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La fauna silvestre de Africa en sus manos

GRÁFICA

Una escuela de monteros y guardabosques

Un proyecto del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas/FAO que lleva a cabo la Dirección de Montes y Productos Forestales

La fauna africana está en las manos de estos hombres. Son los futuros monteros y guardabosques de Africa, los hombres que han aceptado el deber de salvaguardar uno de los más preciados recursos de sus países.

Africanos de diez países estudian en la Escuela de Ordenación de la Fauna Silvestre, situada en Tanzania, en las laderas del monte Kilimanjaro. Esta escuela es la primera de su clase en Africa, donde se capacita a los alumnos para que sean los futuros dirigentes en la conservación de la fauna silvestre, y aprendan por qué las grandes y vistosas aves y animales que tanto abundan en Africa son más valiosas de lo que sus antecesores pudieron jamás soñar.

Muchas personas se preguntan por qué la fauna silvestre es tan valiosa y por qué la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ayuda al Africa entera para tratar de salvarla.

Pueden proporcionar carne, que sirve de alimento a los africanos necesitados de proteínas. Experimentalmente se ha visto que algunas especies silvestres pueden criarse como el ganado, en pastos demasiado pobres en que este último no podría subsistir.

Son también el principal recurso de una de las mayores industrias del Africa oriental: el turismo. Cada vez aumentan más los visitantes deseosos de observar en su ambiente natural, llanuras y bosques, a estos espléndidos y únicos ejemplares. El turismo es fuente de trabajo para africanos de muy diversas profesiones y oficios, lo que crea una fuente de ingresos para todo el país.

En los parques nacionales, otro de los grandes recursos de Africa, los mamíferos y las aves gozan de especial protección. Los alumnos de la escuela aprenden a cuidarlos, a proteger sus tierras y aguas, que tan esenciales son para la vida silvestre.

Se ha dicho que el 90 por ciento de los animales salvajes que originalmente había en Africa han sido exterminados. Pero las probabilidades de que ocurra otro tanto con el 10 por ciento restante son ahora mucho menores.

Internacionalización de asociaciones forestales

En un mundo en el que se intensifican las relaciones de un país a otro en razón directa de las facilidades cada vez mayores de comunicación, la internacionalización de las actividades de grupos aparece como una ley natural.

En el campo de los montes, estas comunicaciones pueden ser, en el momento actual, de dos clases. En primer lugar, hay el intercambio de productos. El consumo de productos forestales es extremadamente desigual de un país a otro, y lo mismo ocurre con su calidad. Por consiguiente, los usos a que se prestan no son menos variables de una a otra región del globo. Todo indica que, tanto a corto como a largo plazo, la demanda tenderá a uniformarse y, al mismo tiempo, aumentará; este crecimiento no podrá ser cubierto, habida cuenta de estas diferencias de calidades, más que por un incremento del intercambio de productos forestales.

Por otra parte, están las relaciones técnicas y culturales.

Desde este punto de vista, los niveles alcanzados por los diferentes países del globo también son muy variables. La mayoría de los países no han dominado todavía ni las técnicas selvícolas, ni los medios institucionales que las permitiesen sacar el máximo beneficio de los montes de que disponen, tanto para ellos mismos como para el resto del mundo, asegurando así la conservación de estos recursos naturales. Es deber de los países más desarrollados ayudar a los otros a alcanzar este objetivo, y esta asistencia ya va ampliándose.

La internacionalización de los diferentes tipos de asociaciones que se han analizado tiene por fin el facilitar este doble movimiento. Su interés aparece claramente en lo que concierne a las asociaciones con fines desinteresados. Aun para aquellas cuyos objetivos estén territorialmente muy limitados, como la defensa de la zona boscosa, los medios de que pueden disponer para alcanzar este objetivo se encontrarán evidentemente reforzados si se benefician del apoyo y del prestigio de asociaciones internacionales.

La internacionalización de las asociaciones con fines lucrativos aparece igualmente útil en muchos casos. Constituye casi una necesidad para las agrupaciones industriales y comerciales cuyos miembros están directamente interesados en el desarrollo de la producción y del consumo mundiales de los productos que ellos fabrican. Permitiría iniciar un cambio continuo de informaciones entre agrupaciones nacionales que se interesan por los mismos problemas, ya sean dé orden técnico o económico.

Pero son posiblemente las agrupaciones del tercer tipo, y particularmente los trabajadores especializados del monte y los productos forestales, a quienes la internacionalización interesa más. Se ha insistido siempre sobre la considerable influencia que estas agrupaciones eran susceptibles de ejercer sobre la política forestal y su ejecución. Esta influencia no podría ser más que favorable, pues los miembros de estas asociaciones son los técnicos que están perfectamente informados de los problemas forestales del país, de las soluciones que pueden aportarse y de las limitaciones que estas soluciones pueden encontrar. También se ha dicho que las reivindicaciones de estas agrupaciones para la mejora; del nivel de vida de sus miembros tenían una importancia relativamente escasa, en razón del alto y del prestigio que les confieren sus estudios y las funciones de que están encargados. Todo esto es muy exacto, pero con dos condiciones. La primera es que estas agrupaciones tengan una existencia real, estén bien estructuradas, habiendo definido netamente los fines que se proponen, comprometiéndose en actividades cuyo interés general pueda ser reconocido fácilmente. La segunda es que las agrupaciones en cuestión gocen, cerca de las autoridades gubernamentales a las que pueden influenciar, de suficiente prestigio; que estas autoridades puedan comprobar que el asesoramiento que se les da es para beneficio general del país, y basado en un conocimiento profundo de los problemas y sobre consideraciones maduramente reflexionadas, y no en intereses personales.

Ahora bien, esta situación, si está bien instaurada en algunos países, no está realizada en regiones en que la ciencia forestal no ha hecho todavía más que progresos muy mediocres, el número de ingenieros de montes y productos forestales es muy reducido y la idea de una asociación apenas está esbozada. La situación material de estos ingenieros, comparada con la de ingenieros de formación similar, deja frecuentemente mucho que desear, sobre todo para los que están empleados por el Estado, porque la importancia de su trabajo no está todavía suficientemente reconocida. Los esfuerzos aislados de los miembros de la profesión, por muy distinguidos que puedan ser, o de asociaciones pobremente organizada, son impotentes para mejorar este estado de cosas. En estas condiciones, es inútil hablar del papel que los miembros de la profesión, aisladamente, o agrupaciones profesionales pequeñas y sin prestigio, pueden ejercer sobre el desarrollo de la política forestal. Sin embargo, en un alerto número de estos países, se crean o amplían escuelas forestales. Si las condiciones de ejercicio de la profesión, al menos en el plano moral, no llegan a ser rápidamente más atractivas, el reclutamiento de los alumnos para estas escuelas puede encontrarse gravemente comprometido. Importa que a su salida de estas escuelas, los jóvenes ingenieros tengan la impresión de que pueden y deben desempeñar un papel útil en el desarrollo económico de su país, que el asesoramiento que puedan dar, las medidas que tomen por iniciativa propia, no serán sistemáticamente abandonados.

Está claro que la organización de una especie de Federación internacional de las asociaciones podría tener buena influencia sobre la mejora de la situación, que no puede ser más que perjudicial para el progreso de las políticas forestales. Una iniciativa tal estimularía la creación de nuevas asociaciones en el ámbito nacional y aumentaría considerablemente el prestigio de las jóvenes asociaciones existentes. El ejemplo de los métodos que siguen las asociaciones de los países más desarrollados sería de gran provecho para adquirir, ante los círculos gubernamentales, y, también ante el público en general, la consideración a, que tienen derecho, ya que sus miembros se dedican a una obra de nacional y hasta internacional. Bajo la influencia de las asociaciones altamente organizadas a nivel internacional, las jóvenes asociaciones, por otra parte, llegarían de prisa a sobrepasar el estado de la defensa puramente material de los intereses de sus miembros para emprender trabajos que, estando ligados a la mejora de las condiciones del ejercicio de la profesión, aumentarían su prestigio por la importancia que podrían presentar para la evolución armoniosa de los programas forestales, para el progreso de la política forestal y el desarrollo económico y social del país.

Existe una dificultad en lo que respecta a la constitución de asociaciones internacionales que no se puede ignorar. Estas deben fijar su sede en un país determinado. De esta forma se encuentran sometidas a las leyes y reglamentos del país en cuestión. Concebidas en el marco general de las instituciones del país, estas leyes y reglamentos mal se pueden adaptar a las necesidades de un organismo internacional. Sin embargo, este obstáculo ha sido reconocido por los organismos especializados de las Naciones Unidas, en particular por la Unesco, y parece que están considerando las medidas para disminuir los inconvenientes.

Agrupación de asociaciones a escala nacional

Ha habido en el pasado una cierta ausencia de enlace, y a veces hasta antagonismo, entre las asociaciones forestales. Que se sepa, no existe ningún foro nacional en el que cada una de estas asociaciones pueda exponer sus puntos de vista y someterlos a la discusión de las otras asociaciones cuyos puntos de vista pueden ser radicalmente diferentes.

Bastante paradójicamente, si este foro nacional no existe, hay uno, al menos en principio, en el plano internacional: el Congreso Forestal Mundial. Pero éste no se reúne más que a grandes intervalos, y no está representado, en el intervalo de sus reuniones, por ningún organismo permanente. La brevedad de sus sesiones obliga a limitar las discusiones a grandes rasgos de la evolución forestal mundial, y los puntos discutidos, aunque estén determinados con el mayor cuidado y después de numerosas consultas, pueden parecer muy alejados de los problemas de sus participantes.

Quizás fuese de otra forma si, en cada país, todas las agrupaciones interesadas por los problemas que afectan directa o indirectamente a las políticas forestales pudiesen intercambiar sus puntos de vista a escala nacional, determinar cuáles de estos problemas presentan más complicación o urgencia, y discutir entre ellas los mejores medios para resolverlos en bien de los intereses de cada agrupación y aun del país en su conjunto.

¿Sería pues utópico imaginar que estas diversas agrupaciones, sin perder su propia individualidad, y sin renunciar a los fines particulares que persiguen, formen en cada país una especie de federación de asociaciones forestales? Su fin principal sería la conservación de los montes nacionales y la utilización de la totalidad de los productos - materiales e inmateriales - que ellos suministrasen en el mayor interés de los habitantes del país. Está claro que una federación tal, capaz de expresar el punto de vista común de todos los usuarios del monte, tendría mucha más influencia ante los organismos gubernamentales interesados que las agrupaciones aisladas que no pueden expresar más que un punto de vista particular y susceptible de encontrarse fácilmente en conflicto con los de otras agrupaciones. Tal federación no debería ser exclusiva podría abarcar agrupaciones de todos - los tipos analizados anteriormente e aquellas que no se preocupan más que esporádicamente, o poco, de los problemas forestales. Aquellas asociaciones que ahora están particularmente aisladas (por ejemplo, las de los obreros forestales, a pesar de su importancia) tendrían así la ocasión de aliarse con otros grupos. Todas estas agrupaciones están ligadas por un objetivo común: el monte, su permanencia y utilización en las mejores condiciones posibles. Esta es la base y justificación de su existencia cualquiera que sea la divergencia de sus intereses, este objetivo común constituye entre ellas un lazo que cada vez debería ser más fuerte.

No hay que descartar el que estas federaciones nacionales puedan ulteriormente unirse a escala regional o mundial con los organismos de las Naciones Unidas, y en particular con la FAO, beneficiándose ambos con esta unión. Una federación mundial de este tipo tendría otros papeles que desempeñar. Podría considerar como una de sus principales tareas, por ejemplo, el colaborar en la organización de los futuros Congresos Forestales Mundiales, y elaborar los programas.

Es probable, en una empresa como ésta, que el primer paso sea el más difícil. En la escala nacional, cada agrupación no quiere perder su individualidad y es contraria a integrarse en una federación nacional. Sin embargo, es necesario que una de estas agrupaciones tome la iniciativa. Quizá fuese ésta una de las actividades más interesantes que podrían proponerse las asociaciones forestales profesionales - aquellas que agrupan a los ingenieros de montes y de las industrias forestales. Sin hablar del prestigio que ganarían en el plano nacional, parecen ser también las mejor calificadas para emprender tal acción.

Conclusión

Las ideas que han sido desarrolladas en las dos últimas partes del presente trabajo no son más que simples sugerencias. La reagrupación de las asociaciones forestales nacionales en el seno de amplias federaciones nacionales y después internacionales, no puede realizarse en un futuro próximo. Pero quizás sería un fin a perseguir, puesto que su realización permitiría a los gobiernos no solamente una planificación más fácil de los programas forestales, sino que ayudaría a hacer pública la importancia de los asuntos forestales.

La realización más inmediata podría ser la internacionalización, donde no exista todavía, de las agrupaciones que persiguen fines idénticos o análogos en los diversos países. Se puede imaginar el interés que presentaría tal decisión. La internacionalización de las asociaciones forestales profesionales que agrupan a los técnicos del monte y de las industrias forestales parece ser a la vez la más fácil de realizar y la que tendría influencia más inmediata sobre el progreso forestal mundial. Conferiría a las asociaciones nacionales de esta categoría, que todavía no lo han podido adquirir, un prestigio que les es necesario para ejercer una influencia favorable sobre el desarrollo de las economías forestales de sus países respectivos.


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