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La enseñanza forestal profesional


HARDY L. SHIRLEY

Con referencia especial a su organización en los países en desarrollo

UNA NACIÓN EN DESARROLLO que no cuente con una escuela de - montes o con una práctica forestal profesional establecida desde largo tiempo se enfrenta con una serie de interrogantes que deben responderse para obtener una visión de conjunto de sus necesidades y de la mejor forma en que éstas pueden satisfacerse. En primer lugar figura la naturaleza de las operaciones forestales que deben realizarse. Deben conocerse: la extensión de las tierras forestales; cuáles son las especies madereras y su valor para el aprovechamiento industrial; si el régimen de propiedad de los bosques es público o privado; cuáles son los objetivos primordiales que persigue la ordenación de los bosques: si la madera es para aprovecharla localmente o para la exportación, si el bosque es para la protección de cuencas hidrográficas o para la producción de vida silvestre o forrajes para los animales domésticos; número de forestales necesarios; qué preparación deben poseer; si los forestales deben ser técnicos, de categoría profesional o investigadores con estudios superiores; profesores o especialistas; y, en el caso de que se necesitaran las tres categorías, si deberían cursar estudios en el país de origen, en el extranjero, o unos en el país y otros en el extranjero, durante todo o parte del tiempo que duren sus estudios. Todas estas cuestiones deben decidirse en el plano ministerial, ya que implican la asignación de tierras, fondos públicos y personas, a la vez que guardan relación con la organización gubernamental y los objetivos económicos nacionales.

Suponiendo que resulte necesaria una escuela de montes de categoría profesional, surgen en seguida otra serie de preguntas: si la escuela debe emplazarse en una zona forestal o en una ciudad; si ha de dirigirla el organismo responsable de administrar el bosque o una universidad; si sus profesores han de ser forestales prácticos y hombres de negocios o bien de formación académica; si debe mantener un enlace estrecho con las operaciones forestales y con las industrias de la madera, los contrachapados, y el papel y la celulosa, así como con los que se ocupan del comercio de madera y otros productos forestales y con el gobierno o, por el contrario, si ha de mantenerse completamente libre e independiente de los aspectos prácticos, limitando principalmente sus actividades a la enseñanza; qué relaciones debe mantener con la investigación (ciencias fundamentales en que descansa la silvicultura y otras disciplinas colaterales como la agricultura, la ingeniería, la administración comercial y la administración pública). Todas estas preguntas son complicadas y ninguna se contesta con un simple sí o no. En esto mucho depende tanto del estado de la práctica forestal desarrollada por los organismos oficiales como de la categoría de la universidad. Asimismo, mucho depende de los recursos del país, de su organización y de sus objetivos y responsabilidades políticos.

HARDY L. SHIRLEY, Decano, State College of Forestry Universidad de Syracuse (Nueva York), y Presidente, Comité Asesor de la FAO sobre Enseñanza Forestal.

Responsabilidad administrativa

En líneas generales, todas las preguntas anteriores pueden reducirse a dos: cuáles son las relaciones y responsabilidades entre la enseñanza forestal profesional y la práctica; y cuáles son sus relaciones y responsabilidades respecto de la investigación.

El punto fundamental estriba en determinar si la enseñanza forestal debe ser una especie de aprendizaje que prepare a nuevos forestales para proseguir las tareas desarrolladas por la organización forestal presente. Si ésta es su función, de esta enseñanza podría encargarse el organismo forestal administrativo. Si se trata de preparar forestales profesionales que formulen políticas nuevas, descubran en qué modo los recursos forestales de la nación pueden movilizarse y utilizarse para beneficio de la población, llegando a una comprensión más profunda de la naturaleza fundamental de las leyes biológicas que gobiernan el desarrollo del bosque, esto es, si han de trazar prácticas para el futuro, lo mejor es que se formen en una universidad. Sin embargo, antes de aceptar sin más esta conclusión, convendrá examinar la enseñanza forestal en una perspectiva histórica para ver si, en realidad, la historia refrenda lo dicho anteriormente.

Organización en su origen de la enseñanza forestal

Los primeros programas oficiales de enseñanza para forestales se dieron en las llamadas «escuelas de preceptores». Estas comenzaron ya a funcionar en Alemania en 1763 (Fernow, 1913). Los dos grandes preceptores, Hartig y Cotta, dirigían cada uno una escuela de este tipo. Las escuelas de preceptores se difundieron ampliamente a partir de estas dos. En Rusia se contrataron los servicios de forestales alemanes para encargarse de la ordenación forestal y de la enseñanza. A cada Forstmeister (maestro o preceptor forestal) se le asignaban seis discípulos para su instrucción.

Muchos eran los méritos de las escuelas de preceptores. Los discípulos o alumnos vivían y trabajaban en estrecha asociación con el maestro. Casi a diario estaban con él, actuando como ayudantes y realizando muchos de los trabajos. Observando, escuchando las discusiones teóricas del maestro y colaborando en la preparación de planes de ordenación o en otras actividades, aprendían el fundamento y las responsabilidades, así como las técnicas de un oficial forestal. A su vez, el maestro llegaba a un conocimiento íntimo de sus alumnos y con ello estaba en condiciones de juzgar su competencia y valor personal como ordenadores forestales.

Las escuelas de preceptores de Cotta y Hartig fueron creadas en 1785 y 1789, respectivamente. La primera se convirtió posteriormente en la escuela de Tharandt. El régimen de preceptores era por entonces muy común, utilizado por profesiones tan florecientes como el derecho y la medicina y anteriormente, incluso, por centros docentes tan importantes como la Universidad de París. Este régimen ha persistido en dasonomía llegando hasta al siglo XX.

Al ir progresando la dasonomía, surgió la necesidad de una instrucción más sistemática de la que podría dar un maestro. Resultado directo de ello fueron las escuelas especiales de montes.¹ Las que se establecieron al principio recibían en su mayor parte el apoyo del gobierno local o federal, aunque las primeras escuelas especiales de montes en Austria fueron fundadas por el Príncipe Schwarzenberg y por el Príncipe Liechtenstein, que eran los dos propietarios más importantes de tierras forestales. Las escuelas especiales de montes subvencionadas públicamente datan de: 1790 la de Münich, en Baviera; 1803 la de San Petersburgo, en Rusia, 1813 la de Mariabrunn, en Austria; 1825 la de Nancy, en Francia; 1828 la de Estocolmo, en Suecia; 1848 la de Turín, en Italia y 1878 la de Dehra Dan, en la India. Estas escuelas fueron posteriormente seguidas por la creación de otras varias en Alemania, Rusia, Polonia, Escandinavia, Reino Unido, los Estados Unidos, Filipinas, Japón y otros países.

¹ El término «escuela de montes» se utiliza en el presente trabajo con el mismo sentido que en el World directory of forestry schools, publicado en 1960 por la Sociedad de Forestales Americanos, en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. «Escuela de montes» es una designación genérica que abarca los colegios universitarios de silvicultura las facultades de montes, las secciones o divisiones de silvicultura, los departamentos de montes y las escuelas universitarias o facultades de agricultura y montes, o de otras disciplinas combinadas con la silvicultura. De las designaciones anteriores las más específicas pueden utilizarse al discutir instituciones determinadas. El criterio que determina si una escuela es o no de montes no es su nombre, sino si da o no una enseñanza de nivel profesional en dasonomía y ciencias afines. Las instituciones en que se cursan estudios subprofesionales se denominarán escuelas de ayudantes de montes o escuelas técnicas.

La mayoría de estas escuelas, si bien subvencionadas por el gobierno, estaban dirigidas por la administración forestal del Estado en modo parecido a como se hace con las academias militares de varias naciones. Tenían la enorme ventaja respecto de las escuelas de preceptores de emplear más de un profesor. Esto permitía una cierta especialización en los diversos sectores de la dasonomía. Las escuelas eran de carácter eminentemente práctico, esto es, los estudiantes se seleccionaban atendiendo a unos méritos y una preparación que les permitiera formar parte del servicio forestal, federal o estatal. La enseñanza la recibían de forestales de gran experiencia práctica, profundamente familiarizados con las exigencias de su trabajo, dedicándose un tiempo considerable a las prácticas en el propio bosque.

La tercera modalidad de enseñanza forestal es la escuela de montes con sede en una universidad, de la que forma parte íntima. De la misma forma en que las escuelas de preceptores abrieron el paso a las escuelas especiales de montes subvencionadas por el Estado, las dirigidas por forestales de gran experiencia práctica han facilitado el advenimiento de la escuela de montes universitaria. La escuela de montes austríaca fue trasladada en 1875 de Mariabrunn a la Universidad de Agronomía de Viena. La escuela italiana fue incorporada a la Universidad de Florencia en 1910. La enseñanza forestal en Suiza se inició en 1885 en la Universidad Técnica de Zurich. En 1898, se fundó en la Universidad de Cornell la primera escuela forestal de los Estados Unidos y en 1900 se organizó en la Universidad de Yale una escuela de montes para graduados. Entre las 137 escuelas de montes enumeradas en el World directory of forestry schools, publicado en 1960 por la Sociedad de Forestales Americanos en colaboración con la FAO, solamente seis resultan ser completamente independientes de las universidades en el momento en que se recogieron los datos. En este repertorio no figuran las escuelas de montes de la U.R.S.S. ni las de China (continental), siendo también incompleto por lo que respecta a las naciones de la Europa oriental. En 1958, la U.R.S.S., poseía escuelas, tanto independientes como vinculadas a las universidades (Shirley, 1958). El hecho de que hoy sea tan elevado el número de escuelas de montes de todo el mundo emplazadas en universidades es por sí mismo una prueba fehaciente de la conveniencia de este vínculo. Esto queda además reforzado por la evidente tendencia observada en los últimos años en las escuelas hasta ahora independientes a conseguir esta asociación con una universidad. La escuela de Tharandt, en Alemania, es parte de la Universidad Técnica de Dresde: la de Hannover-Münden, de la Universidad de Göttingen; la de Reinbek está afiliada a la Universidad de Hamburgo; el Colegio Universitario de Montes, en las Filipinas, es parte de la Universidad de las Filipinas; y la Facultad de Montes de Turquía es parte de la Universidad de Estambul. Podrían citarse otros muchos ejemplos. Por otra parte, han sido muchas relativamente las escuelas de montes independientes de las universidades, o que no pudieron vincularse a ellas, que han dejado de existir.

Incluso muchas escuelas de montes financiadas independientemente han establecido una alianza oficiosa con alguna universidad. Por ejemplo, en la Universidad de Rangún, los instructores forestales proceden del servicio forestal estatal y reciben un título profesional de la universidad. El Estado se encarga de la instrucción, pero los estudiantes siguen cursos tanto en la universidad como en la escuela de montes. Se ha adoptado un sistema parecido para la escuela de montes del Pakistán en cooperación con la Universidad de Peshawar. Incluso la fuerte y bien respaldada escuela de montes de Nancy (Francia) mantiene relaciones con las facultades de agronomía e ingeniería. Otro tanto puede decirse de las escuelas de montes de Estocolmo y de Madrid.

De las escuelas de montes que ocupan los primeros lugares en todo el mundo, la única que todavía funciona con entera independencia de la universidad es el Colegio universitario indio de montes de Dehra Dan. Sin embargo, esta escuela forma parte del Instituto indio de investigaciones forestales y recurre a dicho Instituto para muchas de las enseñanzas teóricas. Por otra parte, para ingresar en esta escuela se exige un título universitario (Kulkarni, 1963). Incluso con estas ventajas, los estudiantes del colegio de montes de Dehra Dun tropiezan con dificultades para que se les convaliden determinadas asignaturas superiores para obtener su doctorado en escuelas postuniversitarias de los Estados Unidos o de otros lugares.

PARTICIPANTES AL PRIMER PERÍODO DE SESIONES DEL COMITÉ ASESOR DE 1A FAO SOBRE ENSEÑANZA FORESTAL, MÉRIDA (VENEZUELA), 22-29 DE FEBRERO DE 1964

Sentados de izquierda a derecha:

T. KOMERIS (Miembro), Decano, Faculty of Forestry Universidad de Kasetsart, Bangkok (Tailandia); J. W. B. SISAM (Miembro), Decano, Faculty of Forestry, Universidad de Toronto, Toronto (Canadá); H. L. SHIRLEY (Presidente), Decano, State University College of Forestry, Universidad de Syracuse, Syracuse, N.Y. (E.U.A.); E. BENSON, Decano Interino, College of Forestry, Universidad de Liberia, Monrovia (Liberia); R. VINEY (Miembro), Director de l'Ecole nationale des eaux et forêts, Nancy (Francia);

De pie, de izquierda a derecha:

H. C. VON CHRISTEN, Misión Forestal alemana, Universidad Distrital, Bogotá (Colombia), J. Q. WILLIAMSON (Miembro), Director, Comisión Forestal (Gales), Aberystwyth Cardiganshire, Gales (Reino Unido) I. N. CONSTANTINO (Miembro), Sub-administrador General de Bosques Buenos Aires (Argentina); A. G. FRIEDRICH, Jefe de la Sección de Instituciones Forestales, FAO, Roma (Italia); R. VILO RIA DÍAZ, Presidente, Instituto Forestal Latinoamericano de Investigación y Capacitación (IFLAIC) Mérida (Venezuela) S. J. PERICCHI, Jefe, División Evaluación de Recursos Naturales Renovables, Ministerio de Agricultura y Cría Caracas (Venezuela); M. PRATS ZAPIRAÍN (Miembro), Secretario General, Dirección General de Montes, Madrid (España).

Sin embargo, el mejor argumento a favor de que las escuelas de montes funcionen en las universidades es la amplitud de la educación que todo forestal moderno debe poseer. Las tierras forestales forman casi la tercera parte de la superficie terrestre aparte de las vastas zonas árticas. En muchos países, las tierras forestales y los productos del bosque constituyen el fundamento de la economía nacional. En el mundo entero, la madera sigue siendo uno de los principales productos para la construcción de viviendas y de locales comerciales de poco tamaño. La industria de la celulosa y del papel se basa en la fibra de la madera y el volumen y capacidad de estas empresas en un país determinado sirven para medir con bastante aproximación el grado de industrialización del mismo. Por consiguiente, la ordenación forestal se convierte en una cuestión sumamente importante en la vida pública de todos los países que cuentan con recursos forestales apreciables. Las políticas por que se rige esta ordenación pueden determinar, a la larga, si la nación ha de sobrevivir o no como entidad económica y políticamente independiente. Se ve así que incumbe a los oficiales forestales de tales naciones la enorme responsabilidad de que el público llegue a comprender la importancia de los bosques y de conseguir el apoyo de la colectividad para las necesarias medidas de orden administrativo y jurídico que garanticen una acertada ordenación de los bosques. Estos forestales, en lo que se refiere a la atención del público y a la consecución de fondos nacionales, habrán de competir en igualdad de condiciones con los mejores exponentes del país. Están por ello obligados, al menos los dirigentes más altos, a adquirir una formación comparable a la de los abogados, oficiales de sanidad pública y otras personas con las que deberán asociarse o enfrentarse en la forma en que ya se ha dicho.

Mas por encima de todo, la profesión forestal como tal es cada vez más compleja, ya que se ocupa de la unidad biológica más notable e intrincada de toda la naturaleza: el bosque. Rara vez es posible o conveniente plantar o cultivar especies madereras en la misma forma en que se hace con los árboles frutales o con los cultivos agrícolas. El forestal ha de apoyarse en la compleja comunidad biológica del bosque para conseguir los resultados a que el agricultor llega mediante la labranza, siembra, cuidados culturales, tratamientos contra insectos y enfermedades, fertilización e incluso riego del terreno. En la explotación del bosque y en la transformación de la madera entran en juego aspectos de la ingeniería moderna (civil, mecánica y química). Tanto el ordenador de tierras forestales como el maderero han de ser capaces de construir carreteras y de conocer en qué forma se utilizan las máquinas para ello necesarias. Quienes utilizan la madera en construcciones modernas habrán de conocer los fundamentos mecánicos necesarios para proyectar armaduras, viguerías y estructuras. Con frecuencia corresponde al oficial forestal o al maderero construir puentes. En la tecnología de la celulosa y del papel entra en juego la ingeniería química. Un cierto conocimiento de la economía es importante, tanto para la correcta ordenación de cada cuartel forestal como para determinar el papel de los montes y de los productos forestales dentro de la economía nacional. El levantamiento de inventarios y la dasometría se convierten en un problema de estadística forestal y planeamiento de encuestas. En modo análogo, la investigación forestal exige la aplicación de los principios estadísticos, así como del análisis matemático superior, que con frecuencia se sirve de calculadoras electrónicas para la elaboración de datos. La moderna tecnología de las calculadoras abarca análisis de sistemas y el empleo de modelos matemáticos en la investigación aplicada a las operaciones forestales.

Resulta de lo dicho que la ciencia forestal recurre en gran medida a las ciencias físicas y a la ingeniería, a la biología y ecología aplicada, a las ciencias sociales y económicas y a los principios de ordenación de los recursos naturales. Estas disciplinas fundamentales se estudian en las universidades modernas, pero es poco probable que fuera de ellas puedan seguirse en el grado necesario para el forestal. Así, pues, los hechos muestran inexorablemente la conveniencia de establecer las escuelas de montes dentro de universidades de prestigio.

Organización en el seno de la universidad

Un país en desarrollo que haya decidido establecer una escuela de montes de nivel profesional en el seno de una universidad se encontrará ante una interrogante que deben resolver juntamente la universidad y el ministerio competente: el régimen de que gozará la escuela dentro de la universidad, es decir, si su nivel será equiparable al de los departamentos de ingeniería, derecho, agricultura y medicina, con un decano de montes que informe directamente al presidente (rector) o vicepresidente encargado de asuntos académicos; o bien si será un departamento dentro de otro colegio universitario y, de ser así, en cuál de ellos. Podrá ser de utilidad una ojeada a la situación actual en el mundo.

CUADRO 1. - RÉGIMEN JURÍDICO DE EA ESCUELA DE MONTES DENTRO DE LA UNIVERSIDAD¹

Régimen jurídico

Número de escuelas

Colegio universitario, escuela o facultad

54

Diversión o sección dentro de un colegio universitario

7

Departamento independiente

11

Departamento en un colegio universitario de agronomía

55

Coordinado con la agricultura

2

Independiente de la universidad

6

TOTAL

135

¹ No se incluyen las escuelas de montes de la U.R.S.S., de China (continental) y de muchos países de Europa oriental.

Es reveladora la clasificación de las 135 escuelas profesionales enumeradas en el World directory of forestry schools (Cuadro 1). De ese total, 54 son escuelas autónomas dentro de la universidad o facultades independientes con su propio decano y administrador y con presupuesto aparte. Este régimen es el que se considera preferible. Se indica en el repertorio mediante denominaciones como escuela de montes, colegio universitario de montes o facultad de montes.

En el orden jerárquico ocupan el lugar siguiente en el seno de la universidad las designaciones sección de montes o división de montes, usadas en algunas universidades. La silvicultura puede constituir una división de un colegio universitario de agricultura, por ejemplo, y en algunos casos de un colegio universitario de ingeniería.

Una tercera categoría jurídica es la de un departamento en el seno de una universidad. En el Cuadro 1 figuran 11 de éstos. Con frecuencia se considera preferible que el departamento forme parte de un colegio universitario de ingeniería o de ciencias políticas, en lugar de un colegio universitario de agricultura, ya que la experiencia ha demostrado en muchos casos que la agronomía tiende a dominar la dasonomía, dada la importancia generalmente mayor de la primera. Sin embargo, pese a esto, 55 de las 135 escuelas de montes figuran como departamentos dentro de colegios universitarios de agricultura.

Las ventajas de encomendar la enseñanza forestal a una escuela de agronomía merecen consideración especial. Ciertamente en un país en desarrollo en que los medios universitarios son por necesidad limitados y en que la agricultura ocupa justamente un puesto predominante en el programa universitario y en la economía nacional, sería ventajoso que la dasonomía se enseñara en el colegio universitario de agronomía. La botánica, entomología, zoología, edafología, patología, bacteriología, economía rural y sociología, así como otras muchas materias agronómicas, pueden aprenderlas provechosamente los forestales en una facultad de agronomía. Pero, como ya se ha dicho, existe una diferencia fundamental entre la agricultura y la tecnología forestal. El forestal debe servirse primordialmente de los procesos biológicos naturales en lugar de operaciones agronómicas. Sus cosechas exigen mucho tiempo para madurar y, por consiguiente, suponen una inversión de capital a largo plazo. La explotación maderera es una operación de ingeniería de gran envergadura que exige la manipulación de materiales voluminosos y pesados. Las industrias de los productos forestales guardan escasa relación con las industrias elaboradoras de alimentos. Por consiguiente, si se quiere que la dasonomía no languidezca en un colegio universitario agronómico, es esencial encontrar instructores que conozcan las condiciones especiales en que el forestal debe actuar y que estén dispuestos a trazar programas especiales de instrucción de forestales. Por fortuna, esto es lo que ha sucedido en las escuelas de montes más antiguas. Consecuencia de ello es que la dasonomía se está convirtiendo en una disciplina más o menos coordinada con la agricultura.

Si bien puede argüirse que el número de escuelas de montes organizadas como departamento de un colegio universitario agronómico es mayor que el de las organizadas de otra forma, es significativo que 80 de las 135 escuelas sean independientes de la agricultura o gocen de un régimen de paridad. La tendencia actual, sobre todo en las universidades estadounidenses, se orienta hacia un régimen de paridad con la agricultura, incluso en las universidades con concesión de terrenos que reciben numerario de la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos para el sostenimiento de la escuela de montes. También vale la pepa observar que la mayoría (35 de un total de 55) de las escuelas de montes establecidas en colegios universitarios agronómicos se hallan en dos países: Japón (24) y Estados Unidos (11). Si no se quiere que la enseñanza forestal constituya un departamento de un colegio universitario de agricultura, podría muy bien serlo de una escuela de ingeniería, de administración de empresas, de administración pública o de otra disciplina.

A su vez, la enseñanza forestal resultará mucho más eficaz si se coordina con cada una de las disciplinas mencionadas. Los forestales tienen que actuar en estrecha asociación con los biólogos, ingenieros, economistas, administradores de empresas y administradores públicos. Pero ninguno de estos sectores abarca por sí mismo todas las técnicas que un forestal tiene que utilizar, por lo cual conviene que la escuela de montes mantenga un enlace estrecho con estos sectores profesionales y científicos, pero que no quede dominada por ninguno de ellos.

Organización interna de la escuela o departamento

Lo probable es que en un país en desarrollo una escuela de montes sea pequeña, quizá con sólo cinco o seis profesores, y, si éstos se encargan tanto de la instrucción como de la investigación, estarán sumamente ocupados. Incluso en estas condiciones, convendría que dentro de la propia escuela existiera una cierta delegación de responsabilidad. Será necesario que unos se dirijan primordialmente a la investigación y otros atiendan a la instrucción. Pero probablemente la mayoría de los instructores tendrán funciones tanto docentes como de investigación. Existe una tercera actividad por mencionar: la enseñanza extrauniversitaria, que merece también su propia dirección administrativa dentro del colegio universitario. La modalidad de contar con directores por separado para la investigación, la instrucción y la educación pública y extensión ha demostrado ser de todo punto satisfactoria en los colegios universitarios agronómicos de los Estados Unidos. Esto mismo se hace ya en varias escuelas de montes. Más adelante se examinarán con mayor detalle los aspectos de la investigación y de la educación pública.

Relaciones entre la escuela y sus alumnos

Al considerar las responsabilidades de una escuela de montes en cuanto a las de otras disciplinas académicas relacionadas con la dasonomía, la investigación, la educación pública, y los gobiernos nacionales y estatales así como en relación con la industria, no debe olvidarse por un momento que el papel primordial de la escuela de montes debe ser la preparación de estudiantes para un trabajo profesional. Ello supone la formación de estos últimos como individuos y como tecnólogos forestales. En ambos casos entran en juego la instrucción formativa y la enseñanza no oficial.

La enseñanza completa en una escuela de montes debe comprender aquellas nociones de humanidades y ciencias que toda persona instruida debe poseer, así como la enseñanza cívica y de responsabilidades recíprocas entre los hombres. Los alumnos deben reconocer la dignidad del trabajo, ya sea manual o intelectual, la dignidad del individuo, sea cualquiera su posición económica y el imperativo de ser tratado con respeto, la importancia de los buenos hábitos de trabajo y de la aceptación y cumplimiento de obligaciones. Mucho de todo esto puede aprenderse con el ejemplo de los propios profesores y por la atmósfera que la universidad consiga crear en las residencias de estudiantes.

No estará de más tratar aquí de tres aspectos concretos del programa de estudios: comparación entre programas electivo y fijo; comparación entre la especialización desde el principio o el final de la carrera; y comparación entre organización del tiempo de estudio de los alumnos y la libertad de utilización de dicho tiempo.

La instrucción forestal en un país en desarrollo, sobre todo en uno en que no haya existido anteriormente ningún programa de enseñanza en materia forestal, ha de empezar necesariamente siendo de modesto alcance. Lo mejor es que el programa de estudios inicial sea uniforme para todos los estudiantes; de lo contrario, se gastará casi todo el tiempo en dar un número muy crecido de cursos de especialización seguidos cada uno de ellos por un número demasiado escaso de estudiantes. Por otra parte, son pocos o ninguno las estudiantes que están en condiciones de saber elegir los cursos necesarios para conseguir una cabal competencia profesional. Aun en materias preparatorias a la dasonomía, el margen de elección que pueda ofrecerse a un alumno es relativamente limitado, si se quiere que la ciencia forestal como tal materia quede razonablemente abarcada en todos sus aspectos. Por consiguiente, lo que procede es que una escuela de montes recién organizada siga un programa de estudios único que abarque el tema forestal en sus aspectos más generales. La especialización quedará para después de graduarse los alumnos. Surge la cuestión, sin embargo, de si en lo referente al aprovechamiento de productos forestales será necesario un curso de especialización o un programa de estudios por separado. En el segundo caso, el programa de estudios debería uniformarse desde el principio para todos los estudiantes que deseen seguirlo, hasta que los recursos de la facultad permitan dar cursos diversos.

Un tercer aspecto de los programas de estudios es si la facultad debe establecer horarios estrictos para los estudiantes o bien dejar que éstos utilicen su tiempo como decidan. Esto es, si el programa debe organizarse según el modelo universitario de los Estados Unidos, o el de Europa. Ambos tienen indudables méritos.

El sistema estadounidense está trazado para instruir un gran número de estudiantes. El profesor asigna tareas diarias, se organizan clases orales en las que los estudiantes tienen que hablar sobre los textos asignados y sobre temas tratados en lecciones anteriores. Las disertaciones del profesor son algo limitadas, pero se pregunta y se celebran exámenes con frecuencia para cerciorarse de que los estudiantes han comprendido todo lo estudiado hasta entonces. Esta frecuente verificación de la marcha de los estudios es de utilidad tanto para el estudiante como para el profesor. El primero sabe así qué es lo que se espera de él, y el profesor se da cuenta de si los estudiantes dominan la materia. Se crea un estímulo recíproco entre los estudiantes cuando éstos compiten por una calificación sobresaliente. Por otra parte, la asignación regular de lecturas y prácticas diarias de laboratorio exigen que el estudiante aproveche bien su tiempo y, de hecho, se lo administra, d'ándose así cuenta de sus posibilidades.

Edificios de la Facultad Forestal de la Universidad Agraria de La Molina, Lima (Perú).

El sistema europeo es mucho más flexible desde el punto de vista del estudiante y del profesorado. El primero es libre de asistir o no a las lecciones. Por supuesto, debe participar en ciertos ejercicios prácticos y ajustarse al plan establecido para ellos, pero el estudio teórico puede hacerlo en la forma que mejor le convenga. Los profesores no verifican diaria o semanalmente el grado de aplicación de los estudiantes. Corresponde a estos últimos someterse a determinados exámenes y aprobarlos en los límites de tiempo prescritos. La preparación para estos exámenes es exclusivamente una responsabilidad personal del estudiante. Los primeros exámenes se celebran después de 18 a 30 meses de estudio, y los finales después de 4 años de estudio. Los resultados que alcanzan en estos exámenes determinan si se les concederá o no el título y su grado de aplicación.

Para un estudiante con talento natural, que pesca un genuino y profundo interés por el estudio, y también la autodisciplina necesaria para planear y seguir un programa de estudios, este sistema da buenos resultados. Quien lo siga estará en mejores condiciones para hacer frente a los problemas y obligaciones que le surgirán que quien haya seguido un programa de estudios prescrito. El profesorado no está sujeto a un rígido plan de enseñanza y, por consiguiente, cuenta con mas tiempo para la investigación y para otras actividades. Como no debe interrogar a los alumnos diariamente puede dedicar más tiempo a la preparación de las lecciones. El período de exámenes es intenso y exigente, pero sólo dura unas cuantas semanas por año. Por consiguiente, ha de desplegar un alto grado de erudición. El inconveniente principal del sistema europeo es que los estudiantes y el profesorado tienen menos contacto directo.

En los países en desarrollo, cada escuela de montes quedará obligada a ajustarse al régimen de la universidad en que se halle emplazada. Cuando es posible la libre elección, ofrece grandes ventajas un programa de asignación regular de tareas y de enlace directo entre profesores y estudiantes, como el que existe en las universidades de los Estados Unidos. Sin embargo, no debe olvidarse que en los cursos de postgraduados la universidad de los Estados Unidos se asemeja bastante al régimen europeo de asignar al estudiante amplias tareas, haciéndole pasar exámenes completos y esperando de él independencia e iniciativa en los estudios.

La investigación y la enseñanza postuniversitaria

La enseñanza y la investigación forestales han sido tradicionalmente actividades paralelas. No debe olvidarse esta circunstancia en los países en desarrollo, en los cuales el número de personas disponibles con la preparación y competencia necesarias para impartir instrucción profesional y llevar a cabo investigaciones es limitado. La separación entre ambas actividades dispersa y atenúa la atención que se les dedica. Los Estados Unidos de América pueden ofrecer un interesante ejemplo que ilustra esta cuestión. En un principio, la investigación forestal estaba patrocinada por particulares y universidades. Al organizarse el Servicio Forestal de los Estados Unidos se creó una división de investigaciones que pronto dominó en gran medida la situación. Esto estaba en abierta discrepancia con lo que se había hecho en el campo agronómico donde, desde un principio, se facilitaron fondos federales para dedicarlos dentro de cada Estado a la enseñanza, extensión e investigación agrícolas. La investigación en las escuelas de montes se desarrolló muy lentamente. Hasta 1963, el Gobierno Federal no adoptó medidas para prestar un apoyo directo a la labor de investigación en las escuelas de montes. Tales medidas se adoptaron precisamente por haberse reconocido que las estaciones federales de investigación forestal no podían dotarse del profesorado necesario si no se contaba con personas debidamente preparadas en el campo de la investigación y que estas personas sólo podían proceder de escuelas con buenos programas de investigación. En las naciones en que la investigación ha estado íntimamente asociada a la enseñanza forestal una y otra han respondido excelentemente a los esfuerzos totales que se les han dedicado. No estará de más hacer aquí una advertencia. Si una nación en desarrollo decide encomendar la investigación a una escuela de montes, tendrá que proveer en cierto grado a la administración del programa de investigaciones. Los administradores forestales y las industrias de productos forestales se enfrentan con muchos y urgentes problemas de índole práctica. Tienen así un cierto derecho a esperar que el organismo encargado de la investigación atienda debidamente a sus necesidades y trate de satisfacerlas. Esto quizás no sea posible si cada instructor puede dedicar libremente su tiempo y los fondos de que dispone a cualquier problema de investigación que le apetezca.

Una nación en desarrollo que organiza la investigación dentro de su escuela de montes alcanzará con mayor rapidez la fase en que sea posible una enseñanza postuniversitaria que si la organiza separadamente. La especialización es esencial para una investigación efectiva. Las escuelas recién organizadas no deberán iniciar la enseñanza postuniversitaria que estén en perfectas condiciones de hacerlo. Entretanto, el enviar estudiantes al extranjero para que cursen estudios superiores tiene grandes ventajas. Esto ofrece la oportunidad de que se familiaricen con condiciones forestales diversas, facultades universitarias diferentes y formas distintas de enfocar los problemas forestales. Sin embargo, en último término, todo país que se proponga la autosuficiencia en cuanto a la enseñanza forestal debe estar en condiciones de impartir instrucción postuniversitaria como preparación para la investigación forestal, la enseñanza de la ciencia forestal en las universidades y el desempeño de altos cargos administrativos. Esto significa que hay que preparar un programa postuniversitario que llegue por lo menos a la licenciatura o a un grado equivalente. Una escuela debería planear minuciosamente su programa para postgraduados. Antes de ponerlo en marcha, la escuela buscará generalmente el asesoramiento de autoridades externas competentes. Esto puede ser de gran ayuda para una escuela en formación. Asimismo, deberá orientar sus estudios postuniversitarios, en un principio, hacia aquellos sectores de la dasonomía más necesitados de la investigación y del desarrollo dentro del país.

Actividades extrauniversitarias y de extensión

La universidad moderna difiere radicalmente de la universidad medieval e incluso de la universidad de antes de la segunda guerra mundial. No se trata ya de una institución enclaustrada, sino de una entidad que se ocupa de asuntos mundiales. En los países tanto desarrollados como en desarrollo, los profesores universitarios están muy solicitados como asesores o consultores por parte del gobierno, la industria, el comercio, otras universidades, gobiernos extranjeros o incluso universidades extranjeras. Además, una escuela universitaria de montes sufragada con fondos públicos está obligada a poner sus medios y conocimientos tecnológicos al servicio del gobierno central y de las industrias en que descansa la economía nacional. Es por tanto muy natural que el profesorado acepte estas obligaciones.

La universidad y la nación se benefician por igual de estas actividades extrauniversitarias. Por una parte, se utiliza el talento del catedrático para que asesore sobre problemas urgentes de carácter público, que puede considerar con un grado de objetividad fuera del alcance de quienes están sumergidos en la rutina de la administración ordinaria. Por orta parte, y como consecuencia, el profesor se mantiene al tanto de toda novedad en el terreno forestal, con lo cual su amplitud de criterio queda estimulada y gana prestigio ante colegas y alumnos.

Corresponde a la universidad otra responsabilidad igualmente importante: inculcar en el gran público la importancia que tienen los recursos forestales de su país y la necesidad de ordenarlos de tal forma que beneficien a todos por igual. Así pues, una escuela de montes de un país en desarrollo debe mantener relaciones propias con el gobierno y la industria por una parte, y con el gran público por otra. Su influencia la ejercerá en gran medida a través de publicaciones de extensión, películas cinematográficas, conferencias públicas y preparación de material para maestros y otras personas que puedan influir sobre mucha gente. De descuidarse esta actividad, podría vacilar todo el programa forestal de una nación. Gracias a estas actividades extrauniversitarias los jóvenes capaces llegan a conocer las oportunidades que les abre la enseñanza forestal.

Un tipo especial de enseñanza extrauniversitaria es el proporcionado por cursillos, seminarios, simposios, conferencias y otra instrucción parecida no oficial, que se da a los trabajadores de las industrias de productos forestales, tecnólogos y forestales profesionales que pueden necesitar una instrucción especial. Las técnicas de inventariación forestal, los nuevos perfeccionamientos de la silvicultura y la aplicación de análisis de sistemas a la ordenación forestal, son algunos ejemplos de una tecnología en rápida evolución que ha de ocupar un sitio en la práctica forestal. Son tan amplias las responsabilidades como las oportunidades y habrá de tratarse de compaginar unas con otras.

Preparación de peritos forestales

Está al alcance de una nación en desarrollo preparar por cada forestal profesional dos o tres peritos. Estos últimos seguirán cursos de dos años, en lugar del mínimo de cuatro años exigido para los profesionales. Pueden realizar una gran variedad de tareas que de otra forma posarían sobre los profesionales. Las escuelas de peritos y profesionales están ya bastante evolucionadas en Europa, en el Canadá y en otros países, mientras que en los Estados Unidos constituyen una novedad. Como consecuencia, un gran número de personas que han seguido cursos profesionales de cuatro años en los Estados Unidos, se han visto obligados a transcurrir gran parte de su vida en puestos subprofesionales y algunos nunca han llegado a ascender.

En algunas escuelas de montes se ha tratado de combinar la enseñanza de profesionales y subprofesionales en un programa único. Los subprofesionales terminan sus estudios en dos años y los profesionales continúan durante otros dos. Esta práctica suele ser perjudicial para la enseñanza, tanto de los peritos como de los profesionales, y para quienes se ocupan de ella. Los programas resultan más satisfactorios cuando están separados por completo en dos ambientes distintos. La escuela subprofesional puede constituir parte de una escuela de montes profesional, pero en este caso deberá tener profesorado, residencia y programa de estudios por separado. La facultad profesional puede ser de ayuda para completar las enseñanzas de los profesores de la escuela de peritos o de ayudantes forestales y para prestar apoyo docente de carácter general al instituto de peritos. Este es el régimen adoptado con todo éxito en el Colegio Universitario de Montes de la Universidad de Syracuse, en las Universidades de Toronto y de Pensilvania y en el Instituto de Investigaciones y colegios universitarios de montes de la India.

Ultimos acontecimientos y tendencias

En los últimos veinte años, las responsabilidades de las escuelas de montes se han ampliado considerablemente. Se pide en grado mayor que nunca que el ordena dar de tierras forestales planee ordenación de Las masas forestales con vistas a otros objetivos además de la propia producción maderera. Los aspectos recreativo y de conservación de aguas y de la vida silvestre han adquirido mayor importancia. A su vez, la madera se considera un producto complejo y no ya un producto simple de la naturaleza. Los árboles destinados a la obtención de madera para pasta, postes, pilotes, trozas para chapas y trozas de aserrío para la fabricación de tablas o de productos especiales, se seleccionan hoy en el bosque y se cultivan de acuerdo con requisitos comerciales concretos. La genética y el mejoramiento de especies forestales revisten hoy creciente importancia.

La fotogrametría aérea se utiliza cada vez más para el levantamiento de mapas, determinación de zonas y tipos forestales y cubicación de masas. Los inventarios forestales se planean sirviéndose de procedimientos estadísticos complejos y de modelos matemáticos. Se delimitan parcelas forestales para la inventariación continua al objeto de determinar con precisión los cambios que se producen en un período de tiempo determinado en el volumen y calidad de la madera. En la investigación y ordenación forestales, se utilizan hoy muchísimo los procedimientos electrónicos modernos de sistematización de datos. Estos se aplican igualmente a toda clase de estudios estadísticos, en experimentos con variables múltiples sobre fisiología vegetal y silvicultura, en la economía forestal y en un sinnúmero de otras aplicaciones. Esto exige que el investigador o el forestal práctico conozcan los tipos de trabajo que pueden resolverse con la sistematización electrónica de datos y la forma en que deben plantearse los experimentos para aprovechar las ventajas de este útil procedimiento de cálculo.

Una nueva técnica denominada análisis de sistemas está ampliando considerablemente las posibilidades de sistematizar datos para determinar la combinación adecuada de factores que conducirá a resultados óptimos. En la economía forestal y en la explotación de bosques existen grandes posibilidades de utilización de los modelos matemáticos. Se han utilizado calculadoras electrónicas para verificar y controlar máquinas papeleras, clasificar madera por su resistencia y determinar el orden de las operaciones de elaboración y del envío de pedidos. Es de esperar que en último término puedan realizar la mayor parte de las actuales operaciones de oficina y de control.

Las nuevas conquistas de la investigación de la química de los polímeras están revelando nuevos datos sobre la estructura de la celulosa, la semicelulosa y la lignina. El último decenio ha presenciado grandes adelantos. Los nuevos métodos de plastificación de la madera, corte de chapas para la obtención de piezas y laminados delgados, formación de polímeros de cadena ramificada de celulosa y obtención de pinturas que queden químicamente ligadas a la celulosa, están multiplicando los posibles empleos de la madera. Se han utilizado aparatos tipo «láser» (a base de haces de alta frecuencia) para cortar madera. El microscopio electrónico está haciendo nuevas revelaciones sobre la estructura de la célula leñosa, forma en que se desarrolla y modo en que las bacterias o los hongos la destruyen. Los estudios de bioquímica nos ilustran los sistemas de síntesis y descomposición de los materiales vegetales. A su vez, los estudios en torno a los ácaros y otros artrópodos habitantes del suelo, han puesto de manifiesto complicadas asociaciones en las cadenas alimentarias responsables de la descomposición de la madera y de la actividad edafógena de estos pequeños seres.

Incluso se ha comenzado a estudiar hoy la totalidad biótica del bosque y el empleo que ésta hace de la energía solar. Detrás de esta cuestión se oculta el complicado problema de todo el biosistema como complejo vivo que transforma la energía solar en energía química y a su vez libera esta última en forma de radiación terrestre y formación del suelo.

Lo dicho anteriormente demuestra con toda evidencia que la silvicultura es en realidad una ciencia ecléctica, que deriva su fundamento de las ciencias físicas, biológicas y sociales, con las cuales ha de mantener siempre una intima asociación.

La tecnología forestal de nuestros días es una riqueza nacional o internacional de la que pueden disponer libremente todos los pueblos y todas las universidades del mundo en el grado en que sean capaces de interpretarla y ponerla en práctica. A su vez, toda escuela de montes participa en esta responsabilidad de acumular un acervo mundial de información forestal. Incluso un colegio universitario de montes recién organizado en un país en desarrollo puede contribuir a esta empresa mundial. En general, operará en una región nueva y relativamente poco estudiada y con personas de un nivel cultural y social único. Tiene la necesidad inherente de dedicarse a la investigación para que su profesorado esté abierto a toda novedad y crezca su competencia. Puede aprovechar mucho de otras universidades, siempre que mantengan lazos estrechos con ellas, en especial con los centros regionales dedicados primordialmente a la investigación y a los estudios superiores. Aunque se ha dicho que ningún país puede considerarse en realidad autosuficiente en el terreno forestal hasta que esté en condiciones de formar sus propios profesores e investigadores, esto no quiere decir que haya de ser así desde un principio. Por el contrario, lo mejor es dedicarse primero a una sólida tarea profesional. Entretanto, pueden enviarse al extranjero a los estudiantes de mayor capacidad para seguir cursos de postgraduados hasta que llegue el momento en que puedan impartirse en el propio país y en forma adecuada estos programas superiores.

La América Latina ofrece ya dos ejemplos notables de centros regionales con programas forestales: el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas de Turrialba (Costa Rica), y la Universidad de los Andes de Mérida (Venezuela). Estos centros pueden utilizarse eficazmente por los estudiantes de montes de la América Latina, Canadá y los Estados Unidos. Sería un acierto que las naciones africanas dieran forma a otros centros docentes parecidos. Existen las posibilidades de hacer otro tanto en el Asia sudoriental y en la India, donde ya hay una escuela de montes bien organizada y un instituto de investigaciones en Dehra Dan.

Hay otra posibilidad de que una escuela recién creada en un país en desarrollo adquiera rápidamente competencia y reduzca a un mínimo los errores costosos: consiste en una forma de enlace con una escuela de acreditado prestigio de una nación tecnológicamente adelantada. Esta modalidad es la que ha ideado la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), de los Estados Unidos. Muchas universidades, incluídas sus escuelas y departamentos, han recibido ayuda por este procedimiento. El país tecnológicamente adelantado puede facilitar profesores e investigadores de experiencia para que actúen como instructores en el país en desarrollo. La escuela principal puede también ofrecer enseñanza para los profesores jóvenes y sustentar y ayudar por otros procedimientos a la escuela en evolución.

Realización práctica

Un ministro de educación que leyera este artículo podría desalentarse al llegar a este punto. «¿ Cómo-se preguntaría - puede una nación en desarrollo sustentar una escuela de montes que se dedica a la preparación técnica, profesional y, en último término, postuniversitaria, así como a la investigación, cuyos instructores celebren sus consultas con el gobierno y la industria, cuya residencia sirva de hogar a estudiantes y profesores de otras naciones y cuyo profesorado a su vez viaje frecuentemente para visitar centros regionales superiores de investigación y enseñanza? Y, por otra parte, ¿cómo puede un colegio universitario de este tipo preparar programas educativos para niños en edad escolar, obreros forestales, publico en general, tecnólogos del gobierno y de la industria y altos funcionarios gubernamentales?» Todo esto puede parecer una labor agobiante, pero de una forma o de otra debe realizarse. Si una de estas tareas fracasa por completo, puede arrastrar consigo a la escuela y a toda la práctica forestal. Evidentemente, se pide del director de la escuela el máximo de comprensión y de preparación, así como competencia administrativa. También se le pide el máximo de objetividad y una dedicación completa a la escuela. Una escuela de montes no debe empezarse con planes reducidos; de lo contrario desilusionará a los estudiantes, al profesorado y al gobierno que la sustenta.

Toda buena escuela de montes resulta necesariamente cara. En último término exigirá un claustro de 20 o más profesores, o quizá de hasta 50. Exigirá también alojamientos caros, equipos y una buena preparación de su personal. Su presupuesto anual podría muy bien superar los 100.000 dólares y los gastos iniciales de establecimiento y construcción de los edificios pueden ser cinco veces mayores. Por consiguiente, es de la máxima importancia que un país esté plenamente convencido de que necesita una escuela de montes antes de crearla.

Resumen

El primer paso para organizar una escuela de montes en un país en desarrollo debe hacerse en un plano ministerial. Han de tomarse las medidas oportunas para examinar los recursos forestales de la nación, determinar qué se espera de ellos y decidir si, atendiendo a su importancia, la nación puede hacer los desembolsos necesarios para crear y mantener una buena escuela de montes. El segundo paso, también en un plano ministerial, consiste en decidir si ha de estar a cargo de la administración forestal del Estado o de una universidad. Tanto la historia como la práctica ordinaria en otras naciones abogan decisivamente en favor de la segunda alternativa. La naturaleza de la labor que debe realizarse exige que la escuela de montes recurra a otras muchas ramas de la ciencia y de la tecnología, por lo cual se necesitan los recursos de la propia universidad para conseguir los mejores resultados en la enseñanza forestal.

En general, en un país en desarrollo, la enseñanza y la investigación forestales deberían realizarse en la misma institución. Esto contribuirá a mantener al profesorado igualmente informado en ambos aspectos. Asimismo, hará comprender a los estudiantes la importancia de la labor en que van a participar. Dentro de la propia universidad conviene que la escuela de montes tenga autonomía. Si la enseñanza forestal se organiza como departamento de otra escuela, lo mejor será darle amplias responsabilidades de forma que pueda disponer de los recursos de otras escuelas universitarias tales como las de administración de empresas, agronomía, ingeniería, y administración pública, así como las de ciencias biológicas y sociales.

Dentro de la escuela de montes, conviene delegar ciertas responsabilidades especiales de enseñanza e investigación. En último término, podrán ser necesarios departamentos organizados de acuerdo con ciertas directrices disciplinarias. El aspecto de los productos forestales y de la ordenación de tierras forestales podrá exigir programas de estudio por separado. Sin embargo, para cada una de estas dos disciplinas conviene que exista un programa de estudios fijo hasta que la escuela de montes alcance un grado tal de desarrollo que pueda impartir enseñanza tanto en campos especializados como en un programa general. La especialización podrá posponerse hasta que se haya llegado al nivel de licenciatura. La organización de los programas de estudio, según el modelo europeo o de los Estados Unidos, se coordinará con las prácticas que rijan en la universidad a la que pertenezca la escuela de montes.

Los países en desarrollo harán bien en examinar la conveniencia de establecer programas independientes de enseñanza técnica (subprofesional) para la capacitación de ayudantes de montes y de peritos en productos forestales. En general, estos programas se desarrollarán en un recinto distinto del de la escuela profesional y a cargo de un profesorado propio.

Una escuela de montes de un país en desarrollo necesita mantener estrechos vínculos con el gobierno, la industria, los servicios de administración forestal y también con las escuelas preparatorias de donde provengan los estudiantes del colegio universitario. Además de esto, tiene la obligación de proveer a la educación forestal general de los niños en edad escolar, el público en general y los que ocupan cargos públicos.

Un colegio universitario de montes de un país en desarrollo tiene que tratar de relacionarse con los de otros países con fines de intercambio de estudiantes y para buscar oportunidades de ampliación de estudios superiores para su profesorado y para sus propios graduados. El apoyo de un centro regional puede ser muy valioso para mantener al profesorado abierto a toda nueva conquista de la ciencia forestal en el mundo.

Bibliografía

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KULKARNI, D. H. 1963. Plea for reforms in higher forestry education programmes of developing countries, Ind. For. 89: 583-592.

SHIRLEY, Hardy L. 1968. Forestry education and research in Russia, J. For. 66: 892-899.


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