FAO en Uruguay

Bioeconomía sostenible: apuesta por un cambio de paradigma productivo global

Foto: @FAO/Judy Gutiérrez
03/12/2019

Conocer los avances de la integración de la bioeconomía sostenible en cada país; recoger insumos para continuar con el trabajo; y a la vez propiciar el diálogo interinstitucional entre agentes nacionales e internacionales a través del intercambio de experiencias y conocimientos, fueron los objetivos de la quinta reunión del Grupo de trabajo internacional sobre bioeconomía sostenible (ISBWG, por sus siglas en inglés) celebrada en Montevideo.

Este encuentro anual del ISBWG, un grupo global liderado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), contó con la participación de expertos venidos de distintos lugares del mundo, con la representación de 9 países y los delegados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Unión Europea.

“Cada año se presentan los resultados del proyecto, para ver por dónde estamos yendo y recoger insumos de expertos internacionales. Pero, además, se intercambian los aprendizajes, enfocados en el diseño de estrategias e implementación de programas de bioeconomía a diferentes niveles”, comentó Marta Gómez, experta de la Unidad de bioeconomía de la FAO.

La reunión puso el foco en Latinoamérica y Uruguay es el primer país piloto en implementar un proyecto de bioeconomía sostenible con el apoyo del ISBWG, del que participa, a través de su Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca desde 2017. Por esos motivos es que se definió que fuera anfitrión y que el encuentro se realizara por primera vez fuera de la sede de la FAO en Roma.  

Durante esta reunión celebrada el 26 y 27 de noviembre, se acordó que la sexta reunión, prevista en 2020 sea en Berlín, en el marco de la Cumbre Global de Bioeconomía, el evento más importante en esta materia a nivel mundial.

Bioeconomía, pero sostenible

La bioeconomía es un paradigma de desarrollo basado en la producción y conservación de bienes y servicios a partir del uso directo o la transformación sostenible de recursos biológicos; que aprovecha principios y procesos naturales y les aplica la ciencia y la tecnología.

Este modelo surge como alternativa a una economía basada en recursos fósiles y constituye un marco integrador de políticas que ha sido adoptado por más de 50 países, para aumentar la competitividad, generar empleo, impulsar la inclusión social y atender problemas ambientales y el cambio climático.

El encuentro supuso dos días de trabajo y 15 presentaciones en total, coordinados por Anne Bogdanski, Oficial Técnica de Recursos Naturales y Coordinadora de la Unidad de bioeconomía de la FAO junto a Marta Gómez, experta integrante de dicha unidad. Ambas, viajaron desde Roma a Montevideo para la ocasión.

A nivel nacional la organización fue apoyada por Vicente Plata, Oficial a cargo de la FAO en Uruguay y Walter Oyhantcabal, Coordinador de la Unidad de sostenibilidad y cambio climático, de la Oficina de planificación y política agrícola del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.

El primer día, Anne Bogdanski definió el concepto de bioeconomía sostenible, como “la producción, utilización y conservación de recursos biológicos, incluyendo conocimiento relacionado, ciencia, tecnología e innovación, proporcionar información, productos, procesos y servicios en todos los sectores económicos, apuntando hacia una economía sostenible”, de acuerdo a lo acordado en la Cumbre Global de Bioeconomía en 2018.

Luego, Adrián Rodríguez, Jefe de la Unidad de Desarrollo Agrícola de la CEPAL presentó un panorama regional de la bioeconomía. Propuso un marco estratégico de acción fundado en la Agenda 2030, el Acuerdo de París sobre Cambio Climático y los compromisos de los países expresados en sus contribuciones determinadas a nivel nacional; la inclusión social y el desarrollo territorial, así como en la innovación y diversificación productiva para la descarbonización, como pilares básicos.

El referente de la CEPAL, identificó factores estructurales a ser considerados en la elaboración de estrategias para el desarrollo de la bioeconomía en cada país: un conocimiento adecuado de los recursos biológicos disponibles, de las capacidades científicas y tecnológicas relacionadas y del potencial de mercado y la aceptación de los consumidores de los nuevos productos.

Finalmente, Rodríguez destacó la importancia de la cooperación internacional e intrarregional, en particular, el rol facilitador y de apoyo que pueden desempeñar los organismos multilaterales de cooperación técnica y financiera como la FAO.

Eduardo Trigo, Consultor del IICA, del Banco Interamericano de Desarrollo y Asesor de la Secretaría de Alimentación y Bioeconomía de Argentina se concentró en compartir su experiencia de trabajo de más de 20 años en América Latina, en explicar cómo garantizar el diseño de la sostenibilidad dentro de la bioeconomía y en plantear un camino a seguir.

Uno de sus mensajes fue que “la bioeconomía nos obliga a ver las dimensiones de la ingeniería del detalle de los sistemas biológicos” y consideró que estamos en el “siglo de las ciencias biológicas”.

En este mismo sentido, Bogdanski explicó que desde la FAO “se considera que la naturaleza ofrece una oportunidad única para abordar de manera integral y superar los desafíos sociales que están interconectados: la seguridad alimentaria y nutricional, la dependencia de los recursos fósiles, la escasez de recursos naturales y el cambio climático; al tiempo que se logra un desarrollo económico sostenible, así como las oportunidades que nos brinda las ciencias del microbioma”.

“Este cambio de paradigma tiene muchos ángulos que se deberían tener en cuenta. Porque si realmente se hace de manera sostenible, se podría lograr una economía con suelos, personas y alimentación más saludables. Esa es una gran diferencia que tiene con el modelo de producción de los biocombustibles en el pasado”, comentó Gómez.

Sostenible y transversal

La bioeconomía busca maximizar las sinergias entre distintos ámbitos afectados por el modelo productivo, busca ser transversal. Su desarrollo a nivel mundial es impulsado por tres fuerzas principales.

Por un lado, la sustentan las aspiraciones de la sociedad y un sistema de gobierno en busca de desarrollo sostenible que mejore la salud y el bienestar de las personas.

Por otro lado, la sostienen las necesidades y oportunidades de valorización y protección de los recursos naturales, incluidos los residuos, en los sectores centrales de la bioeconomía tradicional relacionados con la agricultura, la silvicultura, la pesca, el manejo del agua y de los alimentos, y la bioenergía.

Por último, la bioeconomía está vinculada a los avances científicos en los campos de las tecnologías biológica, digitales y en otras, que le permiten expandir las posibilidades de innovación.

Lo transversal del modelo hace posible un abordaje integral los desafíos sociales interconectados, como la seguridad alimentaria, la dependencia de los recursos fósiles, la escasez de recursos naturales y el cambio climático, así como lograr un desarrollo económico sostenible.

“Para muchos la bioeconomía es la agricultura tradicional con otro nombre. Sin embargo, en el diálogo internacional y también para la FAO, la bioeconomía es un cambio de paradigma y de modelo en el cual se usan recursos biológicos en lugar de fósiles y, por lo tanto, se debe tener en cuenta la sostenibilidad para no agotar estos recursos naturales” agregó, Gómez.

En el segundo día, Finlandia, Namibia, Malasia y Uruguay compartieron sus experiencias. También participó un experto en bioeconomía sostenible de la Unión Europea: a través de una videoconferencia, Roman Brenne, representante de la Dirección general de investigación e innovación y oficial de políticas de la Comisión Europea explicó que existen diferentes bioeconomías para distintos países y que por esto es necesario adaptar la estrategia.

Según él, la bioeconomía en Europa es sostenible en su esencia. Partiendo de esa experiencia, Brenne concluyó que para implementar las estrategias de bioeconomía sostenible en cada país, es necesario trabajar en alianza con los ministerios u otras oficinas del gobierno; definir un plan de acción y un sistema de monitoreo con indicadores claros; además de garantizar la inclusión de actores locales y regionales, y de la sociedad civil. 

Principales resultados de la experiencia piloto en Uruguay

El ISBWG trabaja desde hace un año con países piloto para conocer sus necesidades en cuanto al diseño de programas, la correcta implementación de estrategias y la generación de indicadores. “Empezamos a trabajar con Uruguay, luego con Namibia y ahora vamos a buscar un tercer país”, dijo Gómez.

Teniendo en cuenta que ya se acumularon los resultados de cuatro años de investigación teórica y práctica, de intercambios internos y de generación de insumos, el ISBWG busca apoyar estos proyectos piloto para ser un catalizador de experiencias, estudios y recomendaciones, además de brindar asesoría técnica a través de la FAO.

Walter Oyhantcabal, responsable de implementar acciones para transformar el paradigma productivo uruguayo, durante la última década, destacó en una de sus presentaciones algunos programas que están en marcha como el proyecto Biovalor, el Programa de Oportunidades Circulares, el Proyecto de Ganadería Climáticamente Inteligente y el Proyecto Pastizales.

Oyhantcabal comentó que “si bien Uruguay tiene una larga trayectoria en la producción basada en recursos biológicos, la bioeconomía presenta grandes oportunidades para potenciar los sectores tradicionales e impulsar sectores aún no desarrollados o en crecimiento”.   

En esa línea, Lucía Pittaluga, consultora de la FAO en Uruguay, presentó los pilares de la estrategia país y aseguró que se está trabajando en base a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la estrategia de desarrollo Nacional Uruguay 2050, desarrollada por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto

Una de las cinco áreas temáticas de esa Estrategia es la "transformación de la matriz productiva" en la que la bioeconomía y la economía digital son los principales motores.

Entre los principales avances, la economista mencionó la propuesta de cambio de la estructura productiva, en coherencia con los criterios de la bioeconomía sostenible.

En el proyecto de Uruguay convergen la sostenibilidad de la estructura productiva y la inclusión social, en cuatro ejes.

El primero es el desarrollo territorial inclusivo, con empleos verdes y relación con los jóvenes; el segundo eje incluye el consumo y la producción sustentable; el tercero atiende la inserción internacional del país en base al valor agregado ambiental y, como último eje, se tiene en cuenta la necesidad de generar ciencia, tecnología e innovación.

El equipo de bioeconomía de la FAO continuará apoyando a Uruguay en la implementación de su Estrategia Nacional de Bioeconomía y en ese marco también se realizó un taller nacional, el 29 de noviembre. 

Más información

Álbum de fotos

Lecciones aprendidas de casos de estudio (Publicación de la FAO, en inglés)

Indicadores de monitoreo y evaluación de la sostenibilidad de la Bioeconomía (Publicación de la FAO, en inglés)

Publicación de la CEPAL

Uruguay rumbo a una estrategia nacional en bioeconomía

Trazando caminos a la bioeconomía

Página del proyecto global

Cumbre Global de Bioeconomía