FAO en Paraguay

Nuestras acciones son nuestro futuro

25/10/2021

Artículo de opinión del representante de FAO en Paraguay, Jorge Alberto Meza Robayo.

Promover una acción mundial en favor de las personas que tienen hambre, y llamar la atención sobre la necesidad, no solo de comer, si no de nutrirse adecuadamente, son parte de los mensajes del Día Mundial de la Alimentación (DMA), que se conmemoró el 16 de octubre.

Además, en este año, el DMA nos llamó a reflexionar que, en el momento en que seleccionamos los alimentos, los consumimos y los descartamos, somos parte del sistema alimentario; y, por lo tanto, tenemos responsabilidad en el proceso esencial de transformarlo para hacerlo más inclusivo, más eficiente, más resiliente y más sostenible.

Cada año, gobiernos, empresas, ONG, medios de comunicación y público en general, en más de 150 país, desarrollan eventos y actividades de divulgación, lo que hace del DMA, el día más conmemorado entre los días internacionales y mundiales declarados por la ONU, sobre diversos temas.

Lamentablemente, por segundo año consecutivo, el DMA se conmemoró en un contexto de pandemia de COVID-19. Los agricultores han debido enfrentar mayores retos para comercializar sus productos, además de lidiar con los desafíos que tienen por las difíciles condiciones originadas en la mayor variabilidad climática y los fenómenos extremos. Por el otro lado, por el empobrecimiento causado por la pandemia que se evidencia en un incremento de los niveles de subalimentación, con una prevalencia que no habíamos visto desde hace una década, más personas requieren ayuda humanitaria urgente para garantizar su nutrición diaria.

En el mundo, alrededor de 3.000 millones de personas no tienen acceso a dietas saludables, mientras que el sobrepeso y la obesidad aumenta. Estos indicadores ponen en evidencia la desigualdad e injusticia en la cual el sistema alimentario se desarrolla, e incluso, evidencia como el sistema actual, ayuda a generar dichas desigualdades.

Necesitamos solucionar esta situación y, además, que nuestro sistema alimentario se mantenga funcional, incluso durante eventos extremas, como es el caso de la pandemia, y que sea al mismo tiempo capaz de alimentar a una población creciente, estimada en 10.000 millones de personas para el 2050.

 Es necesario considerar también que algunos modelos de producción degradan los recursos naturales, principalmente el suelo y el agua, y destruyen los hábitats naturales, reduciendo la biodiversidad. Lo anterior implica que se podría estar poniendo en riesgo la alimentación de las futuras generaciones.

Esto es más grave cuando verificamos que todo ese esfuerzo de producir alimentos con un alto costo ambiental, se pierde en parte, o se desperdicia. Las cifras a nivel global nos indican que el 14% de los alimentos se pierden en la punta de la producción, almacenamiento y transporte local, y el 17% se desperdicia cuando los alimentos son preparados y durante el proceso de consumo. Con este desperdicio se podría alimentar a todas las personas que pasan actualmente hambre, sin que sea necesario incrementar la producción de alimentos.

Siendo redundante, me gustaría nuevamente recordar que todos hacemos parte del sistema alimentario. No son solamente los productores de alimentos, sino los que proveen los insumos productivos, los que transportan los alimentos, los que regulan el sistema, los que los industrializan, comercializan, consumen, y que se encargan de la disposición final de los desechos. Las madres que tradicionalmente se han encargado de la preparación y provisión de los alimentos, las comunidades indígenas que han preservado sistemas productivos y especies alimenticias que hoy son globalmente consumidas. También el sistema educativo que provee alimentación escolar y enseña sobre nutrición, es parte del sistema alimentario. Todos somos parte del sistema alimentario y, por lo tanto, la opinión y acción de todos es importante.  

No me gustaría finalizar sin dejar de recordar, además, que el 15 de octubre se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Según cifras de la ONU, ellas conforman un 43% de la mano de obra agrícola, y con su trabajo diario de labrar la tierra y plantar semillas, están contribuyendo a asegurar la alimentación de sus familias, comunidades y países, alrededor del mundo.

 

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Artículo originalmente publicado en el diario ABC Color el 22 de octubre de 2021