Por un lado, hay algunos parámetros fundamentales de la economía que presentan rasgos positivos. La actividad económica ha mantenido su dinamismo y las condiciones de la demanda interna son muy favorables en gran parte de los países desarrollados –con la importante excepción del Japón–. Según las previsiones, la crisis sólo producirá moderados efectos de contracción y desinflación en los países desarrollados, y esos efectos contribuirían también a reducir los riesgos de recalentamiento en varios de ellos. En líneas generales, los países en desarrollo han demostrado también considerable resistencia ante la crisis después de una fuerte conmoción inicial en el caso de algunos de ellos, en que los desequilibrios macroeconómicos hicieron sus economías vulnerables a la especulación. En lo que se refiere a los cinco países más afectados, algunos observadores estiman que es de prever una recuperación razonablemente rápida impulsada por las exportaciones, dado el excelente comportamiento de esas economías en lo que respecta a su capacidad de exportación, sus fuertes depreciaciones monetarias, su exceso de capacidad para las exportaciones como consecuencia de una demanda interna reducida y el hecho de que en varias de esas economías una proporción considerable del comercio total corresponde a multinacionales extranjeras, lo que significa que en su mayor parte su comercio está protegido de las perturbaciones financieras.
Por otro lado, se teme que la crisis se prolongue y, a más largo plazo, que situaciones de este tipo sean cada vez más frecuentes, como consecuencia de la creciente mundialización de los mercados financieros y la reacción muchas veces excesiva de los inversores y especuladores. En particular, existe el riesgo de que algunos países amenazados por esa especulación adopten políticas defensivas que contrarresten algunos intentos anteriores de reforma, y de esa manera agraven los riesgos de perturbación financiera, pérdida de confianza de los inversores y reducción del crecimiento. Estos riesgos parecen tanto más graves en los países en desarrollo donde el proceso de estabilización económica y reforma no se ha consolidado todavía plenamente.
La revisión a la baja de las previsiones del FMI sobre el crecimiento económico mundial en 1998 fueron más acusadas en los países en desarrollo que en los desarrollados.En gran parte como consecuencia de la crisis asiática, las perspectivas de crecimiento económico mundial se debilitaron de forma significativa. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que en 1998 el crecimiento económico mundial será de poco más del 3 por ciento (las proyecciones sobre 1998 formuladas un año antes eran del 4,25 por ciento), frente al 4,1 por ciento de 199710. Las revisiones a la baja fueron más acusadas en los países en desarrollo que en los desarrollados, ya que los primeros sufrieron en general más las consecuencias de unas relaciones de intercambio negativas, las salidas de capital y unas políticas más restrictivas (véase la Figura 14).
El FMI prevé un descenso del crecimiento del comercio mundial, cuyo volumen bajaría desde el 9,4 por ciento de 1997 al 6,4 por ciento en 1998, con un gran descenso en los países en desarrollo (del 12,1 al 5,2 por ciento).A pesar de la contracción del comercio debida a la agitación financiera de Asia, el volumen del comercio mundial de mercancías se aceleró en 1997, según estimaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), un 9,5 por ciento, la tasa más elevada registrada en más de dos decenios, con excepción de 1994. Gran parte de este aumento se debió al dinamismo de las economías de América del Norte y del Sur. Así, en correspondencia con una tendencia histórica arraigada, las exportaciones de mercancías crecieron mucho más rápidamente que la producción mundial (véase la Figura 15). No obstante, el crecimiento del comercio mundial expresado en dólares corrientes se desaceleró entre 1996 y 1997, bajando del 4 al 3 por ciento, como consecuencia de la apreciación del dólar de los Estados Unidos frente a las monedas de los grandes países comerciales de Europa occidental y Asia. Los limitados efectos de la crisis asiática en el comercio mundial en 1997 se deben al hecho de que ésta sólo adquirió mayor profundidad a finales de ese año, y hace falta cierto tiempo para que los efectos se dejen sentir en la evolución del comercio. Las perspectivas de éste en 1998 continúan siendo inciertas, pero parece probable una desaceleración significativa. El FMI prevé un descenso del crecimiento del comercio mundial, cuyo volumen bajaría desde el 9,4 por ciento de 1997 al 6,4 por ciento en 1998, con un gran descenso en los países en desarrollo (del 12,1 al 5,2 por ciento). Un motivo de incertidumbre es el ritmo y firmeza de la recuperación económica del Japón, importante protagonista del comercio mundial.
En las economías avanzadas, según la definición del FMI, el crecimiento fue del 3 por ciento en 1997 y para 1998 se prevé que descienda al 2,4 por ciento. Los Estados Unidos consiguieron resultados económicos muy favorables en 1997, con el crecimiento más rápido de los nueve últimos años, el nivel más bajo de inflación de los tres decenios anteriores, la tasa de desempleo más baja en más de dos decenios y un equilibrio casi total del presupuesto federal por primera vez desde comienzos de los años setenta. Las perspectivas para 1998 apuntan a una desaceleración del crecimiento, que bajará del 3,8 por ciento de 1997 al 2,9 por ciento. En la Unión Europea el crecimiento fue menos dinámico –2,6 por ciento en 1997 y un 2,8 por ciento previsto para 1998–, con considerables divergencias en la coyuntura. Un grupo de países, entre ellos el Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, los Países Bajos, España y Noruega consiguieron un rápido crecimiento en 1997, mientras que la actividad económica se reforzó sólo de forma moderada en Francia, Alemania e Italia, donde los problemas de desempleo continuaron siendo graves. La cuestión económica más importante en el panorama europeo es la Unión Monetaria Europea (UME). En mayo de 1998 se decidió que 11 de los 15 países miembros de la UE se adherirían a la UME cuando se pusiera en marcha en 1999. La fase 3 de la UME comenzará en enero de 1999, con el bloqueo de los tipos de cambio. La convergencia en las esferas de la inflación, finanzas públicas, tasas de interés y tipos de cambio creará una base para el fortalecimiento de los resultados económicos de los futuros miembros de la UME, pero las rigideces estructurales de los mercados de mano de obra continúan siendo un importante desafío en varios de ellos. En el Japón, la depresión económica de 1997 se acentuará, según las previsiones, en 1998, y actualmente se prevé un crecimiento cero para ese año. Los signos de recuperación que se habían observado en el Japón en 1996, tras cuatro años de estancamiento, fueron de breve duración. Varios de los factores relacionados entre sí en términos generales –fragilidad del sistema financiero, debilitamiento de los precios de los activos y recortes presupuestarios– contribuyeron a ese resultado. La reducción de la demanda y de la competitividad de los interlocutores comerciales vecinos afectados por la crisis contribuyó también al debilitamiento de las exportaciones japonesas.11
En lo que se refiere a los países en desarrollo en general, se estima que el crecimiento se desacelerará, pasando de un 5,8 por ciento en 1997 al 4,1 por ciento en 1998, el nivel más bajo desde 1990. Según las previsiones, esta desaceleración será compartida por todas las regiones con países en desarrollo, con la notable excepción de África. Entre los factores que contribuyeron a la desaceleración cabe citar, además de la crisis asiática, la evolución negativa de los precios de los productos básicos y de las relaciones de intercambio, los efectos del fenómeno El Niño y la intensificación de las medidas para estabilizar las balanzas internas y externas. El comercio de mercancías se mantuvo dinámico en 1997, y su volumen creció casi un 11 por ciento en lo que se refiere a las exportaciones y un 12 por ciento en el caso de las importaciones. No obstante, las exportaciones y, de forma más acentuada, las importaciones mostraron menor dinamismo en 1998, y se prevé también para ese año un deterioro de las relaciones de intercambio después de tres años de mejora. Las tasas de inflación de los países en desarrollo subirán del 8,5 por ciento en 1997 al 10,2 por ciento en 1998, después de tres años de un fuerte descenso, debido sobre todo a la subida de los precios en los países asiáticos castigados por la crisis. Por otro lado, tanto en África como en América Latina y el Caribe la subida de los precios de consumo se desacelerará de nuevo en 1998. Muchos países en desarrollo han conseguido también notables progresos en el establecimiento del equilibrio presupuestario. En el conjunto de esos países, los déficit del gobierno central bajaron desde más del 3 por ciento del PIB en los primeros años noventa al 2,2 por ciento en 1997, aunque en 1998 se prevé cierto aumento del déficit (véase Análisis por regiones, Países en desarrollo).
Las otras economías en transición en general acusaron un crecimiento positivo en 1997, por primera vez enLas economías en transición experimentaron también en sus mercados financieros dificultades asociadas a la crisis asiática, ya que las monedas de varios países fueron objeto de ataques que obligaron a endurecer la política fiscal y monetaria. Los países más duramente afectados fueron la Federación de Rusia, Ucrania, y Estonia. No obstante, en lo que se refiere al grupo en general, la actividad económica conservó una tendencia ascendente. La Federación de Rusia y las otras economías en transición en general acusaron un crecimiento positivo en 1997 (1,7 por ciento) por primera vez en ocho años. Para 1998 se prevé una aceleración del crecimiento, que se situará en torno al 2,9 por ciento, y ninguna de estas economías sufrirá un descenso de la actividad económica. La subida de las tasas de interés y el menor acceso al capital extranjero frenarán el crecimiento en la Federación de Rusia y Ucrania, pero parece que las perspectivas de crecimiento han mejorado en Hungría y Polonia gracias en particular al fuerte aumento de las exportaciones. Se prevé también una nueva desaceleración de la subida de los precios de consumo, especialmente en Bulgaria y Rumania, aunque las tasas de inflación de éstas y muchas otras economías en transición continúan siendo muy elevadas.
ocho años.
RECUADRO 1
LA DEUDA EXTERNA Y LAS CORRIENTES FINANCIERAS DE LOS PAÍSES EN DESARROLLOSegún estimaciones preliminares, el total de la deuda externa de los países en desarrollo era de 2,171 billones de dólares EE.UU. al final de 1997, lo que representaba un aumento del 3 por ciento del valor nominal con respecto a los 2,095 billones de dólares de 1996. La deuda pendiente aumentó en todas las regiones, con excepción de África al sur del Sahara, donde descendió desde 227 000 millones de dólares en 1996 a 223 000 millones en 1997, ya que el atraso en el pago de los intereses de la deuda a largo plazo disminuyó 5 000 millones de dólares. El total de la deuda privada a largo plazo alcanzó los 46 000 millones de dólares en 1997, un 4 por ciento más que en 1996, mientras que la deuda oficial se situó en 133 000 millones de dólares, 2 000 millones de dólares menos que en 1996. El total de la deuda a corto plazo (con vencimiento de un año o menos) de los países en desarrollo ha subido desde 286 000 millones al final de 1994 hasta 361 000 millones a mediados de 1997.Más del 50 por ciento de este aumento correspondió a Asia oriental y el Pacífico. La relación entre deuda e ingresos de exportación de todos los países en desarrollo bajó del 137 por ciento en 1996 al 134 por ciento en 1997, debido sobre todo al mejor comportamiento de las exportaciones. Este coeficiente bajó en todas las regiones, con excepción del Cercano Oriente y África del Norte, donde debido al fuerte aumento del endeudamiento privado en 1997 ascendió al 115 por ciento frente al 111 por ciento de 1996 El coeficiente del servicio de la deuda (proporción entre el total del servicio de la deuda y las exportaciones de bienes y servicios, incluidas las remesas de los trabajadores) disminuyó de forma marginal en todos los países en desarrollo, situándose en el 17 por ciento en 1997. Para atender el servicio de todas sus obligaciones externas a corto y largo plazo, los países en desarrollo pagaron en 1997 269 000 millones de dólares EE.UU., 7 000 millones de dólares más que en 1996. En 1996 el FMI y el Banco Mundial establecieron conjuntamente un programa de acción destinado a ofrecer asistencia excepcional a los países pobres muy endeudados que estaban adoptando políticas racionales, con el fin de ayudarles a reducir la carga de su deuda externa. Esta asistencia excepcional supondrá la reducción del valor actual neto de las futuras reclamaciones sobre el país endeudado, y ayudarán a establecer incentivos para la inversión y a ampliar la ayuda interna a las reformas en materia de políticas. En 1997, siete países que habían podido acreditar un comportamiento económico satisfactorio fueron considerados como candidatos para recibir socorro adicional de la deuda en el marco de esta iniciativa. Se alcanzaron acuerdos con Bolivia, Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Guyana y Uganda, y se entablaron conversaciones preliminares con Guinea-Bissau y Malí. Esta iniciativa reducirá la deuda de esos países un total de 1 500 millones de dólares en valor actual. Desde 1989, la deuda con los bancos comerciales se ha reestructurado mediante recompras respaldadas por el Fondo para la Reducción de la Deuda de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) con destino a los países de bajos ingresos y mediante programas de reducción de deuda y del servicio de la deuda con apoyo oficial (operaciones Brady) para los países de ingreso mediano. En 1997, se concluyeron nueve acuerdos de reducción de la deuda con acreedores de bancos comerciales, en virtud de los cuales se reestructuraban 19 000 millones de dólares EE.UU. y el monto de la deuda pendiente se reducía 7 000 millones de dólares. Las corrientes netas agregadas de recursos con destino a los países en desarrollo ascendieron en 1997 a un total estimado de 300 000 millones de dólares EE.UU., 282 000 millones de dólares más que en 1996. Por duodécimo año consecutivo, las corrientes netas a largo plazo procedentes de fuentes privadas alcanzaron un nuevo récord, con un total de 256 000 millones de dólares frente a los 247 000 millones de 1996. Las corrientes de capital privado a países en desarrollo, que representan el 85 por ciento del total de las corrientes netas, continuaron siendo muy superiores a las corrientes oficiales. No obstante, en el último trimestre de 1997 las corrientes privadas disminuyeron fuertemente, debido a la creciente dimensión de la crisis de Asia y a un abandono general de las nuevas inversiones en los mercados emergentes. La forma más extendida de corrientes privadas netas en los
países en desarrollo continúa siendo la inversión
extranjera directa (IED) estimada en 120 000 millones de dólares
en 1997, seguida de los bonos, 54 000 millones de dólares, los préstamos
de bancos comerciales, 41 000 millones, y las inversiones de cartera, 32
000 millones de dólares. Las corrientes netas de IED, cinco veces
superiores a su nivel de 1990, alcanzaron de nuevo un nivel récord
en 1997, pero las tasas de crecimiento fueron notablemente inferiores a
las de los años precedentes. El coeficiente entre IED y PIB en los
países en desarrollo ha subido del 0,8 por ciento en 1991 al 2,0
por ciento en 1997.
|
Los acontecimientos registrados en Asia oriental y sudoriental son importantes para la agricultura por sus repercusiones inmediatas en los mercados de productos básicos.Las tendencias y características antes mencionadas revelan la existencia de un entorno económico generalmente favorable a la producción y al comercio agrícola. No obstante, continúa habiendo importantes incertidumbres sobre el curso de los acontecimientos en el Asia oriental y sudoriental y sobre las repercusiones a escala mundial. Los acontecimientos registrados en esta región son importantes para la agricultura, no sólo por sus efectos indirectos en la actividad económica mundial sino también por sus repercusiones inmediatas en los mercados de productos básicos. La República de Corea y los cuatros países de la ASEAN (Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia) representan una parte considerable del consumo mundial de algunos productos básicos. La reducción general de la demanda de importaciones en esos y otros países afectados por la crisis junto con el aumento de los costos de importación debido a las devaluaciones y a la reducción del crédito para la financiación de las importaciones contribuyeron en forma notable al descenso de los precios de los productos básicos durante gran parte de 1997-98 (véase Precios agrícolas internacionales, pág. 28). Los incentivos a la exportación derivados de las depreciaciones monetarias, junto con la mayor abundancia de existencias para la exportación debido a la reducción de la demanda interna, influyeron en el suministro de algunos productos básicos y ejercieron una presión a la baja sobre los precios. La crisis redujo la demanda en Asia, sobre todo la de maíz, carne de vacuno, harina de soja, frutas procedentes de climas templados, algodón y cueros y pieles, al mismo tiempo que incrementó las exportaciones regionales de fruta tropical y caucho (véase Análisis por regiones, Asia y el Pacífico).
Otras características que condicionan actualmente las perspectivas agrícolas son las excepcionales condiciones atmosféricas que han dominado durante gran parte de 1997-98, como consecuencia del fenómeno El Niño, y una situación agrícola caracterizada por la abundancia de suministros en relación con la demanda de muchos productos básicos. El fenómeno El Niño ha suscitado gran atención en los medios de comunicación y preocupación general sobre sus efectos inmediatos y futuros en los suministros alimentarios y agrícolas. No obstante, si bien el fenómeno ha causado considerables pérdidas de la producción agropecuaria y ha creado situaciones de emergencia alimentaria en varias partes del mundo, su efecto global en el suministro de alimentos y en los precios internacionales ha sido limitado. Por el contrario, algunos cultivos importantes, como los cereales, se han beneficiado de las favorables condiciones atmosféricas registradas en 1997/98 y las perspectivas para 1998/99 parecen también buenas, por lo que es probable que haya una presión a la baja sobre los precios.
Es probable que los precios de los principales alimentos y materias primas se debiliten durante 1998, y que luego se produzca una estabilización gradual de los mercados y subidas moderadas de los precios. Se prevé que los precios del café sean considerablemente inferiores a los niveles máximos de 1997, ya que para 1998/99 se esperan cosechas más abundantes; los precios del azúcar podrían mantenerse relativamente bajos, pues se prevé un aumento de la producción en 1998/99 y una desaceleración del crecimiento de la demanda de importaciones en algunos grandes mercados asiáticos afectados por la crisis financiera, así como en países importadores de tanto relieve como la Federación de Rusia y China. No obstante, a largo plazo, se prevé que la demanda de importaciones acuse el estímulo de unos precios más bajos. Los precios del algodón, que descendieron en 1997/98, se estabilizarán en 1998/99, al mismo tiempo que los precios del caucho natural expresados en dólares bajarán, al menos a corto plazo. Por otro lado, cabe prever una subida de los precios del yute con respecto a los niveles excepcionalmente bajos de 1997-98 y, en general, el mercado del cacao continuará estando enrarecido.
A medio plazo, se prevé una pauta general de estabilidad económica y de recuperación del crecimiento económico y comercial11. Las previsiones del proyecto LINK12 sobre el crecimiento de la agricultura y el comercio de productos agropecuarios en las regiones en desarrollo durante el período 1998-2002 apuntan lo siguiente:
Después de una depresión temporal a lo largo de 1998,• Después de una depresión temporal a lo largo de 1998, la producción agrícola del conjunto de los países en desarrollo recuperará dinamismo en los años siguientes. En términos generales, la tasa media de crecimiento de la producción agrícola durante 1998-2002 será de aproximadamente el 3,9 por ciento, próxima a la de 1991-97 y superior a la tendencia a largo plazo (3 por ciento durante los años setenta y 3,5 por ciento en los ochenta).
la producción agrícola del conjunto de los países en desarrollo recuperará dinamismo en los años siguientes.
• Todas las regiones de países en desarrollo, con excepción de Asia y el Pacífico, conseguirán tasas de crecimiento medio más elevadas que las de los años noventa. El progreso sería más pronunciado en el caso de América Latina y el Caribe, donde la producción agrícola aumentaría a un ritmo medio anual próximo al 4 por ciento, frente al mediocre 2,8 por ciento registrado durante 1990-97. En lo que se refiere a África al sur del Sahara, después de dos malas campañas agrícolas en 1997 y 1998, se prevé que la producción recupere tasas comparables a las de 1993-96, período de crecimiento relativamente elevado para la agricultura de la región. Los pronósticos sobre la región del Cercano Oriente y África del Norte señalan también resultados medios mejores que los de 1990-97. En cuanto Asia y el Pacífico, la caída al 3,8 por ciento (desde aproximadamente el 4,6 por ciento durante 1991-97) se debería en gran parte a los malos resultados obtenidos en el Asia oriental y sudoriental, sobre todo en 1998 y 1999.
• Después de haber crecido con un ritmo vigoroso del 9 por ciento anual durante la primera mitad de los años noventa, los ingresos derivados de la exportación de productos agrícolas de los países en desarrollo perderán impulso en 1997 y 1998, debido sobre todo a la caída de los precios internacionales de los productos básicos. Si no se producen cambios imprevisibles en la economía y el mercado, el comercio de productos agropecuarios se recuperará hasta alcanzar tasas de crecimiento próximas al 6 por ciento anual en el período 1999-2002. No obstante, el crecimiento del comercio agrícola continuaría estando rezagado, entre un 2 y un 3 por ciento con respecto al comercio de mercancías en general.
• Las perspectivas sobre el crecimiento de la exportación de productos agropecuarios durante el período 1999-2002 parecen especialmente favorables en el caso de América Latina y el Caribe, aunque son también favorables las perspectivas de Asia y el Pacífico –especialmente China– y, en menor medida, África. Como se prevén tendencias semejantes para las exportaciones e importaciones agrícolas, no se producirán cambios importantes en las balanzas comerciales agrícolas del conjunto de los países en desarrollo. Una salvedad importante es que, según las previsiones, el África al sur del Sahara reforzará algo su situación excedentaria, continuando una tendencia iniciada en 1993 (en 1992, esta subregión llegó a convertirse de hecho en importadora neta de productos agropecuarios).
• Según pronósticos del FMI, es de prever que el total
de las relaciones de intercambio de los países en desarrollo registre
un deterioro acumulado de aproximadamente el 2 por ciento durante 1997
y 1998 y mejore algo en 1999. Las previsiones de LINK revelan una pauta
semejante para las relaciones de intercambio agrícolas, que se deteriorarían
notablemente en 1998 y posteriormente se estabilizarían, en términos
generales, hasta el año 2002.
La situación económica de los países de bajos ingresos con escasa capacidad para financiar sus importaciones de alimentos ha mejorado en los últimos años y se mantendrá a breve plazo.La situación y perspectivas económicas de este grupo de países pobres, cuyas importaciones alimentarias representan una proporción especialmente elevada del total de los ingresos derivados de la exportación y del total de las importaciones, son examinadas periódicamente en El estado mundial de la agricultura y la alimentación. Las estimaciones económicas y previsiones a corto plazo (1998-99) relativas a este grupo de países, elaboradas para la FAO por el FMI, revelan una importante mejora en su situación económica durante los últimos años, que según las previsiones continuará al menos a corto plazo. Tomando como referencia los períodos 1991-95 y 1998-99, los pronósticos apuntan en particular lo siguiente:
• una reducción de dos tercios de las tasas de inflación, que bajarían del 18 al 6 por ciento.
• importantes progresos en la estabilización fiscal, ya que los déficit del saldo fiscal del gobierno central bajarían desde un equivalente del 6 por ciento del PIB a poco más del 3 por ciento.
• reducción de la carga de la deuda: los pagos en concepto de servicio de la deuda en proporción del total de las exportaciones de bienes y servicios bajarían desde aproximadamente el 29 por ciento al 13 por ciento. Ello sería resultado de las mejoras conseguidas tanto en la capacidad de adquisición de exportaciones como en la ampliación de las iniciativas especiales de socorro de la deuda, como la aprobada en mayo de 1998 por el Grupo de las ocho economías industrializadas (G8) en favor de los países más pobres del mundo, varios de los cuales se encontrarían en este grupo.
No obstante, la situación parece menos brillante en lo que respecta al saldo exterior. Según las previsiones, estos países tendrán déficit comerciales cada vez mayores (que pasarían de los 20 000 millones a los 30 000 millones de dólares EE.UU.), que sólo se compensarían en parte con transferencias corrientes netas positivas (en gran parte en forma de transferencias interoficiales en favor de países africanos del grupo). El déficit de los saldos generales en cuenta corriente, crónico en el conjunto de estos países, experimentaría un agravamiento, pasando de un promedio de 6 000 millones a casi 13 000 millones de dólares EE.UU. Por el contrario, sus relaciones de intercambio se estabilizarían, tras un largo período de tendencias desfavorables (1987-93), mientras que el poder adquisitivo de sus exportaciones continuaría aumentado de forma significativa gracias al mayor volumen de exportación, después de los notables progresos de 1995 y 1997.
Las medidas de estabilización macroeconómica y el fin de la guerra y los disturbios civiles han contribuido a mejorar las pespectivas de los países de bajos ingresos con déficit de alimentos.Este cambio positivo de la situación y perspectivas económicas –y, por lo tanto, de la seguridad alimentaria– en estos países durante los últimos años, tras un largo período de resultados decepcionantes, resulta sumamente alentador. El hecho de que estas mejoras se hayan conseguido a pesar de los efectos negativos de la crisis asiática en todo el mundo y de una evolución poco favorable de las cuentas exteriores, permite pensar que los factores internos hacen algo más que compensar los efectos de la crisis14. Entre esos factores cabe señalar los decididos esfuerzos por conseguir la reforma y la estabilización macroeconómica –en particular, en Egipto y en los siete países de la Comunidad Financiera Africana (CFA) de este grupo, donde la crisis inicial de la devaluación monetaria y las correspondientes medidas dieron lugar a un período de rápido crecimiento– y el final de las guerras y disturbios civiles en países como Mozambique, Rwanda y Nicaragua, aunque la reciente confrontación armada entre Etiopía y Eritrea constituyó una advertencia de que puede haber conflictos latentes en países de este grupo todavía caracterizados por tensiones políticas, problemas irresueltos de identidad colectiva y étnica y frustración económica y social.
El debilitamiento de los precios de los productos básicos
a raíz de la crisis asiática y las expectativas de que continúen
siendo bajos los precios de algunos de ellos tendrán efectos asimétricos
en estas economías. Por un lado, el descenso de los precios de los
alimentos en los mercados internacionales tendrá un efecto positivo
inmediato en estos países, que dependen considerablemente de la
importación de alimentos. Por otro lado, en forma algo paradójica,
sus exportaciones dependen también en muchos casos de la agricultura.
Por ejemplo, para países como Etiopía, Sierra Leona y Rwanda,
donde el café es un importante producto de exportación, la
caída de los precios de ese cultivo significa fuertes pérdidas
de ingresos de exportación y provoca incertidumbres sobre las perspectivas
de crecimiento a corto plazo.