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APENDICE D
DISCURSO DEL DIRECTOR GENERAL

Sr. Presidente:

Me satisface mucho dar la bienvenida a los miembros del Consejo a este 59o período de sesiones.

Debo comenzar hoy con un breve informe sobre algunos de los aspectos más importantes de la agricultura mundial en el presente, pues la situación, transcurridos casi dos años del Segundo Decenio para el Desarrollo, está llegando a un punto crítico en varios lugares.

En algunas declaraciones hechas en el curso de este año, sobre todo en las dirigidas al Consejo Económico y Social durante el verano y después en las cinco Conferencias Regionales, llamé la atención respecto al inquietante estado de la producción agropecuaria en los países en desarrollo. Frente al objetivo ya familiar de un incremento anual medio de 4 por ciento en el Segundo Decenio para el Desarrollo, el mundo en desarrollo, conjuntamente, sólo consiguió en 1971 un incremento de 1 a 2 por ciento.

Esta cifra es deplorable no sólo por sí misma sino también como signo de una tendencia posible que, de confirmarse, sería, extremadamente alarmante. No sólo no llegó al objetivo de 4 por ciento del primer año del Segundo Decenio para el Desarrollo sino que, como he tratado de indicar con cierta insistencia, si ello representa la evolución de una tendencia de la producción a seguir sin alcanzar la meta perseguida, bien podría esta circunstancia desbaratar toda la estrategia establecida para el Decenio. Dije que, por consiguiente, era evidente la necesidad de adoptar medidas urgentes para evitar que tal tendencia arraigase. No hice ningún pronóstico específico para 1972, aunque recalqué que no había prueba alguna que nos permitiera esperar que este año se alcanzaría el citado objetivo del 4 por ciento.

Ahora tenemos estimaciones preliminares para 1972. Aun cuando éstas se hallan naturalmente sujetas a ciertos retoques, es ésta la primera vez que podemos obtener tales estimaciones completas para un año en curso. Y éstas, Sr. Presidente, indican que el índice de incremento de la producción agropecuaria de los países en desarrollo no es mejor que en 1971, pues oscila entre 1 y 2 por ciento.

Esto es extremadamente grave. El fracaso de un solo año puede considerarse excepcional, pero el de dos años sucesivos, especialmente al comenzar un período relativamente breve y crucial como el de este Decenio, en que tantas esperanzas se han depositado, no puede juzgarse con indiferencia como si se tratase de una desgracia temporal. Y, como ya he señalado también anteriormente, el objetivo medio del Decenio ya no puede alcanzarse, a menos que se compense el déficit de los primeros años con resultados posteriores que superen correspondientemente la meta señalada, lo cual exigiría, en el mejor de los casos, un esfuerzo casi sin precedentes en los últimos años.

La distribución de las cifras preliminares de 1972 entre las cuatro regiones en desarrollo revela una amenaza inmediata de gravedad comparable a la que encierra la tendencia general. Aunque, felizmente, hubo alguna recuperación con respecto a 1971 en América Latina y un buen año en el Cercano Oriente, con un alza de la producción de 6 al 7 por ciento, la situación en otras partes es muy diferente. Las cifras africanas no registran ningún aumento con relación a 1971, pero son aún provisionales y probablemente resultarán más favorables más adelante. Lo realmente pertubador es la situación en el Lejano Oriente, región la más sensible por su vastedad y vulnerabilidad, donde la producción parece que ha descendido realmente en algo así como 1 por ciento. A este cuadro tenebrose añade una triste ironía el hecho de que el Lejano Oriente sea además, naturalmente, la región en la que la Revolución Verde había tenido hasta ahora sus éxitos mayores.

La causa principal de esta inversión crítica de la situación parece haber sido la naturaleza misma. La sequía y las inundaciones en varios países, sobre todo India y Filipinas, han dañado las perspectivas respecto a cereales y otros cultivos. Este hecho no hace más que agudizar la ansiedad. Por eso la situación actual es que la cosecha del año próximo determinará en gran parte si la región ha de enfrentarse una vez más o no con una crisis alimentaria.

Este tema me lleva a mencionar los resultados de los recientes acuerdos en virtud de los cuales la Unión Soviética compra actualmente cantidades muy grandes de cereales en Estados Unidos y en algunos otros países, lo cual constituye un acontecimiento muy importante en la situación del mercado. Dado el descenso de las existencias de cereales en los principales países productores del mundo desarrollado hasta un nivel inferior al que se había registrado en varios años, es vital que tales países consigan tener reservas suficientes para prestar asistencia, como lo han hecho tan espléndidamente en el pasado, en ocasiones de calamidades de vasto alcance en los países en desarrollo. Permítaseme decir ante todo que no estoy pronosticando ninguno de esos desastres. Además, la existencia de reservas en los principales países productores del mundo desarrollado, incluso en su nivel más bajo, son todavía suficientemente grandes para hacer frente a cualquier crisis que pueda preverse actualmente y, además, algunos de los países en desarrollo del Lejano Oriente tienen sus propias reservas, aunque ya están recurriendo a ellas. Lo que me interesa ahora es indicar a los países afectados, tanto desarrollados como en desarrollo, que la situación presente en Asia y el Lejano Oriente muestra que dichos países no pueden permitirse descuidar su vigilancia en el mantenimiento de reservas suficientes contra la posibilidad de un mal día.

Estos, pues, son los puntos principales respecto a la situación general de la alimentación y la agricultura en el mundo que estimo debo exponer hoy día.

Quisiera ahora, Sr. Presidente, ocuparme en los acontecimientos principales del calendario de la FAO en este año excesivamente atareado.

En primer lugar, ha habido este año dos conferencias principales de las Naciones Unidas en las cuales hemos participado activamente. En primavera, tuvo lugar en Santiago la UNCTAD III. No puedo decir que me hayan entusiasmado los resultados de esta Conferencia, ni tampoco creo que les hayan entusiasmado a los países en desarrollo. En realidad, estimo que la UNCTAD III proporcionó una prueba de la fuerza de las obligaciones aceptadas por los países para conseguir una estructura más equitativa de las relaciones económicas internacionales al aceptar la Estrategia Internacional para el Segundo Decenio para el Desarrollo, y que esta prueba ha fracasado en grado considerable.

No obstante, no quisiera ser demasiado pesimista. De la conferencia de Santiago surgieron algunos resultados positivos. El más importante probablemente fue el acuerdo de que los países en desarrollo participen en negociaciones, como las de la reforma monetaria y el GATT, reservadas hasta ahora a los países de renta elevada, sobre todo en las negociaciones comerciales del GATT para 1973. Cuando me ocupe en nuestra labor sobre el reajuste internacional de la agricultura diré algo más respecto a las relaciones futuras de la FAO con la UNCTAD y el GATT.

La segunda de las principales conferencias de las Naciones Unidas en este año fue la que versó sobre el Medio Humano en Estocolmo, en junio. La luz diurna casi constante en esa ciudad en esa época del año puede considerarse quizá símbolica del hecho de que esa Conferencia fue mucho más brillante en cuanto a resultados positivos. El Plan de Acción adoptado por la Conferencia es un documento de vasto alcance y daremos a su ejecución todo nuestro apoyo. Realmente, nuestro cometido es muy grande, ya que más de un tercio de las recomendaciones sustantivas contenidas en el Plan se dirigen a la FAO o la mencionan entre los destinatarios. Como saben Vds., el Segundo Comité de la Asamblea General ha recomendado la creación de un Consejo de Administración del Medio compuesto por 58 miembros, al cual se refieren la Declaración sobre el Medio Humano y el Plan de Acción. También ha recomendado la creación de una pequeña Secretaría, un Fondo Voluntario y una Junta Coordinadora Interorgánica.

Este año, claro está, fue también año de conferencias regionales. Por primera vez durante mi mandato, pude asistir a las cinco, experiencia un tanto fatigosa pero enormemente compensadora. Considero las conferencias regionales raíces vitales a través de las cuales se nutre y crece nuestro árbol de políticas. Por la naturaleza misma de las cosas, esas conferencias tienden a contemplar la política en un ámbito casi exclusivamente regional, pero en esta ocasión tuve la satisfacción de comprobar que en ellas se atendió, en mucho mayor grado que en el pasado, más al aspecto del contenido de los programas que a necesidades de los distintos países. Aun cuando su forma de enfocar las prioridades no fue tan específica como me hubiera gustado, ese enfoque nos ha dado una idea muy clara de las aspiraciones y deseos regionales.

Otra serie de reuniones habidas este año la constituyeron las de los cuatro Comités Permanentes del Consejo, de libre acceso, a saber: el Comité de Agricultura, el Comité de Pesca, el Comité de Montes y el Comité de Problemas de Productos Básicos. Dos de ellos, el Comité de Agricultura y el Comité de Montes, celebraron realmente este año su primer período de sesiones. Los cuatro Comités proporcionaron una orientación valiosa respecto a algunos problemas importantes desde un punto de vista técnico y global. Sin embargo, también en este caso los resultados de los debates sobre las prioridades fueron bastante poco concluventes.

Merece mención especial otra de las reuniones celebrades en el curso del año. Me refiero al Séptimo Congreso Forestal Mundial que, como en ocasiones pasadas, se organizó bajo la égida de la FAO y esta vez fue convocado por el Gobierno de la Argentina. El pasado mes se reunieron en Buenos Aires no menos de 2 200 participantes procedentes de 85 países, habiendo entre aquéllos delegaciones de la República Popular de China y la Unión Soviética. De los informes que me han llegado posteriormente, veo que fue uno de los Congresos Forestales Mundiales de mayor éxito de entre los celebrados hasta ahora. En nombre de la FAO, quisiera pedir al distinguido representante de la Argentina que transmita a su Gobierno nuestro vivo y sincero agradecimiento por la hospitalidad deparada a esta reunión internacional extremadamente importante.

Volviendo a la cuestión del examen de las prioridades de la FAO, que he mencionado al referirme a las conferencias regionales y a los cuatro Comités de Consejo, quisiera aludir ahora a otro acontecimiento, o más bien secuencia de acontecimientos, ocurrido en la Organización este año, a saber, nuestro propio examen de las prioridades. Decidí efectuar dicho examen a principios del año, por dos razones. Primera estaban vivos en mí los ecos de algunos debates de la Conferencia de noviembre último, en que se había indicado que la FAO intentaba hacer demasiado y desparramaba demasiado sus limitados recursos. Si esto era cierto - y permítanme que les diga que esa ha sido nuestra impresión a veces - era evidente que era necesario tomar medidas examinando nuestras prioridades y, en caso necesario, pasando los recursos de actividades de menor prioridad a otras de mayor prioridad. Segunda, al mismo tiempo que maduraban mis ideas sobre esta cuestión, se iniciaba la grave crisis financiera que nos ha afligido esto año debido a las variaciones en los tipos de cambio y a la aceleración de las presiones inflacionarias generales. Decidí, pues, que preciso actuar sin más tardar.

Mi primera decisión fue crear un Grupo sobre Objetivos y Políticas, que se ha dado en llamar, en el lenguaje desgarbado, sí, pero mordiente, de nuestra época, “Grupo de cerebros”. El Grupo, compuesto por unos treinta funcionarios de todos los sectores de la Organización y de varias categorías profesionales, preparó varias sugerencias útiles a largo plazo. Sometí el Informe de ese Grupo a la atención de todo el personal, y luego creé varios grupos de políticas de nivel superior para que me asesoraran y les pedí que tradujeron las sugerencias del Grupo y las observaciones hechas por el personal en términos prácticos, y que reevaluaran de nuevo nuestras prioridades. Esto motivó, en parte, cierto reajuste de actividades y una reestructuración del personal, como puede verse en el documento “Simplificación de la estructura de la FAO”, que el Consejo tiene ante sí.

Dentro de un momento voy a decir algo más sobre el contenido de este documento y sobre nuestras prioridades en general. Por ahora, lo único que me interesa es bosquejar a grandes rasgos mi reacción a la necesidad de una enérgica e inmediata delimitación de prioridades en un ambiente de rumores amenazadores de cataclismo financiero. Y esto me hace hablar de dos cuestiones afines.

En primer lugar, los Comités del Programa y de Finanzas en una reunión conjunta celebrada el mes pasado, estimaron - repito las palabras de su informe - “que, en principio, tanto ello como el Consejo debían haber sido consultados acerca de los cambios principales que se han introducido. Reconocieron, sin embargo, que dada la situación financiera, el Director General se vio obligado a tomar medidas inmediatas”.

Estoy plenamente de acuerdo con esto. Yo por mi parte hubiera preferido proceder después de consultar. Por desgracia, como ya he hecho notar, no había tiempo para ello. Si no hubiera procedido sin demora, deteniendo la amenaza financiera inmediata y, en cierta medida y como parte de esto, reorganizando las prioridades, nuestra actual situación sería ahora muchísimo peor. No obstante esto, voy a repetir algo que dije el mes pasado a los Comités del Programa y de Finanzas. Toda mi labor de reorganización puede anularse si el Consejo así lo desea, salvo, siento decirlo, una cosa, los ahorros que he hecho. De todos modos, espero que el Consejo acepte la conclusión a que llegó el Comité del Programa el mes pasado - repito textualmente también - que “recomendó al Consejo que apoye las propuestas del Director General, ya que se trata de un medio practicable para aliviar la difícil y compleja situación en que se encuentra la Organización.”

En segundo lugar quiero hacer constar, breve pero sinceramente, el agradecimiento al personal de la FAO por el espíritu de cooperación que ha demostrado durante las diversas etapas de la labor de hogaño.

Señor Presidente, las prioridades de la FAO en un futuro próximo y a plazo medio derivarán en gran medida de los hechos y las circunstancias a que me he venido refiriendo, aspectos cruciales de la situación mundial de la agricultura y la alimentación y ajuste gradual de nuestro enfoque de ellas en reuniones como las de las conferencias regionales y las de los Comités del Consejo y merced a nuestro propio examen de las prioridades en la Secretaría. Todos los factores inherentes han de ser luego filtrados por nuestros meticulosos mecanismos para estructurar nuestros programas y plasmarlos por último en el Programa de Labores y Presupuesto para el próximo bienio y en el Plan a Plazo Medio.

¿En qué consisten, pues, las prioridades principales de la FAO? Voy a destacar sólo unas cuantas de ellas que han cobrado creciente importancia en el curso del año.

Desde el punto de vista técnico, está la investigación agronómica en los países en desarrollo y en beneficio de los mismos. A este respecto quiero aludir brevemente a los progresos del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional que, como ustedes recordarán, la FAO copatrocina con el Banco Mundial y con el PNUD. En el transcurso del año, el Grupo accedió a apoyar dos nuevos centros de investigación importantes, uno el Instituto Internacional de Investigación sobre Cultivos en los Trópicos Semiáridos, en la India, y el otro el Centro Internacional de la Papa, en el Perú. Con los cuatro Centros originarios que el Grupo apoyaba ya, el total de recursos destinados a este fin ha aumentado de menos de 10 millones de dólares a finales del año pasado a una promesa de 24 millones de dólares para 1973.

El Grupo se ocupa activamente de estudiar otros varios planes. Entre ellos figura la ayuda adicional para nuevas investigaciones sobre producción animal en Africa, para las necesidades de investigación del Cercano Oriente y América Latina y para la investigación sobre sistemas de cultivo de secano y cultivos múltiples en Asia. El Comité Asesor Técnico del Grupo ha recomendado también la creación de un sistema mundial para la recogida, la conservación y la evaluación de los recursos fitogenéticos. A mi juicio, este sistema de recursos genéticos es particularmente importante. A menos que se intensifique la labor realizada acerca de estos recursos, va a ser difícil mantener el impulso de la mejora de cultivos logrado en los últimos años, de que es ejemplo la Revolución Verde, y al mismo tiempo, será cada vez más difícil contrarrestar los graves brotes de enfermedades como los que últimamente se han dado en el maíz, el café y el arroz. Está previsto que la FAO actúe de órgano central de coordinación, lo cual entrañará naturalmente la adjudicación de nuevos recursos del Programa Ordinario para estos efectos pero que, es de esperar, permitirá también allegar muchos más recursos de origen extrapresupuestario con destino al sistema. En lo que respecta a la FAO, tengo la intención de incluir las disposiciones adecuadas en el próximo Programa de Labores y Presupuesto.

Como ya saben ustedes, algunos países en desarrollo estuvieron representados en el Grupo este año por vez primera. Su presencia, junto con la de la FAO, es sumamente valiosa tanto en lo que se refiere a la orientación política para las prioridades de investigación en los países en desarrollo como al refuerzo de los vínculos entre los centros internacionales y los países servidos por ellos. Lo que a su vez es sumamente importante porque ello permite que el Grupo Consultivo recoja auténticamente los intereses fundamentales de investigación de los propios países en desarrollo.

No quisiera dar la impresión de que las actividades de la FAO en materia de investigación se refieren exclusivamente a las del Grupo Consultivo. Cada vez insistimos más en los esfuerzos por reforzar la capacidad de los países en desarrollo para llevar a cabo sus propias investigaciones. En esos esfuerzos cabe incluir el proyecto CARIS, planes de capacitación, seminarios y cursos prácticos y un intento de crear redes coordinadas de investigación que cubran grupos de países, de los que por ahora es un buen ejemplo la Asociación de Fomento Arrocero del Africa Occidental. Esas actividades son vitales. Hay que ayudar a los países en desarrollo para que puedan sacar partido de los esfuerzos de patrocinio internacional como los del Grupo Consultivo. Y, lo que quizá sea más vital, tienen que equiparse ellos mismos para poder llevar a cabo sus propias investigaciones en la vasta gama de problemas que no abarcan los centros internacionales existentes o en perspectiva. De este modo, a la vez que consideramos el Grupo Consultivo como un instrumento indispensable para el fomento de la investigación agrícola en los países en desarrollo, la FAO va mucho más lejos en sus actividades encaminadas al logro de este objetivo.

En cuanto a las prioridades económicas, la mayor parte de las principales inquietudes tienen que ver con la cuestión del reajuste internacional de la agricultura. El año pasado hablé con algún detenimiento ante la Conferencia sobre el tema del reajuste, así que no voy a insistir una vez más en los principios fundamentales. Sin embargo, quisiera comunicar, como hice en las Conferencias Regionales, que hemos ya concluído nuestro estudio sobre los problemas del reajuste de la agricultura en los países desarrollados, el llamado Estudio de Ginebra. Este estudio fue presentado, en efecto, a la Conferencia Regional Europea en septiembre, donde fue en general favorablemente acogido. Una de las cosas que quisiera destacar hoy, empero, es que, independientemente de lo que hayan de hacer los países desarrollados, el reajuste es algo che importa mayormente a los países en desarrollo. El objeto de nuestros actuales estudios, sobre todo en preparación para la Conferencia de 1973, consiste realmente en relacionar los problemas y las posibilidades de ambas clases de países recíprocamente, dentro de un amplio marco de desarrollo agrícola mundial. Debo repetir que son necesarios importantes reajustes en los países desarrollados, en la estructura de su sector agrario y, naturalmente, en la reducción de barreras comerciales para incrementar las importaciones agrícolas de los países en desarrollo. Además, los países desarrollados han de hacerse cargo de la necesidad que tienen los países en desarrollo de ampliar sus industrias agrícolas, necesidad que deberán tener en cuenta al elaborar sus propias políticas en ese sector. Los países en desarrollo, por su parte, han de explorar nuevas posibilidades de comercio intrarregional, al cual se atribuye una importancia creciente como se ha visto, por ejemplo, en las Conferencias Regionales. También han de prestar atención especial a la diversificación y, en lo que respecta a su capacidad de competición en los mercados del mundo desarrollado, a cuestiones tales como la calidad, la elaboración y el mercadeo de los productos de exportación.

Otro de nuestros principales intereses en el sector económico, que es el apoyo que damos a los debates sobre productos básicos, cada vez está en mayor relación con nuestras tareas de reajuste. Abrigamos la esperanza de que en estos debates se tengan cada día más en cuenta las diversas posibilidades y corrientes de exportación de los países en desarrollo, resultado de las políticas de reajuste. Examinamos esas posibilidades o alternativas tanto en lo que se refiere al volumen como en lo tocante a la composición por productos.

En todo esto vamos a estrechar cada vez más la colaboración con la UNCTAD y con el GATT facilitándoles información y análisis que, espero y creo, contribuirán a infundir en sus negociaciones sobre cuestiones agrícolas mayor significado y fecundidad al apoyarse, con más seguridad, en hechos reales, tendencias y posibilidades razonables. Esto es especialmente importante dadas las nuevas y críticas consultas y negociaciones comerciales multilaterales en vista, a cuyo respecto el CPPB ha subrayado ya la necesidad de una colaboración activa y eficaz por parte de la FAO. El CPPB ha insistido también, por lo que toca a las consultas sobre productos básicos propuestas en una resolución de la UNCTAD III, en que los actuales grupos intergubernamentales patrocinados por la FAO sean utilizados al máximo posible como tribunas para esas consultas.

Me he ocupado hasta ahora de las prioridades técnicas y económicas. Ahora entraré en las sociales. Nuestras opiniones al respecto han sido aclaradas y consolidadas en grado considerable durante el curso del año por obra del “Grupo de Cerebros”. En el informe del “Grupo de Cerebros” se recordaba que uno de los objetivos generales de la Organización, designado en el Preámbulo de la Constitución, consistió en “mejorar las condiciones de la población rural”, si bien mantenía que hasta la fecha se había hecho poco caso relativamente, de ese objetivo. Recomendaba que la FAO, al disponerse a afrontar los problemas de los países en desarrollo en el decenio de 1970, los debía encuadrar en el ámbito de este objetivo fundamental. Con ello se reconoció el hecho de que el desarrollo rural no consiste meramente en incrementar la producción de alimentos, mejorar la tecnología agrícola, fomentar el comercio de productos básicos y demás, sino que esos y otros objetivos relacionados con el sector rural han de integrarse en un contexto mucho más amplio orientado hacia el bienestar de las poblaciones rurales en general. En resumen, lo que ahora llamamos desarrollo rural integrado.

Los factores sociales del desarrollo rural integrado son harto conocidos. Los he recalcado muchas veces. Una ofensiva contra el desempleo y el subempleo rural es uno de ellos. La Reforma Agraria, como medida contra la desigualdad económica y social, es otro. Mucho, muchísimo más es lo que hay que hacer, y con urgencia, en estas esferas que figuran entre nuestras prioridades. Otro factor social al que prestamos creciente atención, en particular desde la resolución de la última Conferencia sobre el problema de las proteínas, es la atenta y acuciante necesidad de integrar las políticas nacionales de nutrición y alimentos en la planificación económica y social. Asimismo tenemos un creciente programa de actividades financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Población, con el fin de reforzar nuestra labor encaminada a mejorar la vida familiar.

Una actividad que ha cobrado este año con la Conferencia de Estocolmo una nueva importancia casi espectacular es la relativa al medio humano. Claro que, como frecuentemente he procurado hacer notar, nada de eso es nuevo para la FAO. Por la índole de nuestras obligaciones, hemos estado plenamente en contacto con los problemas del medio ambiente a lo largo de los años. Por ejemplo, ya en 1959, la FAO empezaba a fomentar la aplicación sin peligro de plaguicidas para reducir los riesgos de contaminación del ambiente.

En esta coyuntura general, quisiera destacar la importancia de nuestras actividades en virtud de lo que hemos llamado lucha contra el despilfarro, y en particular, las campañas para la erradicación de enfermedades y plagas de plantas y animales.

Otro factor fundamental es, naturalmente, la prevención de pérdidas posteriores a la cosecha, en el almacenamiento por ejemplo, en el envase o empaquetado, durante el transporte y por último en el hogar. Estas pérdidas figuran entre las más graves causas de despilfarro. Como he tenido ocasión ya de señalar, reducir alimentos y dejar que se pierdan es peor que no producirlos en absoluto.

Quisiera concluir esta lista de prioridades de la FAO aludiendo a una que las engloba a todas. Se trata de lograr un enfoque de información por países más completo y detallado de lo que se ha hecho hasta la fecha. Esto lo vamos a conseguir de dos maneras. En primer lugar, estamos elaborando un sistema mejor de información por países que hará posible reunir, cómo y cuándo haga falta, el caudal de información referente a cada país de que se disponga en las diversas dependencias de la Organización. He dicho “cómo y cuándo haga falta”, porque ese sistema tendrá que permanecer efectivamente descentralizado. En segundo lugar, y de mayor importancia en potencia, está la idea de los estudios sobre las perspectivas de los países, que ya ha suscitado gran interés cada vez que la he mencionado en las diversas Conferencias Regionales En estos estudios se examinarán esencialmente los problemas del desarrollo agrícola y las posibilidades de los diversos países a largo plazo, incluidos los probables efectos de las posibles políticas. Su objeto es ayudar a los países a planificar y desarrollar mejor en agricultura y a identificar las necesidades de ayuda exterior en el sector agrario. Al mismo tiempo, pondrán en mejor situación a la FAO para asesorar a los países donantes sobre las necesidades del desarrollo agrícola, teniendo en cuenta, naturalmente, la programación por países del PNUD. Además, facilitarán datos realistas para nuestros estudios regionales y mundiales y ayudarán a identificar prioridades para nuestro Programa Ordinario.

Quisiera insistir en que estos estudios se prepararán en estrecho contacto con los gobiernos de los países interesados. De hecho, uno de sus principales objetivos es lograr un diálogo más positivo entre la FAO y los gobiernos, por lo que se refiere a las políticas. Por último, permítanme decir que todas las direcciones técnicas de la Organización contribuirán a estos estudios, de cuya orientación general se encargará la nueva Dirección de Análisis de Políticas que, dentro de la racionalización de la estructura de la Sede realizada este año, se ha creado con elementos tomados principalmente de la antigua Dirección de Análisis Económicos y de la antigua Oficina Asesora de Políticas.

Esta racionalización de la estructura de la Sede, Sr. Presidente, es uno de los asuntos que se han tratado en el documento más importante que tiene ante sí el Consejo por lo que se refiere a la evolución política, administrativa y financiera de la Organización. Me refiero al documento CL 59/25, “Simplificación de la estructura de la FAO”, que ya antes he mencionado y en el que se tratan varios de los asuntos de los que ya me he ocupado. Permítanme ahora que haga brevemente ciertas observaciones sobre algunas de las otras cuestiones de que dicho documento se ocupa.

En primer lugar, el problema del reajuste de la estructura de la Sede, cuya conveniencia parecía desprenderse patentemente, como ya mencioné, de nuestro examen de las prioridades de la Organización. La creación de la nueva Dirección de Análisis de Políticas es la manifestación más visible de la centralización de responsabilidades para coordinar en un solo departamento - el Departamento de Políticas Económicas y Sociales, como ahora se llamará - los análisis que la Organización hace de todos los aspectos de la política agrícola. Otra manifestación de esta centralización, que constituye al mismo tiempo una respuesta a la alta prioridad que nuestros organismos rectores han concedido a la movilización de recursos humanos, es el reforzamiento de las actividades en materia de políticas, de la Dirección de Instituciones Rurales, cuyo nombre se cambiará ahora por el de Dirección de Recursos Humanos e Instituciones. Por lo que se refiere a los demás reajustes estructurales, que en general son de menor entidad, me permito remitir a los miembros del Consejo al texto mismo del documento.

El punto siguiente que deseo tocar es la situación financiera general. No quiero extenderme demasiado sino que me limitaré a concentrarme en los puntos esenciales. En breve: debido a las variaciones de los tipos de cambio y la aceleración del aumento de los costos, que ya he mencionado, hemos tenido que absorber durante el bienio gastos no presupuestados que en la actualidad se estiman en 6,5 millones de dólares. Y lo hemos hecho sin recurrir al Fondo de Operaciones, que tenemos en reserva. Quisiera añadir que, por fortuna, el temible peligro de que el déficit aumentara por razón de que nuestro más importante contribuyente no aportara toda su contribución durante el bienio actual, ha desaparecido. Por lo que se refiere a los detalles de las medidas adoptadas para absorber los costos extrapresupuestados - congelación de puestos, etc. - me permito remitir una vez más a los miembros del Consejo al documento ya mencionado, sin abusar de su tiempo numerándolas una por una.

Lo que sí quiero hacer notar es que, aparte de los ahorros en los gastos, nuestras medidas económicas han implicado reducciones en el programa, cosa que se ha hecho tras largos, difíciles y penosos esfuerzos por eliminar las actividades de menor prioridad en favor de las más prioritarias. Y estas dos consideraciones me llevan de la mano al Programa de Labores y Presupuesto para 1974–75.

Bajo la presión de las dificultades financieras y teniendo en cuenta la clasificación a nuestro entender más acertada de las prioridades, nuestro objetivo es, Sr. Presidente, preparar un programa de labores y presupuesto que sea tan enjuto financieramente y tan robusto por lo que a contenido del programa se refiere, como nuestras circunstancias actuales lo exigen y lo permiten.

Dicho esto, he de hacer constar una o dos de las cuestiones que ello implica. Dado que estamos aplicando una política de contención financiera tan rígida como lo permite la eficacia del programa, no nos será posible absorber en el próximo bienio eventuales aumentos de los costos, como hemos hecho en éste, sin causar daños realmente graves al programa. No quisiera que a nadie le quedaran dudas sobre esto. Creo, al contrario, que cada vez se aprecia más claramente la situación real en su auténtica luz. Por lo que se refiere a los métodos para afrontar en el futuro los costos no presupuestados, el Comité de Finanzas, en su último período de sesiones, hizo algunas sugerencias útiles, que actualmente el Consejo tendrá que examinar y que espero sirvan de base para la adopción de algunas medidas que permitan resolver el problema.

Por lo que se refiere a las prioridades y a las finanzas, otra cuestión que implica la situación, tal como es en la actualidad y es dado preverla, es que hemos de enfocar el próximo programa de labores y presupuesto con un grado considerable de flexibilidad. Evidentemente, es necesario que en su preparación cuente con el asesoramiento y orientación del Consejo. Pero espero que se me permita el grado de flexibilidad, tanto en los aspectos técnicos como en los financieros, que todo responsable administrativo necesita en circunstancias como las presentes.

Y esto me lleva al problema de la cuantía del presupuesto para 1974–75. Pero antes de ocuparme de este problema quisiera redondear mis referencias a los problemas mencionados en el documento “Simplificación de la estructura de la FAO”, haciendo algunas observaciones a propósito de dos problemas para los cuales no se propone ninguna solución en dicho documento.

El primero es el problema de nuestras actividades de campo. En los últimos meses se han hecho varias propuestas para reorganizarlas. Pero se trata, naturalmente, de un asunto muy complejo, sobre el que es preciso trabajar con mucha atención. Así pues, he creado, como tal vez Vds. hayan advertido, una Junta de Examen del Programa de Campo, presidida por el Sr. Yriart, nuevo Subdirector General encargado de nuestro Departamento de Desarrollo, para que dirija el estudio de las medidas tendentes a mejorar la entrega y ejecución de proyectos y mantenga en examen ininterrumpido el programa de campo, sus problemas y las políticas que lo guían. Se trata, naturalmente, de un paso más de los que ya hemos dado para adaptarnos a los nuevos métodos operativos del PNUD.

En segundo lugar está el problema de la misión y funciones futuras de las Oficinas Regionales. En el curso de los últimos meses hemos recibido un detallado informe preparado por el Sr. Terver, quién realizó este trabajo como Consultor después de su jubilación como Subdirector General encargado del Departamento de Desarrollo. En todas las Conferencias Regionales ha habido una serie de debates, de cuyos resultados se les ha facilitado a Vds. un resumen. El problema ha sido examinado por los Comités del Programa y de Finanzas. Por último, la semana pasada he celebrado una reunión con todos los Subdirectores Generales de la Sede y todos los Representantes Regionales, y con el Director General Adjunto, naturalmente, para examinar las contribuciones recibidas de diversas fuentes, examinar de nuevo todos los aspectos del problema en cuanto afecta a los gobiernos y a la Secretaría (en Roma, en las Oficinas Regionales y en los diversos países) y preparar una serie de recomendaciones para que el Consejo las examine. Mis sugerencias al Consejo a este respecto les serán presentadas por separado.

Quiero insistir en que no espero que el Consejo tome toda una serie de decisiones importantes en este período de sesiones. Sería, naturalmente, imposible dado el tiempo de que dispone, ya que los gobiernos representados en este órgano no tendrán la oportunidad de estudiar mis sugerencias y definir atentamente sus posiciones. Lo que espero es, más bien, que el Consejo me dé una orientación general que me sirva de guía en la preparación del próximo programa de labores y presupuesto. La cuestión volverá a plantearse cuando en 1973 se examine mi programa propuesto.

Hoy, haré solamente las siguientes observaciones. Los recursos de las Oficinas Regionales y los recursos de la Sede deben considerarse como elementos de un único programa de la FAO. Lo que importa es el contenido del programa mismo y la eficacia con que se realiza. No puedo aceptar las implicaciones de ciertas actitudes adoptadas en el pasado por los Gobiernos, bien pidiendo que se redujeran las dimensiones de las Oficinas Regionales, para lograr ahorros económicos, bien pidiendo que se aumentaran, suponiendo que las dimensiones de las Oficinas Regionales constituyen un indice de la importancia de la FAO para la Región en cuestión. En mi opinión, y en opinión de todos mis asesores superiores, nuestro programa debe considerarse como un todo integral, pero al mismo tiempo debe responder más aún a las aspiraciones y necesidades explícitas de los países en desarrollo, que son los principales beneficiarios. En especial, los recursos que la Sede dispone deben adecuarse más directamente que en pasado a las necesidades y problemas que encuentran expresión en el plano regional y los recursos de las Oficinas Regionales deben respaldarse más eficazmente con los de la Sede de Roma. Para lograr estos objetivos en los próximos años será necesario emplear nuevas técnicas de programación y gestión y un método mucho más flexible.

Paso pues, Sr. Presidente, a indicar provisionalmente la cuantía del presupuesto para 1974–75, como es mi deber hacer en el presente período de sesiones del Consejo. Se trata solamente, como he dicho, de una indicación provisional. La cifra más aproximada que en este momento puedo darles es de unos 99 millones de dólares.

El total depende de algunos factores desconocidos, el más importante de los cuales es la situación de nuestros representantes en los países que, como Vds, saben, han pasado a constituir un elemento esencial de nuestras actividades de campo. Ahora bien, parece ser que el PNUD tiene intención de poner fin al acuerdo actualmente vigente, en virtud del cual, como Vds. saben, el PNUD sufraga dos tercios de los costos de los Representantes en los Países. Si esto sucediera, nos veríamos, naturalmente, obligados a absorber esos dos tercios de los costos, lo que implicaría unos 5 millones de dólares para el bienio.

Por el momento, de todas formas, limitémonos a la cifra aproximada de 99 millones de dólares. Me doy cuenta de que la primera reacción del Consejo será comparar esta cifra con la del bienio actual. Me permito sugerirles que no lo hagan hasta que tengan todas las cifras a su disposición, ya que la situación del bienio actual es bastante complicada. De la cifra total para 1972–73, aprobada por la Conferencia, tienen Vds. que deducir la parte correspondiente a la asistencia técnica, añadir los aumentos no presupuestados de los costos y las pérdidas por la variación de los tipos de cambio de divisas que la Organización ha tenido que absorber, y tener en cuenta la reorientación hacia prioridades más importantes, algunas de las cuales he iniciado ya en 1972–73, sin esperar a 1974–75. Por razón de estos factores, pues, existe en el bienio actual más de una base de comparación con la cifra que les he dado a Vds. como cuantía del presupuesto para el próximo bienio. En el programa de labores y presupuesto expondré claramente todos los hechos y las diversas posibles comparaciones. Sólo entonces será posible entablar un debate realmente significativo sobre este asunto.

Quisiera ahora volver de nuevo sobre dos puntos de carácter general que ya he mencionado antes. Primero, las rigurosas medidas económicas que hemos aplicado, en especial la reducción de la plantilla. Sin estas medidas, la situación en el bienio actual hubiera sido desastrosa pero, sobre todo, hubiéramos perdido la oportunidad de gozar de mayor flexibilidad para el empleo de los recursos en 1974–75.

Segundo, la supresión de las actividades de escasa prioridad y la concentración en las de mayor prioridad. Mi objetivo fundamental al formular el programa para 1974–75, como ya he indicado, es preparar un programa que, con el menor costo posible, sea de la mayor eficacia en términos reales, y creo que es posible lograrlo con la cifra que he mencionado.

Llego así, Sr. Presidente, al final de cuanto hoy quería decirles. Temo haberme extendido demasiado. Pero, como Vds. habrán podido apreciar, hay planteados en la actualidad gran número de complejos problemas que el Consejo tiene que examinar y que me hubiera sido difícil exponer con mayor brevedad. Espero con interés el sucederse de los debates del Consejo y el resultado de los mismos.

Muchas gracias.


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