Centro de inversiones de la FAO

El Director Adjunto del Centro de Inversiones habla sobre la importancia de invertir en campesinos y campesinas

25/08/2020

John Preissing, Director Adjunto del Centro de Inversiones de la FAO, ha sido un gran defensor de las inversiones en agricultores. Recientemente ha hablado sobre cuán importantes son, y sobre un nuevo estudio que la FAO y sus socios están realizando sobre invertir en capital humano.

¿Por qué es importante este tema?

La agricultura está cambiando de forma rápida y drástica. Campesinos y campesinas de todo el mundo tienen que hacer frente cambios radicales y nuevas tendencias a largo plazo. La crisis de la Covid-19 es el primer y principal problema en la mente de todos, pero hay muchos otros, como el cambio climático, el incremento constante en el uso de drones y otras tecnologías digitales, cambios en la dieta y la urbanización, que afecta tanto a la demanda de alimentos como a la oferta de trabajo. Los campesinos deben también cumplir cada vez mas estrictos requisitos en seguridad y calidad alimentarias de las cadenas globales de suministro.

Todos estos factores llevan a los campesinos innovar rápidamente -más rápido que antes- para mantenerse relevantes y resilientes, y para ganar un salario sostenible. Durante años, los proyectos de inversión han pasado por alto las inversiones en campesinos en favor de otras áreas. Pero reforzar las capacidades de los agricultores es tan importante como construir puentes o canales de riego.

A lo largo de mi investigación académica y carrera profesional, en particular mi labor en servicios de extensión agrícola en las zonas rurales de Ecuador o en los Estados Unidos de América, he observado que la gente que tuvo una mejor formación, un acceso mejor a servicios de salud, y mejores experiencias de empleo cuentan con una estabilidad profesional más amplia.

¿Qué hace a los campesinos y campesinas más aptos para la innovación?

Existe una serie de factores -tanto individuales como colectivos- que hace que los campesinos tengan una mayor predisposición para abrazar nuevas tecnologías y métodos que mejoren sus formas de vida. Quizás hayan probado con éxito nuevas semillas o un espaciado de siembra distinto. Tal vez hayan logrado mejorar sus ingresos a costa de un determinado cultivo de frutas o verduras. O es posible que hayan sido los primeros en contar con un smartphone. La educación es otro factor, cosas como la alfabetización digital, los conocimientos sobre la composición química del suelo, y un largo etcétera.

Los agricultores y agricultoras son, por lo general, más susceptibles a innovar si hay servicios de extensión que funcionan, centros agrícolas o programas radiofónicos en sus comunidades que ofrezcan información o formaciones, y si existen buenos incentivos para trabajar de forma más directa con las cadenas de suministro. También son importantes los nuevos productos y servicios, así como hallazgos de investigación relevantes. Sin semillas resistentes a la sequía, por ejemplo, resulta difícil innovar en actividades resistentes a la sequía.

El aumento de las nuevas tecnologías, como las digitales, está transformando la agricultura y brindando oportunidades que no estaban al alcance hace 20 años. Esta transformación está revelando oportunidades interesantes a lo largo de toda la cadena de suministro, desde el procesado hasta el marketing, lo que podría atraer más a los jóvenes.

¿Cuál es el objetivo de este nuevo estudio global? 

A principios de este año empezamos a trabajar en este estudio con el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) y el Programa de investigación sobre Políticas, Instituciones y Mercados (PIM) del CGIAR (antiguo Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional). Lo que esperamos lograr es ofrecer evidencias y aumentar la concienciación sobre la importancia de invertir en campesinos, especialmente a pequeña escala, mujeres y jóvenes, y ofrecer orientación sobre políticas e inversiones a los países miembros, socios bilaterales, organizaciones financieras internacionales, organizaciones no gubernamentales (ONGs) y otros.

Hemos identificado un rango de programas de formación formal e informal en todas las regiones -algunos los manejan los gobiernos, otros las ONGs, otros el sector privado- que refuerzan las capacidades de los campesinos y campesinas. Tenemos en cuenta desde las clásicas escuelas vocacionales, programas de certificación agrícola, o prácticas, a las escuelas de campo para agricultores, el intercambio informal de conocimientos entre campesinos, y los grupos de redes sociales. El resultado final será un gran compendio de recomendaciones, estudios de caso sobre ocho iniciativas prometedoras, tablas, y notas técnicas que se verá la luz a finales de este año.

¿Podría darnos algún ejemplo de estudio de caso? 

En Perú, por ejemplo, estamos viendo cómo los promotores locales que han recibido una formación intensiva en temas agrícolas comparten sus conocimientos prácticos con hogares agrícolas rurales de bajos ingresos. El programa ayuda a los productores y productoras más pequeños a acceder a los mercados mejorando la calidad, la consistencia y el volumen de su producción. Su desempeño en los últimos 20 años ha sido bueno y fluye en paralelo a un programa de transferencias monetarias condicionadas gestionado por el gobierno. Ambas iniciativas se complementan.

El Sistema Nacional de Extensión Twigire Muhinzi de Ruanda es un buen ejemplo de cómo el país está institucionalizando el enfoque de las escuelas de campo para agricultores para mejorar las formas de vida rurales. Y en India nos estamos centrando en cómo maestros senior certificados forman a las campesinas rurales para mejorar la productividad, la sostenibilidad y la calidad de la leche y el queso que producen.

También estamos buscando alianzas productivas, como las de viticultores chilenos, productores y gobierno. El gobierno financia la mitad del programa, mientras que los productores exitosos de vino de alto nivel financian la otra, proporcionando a los agricultores más pequeños insumos de alta calidad y formación para producir uvas que cumplan con los más exigentes estándares. Todos salen ganando, ya que la calidad aumenta, el volumen crece, y los agricultores cuentan con un mercado asegurado.

Además, hemos creado un pequeño grupo técnico para medir la inversión en capital humano agrícola empleando análisis de costo-beneficio, y análisis e indicadores económico-financieros. Esto nos ayudará a comprender mejor qué es lo que funciona y por qué, los costes, etc.

¿Es optimista pensar que esto compensará por todos los años de pocas inversiones?

Debo reconocer que estoy muy impresionado con el nivel de interés de nuestros socios financieros. Buscan herramientas y orientación sobre cómo invertir mejor en los campesinos y campesinas. El gran desafío que tenemos por delante es asegurarnos de que la población mundial, que probablemente se acercará a los 10 mil millones en 2050, tenga acceso regular a alimentos seguros, asequibles y nutritivos. Eso pasa por una gran transformación de la forma en que producimos, comercializamos, consumimos y desechamos nuestros alimentos, y en cuyo centro están las personas.

 

Una versión en inglés de este mismo artículo se publicó en Impakter el 18.08.20, para leerlo haga click aquí.

Photo credit Todas las imágenes ©FAO