FAO en Uruguay

Plan Nacional para enfrentar el cambio climático

15/07/2015

Mediante un Plan Nacional de Adaptación, el país buscará evaluar las necesidades de cada rubro agroalimentario, diseñar las estrategias  para reducir las amenazas y aprovechar algunas oportunidades que representa el cambio climático.

El cambio climático es un fenómeno que se ha acentuado en el mundo y los escenarios actuales hacen previsible que profundizará sus efectos en los distintos países.

Por eso el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) de Uruguay se encuentra trabajando en un Proyecto Global para el apoyo a la elaboración de NAPs (Planes Nacionales de Adaptación, por sus siglas en inglés) al cambio climático con énfasis en agricultura y en conjunto con la FAO. El proyecto requerirá una inversión aproximada para su desarrollo de USD 740.000 y se extenderá por 4 años.

Walter Oyhantcabal, referente del MGAP para el tema, explica que “el proyecto es muy oportuno para Uruguay porque el cambio climático es una prioridad estratégica nacional debido a que somos una economía basada en el sector agroalimentario, y la producción primaria es completamente clima dependiente”.

El técnico manifestó que la profundización de los efectos del cambio climático implica “cambios en los patrones de temperatura y distribución de lluvia, aumento en la presión de enfermedades y plagas, y eventos extremos que pueden ser más frecuentes e intensos”. Sin embargo, si bien la amenaza más grande que enfrenta el país tiene que ver con la variabilidad climática y los eventos extremos, se destacan algunas oportunidades porque “estamos en una región del mundo donde se espera que aumente la disponibilidad hídrica”. No sucede lo mismo en regiones como el Norte de Chile y Argentina, o en la cuenca del Mediterráneo, por ejemplo.

“El aumento de recursos hídricos puede ser irregular, como también la existencia de sequías, pero si desarrollamos sistemas para cosechar el agua, y usarla más eficientemente cuando escasea, entonces se abren oportunidades”, agrega Oyhantcabal.

A su vez el sector agropecuario es heterogéneo y complejo, por lo tanto los cambios en el clima no afectan en el mismo sentido a las distintas producciones o a productores pequeños, medianos y grandes. “La adaptación es un fenómeno local que se encuentra muy determinado por el tipo de exposición climática que experimentamos actualmente. Debemos mejorar nuestra comprensión del grado de sensibilidad de los agro-sistemas, las opciones para tornarlos menos sensibles y más resilentes”, explica el técnico.

A nivel internacional, y en el marco de la Convención del Cambio Climático, se establece que los países desarrollados tienen que apoyar a los países en desarrollo en sus procesos de adaptación “porque este fenómeno de cambio climático es fundamentalmente una responsabilidad de emisiones históricas de los países desarrollados, ya que los gases de efecto invernadero tienen una vida muy larga en la atmósfera, miles de años en el caso del CO2”.

Los NAPs surgen así en el marco de las negociaciones de la convención y se han regulado como instrumentos para que los países puedan elaborar sus estrategias de adaptación al cambio climático, en función de su contexto nacional, y así acceder a financiamiento externo y transferencia de tecnología. Oyhantcabal sostiene que también implica que se atienda la necesidad de incorporar recursos humanos capacitados, tener instituciones solventes, diseñar y aplicar políticas públicas, y lograr la participación de los productores y la sociedad. .

“Para el país y para el MGAP es muy importante elaborar un Plan Nacional de Adaptación para el sector agropecuario, en el marco del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático, porque nos permite ordenar la visión completa del sector y abordar los principales problemas que enfrenta cada rubro, por ejemplo los cultivos de invierno y de verano, la ganadería de carne y lechería, la vitivinicultura, la citricultura y la horticultura”.

En cuanto a los primeros pasos a seguir, el técnico afirmó que “consisten en definir un comité de gestión, dotar al proyecto de recursos humanos y comenzar a definir una hoja de ruta. El Plan nos permitirá tener una visión global y orientada al mediano y largo plazo”.

Sobre los primeros rubros a tratar, Oyhantcabal manifiesta que el país ya trabajó en algunos con un proyecto TCP que la FAO apoyó, donde se realizó un estudio básico de la vulnerabilidad de los principales rubros y se detectaron puntos débiles. “Comenzamos a trabajar en ganadería de cría en las regiones del país que tienen suelos más superficiales y que por lo tanto, ante un déficit de precipitación, entran rápidamente en una situación crítica de falta de forraje”.

“Sin duda que dentro de las prioridades estarán los rubros que tienen mayor peso en la generación de producto bruto, empleo y beneficios sociales. Pero también existe una visión transversal en cuanto a la gestión del agua, los suelos, la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y el carbono”, expresó el técnico.

La adaptación en la ganadería

La necesidad de implementar este plan en la ganadería tiene relación con que Uruguay es un país que produce carne en base a pasturas naturales y “por lo tanto la productividad del pasto se encuentra muy marcada por la disponibilidad de agua de lluvia. Es decir, los años con buena precipitaciones se produce mucho pasto y viceversa con los años malos”, explica Oyhantcabal.

“Entonces se trata de evaluar cómo podemos promover cambios en el manejo del pastoreo que haga que los productores estén con mayor reserva de pasto en pie cuando llega el momento de la sequía y cómo tener los animales con mejor condición corporal. Lo que estamos viendo con los sistemas tradicionales de manejo es que hay exceso de carga y mucha presión de pastoreo, las pasturas se manejan con muy poca altura y baja oferta de forraje. De esta manera, los sistemas sienten mucho los años malos y no aprovechan de la mejor forma los años buenos. Se da un juego de perder-perder.”

Por eso se tienen identificadas tecnologías de proceso, intensivas en conocimiento sobre la forma de manejar esa relación entre ganado y pasturas, para “la optimización de la producción de forraje que luego se convertirá en carne”, concluye el técnico.