu Health y la administración local, ayudó a redactar los contratos entre los agricultores y las pequeñas empresas que gestionan el programa de alimentación escolar en el municipio de Manufahi. La FAO también prestó asesoramiento sobre dietas adecuadas ricas en proteínas, vitaminas y minerales, así como sobre métodos de cocción más eficientes.
“El programa Merenda Eskolar ha cambiado nuestra manera de producir”, explica Joaquina. “Antes producíamos más cultivos alimentarios ricos en hidratos de carbono. Ahora nos centramos en la horticultura, que aporta más beneficios nutricionales y alcanza un valor más alto que otros cultivos alimentarios en el mercado porque hay una demanda diaria”.
Gracias a este vínculo, los niños escolares se beneficiaron de una fuente de nutrición estable y el grupo de mujeres de unos ingresos regulares.
“Almacenamos los productos aquí. Los representantes del programa vienen a comprarlos y los llevan a las escuelas. Nos pagan y destinamos las ganancias a financiar las necesidades escolares de nuestros hijos. Utilizamos el dinero restante para comprar comida y semillas que replantar”, declara Prisca.
La FAO y sus asociados también impartieron capacitación, en total, a más de 70 encargados de la preparación de alimentos, docentes y progenitores sobre comidas equilibradas y nutritivas para los niños, higiene e inocuidad alimentaria.
Por último, para mejorar las instalaciones de cocina escolares, la FAO facilitó utensilios de cocina, bandejas de acero para servir la comida, silos para almacenar los cereales, filtros de agua, frigoríficos, cajones, cajas para almacenar alimentos y mesas de acero inoxidable para la elaboración de los alimentos.
La FAO puso en contacto a los grupos de agricultoras con Merenda Eskolar, un programa que ofrece comidas gratuitas a alumnos de escuelas primarias. Con ello, las mujeres dispusieron de unos clientes estables y, a la vez, los niños se beneficiaron de una alimentación nutritiva. © FAO/Blue milk studio
Empoderamiento y comunidad
El proyecto no solo ha ayudado a proporcionar ingresos y alimentos nutritivos a las mujeres, sino que además ha fomentado un sentido de autosuficiencia y empoderamiento. Ahora las mujeres de Fehama ya no han de tratar de convencer a los hombres sobre la manera de cultivar. Tienen pruebas de su éxito y el respaldo de los conocimientos que les ha transmitido la FAO.
Al mismo tiempo, los alimentos nutritivos proporcionados a las escuelas han ayudado a garantizar que los niños de las aldeas estén bien alimentados y más capacitados para aprender. Se crea así un efecto en cadena, que contribuye a mejorar la salud y la educación de la comunidad.
Solo en 2023, el programa llegó a 18 escuelas del municipio de Manufahi, proporcionando a 10 de ellas suministro directo de alimentos para más de 2 400 alumnos.
La FAO tiene previsto seguir fortaleciendo el programa Merenda Eskolar y reproducirlo en otras partes del país.
El derecho a la alimentación es un derecho humano universal. Este año estamos promoviendo eso y mucho más. En la comida que nos alimenta debe tenerse en cuenta la diversidad, la nutrición, la asequibilidad y la accesibilidad, así como la inocuidad y la sostenibilidad. Aún hay más de 2 800 millones de personas que no pueden permitirse una dieta saludable. A medida que nos acercamos al Día Mundial de la Alimentación, que se celebrará el 16 de octubre, la FAO hace hincapié en que el derecho a la alimentación, que satisface todos estos pilares, es crucial para una vida y un futuro mejores para todos.
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