El fuego es un elemento importante de la gestión de muchos bosques, terrenos boscosos y otros tipos de vegetación. Puede ser una herramienta eficaz de gestión para el aclareo de tierras, la eliminación de desechos y la reducción de las cargas de combustible, aunque deben considerarse siempre alternativas. Además, el fuego puede desempeñar una importante función ecológica, como en los bosques australianos de eucaliptos. Sin embargo, los incendios forestales incontrolados pueden tener graves repercusiones negativas en la salud humana, los medios de vida, los activos, la calidad del aire y el agua y la biodiversidad. Se calcula que 350 millones de hectáreas de tierras se vieron afectadas por el fuego en el año 2000, y muchas de ellas eran bosques y terrenos boscosos, provocando numerosos efectos negativos en la población y el suministro de productos y servicios ambientales de los bosques.
Se considera que más del 90 por ciento de los incendios son causados por el hombre, bien de manera intencional o bien por negligencia. Asimismo, cabe prever que el aumento de las temperaturas y la sequía debido al cambio climático provocarán un incremento de la incidencia y la intensidad de incendios de la vegetación, así como de las superficies afectadas por ellos. A su vez, las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el aumento de incendios de la vegetación puede agravar el cambio climático.
Se reconoce cada vez más que la gestión de los incendios debe comportar un enfoque integrado (gestión integrada del fuego) que conste de cinco elementos fundamentales, a saber: examen (seguimiento y análisis);reducción del riesgo (prevención); preparación; respuesta (extinción), y recuperación. En todos estos elementos, los gestores forestales cumplen importantes funciones.
A menudo, los incendios no se detienen en los límites de los bosques y se pueden originar también fuera de ellos. Por lo tanto, la gestión integrada del fuego debe abarcar también otros tipos de vegetación y usos de la tierra no forestales, como las tierras agrícolas, los pastizales, las sabanas, las turberas, los espacios protegidos y los puntos de contacto entre zonas silvestres y urbanas. La gestión contra incendios debe integrarse en un enfoque territorial amplio que aplique los cinco elementos de la gestión integrada del fuego. En las regiones en que el fuego es una herramienta de gestión importante, los gestores forestales deberán utilizarlo de manera responsable y controlada a fin de evitar pérdidas de vidas humanas y daños a los activos y ecosistemas.
Numerosas comunidades han utilizado durante siglos el fuego como una herramienta de gestión y han generado considerables conocimientos y prácticas de gestión tradicionales del fuego. Estos conocimientos y prácticas son valiosos recursos para la gestión integrada del fuego y deben constituir la base de enfoques de gestión de incendios de base comunitaria. La investigación y la puesta en marcha de alternativas al uso del fuego, especialmente en entornos con un alto riesgo de incendios, pueden contribuir además a prevenirlos. En general, todas las partes interesadas deberían participar activamente en la planificación y la ejecución de estrategias para la gestión integrada del fuego, y la prevención y extinción de incendios deberían llevarse a cabo de manera conjunta. Las partes interesadas son los responsables de las políticas relativas a los bosques y otros sectores relacionados, los gestores forestales y de otros usos de tierras, los propietarios forestales, las comunidades que viven en los bosques o cerca de ellos y los servicios de protección civil y contra incendios.
Las comunidades locales son las protagonistas principales; las decisiones que adoptan a diario pueden tener una influencia decisiva en la prevención o aparición de incendios, y pueden actuar rápidamente para extinguirlos. Por consiguiente, la mayoría de las actividades y esfuerzos de la gestión integrada del fuego tienen lugar a nivel local, y requieren lo que se conoce como enfoque de gestión de incendios de base comunitaria.