FAO: los proyectos ambientales pueden generar más empleo y crecimiento en América Latina y el Caribe
Una nueva publicación de la FAO analiza siete ejemplos claros que muestran que una agricultura sostenible en América Latina y el Caribe es posible.
10 de junio de 2021, Santiago de Chile - ¿Cómo pudieron ganaderos de Ecuador aumentar en un 40 % sus ingresos y reducir en un 20 % sus emisiones de gases de efecto invernadero? ¿Cómo fue posible que agricultores de Uruguay disminuyeran en un 70% su uso de pesticidas? ¿Y cómo pudo una iniciativa de energía limpias en la agroindustria de México evitar la emisión de 6 millones de toneladas de carbono, mejorando las condiciones laborales de sus trabajadores y la salud ambiental de las comunidades aledañas?
Una nueva publicación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) responde estas preguntas y analiza siete experiencias de transformación en Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Uruguay y el Caribe.
Hacia una agricultura sostenible y resiliente en América Latina y el Caribe muestra –con ejemplos concretos– cómo pasar de buenas prácticas a políticas públicas, y cómo alinear los objetivos ambientales con una producción agrícola eficiente y socialmente inclusiva.
“Ahora más que nunca es fundamental aprovechar las inversiones que requerirá la reconstrucción luego de la pandemia para avanzar en la lucha contra el cambio climático y en la reducción de la huella ambiental de la agricultura”, dijo el Representante Regional de la FAO, Julio Berdegué,
Siete casos exitosos
En Uruguay, un proyecto de buenas prácticas y alternativas al uso de plaguicidas trabajó con más de 2.000 técnicos y productores, y demostró que es posible reducir hasta en un 70% el uso de herbicidas en un ciclo de producción de soja, sin afectar en nada el rendimiento y sin aumento de costos.
En Ecuador, un proyecto de ganadería climáticamente inteligente implementado en más de 800 fincas permitió que 1.056 ganaderos incrementaran su producción de leche, aumentaran sus ingresos y mejoraran la calidad de los suelos en 40 mil hectáreas. El proyecto evitó la emisión de 24 mil toneladas de gases de efecto invernadero gracias a técnicas como el pastoreo rotativo y la producción de compost para pastos. Además, los ganaderos aprendieron a producir sus propios piensos, y también aplicaron herramientas digitales para monitorear sus emisiones de GEI.
En México, un proyecto de fomento de tecnologías eficientes y bajas en emisiones en la agricultura y la agroindustria permitió que 1.842 agronegocios –principalmente fincas de ganado de vacuno, porcicultura y avicultura, centros de procesamiento de carne e industrias agroprocesadoras– redujeran sus emisiones netas de GEI en 6 millones de toneladas de CO2 eq, además de producir energía a partir de biomasa.
En Chile, los Acuerdos de Producción Limpia permitieron a 340 miembros de la agricultura familiar de la región de El Maule aumentar en 15% sus beneficios económicos, reduciendo su uso de energía, sus emisiones de GEI, sus residuos y uso de plaguicidas, además de mejorar el uso del agua y del suelo.
En Guatemala y Colombia, un proyecto de manejo forestal comunitario permitió impulsar la conservación de los bosques, generar empleo y aumentar la inversión en desarrollo social y productivo. En Guatemala participaron 1.233 familias en 350 mil hectáreas de la Reserva de la Biósfera Maya en Petén, mientras que en Colombia participaron 25 comunidades y dos asociaciones madereras.
Un proyecto de gestión sostenible de las pesquerías de arrastre en Brasil, Surinam y Trinidad y Tobago, permitió reducir en hasta 36% la pesca no intencionada gracias a nuevas redes y tecnología, protegiendo a especies amenazadas, como tortugas y rayas, y disminuyendo su impacto ambiental.
En Colombia, mesas técnicas agroclimáticas permitieron que un gremio bananero en Magdalena y La Guajira redujera en 15% sus pérdidas por efectos climáticos y un 25% en su uso de fertilizantes por hectárea.
Todos estas iniciativas muestran que no es necesario elegir entre crear empleo y cuidar el medioambiente, o entre la necesaria transformación sostenible de la agricultura y la reactivación económica post pandemia, porque los proyectos y políticas ambientales también generan múltiples beneficios económicos y sociales.
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