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Necesidad de fertilizantes en la producción maderera

T. Ewald Maki

T. EWALD MAKI es Carl Alwin Schenck, Profesor de Ordenación Forestal, Escuela de Montes, Universidad del Estado de Carolina del Norte, Raleigh, Carolina del Norte (E.U.A.). Téngase presente que este documento no se pro pone tratar del uso de los fertilizantes en los viveros forestales, promoción de huertos para semillas, producción de alimentos para los animales selváticos u otras prácticas afines, para los cuales se conocen suficientemente los métodos que permiten alcanzar resultados razonablemente satisfactorios.

Documento preparado a petición de la FAO

La temperatura, la humedad y la fertilidad son tres factores esenciales del ambiente y del habitat que determinan el crecimiento de los árboles en los montes. Existen también otros factores, pero éstos son los tres principales. Los forestales, tradicionalmente, han considerado que todos estos factores sólo están sujetos, en el mejor de los casos, a un control muy débil y principalmente indirecto. La naturaleza y magnitud de su influencia, por supuesto, han sido reconocidos desde hace mucho tiempo como controlables hasta cierto grado mediante manipulaciones silvícolas capaces de modificar la densidad, la estructura o la composición de las masas. Sin embargo, a una determinada latitud o altitud, la productividad de la tierra forestal ha sido aceptada por los especialistas, en gran parte, como un don del ambiente local, es decir, el clima, la fisiografía, el suelo, etc. En gran medida, estos factores determinan el probable alejamiento de los niveles de temperatura, humedad y nutrientes respecto del óptimo para el crecimiento de una especie dada. En cualquier caso, se ha supuesto que la productividad de la tierra forestal permanece esencialmente estable, o es susceptible sólo de un cambio de menor cuantía, durante una simple rotación.

Si se excluyen los pantanos y las turberas, en donde la regulación hídrica puede resultar practicable, o las escasas y bastante limitadas zonas en donde el riego quizá sea justificable, los regímenes de temperatura y humedad de un ambiente forestal deben aceptarse en gran parte en el grado y cantidad en que los proporciona la naturaleza. No ocurre lo mismo con la fertilidad. Los niveles de los nutrientes pueden modificarse, incluso radicalmente, y llevarse muy cerca del nivel óptimo añadiendo a la tierra productos químicos de tipo apropiado y en cantidad suficiente. Evidentemente, esto entraña ciertos riesgos; exige capital, discernimiento y pericia, así como espíritu emprendedor. Estos son los principales ingredientes necesarios para intervenir en el sector de la productividad de la tierra, y con ello para ejercer un control suficiente de la producción de madera, y quizás de la calidad, en mayor medida de lo que se creía posible en el pasado.

Sin, embargo, el tiempo y la incertidumbre están demostrando ser aún fuerzas muy poderosas al llegar a decisiones sobre producción, y de los limitados recursos disponibles, en general, simplemente para llevar a cabo las actividades de ordenación forestal tradicionales, muy a menudo, las sugerencias de asignar parte de los escasos fondos de operaciones o de otra clase disponibles en empresas de abonado de los bosques es posible que encuentren alguna resistencia, tanto entre los propietarios de tierras como entre los administradores. ¿No les han dicho que los árboles forestales, particularmente las coníferas, se supone que tienen capacidad para alcanzar madurez comercial aun con escasez de nutrientes? ¿Por qué impugnar ahora una cuestión tan clara? No es, pues, sorprendente que en la mayor parte de las regiones forestales resulte difícil encontrar unanimidad en lo que se refiere tanto a la necesidad como a la posibilidad de fertilizar las tierras boscosas.

Esta falta de acuerdo, profunda y extendida, es comprensible, pero también lamentable. Impide surgir de una actitud objetiva hacia la fertilización de los montes, de la que muy a menudo se esperan resultados enormes y espectaculares; retrasa la adopción de esta práctica simplemente como otro instrumento más que el ordenador de montes puede usar lo mismo que las quemas prescritas, la aplicación de herbicidas, la preparación del lugar, etc., en las ocasiones y situaciones en que a juicio suyo son justas y correctas.

En este trabajo se presentan algunas opiniones generales acerca de la fertilización forestal y su probable necesidad en la futura producción de madera, y acerca de las etapas de la ordenación de las tierras forestales y del fomento de las masas en que su empleo puede conducir a beneficios aceptables. Parece oportuno examinar primeramente algunas novedades continuativas en el aprovechamiento forestal y de las tierras que pueden apoyar y fundamentar en modo concluyente el empleo de fertilizantes en las tierras forestales.

Principales factores y consideraciones acerca de la fertilización forestal

Existen varios factores o consideraciones importantes que influyen notablemente sobre la cuestión de la necesidad de los fertilizantes en la futura producción maderera. Sin que se trate de indicar ningún orden de prelación o urgencia, se considerarán aquí por lo menos seis factores, insistiendo en por qué y cómo pueden influir en la necesidad de los fertilizantes.

FALTA DE PERMANENCIA EN EL APROVECHAMIENTO DE LAS TIERRAS

Primeramente, se podría considerar la inestabilidad o falta de permanencia del aprovechamiento de las tierras en muchas partes del mundo, ya que se relaciona con el problema de la calidad de la tierra disponible para la producción forestal. La tierra de alta calidad para la producción maderera no es hoy abundante, y parece destinada a sufrir una continua contracción, especialmente en donde terrenos nuevos del monte se abren para cultivos, huertos, prados o pastizales. Con pocas excepciones, en los lugares en donde los hombres han vivido durante más tiempo, particularmente en las regiones templadas y subtropicales, las tierras se encuentran en las peores condiciones. El cambio de estructura en la explotación de tierras corresponde en todas partes más o menos al mismo molde. Los montes se alejan de los centros habitados y de consumo de madera; el suelo se maltrata, perdiendo fertilidad o resultando desfavorable en cuanto a características físicas. Restablecer el crecimiento de especies forestales en tales lugares empobrecidos exigirá generalmente un intenso esfuerzo y medidas especiales. En la mayoría de los casos, cuando el macroclima favorece el crecimiento del monte, es posible establecer una producción maderera comercial en las zonas empobrecidas. Sin embargo, para alcanzar resultados satisfactorios en el menor tiempo posible se requiere casi con seguridad el uso de fertilizantes en el momento de la regeneración, en alguna estapa posterior, o en ambos casos.

GENÉTICA FORESTAL

Una segunda e importante consideración se refiere a la notable atención y al esfuerzo actualmente dirigidos y dedicados a la genética forestal. Entre otros mejoramientos, un resultado esperado de esta actividad es la obtención de estirpes de árboles madereros de crecimiento potencialmente más rápido mediante la selección y la genética. La abundante experiencia recogida con los cultivos agrícolas ha demostrado de forma convincente que las estirpes mejoradas proporcionarán mayores rendimientos en frutos o forrajes, granos, aceite o fibra, sólo cuando se cultiven en suelo suficientemente fértil para captar de forma más completa el potencial genético conseguido a través de la selección y mejoramiento. El resultado derivado de la genética forestal es seguro que sea el mismo. ¿Cómo podría ser de otra manera? Es ciertamente poco realista el suponer que las estirpes de árboles forestales de rápido crecimiento, con copas florecientes y gruesa corteza, puedan medrar en un terreno escaso en minerales y nitrógeno, a pesar de cualquier beneficio que haya podido conseguirse también en eficiencia fotosintética. Así pues, cuando se ha incurrido en grandes gastos para conseguir estirpes mejoradas de árboles, será necesario con toda probabilidad cultivarlas solamente en lugares apropiados con el fin de recoger en modo más completo los beneficios de su demostrado potencial genético. Si los lugares de alta fertilidad nativa son escasos o faltan, será necesario crearlos a partir de los terrenos ordinarios, y esta labor, además de la subsiguiente manutención, es seguro que exigirá planes de fertilización bien trazados.

SUSTITUCIÓN DE RECURSOS

Una tercera consideración importante se refiere al principio de sustitución de recursos. Existen indudablemente muchas situaciones en las que los fertilizantes podrían utilizarse para sustituir la tierra. En este tipo de situación o de sustitución, el empleo de fertilizantes podría, de un modo comprensible, ser añadido hasta el punto en que el costo de los ingredientes igualara las reducciones del costo que proceden del uso de menos tierras. Considerado por lo menos superficialmente, este trueque de recursos está empezando a resultar cada vez más atractivo debido a que el precio de la tierra está sufriendo inflación y a que los impuestos ad valore». sólo tienden al alza, en tanto los materiales fertilizantes tienden a permanecer a niveles de precios relativamente estables. No debe restringirse la sustitución solamente a la tierra. Dentro del radio de abastecimiento de las fábricas basadas en la madera, existen indudablemente zonas forestales donde podrían aplicarse fertilizantes para estimular una mayor producción de madera. Los ahorros irían gradualmente en aumento debido al arrastre a menores distancias, y estos ahorros podrían entonces revertir en el programa de fertilización para las zonas en cuestión. Evidentemente, toda prescripción tendiente a una efectiva sustitución de recursos exigirá un estudio crítico; en esta fase no es posible citar ejemplos concretos de la forma en que operaría en este contexto, pero la idea tiene valor y el principio es fundamentalmente correcto.

PRODUCCIÓN FORESTAL EN TURBERAS

Una cuarta consideración importante se refiere a la creciente aceptación de que extensos terrenos pantanosos turbosos representan un sector prácticamente olvidado y una provincia en exceso abandonada de un gran potencial para la producción forestal. Muy a menudo las tierras turbosas tienen una carencia excesiva de uno o más elementos básicos para soportar masas aceptables de especies arbóreas comerciales. No obstante, se cree que están destinadas a tener un brillante futuro por su abundancia de humedad (usualmente excesiva) y sus grandes reservas de nitrógeno (principalmente en forma no móvil). En muchos casos es posible manipular las provisiones hídricas para llevarlas hasta niveles más favorables o incluso óptimos y, junto con el concurrente mejoramiento de la temperatura y de la aireación, movilizar nitrógeno suficiente para satisfacer el desarrollo arbóreo. La ilimitada humedad permite añadir los elementos minerales necesarios, e incluso nitrógeno adicional, para activar la producción de especies adecuadas hasta alcanzar proporciones comerciales. Sobre la base del conocimiento actual, las tierras turbosas y cenagosas parecen ofrecer sitios en donde el crecimiento arbóreo como respuesta a aplicaciones sencillas de fertilizantes puede sostenerse durante el período más largo, aumentando mucho en esta forma la probabilidad de que la fertilización, unida al control adecuado del agua, encuentre amplia aplicación en lugares turbosos.

INFERTILIDAD DE LOS SUELOS FORESTALES

Un quinto elemento por considerar es la creciente evidencia de que la infertilidad de los suelos forestales está generalizada, aunque se carece, hasta ahora, de una idea clara de hasta qué punto puede limitar la producción de madera. Lo que sí se sabe es que en la mayor parte de las masas forestales en donde por caso o intencionadamente se han aplicado los elementos adecuados, la respuesta en crecimiento ha sido suficientemente grande para indicar con claridad que los nutrientes aprovechables no se encontraban en los niveles óptimos, o que existían graves carencias de uno o más elementos. De hecho, en muchos casos un simple elemento o un compuesto producen un mejoramiento sorprendente en el crecimiento. Además, dosis bastante modestas a menudo satisfacen los requisitos de un estímulo adecuado del desarrollo arbóreo, lo que hace factible la aplicación aérea. Según esto, el descuido o la omisión de los fertilizantes para hacer aumentar la producción de madera empieza ya a resultar algo indefendible.

PÉRDIDA DE NUTRIENTES EN LOS SUELOS FORESTALES

Finalmente, parece pertinente considerar el supuesto, aceptado desde largo tiempo entre los forestales y otros especialistas, de que la ordenación de los suelos forestales consiste principalmente en llevar al máximo los efectos de los residuos forestales a través de la silvicultura. Se supone que la cubierta incierta de barrujo aportada cada ano, la subsiguiente descomposición, la liberación de minerales y las transformaciones energéticas asociadas satisfacen adecuadamente las necesidades nutricionales de las masas arbóreas en forma perpetua. Este supuesto tiene evidentes componentes de lógica, y asimismo elementos de fantasía. Se puede recordar que hace un siglo aproximadamente se iniciaron estudios para determinar si los temores de empobrecimiento del suelo a través de una remoción repetida del barrujo (streunutzung) tenían algún fundamento, y las conclusiones indicaron entonces que los temores estaban fundados y los peligros eran reales. Las extensas investigaciones hechas en años recientes han confirmado generalmente los resultados del estudio anterior, indicando que la remoción repetida de árboles, aunque se refiere solamente a la porción utilizable del tronco y a la corteza que lo recubre, podría eventualmente reducir el suministro de nutrientes en el suelo en un grado significativo. El agotamiento podría alcanzar niveles críticamente bajos, en particular en suelos de fertilidad propia relativamente escasa; en éstos, los efectos debilitantes consiguientes a un menor vigor de la masa podrían ser evitados sin duda por un abonado apropiado. Si la intención y la necesidad fueran sostener un nivel razonable de producción maderera perpetuamente en dichos lugares, el abonado quedaría sin duda justificado.

RESUMEN

Resumiendo, en los párrafos que anteceden se han discutido seis consideraciones o elementos primordiales de una exposición razonada para recalcar que, cuando la explotación de los recursos forestales da paso a la ordenación intensiva de las tierras forestales, resulta más urgente la necesidad de un serio examen de la fertilización forestal y su justificación es mucho mayor. Los seis factores o elementos son ya, o lo serán pronto, «hechos ordinarios» en la moderna ordenación de las tierras forestales. Puede así llegarse a la conclusión de que, si la dasonomía sigue constituyendo una forma significativa de utilización de la tierra y la madera continúa siendo una importante materia prima, en los años venideros se verá, en escala muy importante, la aplicación de fertilizantes con el preciso propósito de incrementar la producción de madera.

Habiendo prejuzgado de esta manera la causa del uso de fertilizantes en la producción maderera, parece obligatorio examinar algunos resultados de estudios y experiencias pasados para mostrar el grado en que esta práctica resulta factible en diferentes etapas del desarrollo de la masa arbórea y de la ordenación de tierras, y asimismo, si es posible, determinar el fundamento en que se basan nuestras expectativas y pronósticos.

Algunas experiencias y resultados en la fertilización de tierras forestales

CONSIDERACIONES GENERALES

Los resultados publicados sobre investigaciones acerca del uso de fertilizantes en el establecimiento de masas arbóreas y en la estimulación de su crecimiento representan por sí solos centenares de citas, la mayor parte de las cuales se basan en alguna forma de ensayo sobre el terreno. Los individuos que parecen haber respondido a algún urgente impulso a distribuir sales fertilizantes en los montes forman legión. A diferencia de las investigaciones sobre nutrición de los árboles en laboratorio, invernaderos, viveros o huertos de semillas, donde a menudo se siguen procedimientos bastante bien contrastados, y a diferencia de las metodologías normalizadas para la dasometría, silvicultura, ensayos de progenie y tareas de campo afines, no existen aún reglas o procedimientos prácticos comparables para orientar la experimentación de campo en cuanto a fertilización de los montes. La individualidad y la imaginación, en particular esta última, son cualidades extremadamente valiosas en la investigación, pero en anteriores estudios de fertilización forestal no parecen haber abundado en la medida apropiada. La futura investigación en este aspecto se beneficiaría de la adopción de unas cuantas normas y requisitos fundamentales que sirvan de base adecuada para la comparación y determinación de los resultados registrados, haciendo que la recogida de la información sea más fácil y significativa.

EL TEMOR A LA PÉRDIDA DE NUTRIENTES

La probable conservación de nutrientes merced a la sucesión anual de la cubierta muerta, la masa ordinariamente extensa de suelo disponible como rizosfera, los muchos años que las masas arbóreas suelen exigir para alcanzar un tamaño aprovechable y otros argumentos análogos han contribuido a la creencia de que no había que preocuparse por la pérdida de nutrientes. Se venía a decir: «Forestal, duerme tranquilo; la meteorización, incluso de los minerales primarios, sin duda es lo bastante rápida para compensar la pérdida de los troncos y de la corteza extraídos del bosque». No se intenta aquí un análisis detallado de esta controversia. Sin embargo, el Cuadro 1 sirve de base para juzgar la magnitud de los valores equivalentes a las pérdidas de elementos nutrientes.

CUADRO 1. - Magnitud de los valores equivalentes a las pérdidas de algunos elementos


Especie, grupo de especies o lugar


Edad

Pérdida de nutrientes en los troncos y corteza


Investigador

Ca

K

P

N

Años

Libras por acre1

Picea abies

120

...

24

6

45

Kvist (1964)

Pinos

100

250

95

19

...

Rennie (1957)

Otras coníferas

100

506

269

37

...

Rennie (1957)

Maderas duras

100

1266

279

56

...

Rennie (1957)

Pinus silvestris

55

135

58

9

101

Ovington (1957, 1959)

Pinus radiata

35

170

230

30

200

Will (1964)

Pinus resinosa


Sitio bueno

31

166

35

9

87

Madgwick (1962)


Sitio malo

31

90

9

5

38

Madgwick (1962)

Pinus resinosa2

20

...

18

6

52

Heiberg et al. (1959)

Lithocarpus densiflora

25

328

109

38

...

von Schroeder (1890)

1 1 lb por acre = 1,12 kg por ha.
2 Puntos medios de los intervalos dados por los autores.

Estos datos no incluyen las sensibles cantidades de nutrientes representadas por los sistemas radiculares, la copa viva y, en su mayor parte, la porción no comerciable del tronco. En el momento de la corta, estas partes se dejan en los montes para liberar y aprovechar otra vez sus nutrientes cuando los materiales se descomponen, excepto, naturalmente, los tocones de las especies que poseen la capacidad de rebrotar, conservándose de esta forma los nutrientes en ellos más o menos fuera de la circulación quizás durante varias rotaciones. Pero, según se puede ver en el cuadro, la pérdida de nutrientes de la rizosfera de la masa forestal es importante incluso cuando sólo se extraen el tronco y la corteza. Directamente, la pérdida de nitrógeno puede ser menos seria que la remoción de algunos otros elementos, como el potasio, ya que los datos al uso indican que los hongos del suelo tienen la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico, lo que conduce en realidad a una acumulación de nitrógeno en el suelo mientras la capa muerta se descompone. En ausencia de datos concretos sobre el probable ritmo de reposición de nutrientes, hay lugar para opiniones muy diversas acerca del grado de importancia de la pérdida indicada en lo que se refiere a la productividad de las zonas forestales. Una opinión es que, si se necesita mantener un crecimiento vigoroso de sucesivas masas arbóreas, hay que recurrir, a intervalos apropiados, a la aplicación de fertilizantes de la clase que se sospeche o se haya determinado que escasea y en las cantidades oportunas.

FERTILIZACIÓN PARA LA RENOVACIÓN O MEJORAMIENTO DE ESTACIONES DIFÍCILES

En todo el mundo se ha empobrecido mucha tierra para el aprovechamiento agrícola debido a la ignorancia u omisión de la ordenación del suelo y a la falta de prudentes principios agronómicos. En dichas circunstancias, la plantación de árboles se ha considerado con frecuencia como la medida mejor y más lógica de restauración. Muy a menudo, en el pasado, los forestales han emprendido estas tareas, incluidas las medidas urgentes de estabilización rápida inicial del suelo, en la creencia obstinada de que los árboles, por sí solos, plantados en la tierra desnuda de un lugar juzgado económicamente conveniente, estabilizarían el suelo, mejorarían la estación y, al mismo tiempo, crecerían hasta un tamaño aprovechable sin necesidad de cobertera muerta, labores de desfonde, fertilización u otras medidas de mejoramiento. El hecho es que la tierra frecuentemente esquilmada y abandonada ha degenerado tanto en su condición física y en su fertilidad que no tiene ya capacidad de producir masas arbóreas comercializables sin la ayuda de medidas especiales.

Si la roca viva no está demasiado cerca de la superficie, un simple tratamiento consistente en (a) profunda labor de subsuelo siguiendo las líneas de nivel y (b) simultánea introducción de fertilizantes químicos y materia orgánica en los surcos así abiertos, tendrá un notable efecto restaurador sobre la productividad de la estación. En este procedimiento, los árboles pueden ser plantados inmediatamente, no en el propio surco, sino a 7-10 cm (3-4 pulgadas) de él pendiente abajo. Por lo que se refiere a algunas estaciones difíciles, particularmente cuando la rápida estabilización del suelo es imperativa, es mejor un tratamiento restaurador más general integrado, quizás, por cultivo general, fertilización, encalado cuando sea necesario, recubrimiento con barrujo o siembra de un cultivo protector de cobertura durante uno o más años antes de llegar a la plantación de los árboles que se juzguen apropiados a la estación de referencia. En los suelos básicamente infertiles, como por ejemplo en el sudeste de Alemania, donde las estaciones han sido ano más empobrecidas por la antigua práctica de streunutzung, la masa existente de árboles decrépitos se extrae primeramente, después se encala la estación y se siembra con alguna leguminosa (altramuz, retama, algarrobo negro o incluso aliso), siguiendo después la plantación con pinos.

Las aplicaciones de cal tienden a ser muy cuantiosas, pero aparentemente las leguminosas pueden aprovecharla con ventaja, y cuando las leguminosas se desarrollan satisfactoriamente, el efecto en los pinos es generalmente muy notable. En general, para la renovación de las estaciones difíciles, excepto cuando se utilizan especies de respuesta inusitadamente buena, como Robinia pseudoacacia, es mejor aplicar fertilizantes (y cal cuando se necesite) a las cosechas estabilizadoras del suelo o para abono verde más bien que directamente a los semillones en el momento de la plantación. Finalmente, respecto de los problemas de restauración de las estaciones difíciles, el estudio crítico ha sido escaso, pero no así la experiencia válida. Basándose sobre todo en la experiencia, es posible afirmar que si se necesita producir especies madereras en suelos esquilmados y empobrecidos, se justifican algunos gastos extraordinarios, incluido lo necesario para la fertilización apropiada que consiga el desarrollo vigoroso de las masas de árboles establecidas.

FERTILIZACIÓN PARA MEJORAR EL ESTABLECIMIENTO DE LA PLANTACIÓN

Se cree que la aplicación de fertilizantes a las plántulas en el momento en que se ponen en el terreno ofrece una clara ventaja económica, por eliminar la necesidad de una nueva visita al lugar de la plantación. Sin embargo, la mayor parte de la opinión y las pruebas recogidas se pronuncian en contra de la fertilización como parte de la operación de plantación (Wakeley, 1954; Lunt, 1946; Zehetmayr, 1960; Tamm, 1965; Viro1). Las objeciones tienen en parte una base biológica. La necesidad crítica de las plántalas en el momento de la plantación es de humedad y no de sales. Durante este período, cuando la planta está luchando por recuperarse del shock del trasplante, la fertilización apenas podrá hacer más que estimular el vigoroso crecimiento de la hierba y las malezas adyacentes, que reducen las provisiones de humedad y pueden sobrepujar rápidamente la plántala, particularmente si se trata de una especie de arranque lento en su crecimiento. Las objeciones surgen en parte debido a que los aspectos económicos parecen discutibles. Los gastos de fertilización, aunque aparezcan modestos al principio, se van acumulando durante muchos años, incluso decenios. Aun en las mejores circunstancias, la respuesta observada, particularmente con la mayor parte de las coníferas, no suele ser amplia.

1 Originales inéditos de P. J. Viro, Instituto de Investigación Forestal de Finlandia, Helsinki. Estas citas son simplemente una pequeña muestra de muchos otros informes análogos.

A pesar de las objeciones, tanto biológicas como económicas, suscitadas en contra de la práctica de fertilizar los semillones en el momento de la plantación, hay otras razones que justifican proseguir la exploración de esta práctica. La inmersión de las raíces de las plantitas en lodo arcilloso ha dado beneficiosos resultados protectores, y cuando se fortifica la arcilla puede tener valiosos efectos en el arranque vegetativo (Slocum y Maki, 1956; Tabor y Davey, 1964). La aplicación en profundidad de ciertos fertilizantes ha estimulado el crecimiento a las plántalas de pino sin vigorizar las malezas o hierbas (Hughes y Jackson, 1962). El uso de fertilizantes de acción lenta ha dado por resultado un mejor crecimiento del abeto de Douglas, sin peligro de chamusco por las sales (Austin y Strand, 1960), y los nuevos dispositivos mecánicos son muy prometedores en cuanto a aplicación automática de fertilizantes en el momento de la plantación (Staroska et al, 1962; Anón., 1963). Es cosa averiguada que esencialmente todas las experiencias y los resultados no satisfactorios en este sentido se han recogido de tratamientos de material de plantación de coníferas. Merece citarse aquí que se han obtenido resultados impresionantes de la aplicación de fertilizantes a Robinia pseudoacacia en el momento de la plantación. Esta especie parece tener una capacidad casi ilimitada de respuesta a una variedad de sales fertilizantes cuando se le suministran en dosis suficientes. Parece razonable suponer que existen otras varias especies en el mundo con una capacidad de reacción parecida y una tolerancia semejante a las sales. Si resultara que dichas especies también producen madera aprovechable, serían valiosas en los programas que exigen integrar la aplicación de fertilizante con la plantación. La aplicación de fertilizante en cualquier fase de establecimiento después de la plantación, especialmente cuando las plantitas pueden ya competir con la vegetación asociada, o cuando se aplican de suerte que beneficien a las plantitas y no a las malezas, hierbas y matorrales adyacentes, con frecuencia ha mejorado el vigor de las plántalas. En resumen, desde un punto de vista biológico, la fertilización en el momento del establecimiento de la plantación, si se realiza adecuadamente, puede ser sin duda beneficiosa. Que demuestre estar o no económicamente justificada es aún tema de conjetura.

FERTILIZACIÓN PARA MEJORAR LA PRODUCCIÓN FORESTAL EX LOS SUELOS TURBOSOS

La ordenación de suelos turbosos para la producción forestal no es sencilla porque generalmente supone una regulación eficaz de la economía hídrica, así como el mejoramiento del nivel de nutrientes (Heikurainen, 1964). Algunos de los experimentos más antiguos y biológicamente más interesantes de fertilización en pantanos turbosos son las parcelas tratadas con cenizas de madera en Norra Hällmyren (Suecia) (Tamm &; Carbonnier, 1961) y las de Kaakkosuo (Finlandia) (Huikari, 1953). Aunque quizás de poca importancia práctica, debido a las grandes cantidades de ceniza aplicadas, estos experimentos indican el amplio potencial biológico de los suelos turbosos para el crecimiento arbóreo e indican algo acerca de los efectos de larga duración de este tipo de tratamiento. En la regeneración de pantanos con turbas ricas en nitrógeno, la aplicación de fósforo y potasio en dosis relativamente bajas a las plantaciones de Pinus silvestris un año después de la plantación han dado resultados sorprendentes en lo que se refiere al crecimiento en altura (Huikari, 1961; Paarlahti, 1965). Con algunos tipos de turba, los fertilizantes parecen esenciales para impulsar el crecimiento arbóreo hasta proporciones comerciales. En una masa de Betula pubescens con un piso inferior de Picea abies en suelo turboso avenado, una dosis de 100 kg de potasio por ha corrigió completamente una forma clorótica del abedul y duplicó el crecimiento en volumen (Tamm, 1960). Incluso cuando la regulación hídrica mediante simples zanjas puede estimular sustancialmente el crecimiento arbóreo, el abonado puede tener un notable efecto suplementario en la producción maderera. En muchos suelos turbosos, la justificación biológica del abonado parece estar ya fuera de discusión; la justificación económica definitiva es aún en muchos casos objeto de conjeturas.

FERTILIZACIÓN PARA ESTIMULAR EL INCREMENTO DE MASAS ESTABLECIDAS

No hace más de 25 años, apenas se discutía que algún día el abonado de masas establecidas con el objetivo principal de estimular el incremento en volumen constituiría una práctica silvícola aceptable. Hoy se practica en algunos países en escala comercial, con la firme creencia de que es beneficiosa. Una compañía de Suecia, por ejemplo, fertilizó unas 15.000 ha (37.000 acres) en 1965, y proyecta fertilizar casi otras 40.000 (100.000 acres) en 1966 (von Schoultz, 1966). La práctica corriente del abonado en la Europa septentrional en estaciones de tierras altas se limita principalmente a las masas bien pobladas que ocupan estaciones de calidad media y que alcanzan un tamaño adecuado para hacer claras lucrativas o para una corta de aprovechamiento final. El abonado se realiza usualmente no más de 10 años antes de las claras o de la corta. El nitrógeno sólo parece bastar para producir un incremento anual de volumen de 1,4 a 2,1 m3 por ha (20-30 pies3 por acre) respecto de las zonas testigo de igual calidad. Por ejemplo, dos aplicaciones de urea, a distancia de cinco años, cada una a razón de 75 a 115 kg de nitrógeno por ha (65 a 100 lb por acre) han producido un incremento extra durante el período de 10 años (Tamm, 1962, 1966; Viro, 1962, 1966; Paarlahti, 1964). Los altos precios de la madera en pie hacen más atractivo el abonado, especialmente en Europa septentrional (Viro, 1966; von Schoultz, 1966), y las dosis relativamente ligeras exigidas hacen más factible la aplicación aérea. Evidentemente, el corto período anterior a claras intensas o a una corta final mantienen bajos los gastos. En los Estados Unidos, a pesar de ser inferior el valor de la madera en pie, está aumentando definitivamente el interés por el abonado de masas establecidas. Como ejemplo, Curtís (1964) citó un costo de sólo 18,25 dólares por ha (7,25 dólares por acre) para la aplicación aérea de fosfatos a razón de 230 kg por ha (200 lb por acre) para una plantación de pino antillano de 250 ha (630 acres); estimó que esta iniciativa daba la posibilidad de un beneficio del 12 por ciento de la inversión.

Con una selección prudente de las estaciones para el tratamiento, el abonado estimula invariablemente el incremento del área basal, pero el efecto de este aumento del incremento no se ha comprendido aún completamente. Depende con toda probabilidad de la especie, el clima, la fisiografía u otros factores afines. Posey (1964) halló que el nitrógeno estimula en forma significativa el crecimiento en volumen del pino americano (Pinus taeda) en una estación de tierras altas de Piedmont en Carolina del Norte, pero la madera formada después del abonado fue de peso específico inferior, con membranas celulares más delgadas y traqueidas más cortas. Ni Tamm (1962) en Suecia ni Jensen et al. (1964) en Finlandia han observado ningún efecto adverso en las propiedades de la madera atribuibles al repentino incremento del crecimiento, y Jensen no ha encontrado que la pasta al sulfato sea afectada contrariamente por la madera de dichos árboles.

La fertilización supone riesgos, los cuales, aunque no necesariamente generales, no por ello son menos reales. Puede incrementar en gran manera la incidencia de la roya fusiforme en algunas especies de pinos; hace las plántalas y los latizos más susceptibles a daños por ramoneo por los conejos, ciervos, alces, etc.; las pifias y semillas resultan más atractivas para las ardillas y otros depredadores; puede afectar negativamente a la calidad del agua que corre desde las cuencas fertilizadas o desde los pantanos tratados. Estos son, brevemente, ejemplos de la naturaleza y amplitud de los riesgos que la práctica del abonado puede suponer.

Bibliografía

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