FAO en Paraguay

El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición: alimentos en calidad y cantidad suficientes

24/08/2020

La FAO publica anualmente un informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. Este año, el documento se enfoca en la transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables. Se trata de una importante fuente de información para evaluar cómo el mundo, de manera individual -a nivel de país-, y colectiva –a nivel global-, camina hacia el cumplimiento del segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) que busca acabar con el hambre para el 2030.

Mientras los resultados alcanzados y el esfuerzo realizado por parte de los países y los organismos internacionales tienen que ser evaluados, al menos, de forma anual, al 2020 han transcurrido cinco años desde que se estableció el compromiso global con los 17 ODS, lo que representa un buen periodo para una reflexión mayor.

Ya en los informes de 2017 y 2018, la FAO llamó la atención hacia los desafíos que los conflictos sociales y políticos, y la variabilidad climática extrema, representaban para el cumplimiento del segundo ODS. En 2019 se sumó, además, la desaceleración y el declino de la economía global y regional. Y en el 2020 se suma la pandemia por el COVID-19, con consecuencias que aún no son totalmente estimadas.  

Veamos algunos datos. En cinco años, el número de personas que padecen hambre a nivel global, se ha incrementado en 60 millones. Actualmente, el 8,9% de la población mundial (690 millones de personas) tiene este problema. Este valor se estima sobre la base del nivel de sub-alimentación de la población, que refleja la disponibilidad energética alimentaria en comparación con el consumo aparente de calorías de los alimentos, en una determinada población.

Si aplicamos la escala de experiencia de la inseguridad alimentaria (FIES por sus siglas en inglés), promovida por la FAO para medir el acceso de las personas o los hogares a los alimentos en base a las limitaciones y capacidades para obtenerlos, se estima que casi 750 millones de personas en 2019 se vieron expuestas a niveles graves de inseguridad alimentaria (10% de la población mundial). Es decir, 750 millones de personas sintieron hambre, pero no pudieron comer, o no comieron durante al menos todo un día por falta de dinero u otros recursos.   

Bajo la misma metodología se estimó que 2.000 millones de personas en el mundo estuvieron afectadas por inseguridad alimentaria moderada o grave, lo que implicaba que redujeron la cantidad de alimentos consumidos al reducir el tamaño de las raciones o al saltarse comidas. 

Hacia el 2030, la tendencia anual de los niveles de subalimentación o hambre muestra un escenario contrario al esperado. En ese año se prevé que 840 millones de personas estarán en situación de subalimentació, muy lejano al objetivo de hambre cero. Además, se estima de manera preliminar que, de este valor, entre 83 y 132 millones de personas estarán en situación de hambre a consecuencia del impacto económico que dejará la pandemia.

Otro problema asociado a la deficiencia de alimentación es el acceso a alimentos inocuos y nutritivos. Si ya es un desafío acceder a los alimentos, es un desafío aún mayor para las personas en situación de vulnerabilidad, tener una dieta saludable. De esta manera, el estado nutricional de dichas personas, muy probablemente, se deteriorará, y las conducirá a un estado de mayor desnutrición, así como de sobrepeso y obesidad.

Este ya es un problema actual. Por un lado, hay personas que no se alimentan adecuadamente por falta de información y conocimiento sobre nutrición, y por el otro, hay quienes tienen la información, pero simplemente deciden seguir patrones culturales alimenticios que no siempre son los más adecuados desde la perspectiva nutricional. Pero también hay un grupo enorme de personas, de alrededor de 3.000 millones, para las cuales, una dieta saludable es un “lujo que no se pueden dar”.

En términos generales, se estima que una dieta saludable es cinco veces más costosa que las dietas que solamente se enfocan en atender la necesidad energética (dietas energéticas básicas) y que no consideran los requerimientos nutricionales, que son necesarios para una vida activa y sana.

El costo de una dieta saludable supera la línea internacional de la pobreza, establecida en USD 1,90 al día (en términos de paridad del poder adquisitivo). Aquí me gustaría hacer un paréntesis para mencionar que es necesario sincerarnos, y establecer una línea de pobreza apropiada y multidimensional, para que no tengamos una falsa ilusión de que el mundo ha bajado los niveles de pobreza, cuando en algunos países, con USD 1,90 al día no se puede adquirir ni siquiera una dieta saludable.

Una mala nutrición asociada a poca actividad física implica, generalmente, una vida más corta y con mayores contratiempos por problemas de salud. A la larga, si lo ponemos en términos económicos para simplificar el análisis, el gasto en una sociedad mal alimentada, por diferentes motivos como la atención sanitaria y el paro y bajo rendimiento laboral, puede ser superior a la inversión necesaria en información y mecanismos de fomento, para tener una sociedad mejor alimentada. La adopción de dietas saludables podría reducir en hasta el 97%, los costos sanitarios, directos e indirectos, del sistema de salud mundial. Invertir en prevención es generalmente mejor que gastar en la cura.

Se estima que una dieta energética básica en Paraguay cuesta USD 0,95 al día, lo que corresponde a alrededor del 16,2% del gasto medio en alimentos de la población. Considerando el ingreso medio de la población, se estima que solamente un 0,6% de la misma no consigue adquirir esta dieta energética básica.

Ahora bien, una dieta saludable, que combina las calorías y los nutrientes suficientes, puede llegar a costar en el país, USD 3,89 al día, lo que corresponde a 66,3% del gasto medio en alimentos de la población paraguaya, por lo que en principio es asequible; no obstante, considerando el ingreso medio de la población, se estima que el 18% de la misma no la puede adquirir.

Lo anterior sumado al hecho que el 23,5% de la población de Paraguay está en situación de pobreza, y el 4% en situación de extrema pobreza (Encuesta Permanente de Hogares – 2019), ayuda a explicar por qué el 8,8% de la población del país está en situación de subalimentación, al mismo tiempo que el 12,4% de los niños menores de 5 años tiene sobrepeso, y el 20,3% de los adultos de más de 18 años está en situación de obesidad. Mientras que la prevalencia de anemia en las mujeres en edad reproductiva llega al 22,8%.

El plan de reactivación económica, que espera movilizar USD 2.500 millones en un periodo de 18 meses, debería incluir inversiones que fortalezcan el sistema alimentario, desde la producción de alimentos hasta la punta de la demanda, incentivando, no solo la disponibilidad de alimentos inocuos, con calidad apropiada y en cantidades suficientes, sino también hábitos alimentarios saludables. Esto permitirá una recuperación del sistema alimentario para una situación mejor que la que teníamos antes de la pandemia y, por lo tanto, con los beneficios concurrentes para apoyar el desarrollo socio-económico nacional. 

 

Jorge Meza Robayo
Representante de FAO en Paraguay

 

*Columna de opinión publicada en el Diario ABC Color (Paraguay)

 

Foto: ©FAO / Nelson Román