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APENDICE D
EXPOSICION DEL DIRECTOR GENERAL

Sr. Presidente,

Me conplace dar la bienvenida a todos los representantes de los miembros del Consejo en este 52o período de sesiones y a todos los observadores presentes hoy aquí.

Cuando hablé por primera vez ante el Consejo como Director General hace unos ochos meses, me encontraba en la agradable posición de poder confirmar un cierto mejoramiento en la situación mundial de la alimentación. Me refería principalmente, como pueden ustedes recordar, al año 1967 en el que hubo una marcada elevación de la producción de alimentos en comparación con los dos años malos que le habían precedido. Nuestras cifras actuales, que se revisarán antes de la publicación de El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación, indican que el año 1968 no fue ni tan malo ni tan bueno como los tres años anteriores. La producción alimentaria general aumentó del 2 al 3 por ciento, aunque este cuadro varió mucho de una región a otra. En el Lejano Oriente, que es la principal zona mundial deficitaria en alimentos, hubo un incremento considerable y alentador. En América Latina, por el contrario, la extensa sequía parece haber conducido a una disminución real de la producción. Considerando al mundo como conjunto, sin embargo, puede estimarse que 1968 fue un año normal, en el cual la producción alimentaria se mantuvo al menos en proporción con el aumento de la población.

La cuestión, Sr. Presidente, es si basta con que haya sido “normal”. Si consideramos las estimaciones que indican que las necesidades alimentarias de los países en desarrollo van a aumentar del 3 al 4 por ciento al año durante el próximo par de decenios, creo que la respuesta debe ser decididamente que no. En mi anterior exposición inaugural ante el Consejo, dije que la mejora de la situación alimentaria mundial nos permitía mirar el futuro con lo que denominé “cauto optimismo”. Aún sostengo esa opinión y la he reafirmado en varias ocasiones. No me gustaría, sin embargo, ser mal interpretado. Por algunas razones, quizá la de que una palabra positiva tiene más fuerza que una negativa o quizá porque, después de la triste perspectiva de los dos años anteriores, la gente se halla dispuesta a asirse a una nota de esperanza, se ha tendido a atribuir mayor importancia a mi optimismo que a la cautela con que lo califiqué. No se trata meramente de una cuestión de palabras. Hay fundadas y sólidamente auténticas razones, bien conocidas de los miembros de este Consejo para confiar en que la producción de alimentos puede aumentarse rigurosamente, siendo el progreso tecnológico, evidenciado en las variedades de alto rendimiento, y la mayor atención que los gobiernos han prestado recientemente al desarrollo agrícola, solamente dos de esas razones. Pero es igualmente claro que el aumento constante de la producción en la escala requerida va a exigir durante un largo período de tiempo una inversión masiva y un ingente esfuerzo concertado. El Consejo, desde luego, también conoce bien este hecho. Lo recalco ahora para evitar toda impresión de que podamos permitirnos, en modo alguno, ceder en nuestro esfuerzo. Es demasiado evidente que lo contrario es la verdad.

No me propongo en esta fase añadir nada más con respecto a la situación general del mundo en materia de alimentos. Esta situación no ha cambiado radicalmente desde el último período de sesiones del Consejo y, en todo caso, sería más provechoso examinarla en época más avanzada del año, cuando El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación se haya publicado ya. Preferiría limitar mis observaciones actuales a lo que sucede en la FAO.

Hablando en términos generales, Sr. Presidente, 1968 fue el año de la reorganización, mientras que 1969 es el de la consolidación. Se trata de un año que espero y creo producirá resultados extremadamente positivos y útiles para la Organización y sus Estados Miembros.

Me gustaría, en primer lugar, mencionar nuestro Plan Indicativo Mundial para el Desarrollo Agrícola, en el que confío mucho para la orientación a largo plazo de nuestra labor. El estudio mundial, del que aún nos ocupamos, se distribuirá en el verano y con ello estará listo para que la Conferencia lo pueda examinar más avanzado el año. Desde hace mucho tiempo se aguardaba la aparición de este estudio y, como suele ocurrir en tales casos, se espera mucho en el acontecimiento. Aunque, a mi juicio, el Plan ha de resultar un documento muy valioso, debo advertir del peligro de esperar demasiado de él. En realidad, no se trata de un plan en el sentido convencional del término, sino más bien de un análisis de las principales cuestiones con que se enfrentará la agricultura mundial en los años setenta y principios de los ochenta, junto con algunas sugerencia relativas a las orientaciones más importantes que habrán de seguir las actividades. Aunque estoy convencido de que el Plan contiene mucho material valioso reunido con un grado considerable de competencia intelectual, no quisiera que surgieran esperanzas exageradas de que estamos produciendo lo que evidentemete no puede producirse, a saber, un proyecto completo y detallado para el desarrollo agrícola en todo el mundo durante el próximo decenio, más o menos. En realidad, este fin no se pretendió nunca. El PIM, en esencia, es un intento de proporcionar un marco en el que los países en desarrollo y los desarrollados puedan observar mejor sus propios problemas particulares, pero es evidente que una planificación detallada debe realizarse, como es lógico, en su mayor parte, a nivel nacional.

Otro aspecto importante de nuestra labor en este año es la aplicación gradual de la nueva estrategia, o sea, las cinco Esferas de Concentración que recibieron el beneplácito general del Consejo en su último período de sesiones. Los grupos de acción interdireccionales han trabajado en la Organización, redactando análisis detallados de los problemas y sugiriendo directivas de ataque, en cada una de esas cinco Esferas de Concentración. Los documentos sobre políticas que han preparado estos grupos se distribuirán próximamente a los gobiernos y se pondrán también a disposición de un público más amplio en forma impresa. Pedimos a los distintos países, una vez que esos documentos sobre políticas se hayan estudiado en donde proceda, que nos comuniquen cuáles son los sectores de las cinco Esferas de Concentración que les presentan dificultades especiales y en cuáles puede la FAO prestarles asistencia.

Aunque las iniciativas para la acción en las esferas de Concentración procederán principalmente de los gobiernos, creo que la FAO, por su parte, puede y debe tomar un número limitado de iniciativas fundamentales, en particular a nivel mundial, o regional. Pienso, por ejemplo, en el intento sistemático de reforzar la industria de la multiplicación de semillas en aquellos países donde se están introduciendo variedades de cereales de alto rendimiento. Un servicio bien organizado de multiplicación y distribución es esencial para proteger a las semillas de variedades de alto rendimiento de la degeneración y el deterioro y consideramos que esto representa quizá el eslabón más débil del programa de variedades de alto rendimiento como conjunto. Otra empresa algo más compleja en la que pienso es el fomento de la producción ganadera, no sólo para cubrir las necesidades nacionales sino también para la exportación, lo que exige una acción simultánea en los frentes técnico, financiero y comercial para lograr éxito. Estamos empezando a actuar en América Latina y esperamos extender nuestras actividades a otras regiones. He mencionado estos dos ejemplos de posibles iniciativas fundamentales exclusivamente como indicación de lo que pienso. Nuestra idea se halla aún en fase de formación y presentaré un documento amplio en el que se bosqueje nuestro pensamiento para que lo examine el Comité Técnico sobre Esferas de Concentración y la Conferencia misma en época más avanzada del corriente año.

Ahora quisiera volver a la cuestión de los cambios estructurales que estamos realizando. En primer lugar, debo mencionar uno que no se ha hecho. Recordarán ustedes que el Consejo, en su último período de sesiones, dejó en pie algunas cuestiones importantes relativas a la estructura de la FAO, regional y por países. Una de éstas era si las Oficinas Regionales de la FAO deben o no fundirse con las Comisiones Económicas Regionales de las Naciones Unidas. En la serie reciente de Conferencias Regionales, la opinión general fue que la FAO debe conservar sus Oficinas Regionales y no fundirlas con las Comisiones Económicas, aunque continúe y, en realidad, intensifique su cooperación con ellas. Ha considerado por lo tanto que tal era la voluntad de los gobiernos de nuestros Estados Miembros y obrado en consecuencia.

Un segundo punto importante acerca del cual hubo consenso de opiniones en las Conferencias Regionales fue el de que la función de los Representantes Regionales debe ampliarse para que tengan mayor voz en las políticas de la FAO, especialmente, desde luego, en sus propias regiones. Además, se estimó que las oficinas regionales deben contribuir más eficazmente a las actividades que desarrolla la FAO en sus ámbitos respectivos.

Ambas ideas, como creo que ustedes saben, se armonizan mucho con mis propios criterios. Durante mucho tiempo he sostenido que la FAO como organización mundial, debe dedicar una parte mayor de sus propios recursos a sus actividades de campo. Los tiempos en que la labor de la Organización en todo el mundo emanaba casi enteramente de un grupo central de cerebros situados en una sola ciudad han terminado definitivamente. Aunque, naturalmente, debe haber siempre una orientación que proceda de una sola sede, no conseguiremos el mayor dinamismo que exigen nuestras actividades prácticas en los países mismos sino descentralizando de varias maneras las responsabilidades. Para poner en práctica este criterio, he tomado medidas recientemente, previa consulta con los Representantes Regionales, para reforzar su papel como mis principales asesores en la formulación de políticas relativas a su región, a cada uno de los países que la componen y a las demás organizaciones que en ella actúan, y, en su calidad de mis negociadores principales con los gobiernos de la región, en cuestiones importantes que afectan a las relaciones con la FAO de los países en cuestión, incluidos los asuntos relativos a la estrategia general de la Organización. He establecido el cometido específico de los Representantes Regionales y la jurisdicción en la que han de ejercerlo. Dada esta ampliación de responsabilidades, he recalcado que la Sede debe informar plenamente a dichos representantes de todos los acontecimientos e iniciativas importantes. Espero, naturalmente, que éstos, a su vez, se mantengan en estrecha consulta con la Sede, especialmente con el Departamento de Desarrollo, con el fin de que la Organización trabaje en equipo y no tenga más que una sola voz. La idea básica que debe presidir las relaciones entre la Sede y los Representantes Regionales debe ser la de una cooperación creadora.

En lo concerniente a las Oficinas Regionales, propongo que se integren más estrechamente sus plantillas bajo la dirección del Representante Regional correspondiente, reforzándolas tanto en cuanto a calidad como a eficiencia. Me propongo también la supresión de todas las Oficinas Subregionales y su transformación en oficinas de países o grupo de países, lo que se halla en armonía con las recomendaciones formuladas en las diversas Conferencias Regionales.

Este tema me lleva a otra cuestión que se examinó extensamente en aquellas conferencias, a saber, la de los Representantes en los Países. Creo que el Consejo, en general, conviene conmigo en que la rápida expansión de los programas de campo de la FAO exige que se cuente en los países en desarrollo con un cuerpo amplio de Representantes en los Países. He calculado que el mínimo necesario es de 55 y, por ello, hago una propuesta al respecto. La cuestión que se debate es si esos Representantes en los Países deben formar parte de la estructura administrativa de la FAO misma o, como los Asesores Agrícolas Principales nombrados en virtud de un convenio PNUD/FAO de 1966, incorporarse a la estructura administrativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Inicialmente, había decidido proponer que las 55 oficinas de los Representantes en los Países fueran financiadas con cargo al Programa Ordinario, incluyéndose en ese número los 28 Asesores Agrícolas Principales pagados actualmente por el PNUD con cargo a su presupuesto administrativo, los dos Representantes en los Países que trabajan en régimen de jornada completa sufragados hasta ahora por el Sector de Asistencia Técnica del PNUD y los cuatro Representantes Regionales Adjuntos encargados de las Oficinas Subregionales que han de convertirse en Oficinas en los Países. Con el fin de facilitar la financiación de esta nueva propuesta, decidí cubrir aproximadamente la mitad del costo mediante la transferencia al campo de los recursos asignados a la Sede. Creo poder decir que esta orientación marca un cambio radical de política y constituye una prueba concreta de mi intención de atribuir mayor importancia a nuestras actividades en los países en desarrollo. Otra cuarta parte del costo se sufragaría mediante la redistribución de los recursos que se emplean actualmente para las Oficinas Subregionales, dejando la última cuarta parte a cargo de los nuevos recursos que he propuesto en mi Programa de Labores y Presupuesto.

Elemento importante en dichos cálculos es que la transferencia a la FAO del costo de los 28 Asesores Agrícolas Principales del PNUD no significa, en efecto, una diferencia sustancial en los desembolsos de la comunidad internacional considerada en conjunto. No se trata de una cuestión de gastos sino más bien de política: ¿los Representantes de la FAO en los Países deben ser empleados de la Organización o del PNUD?

Desde que presenté mi propuesta original en el Programa de Labores y Presupuesto, la cuestión se ha examinado ulteriormente tanto en las conversaciones celebradas con una serie de gobiernos como en las deliberaciones de los Comités del Programa y de Finanzas. Ambos Comités, si bien recomendaban que se apoyase el principio de establecer 55 Oficinas de la FAO en los Países, recomendaban también concretamente que volviera a entablar negociaciones con el Administrador del PNUD, Sr. Hoffman, con vistas a llegar a un acuerdo mutuamente aceptable sobre la repartición de los gastos. Así lo he hecho y, tras de largas conversaciones y un intercambio de correspondencia, hemos convenido el Sr. Hoffman y yo en proponer un arreglo algo diferente a nuestros respectivos organismos rectores. De acuerdo con este arreglo, los 55 puestos que he mencionado llevarían todos el título de Asesores Agrícolas Principales/Representantes de la FAO en los Países. Veintiocho de estos puestos continuarían siendo financiados como hasta ahora con cargo al PNUD. Mi propuesta de financiar dichos puestos con cargo a nuestro Programa Ordinario para el bienio 1970–71 se limitaría pues a los otros 27, aunque también propongo que la FAO cubra los gastos adicionales que representa el trabajo que hagan los funcionarios financiados por el PNUD en actividades que corresponden solamente a la FAO y no son parte del Programa de Campo del PNUD. Finalmente, el Sr. Hoffman y yo convinimos en que el funcionamiento de este sistema dual se examinaría hacia finales de 1970.

Tal vez convenga detallar algo más cuáles serían los efectos prácticos del sistema propuesto. Los 55 Asesores Agrícolas Principales/Representantes de la FAO en los Países serían responsables de todas las actividades de la FAO y, por lo que se refiere a las actividades financiadas por el PNUD y de otro tipo, trabajarían en estrecha colaboración con los Representantes Residentes. Recibirían instrucciones de la FAO e informarían directamente a la misma, enviando copia de toda correspondencia relativa al PNUD al Representante Residente, al cual mantendrían también informado de todas las actividades de la FAO, fuera del campo del PNUD, que pudieran interesarle. Los oficiales financiados por la FAO serán elegidos por la Organización tras de consultar con el PNUD y, administrativamente, serían responsables ante mí. Los financiados por el PNUD serían escogidos por la FAO, con el asentimiento del PNUD, nombrados conjuntamente por el Administrador y por mí, y responsables administrativamente ante el PNUD.

No es necesario que entre en pormenores sobre la nueva disposición, que se explica en un addendum al Programa de Labores y Presupuesto. Quisiera, sin embargo, señalar el principal objetivo del sistema que, creo, tiene repercusiones importantes para el futuro. El Sr. Hoffman y yo estamos de acuerdo en que, para hacer más eficaz la batalla en pro del desarrollo económico y social que sostiene ahora el sistema entero de las Naciones Unidas, sería muy valioso que los representantes de los distintos organismos y programas de las Naciones Unidas en un país determinado actuaran juntos como un “gabinete”, presidido por el Representante Residente. En este sentido, propongo que los 27 oficiales que nosotros financiamos actúen, no solamente como Representantes de la FAO en los Países, sino también como Asesores Agrícolas Principales de los Representantes Residentes del PNUD. Confío en que este plan, caso de que sea aprobado por los organismos rectores de ambos organismos, funcione a satisfacción de nuestros Estados Miembros. Aunque se trata sólo de un arreglo provisional, creo que representa un paso hacia la cooperación e integración más estrechas de todos nuestros esfuerzos en favor del desarrollo, y puede conducir a un sistema viable y definitivo de representación en los países.

Hay otro aspecto de este nuevo sistema propuesto del que quizás se hayan dado ya cuenta los miembros del Consejo. En mi propuesta original de financiar 55 Representantes de la FAO en los Países con cargo al Programa Ordinario había previsto, como dije, que unas tres cuartas partes de los gastos se cubrirían mediante la redistribución de nuestros recursos actuales y que para el cuarto restante habría que habilitar nuevos recursos. No tengo la intención de alterar mis planes relativos a la redistribución. El resultado total es que la expansión, en mis propuestas relativas al presupuesto para el bienio 1970–71 tal como aparecen en el Programa de Labores y Presupuesto, se reduciría del 21,4 por ciento al 18,2 por ciento. La mayor parte son aumentos obligatorios. En términos de la expansión real del programa, mis propuestas representan un aumento del 8,3 por ciento para el bienio, o sea, una tasa anual de incremento de un poco más del 4 por ciento - lo cual, creo, es una cifra muy módica.

La base de mi Programa de Labores y Presupuesto es, naturalmente, el plan de reorganización considerado por el Consejo en su último período de sesiones. Aunque la mayor parte del plan aprobado ya se ha puesto en práctica, y ya lo estaba en efecto cuando el Consejo terminó su último período de sesiones, hay uno o dos elementos importantes que sólo se pondrán en práctica a partir de 1970–71. El más importante es el establecimiento del Departamento de Montes, propuesta que ha recibido el apoyo unánime del Comité Plenario Especial de Montes en su reciente reunión. Debo también mencionar el establecimiento de una estructura de tres direcciones en el Departamento de Pesca

Otro aspecto del plan de reorganización era una propuesta en el sentido de que se redujeran, mediante su fusión, una serie de dependencias y subdirecciones de diversos Departamentos. En el Programa de Labores y Presupuesto he propuesto, en cumplimiento de lo anterior, la creación de unidades más grandes llamadas servicios, las cuales absorberían las dependencias más pequeñas existentes.

Hemos empezado también a cambiar la forma de nuestro sistema de categorías de puestos para darle una estructura más piramidal. Como verá el Consejo, la mayoría de los nuevos puestos propuestos, con la excepción de los Representantes en los Países, son de categoría P-2. Espero que de esta forma podamos atraer a un número considerable de jóvenes valiosos a la Organización. Como los puestos que haya que abolir en las Oficinas Centrales para financiar nuestra red de Representantes en los Países son todos de categoría más alta, se registrará un cambio significativo en la estructura general de nuestra plantilla. Ambas cosas -el aumento de puestos de jóvenes profesionales y la transferencia de recursos al campo- van muy de acuerdo con los deseos de nuestros Estados Miembros y con mi propio criterio.

Sr. Presidente, la mayor parte de nuestra reorganización en las Oficinas Centrales lleva ya casi un año en práctica -tiempo suficiente para tener una impresión de cómo funciona. Los resultados, a mi ver, son evidentemente positivos. El Departamento de Desarrollo, por ejemplo, y particularmente la Dirección de Servicios Regionales, están logrando gradualmente el enfoque geográfico de nuestras actividades que es uno de los objetivos principales de toda la reorganización. La creación de siete Oficinas de Operaciones ha permitido una asignación clara de responsabilidades para la dirección de los proyectos operativos. Aunque existe aún un margen considerable para mejorar por lo que a nuestro funcionamiento se refiere, estoy convencido de que trabajamos siguiendo las líneas adecuadas y la dirección debida.

Quizás pudiera decir algo también acerca de nuestros proyectos de campo. Después del último período de sesiones del Consejo he dedicado gran parte de mi tiempo a visitar los Estados Miembros, en particular los países en desarrollo del Lejano Oriente, del Cercano Oriente, de Africa y de América Latina. He tratado de hacer en todas estas visitas un estudio tan detallado como el tiempo me ha permitido de los proyectos que está ejecutando la FAO, con objeto de obtener una impresión clara de los puntos fuertes y débiles de nuestro programa. Puedo decir, sin lugar a dudas, que también en este terreno mi impresión es muy positiva. Hemos tenido, claro está, éxitos y fracasos, pero éstos, me complazco en decirlo, han sido pocos. En general, la calidad de nuestros expertos ha sido a mi juicio alta, y la repercusión de nuestros proyectos considerable. Es mi firme opinión que la FAO, el PNUD, los otros organismos con los que trabajamos y sobre todo los gobiernos beneficiarios mismos, tienen motivos para estar orgullosos.

Sr. Presidente, creo que debería mencionar brevemente una o dos cuestiones más que serán consideradas por el Consejo. Como usted sabe, el Segundo Congreso Mundial de la Alimentación se celebrará en La Haya dentro de un año, más o menos. Quisiera informar que he terminado el plan para dicho Congreso, y que será distribuido el 1o de julio. Ello dará tiempo suficiente a todos los participantes para estudiarlo y prepararse cabalmente para un acontecimiento tan importante. Como en el Primer Congreso, figurarán entre los participantes individuos de los gobiernos, de la industria y de otros campos, pero asistirán todos a título personal. Los otros preparativos del Congreso prosiguen también satisfactoriamente, gracias en gran parte a la plena cooperación del gobierno invitante.

Otra cuestión es el futuro de la Campaña Mundial contra el Hambre. Sabrá usted, naturalmente, que la Comisión Plenaria se reunió durante tres días la pasada semana para considerar mis propuestas sobre el asunto. La Comisión ha preparado un informe que tiene ante sí el Consejo para debatirlo, y a mi juicio huelga en esta fase todo nuevo comentario por mi parte.

Quisiera también decir algo acerca de mis negociaciones con el Director Ejecutivo del ONUDI sobre el cual tiene también ante sí mi informe el Consejo. Tenía muchas esperanzas de poder informar en este período de sesiones que se había llegado a un acuerdo definitivo entre ambas organizaciones. Por desgracia, aunque hemos estado muy cerca de ello, no hemos podido llegar a un acuerdo completo sobre todas las cuestiones. Sigo firmemente convencido de que las relaciones entre las dos organizaciones, y la coordinación de los servicios que prestamos a los Estados Miembros, no podrán apoyarse en una base clara y ordenada hasta que nuestros respectivos organismos rectores no concierten y refrenden un acuerdo oficial. Presenté nuestras propuestas para el texto de dicho acuerdo a la ONUDI en enero pasado, y espero recibir comentarios sobre el mismo. Sé que mi amigo y colega el Sr. Abdel-Rahman, Director Ejecutivo del ONUDI, comparte mi deseo de llegar a un acuerdo y confío en que tras ulteriores discusiones podrán resolverse las varias y complejas cuestiones aún pendientes. Veré al Sr. Abdel-Rahman en Viena en julio, y espero poder llegar entonces a un acuerdo concreto. No quiero quitar importancia a las dificultades que la presente situación está causando, pero espero que los gobiernos den algo más de tiempo a los dos jefes ejecutivos para llegar a dicho acuerdo.

Quisiera mencionar finalmente una cuestión sobre la cual esperará con razón el Consejo que diga yo algo -y es la de la tardanza con que los miembros han recibido sus documentos para este período de sesiones, incluyendo el Programa de Labores y Presupuesto. No tengo que decir que sentimos mucho este retraso inusitado. Se debe en gran parte al lento y complicado proceso de reorganización que, en muchos casos, detuvo la preparación de ciertos documentos importantes, cosa que se ha acentuado aún más en las últimas semanas por dificultades postales que no estaba a nuestro alcance remediar.

He cubierto, Sr. Presidente, las cuestiones principales que quería presentar a la atención del Consejo en este momento. Creo, hablando en general, que al haber adoptado ahora nuestro nuevo curso, la Organización camina con constancia y voluntad. Las repercusiones de los cambios en la estrategia y estructura no se harán todavía sentir plenamente por algún tiempo. Estoy contento, sin embargo, con el progreso general que se ha hecho hasta ahora aumentando el valor de la Organización para sus Estados Miembros como fuerza de choque en la batalla contra el hambre y la malnutrición en todo el mundo. Espero con gran interés las opiniones del Consejo sobre las importantes cuestiones que tiene ante sí.

Gracias, Sr. Presidente.


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