FAO en República Dominicana

Trazando caminos hacia el desarrollo rural sostenible a través de Centros de Aprendizaje

El proyecto tiene una duración de dos años y contempla la instalación de diez centros de aprendizaje.
08/06/2017

La FAO ejecuta un proyecto para aumentar la seguridad alimentaria y nutricional de familias rurales en las provincias de Hato Mayor, Monte Plata y El Seibo

SANTO DOMINGO.- Cuando los agricultores del paraje La Piña del Municipio de Yamasá en Monte Plata, tiraron las redes de pesca al estanque, quedaron sorprendidos por la cantidad de peces que capturaron en esa primera cosecha, a escasos meses de haber comenzado un proyecto de desarrollo rural que ya empieza a dar sus frutos en la comunidad.

“A partir de ahora vamos a comer peces gracias a este proyecto”, asegura la señora Redemira Alcántara Figueroa, presidenta de la Asociación para el Desarrollo Familiar de este paraje, una de las comunidades donde la FAO ejecuta una iniciativa que procura aumentar la seguridad alimentaria y nutricional de las familias rurales en condición de extrema pobreza.

Y es que si se parte del hecho de que los agricultores familiares son parte del 70 % de la población mundial de las zonas rurales que padece inseguridad alimentaria, lógico es deducir que este grupo debe ser el blanco de los esfuerzos que realizan las organizaciones para eliminar el hambre y la pobreza en los territorios.

El proyecto Unidades de Producción Agropecuarias Demostrativas y de Capacitación se desarrolla en coordinación con el Ministerio de Agricultura, la vicepresidencia de la República y la Fundación Ozama para el Desarrollo Comunitario en las provincias de Hato Mayor, El Seibo y Monte Plata, con una duración de dos  años.

Su ejecución contempla la instalación de diez centros pilotos de aprendizaje en las comunidades Mamá Tingó, Las Mayas, La Piña, Triple Ozama y Monte Plata Centro, en Monte Plata; Mata de Palma, Mata Palacio y, en Hato Mayor; y Arroyo Tabaco, la Meseta de El Cuey y Pedro Sánchez, en El Seibo.

Unos de los aportes más destacado de los Centros de Aprendizajes es haber mejorado la composición de la canasta familiar en los hogares de las familias involucradas, ya que estos proveen una importante fuente de alimentos esenciales como hortalizas y vegetales, así como proteínas de origen animal a través de las granjas de peces y gallinas ponedoras que se están instalando en los centros.

Además de mejorar la alimentación de los hogares de los miembros de las asociaciones, la producción de los centros de aprendizaje permite vender los excedentes a precios accesibles para los demás miembros de la comunidad, generando recursos económicos que contribuyen a combatir la pobreza en las zonas rurales donde están enmarcados.

Para asegurar que no falten plántulas a la hora de sembrar, los centros de aprendizaje cuentan con bancos de germinación o semilleros, que además de suplir el huerto comunitario, son distribuidos entre los miembros de las asociaciones focales y de otras agrupaciones vecinas que poseen huertos familiares y comunitarios.

Mucho más que agricultura de subsistencia

Para Bienvenido Martínez, de la asociación de productores de la Meseta del Cuey en El Seibo, los centros de aprendizaje pueden servir mucho más que para alimentación y comercialización. Han detectado una oportunidad de incluir este proyecto en una ruta ecoturística que ofrezca beneficios económicos a la comunidad. “Sabemos lo importante que puede ser en un futuro integrar este proyecto y a la comunidad en una ruta de ecoturismo”, apunta.

Esa visión es compartida por Alexandra White, una voluntaria del Cuerpo de Paz que trabaja en la comunidad de Pedro Sánchez, también en el Seibo, quien acaricia la idea de instalar un huerto de especias locales y de producción orgánica que resulten atractivas para los turistas y otorgue beneficios económicos a la asociación de mujeres que trabajan en este proyecto. “Estamos tratando de desarrollar esto -no solo para la alimentación de las familias y la venta en las escuelas- sino también para traer turistas y venderles algo orgánico y auténtico”.

Mientras se afana en la instalación de nuevos canteros bajo la casa sombra, Rosa del Rosario, presidenta de la Asociación de Mujeres La Flor de la Esperanza de Pedro Sánchez, explica la importancia de producir vegetales y hortalizas en una comunidad donde la siembra de estos rubros es prácticamente nula. “Tenemos un mercado del Inespre y varios centros educativos esperando que saquemos los cultivos para comprar nuestros productos”.

La comercialización también es el objetivo principal de Melania Mercedes, de la comunidad de Mata de Palma, en Hato Mayor, donde además de la casa sombra se les ha provisto de una pequeña granja que albergará 400 gallinas ponedoras que serán aportadas por el Programa Progresando con Solidaridad de la Vicepresidencia de la República. Mercedes revela que tanto la producción de huevos como las hortalizas ya tienen mercado asegurado en las escuelas y colmados de esta zona dedicada tradicionalmente a la ganadería y la fabricación de quesos.

 

Producción de hortalizas en Casas Sombra

Con cinta métrica en mano, José Guillermo Murillo imparte instrucciones al grupo de agricultores y agricultoras de la Cooperativa Agropecuaria de Monte Plata, que se aprestan a instalar entre todos una casa sombra para hacer crecer sus cultivos en un ambiente controlado.

“Una casa sombra es un sistema de producción bajo ambiente protegido, muy sencillo, que permite controlar la cantidad y calidad de luz, por lo que puede producir hortalizas durante todo el año”, les explica Murillo, consultor internacional especialista en cultivos bajo ambientes protegidos, contratado por la FAO.

Con la colaboración de las instituciones que lideran el proyecto y la Vicepresidencia de la República, se han instalado nueve casas sombras con áreas que oscilan entre los 200 a 600 metros cuadrados.

Murillo revela que en Costa Rica las casas sombras tienen en promedio un área de 700 metros cuadrados y producen entre 7 y 9 toneladas de hortalizas al año, lo que equivale a una ganancia económica de 750 a 900 dólares para el productor, además de suplir de alimentos frescos a la familia. “Con un 10% del área de producción los agricultores pueden tener las hortalizas necesarias para mejorar su alimentación”,  asegura.

Explica que la diferencia entre el invernadero y la casa sombra es que esta permite manejar la cantidad y calidad de luz, mediante un filtro o malla que  reduce la iluminación de acuerdo al lugar y las necesidades del cultivo. Además, un invernadero de 700 metros puede costar entre 80 y 120 mil dólares mientras que una casa sombra de ese mismo tamaño ronda los 3,500 dólares.

¿Qué  es una casa sombra?

La casa sombra es un sistema de producción bajo agricultura protegida donde se regulan principalmente la cantidad de luz incidente y su calidad, razón por la cual es útil en zonas donde hay mucha radiación solar y las personas tienen poco acceso a hortalizas frescas. Consiste en una estructura de postes, preferiblemente de hierro galvanizado, aunque pueden ser utilizados postes de madera, y un entramado de cables metálicos, debidamente tensados, sobre lo cual se tiende una malla porosa de polipropileno.

La FAO recomienda que este sistema se construya en comunidades organizadas en cooperativas o asociaciones de forma que los agricultores capacitados se empoderen y repliquen el método en sus respectivas parcelas agrícolas y puedan crear un centro de acopio y articular un proceso de comercialización de sus excedentes.

 

Capacitar a los agricultores para fortalecer la producción agropecuaria

La capacitación que reciben los agricultores sobre buenas prácticas agrícolas es el principal aporte que han obtenido de los proyectos que se ejecutan en su comunidad para fortalecer la agricultura familiar: “Lo más importante que nos quedará de este proyecto son los cursos que hemos recibido. A partir de ahora la vida de nosotros va a cambiar porque estamos aprendiendo cosas que antes no sabíamos y podemos dársela a otros”, señala Lorenzo Pascual, Presidente de la Asociación de Agricultores de Sabana de la Maya, en Monte Plata.

Estos campesinos han sido entrenados en acuicultura, avicultura, nutrición y salud, participación comunitaria, planes de negocios, asociatividad productiva, horticultura, producción de nutrientes y pesticidas orgánicos, protección y conservación del medio ambiente y recursos naturales, entre otros.

El desarrollo rural territorial en todas las acciones que se ejecutan es otro de los componente que se promueve en este proyecto que cuenta con la integración de varias instituciones como la Vicepresidencia de la República, el Ministerio de Salud Pública, el Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil, el INFOTEP, la Dirección Nacional de Ganadería, CODOPESCA, el Bloque 3 de la Confederación Nacional de Cacaocultores Dominicanos, así como legisladores y autoridades locales de las provincias.