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PARTE I (continuo)

CAPITULO 3
REPERCUSIONES DE LA ORDENACION EN LOS BOSQUES DE PRODUCCION (continuo)

3.4 Dinámica del bosque

El aspecto de la dinámica del bosque que ha sido objeto de mayor atención en relación con la explotación maderera, es el crecimiento y el rendimiento de las principales especies comercializables. La falta de anillos de crecimiento anuales fiables en la mayor parte de las especies arbóreas tropicales y, por tanto, de un método “simplificado” para la determinación del incremento en volumen, junto con la complejidad de las condiciones de crecimiento y la composición específica, ha hecho difícil prever la producción (por ej. Kemp y Lowe 1970). A pesar del progresivo aumento de los sistemas de muestreo por parcelas permanentes (parcelas de inventario forestal continuo) en las muestras representativas del bosque de algunos países, la base para los cálculos de crecimiento y producción es en general pobre. Probablemente, el mejor nivel de previsión se ha conseguido en Queensland, Australia (Vanclay 1989). Sin embargo, incluso en aquellos bosques que han sido estudiados intensivamente, hay muy poca o ninguna información fiable sobre la importancia relativa de los factores genéticos y ambientales que determinan las tasas de crecimiento de los distintos árboles en las masas naturales.

La influencia de la competencia de otro tipo de vegetación en la proporción relativamente pequeña de fustes “deseables”, ha sido la base de las intervenciones de ordenación para llevar a cabo aclareos de mejora que favorecieran el crecimiento de los árboles que formarán la producción potencial final (Hutchinson 1987; Maitre 1991; FAO 1989c). El primer paso en este tratamiento, tal como se aplicó en Sarawak (Hutchinson 1987), es agrupar las especies en categorías de “calidad de madera”, para llegar a unas listas de especies deseables y entonces evaluar e intentar prever su respuesta a los diferentes niveles de puesta en luz y disminución de la competencia que resulten de las cortas comerciales o de posteriores aclareos de la masa arbórea. A tal fin, las especies se clasifican en grupos ecológicos de acuerdo con su grado de tolerancia a la sombra, y/o su capacidad para aumentar rápidamente su crecimiento en respuesta a esta puesta en luz.

En la ordenación forestal clásica se comenzaba por intentar comprender y utilizar tales procesos e interacciones ecológicas y, particularmente, los cambios naturales cíclicos, en la progresión desde la colonización de los calveros por las especies pioneras hasta la condición de madurez o la correspondiente a las últimas etapas de la sucesión de los bosques. Ahora, se admiten comúnmente divisiones arbitrarias en el desarrollo de los bosques: fase de calvero, fase de construcción y fase de madurez (Whitmore 1990). El concepto de “dinámica del bosque en la fase de calvero” aparece para aplicarlo como modelo general, posiblemente con variantes locales, en una amplia serie de bosques de todas las regiones tropicales y, a pesar de que es una simplificación excesiva para reconocer especies sólo “pioneras” o “clímax”, la definición de dos grandes grupos o “gremios” basados en su comportamiento de respuesta a la creación de un calvero, ha demostrado ser útil en los planteamientos de ordenación de los bosques naturales (Whitmore 1991). Es también importante en los de conservación in situ de los recursos genéticos forestales, particularmente, los de las principales especies arbóreas de interés económico.

En todas las floras de los bosques pluviales tropicales hay menos especies pioneras que clímax (Whitmore 1990) y tampoco es probable que los géneros de pioneras incluyan entre sus miembros especies altamente endémicas, de área geográfica muy restringida. Sus eficaces sistemas de dispersión de semillas son, probablemente, la causa de las amplias áreas de distribución que generalmente ocupan y además reducen las posibilidades de que se desarrollen poblaciones circunscritas genéticamente distintas.

Las complejas interrelaciones en los sistemas de polinización, dispersión de semillas, trama alimentaria y trama vegetal, descritos anteriormente, son importantes tanto para la regeneración buscada como para la ordenación de las especies madereras, particularmente las que pertenecen a los gremios “clímax”, y para la conservación in situ de los recursos genéticos forestales. Sin un conocimiento suficiente de los procesos y las relaciones ecológicas, todo intento de ordenación de los bosques naturales debe basarse en la aplicación general de tratamientos silvícolas, con resultados imprevisibles y posiblemente perversos. Sin embargo, ello ha demostrado últimamente la imposibilidad de justificar las inversiones necesarias en estudios ecológicos detallados, en términos solamente de aumento de producción de madera a lo largo del período correspondiente a uno o dos ciclos de corta o en rotaciones breves. No obstante, estudios recientes sobre los métodos de ordenación han puesto de relieve lo poco adecuado del tratamiento general del dosel de copas y la necesidad de mejorar el conocimiento de la autoecología de las distintas especies y no sólo de aquéllas cuya madera sea comercializable (FAO 1989b).

También el campo de la biología reproductiva, que abarca estudios de polinización, dispersión de semillas y depredación, y la dinámica de los bancos de semillas, brinzales y latizos para la regeneración, aspectos claramente importantes en la conservación de los recursos genéticos, ha resultado necesario para el administrador forestal (Palmer 1989). El estudio monográfico sobre la Cordia alliodora en el Apéndice 1, muestra el nivel y la intensidad de investigación necesarios para proporcionar información fiable respecto de una única especie. El número de especies que necesitan un estudio así, incluso en un sólo bosque, es muy grande y los recursos de mano de obra especializada son muy limitados.

La biología de la dispersión de las semillas tiene importancia directa en la ordenación de los bosques naturales, particularmente respecto de las especies en fase madura, muchas de las cuales poseen madera de alto valor y se caracterizan por la producción de grandes semillas. Se dispone cada vez de más datos que demuestran que la frecuencia y la densidad de tales especies en los bosques naturales es limitada a causa de la depredación de las semillas y que las oportunidades de supervivencia se mejoran mediante la dispersión fuera de las cercanías de los árboles progenitores (Terborgh 1990). Un buen ejemplo es la dependencia de Virola surinamensis, distribuida por los tucanes y otros grandes pájaros frugívoros, sin los cuales sería imposible recoger brinzales y la especie terminaría por extinguirse localmente (Howe 1990). Un sector de preocupación común, tanto para los administradores forestales como para los genetistas forestales que se ocupan de la conservación, es el conocimiento de la identidad y del comportamiento de los animales dispersores y de su posible dependencia de otras especies arbóreas para la alimentación o la anidación.

3.5 Regeneración

El potencial de regeneración de las especies deseables es de importancia clave en la ordenación de los bosques productivos y también es ciertamente fundamental para la conservación de sus recursos genéticos. La regeneración natural es la estrategia claramente preferida para la conservación in situ, si bien algunos aspectos de la regeneración artificial, como las plantaciones complementarias, utilizando semilla o brinzales obtenidos al azar del mismo rodal natural, pueden resultar a veces aceptables y convenientes. Es probable que el fomento de la regeneración natural sea la opción más barata también para los objetivos de producción de madera, siempre que tal regeneración se pueda obtener fácilmente y con seguridad. En la práctica, sin embargo, está probado que es uno de los aspectos más difíciles e inciertos de la ordenación en los bosques tropicales, a pesar de haber sido objeto de muchos estudios de campo y de experimentación durante un siglo.

El problema no atañe sólo a los bosques tropicales, sino que resulta también evidente en las grandes superficies de suelos forestados anteriormente y en las actuales tierras baldías en el Mediterráneo y en algunas regiones templadas. En estas zonas, el pastoreo y el ramoneo del ganado doméstico han ejercido una importante influencia, y también en las regiones de bosques tropicales más densamente pobladas, por ejemplo en la India, incluso en los bosques tropicales de alta producción potencial - como los bosques de Sal (Shorea robusta) y los de hoja perenne (FAO 1989c) - a pesar de una larga historia de investigaciones y estudios llevados a cabo por personal experto. Fracasos similares han sido comunes en toda Asia, excepto en algunos de los bosques más ricos de dipterocarpáceas donde, debido a la gama de especies deseables que por sus características silvícolas se ven favorecidas por la puesta en luz controlada, se ha conseguido muy a menudo una regeneración natural satisfactoria, aunque no por ello previsible. El no poder asegurar la regeneración adecuada de las especies selectas de madera de valor económico fue un problema fundamental en muchos bosques africanos (Nwoboshi 1987; Kio y Ekwebelan 1987; FAO 1989b) y fue la razón principal del desarrollo de plantaciones forestales en ciertos países de ese continente como una alternativa a la ordenación del bosque natural.

Entre los aspectos más importantes en el comportamiento de la regeneración cabe indicar los siguientes: la frecuencia de los años de producción de semilla, la duración de la viabilidad de esta, la supervivencia de los brinzales, la pauta de distribución y abundancia de la regeneración por brinzales en el suelo del bosque, la tolerancia a la sombra y la respuesta a la luz, y el potencial competitivo de las especies preferentes en diferentes grados de apertura de copas. La complejidad de las interacciones en el bosque natural es tal, que es virtualmente imposible garantizar un conjunto de condiciones ambientales que favorezcan la regeneración de unas pocas especies selectas sin hacer antes un estudio detallado del estado de cada área limitada de condiciones más o menos uniformes dentro del diverso mosaico del bosque, y de la autoecología de todas las especies principales. En la práctica, se utiliza el muestreo de diagnóstico, realizado a menudo mediante transectos paralelos sistemáticos a través del bosque, para determinar, como base para la próxima cosecha, la idoneidad total de las existencias de jóvenes fustes de especies deseables, que se han observado que sobreviven sin daño después de haberse completado una operación de corta. La diversidad de lugares y de sistemas silvícolas determinará probablemente un aumento de la diversidad y será, por tanto, beneficioso desde el punto de vista de los recursos genéticos.

La variación del modelo de ordenación en la etapa de regeneración, es decir, de los intentos anteriores de controlar la composición y el desarrollo de la población de brinzales a la aceptación de una composición en gran parte accidental que actualmente impera, se refleja en los procedimientos de muestreo de regeneración. Por ejemplo, en las primeras aplicaciones del Sistema Uniforme Malayo (SUM), que fue uno de los primeros intentos de mayor éxito respecto de la ordenación de los bosques húmedos tropicales, se aplicó un régimen de muestreo lineal con tres etapas para determinar diferentes estados de desarrollo de la regeneración, antes de que se emprendieran las operaciones de corta. Este procedimiento, fue modificado más tarde fundiendo las tres etapas en una única operación de muestreo lineal de regeneración, después de haber concluido las operaciones de corta y saca (Wyatt-Smith 1987b). El cambio representaba la aceptación de que los imperativos económicos son más decisivos para determinar las prácticas de ordenación que las consideraciones silvícolas. El SUM, tal como fue diseñado originalmente, preveía situaciones en que el nivel de regeneración a base de brinzales fuera insuficiente, proponiendo el retraso de la corta hasta que la regeneración fuera suficiente. Sin embargo, en la práctica, no se admitía que la insuficiencia del nivel de regeneración antes de la corta constituyera obstáculo para proceder a la explotación (Ismail 1966).

En los bosques malayos de dipterocarpáceas los años de fructificación efectiva son los de largo intervalo general (Appanah y Salleh 1991), por lo que es preferible cortar después de un año de fructificación en masa. Las operaciones silvícolas para eliminar las especies de “malas hierbas” no deseadas y liberar los ejemplares jóvenes de las especies deseables, se pueden incrementar tras una fructificación abundante para obtener un beneficio máximo de la mejora de la producción futura de madera. La regeneración abundante que se puede conseguir retrasando las operaciones de corta hasta después de un año de gran fructificación, ofrece las máximas posibilidades de realizar operaciones silvícolas eficaces para mejorar la composición de la producción final; esto favorecerá también la conservación de los recursos genéticos de las especies elegidas para su utilización comercial. Parece probable que las pequeñas cantidades de semillas de algunas especies que se producen entre años de abundante semilla, provienen de un segmento reducido y posiblemente diferente de la población; puesto que la regeneración que resulta de tales semillas no será representativa de la población, su valor para la conservación será también limitado, a menos que se complemente con parcelas dedicadas a la regeneración y a la producción de semilla durante un cierto número de años.

La importancia de dejar árboles padre de buena calidad fenotípica durante las operaciones de corta, particularmente si el muestreo para la regeneración ha revelado un bajo nivel de los brinzales establecidos y del repoblado preexistente de las especies deseables, es otro ejemplo de la estrecha coincidencia de intereses entre los objetivos de producción y los de conservación de recursos genéticos. En la práctica, sin embargo, éste aspecto vital ha sido comúnmente descuidado o pospuesto por las presiones para obtener la máxima producción y beneficios. La reserva de un número de grandes árboles padre después de la principal operación de corta, presenta algunos inconvenientes en la ordenación posterior del rodal, si estos son tan numerosos que causan sombra depresiva o competencia (Catinot 1986), o si se explotan posteriormente con los consiguientes daños al bosque en regeneración causados al extraerlos. Sin embargo, la pérdida efectiva en producción es leve en comparación con los peligros del deterioro progresivo de la calidad genética de la población cuando la regeneración efectiva descansa en individuos residuales, con fenotipos probablemente menos vigorosos y menos deseables, para complementar el depósito edáfico de semillas y la regeneración de brinzales, si estos últimos son insuficientes. A pesar de las dificultades prácticas y los peligros de intentar seleccionar individuos arbóreos genéticamente “superiores” en los bosques tropicales naturales, no deben ignorarse los peligros reales de un efecto de degradación genética derivado de la obtención selectiva y sistemática de los fenotipos mejores y más vigorosos de la población de mejora. Es preciso recabar urgentemente más información basada en una sólida investigación sobre este aspecto.

Apoyarse en los sistemas de regeneración natural de los bosques de producción, ofrece sin duda importantes oportunidades para la conservación in situ. El rebrote que sigue a una corta intensa favorecerá a las especies pioneras (fase de calveros) y las cortas a hecho a gran escala conducen típicamente a la dominancia completa de árboles de poca masa leñosa y con madera de baja densidad (Jordan 1986). Según se vaya aclarando o explotando los bosques primitivos, las poblaciones de muchas especies principales con mucha masa leñosa características de los bosques en fase de madurez o clímax, se irán debilitando, a menos que se tomen medidas específicas para mantenerlas. El papel de las poblaciones de brinzales en la regeneración natural de estas especies es particularmente importante. Por ejemplo, las dipterocarpáceas asiáticas requieren generalmente al menos un pequeño claro en el dosel de copas para desarrollar su tamaño adulto, pero la probabilidad de que naturalmente se depositen semillas en ese claro es baja, debido a la escasa dispersión y la escasa frecuencia de los años de producción (Ashton 1982). Esta circunstancia unida a la falta de un período de latencia de las semillas (Ng 1980), explica en modo significativo la capacidad de los brinzales de dipterocarpáceas de sobrevivir en condiciones de baja intensidad de luz en el suelo del bosque, hasta que se produzca un claro suficiente en el dosel de copas. Las pérdidas de brinzales antes de que se dé tal oportunidad, pueden tener una profunda influencia en la futura composición específica del bosque. Esto mismo es cierto para otros grupos de especies de importancia económica en algunos bosques africanos y neotropicales (Whitmore 1991). Un conocimiento de la biología de la dispersión y de la fisiología de la semilla y de los brinzales, por lo menos hasta donde se revelen a través de la incidencia y comportamiento de los brinzales del bosque en relación con las condiciones de luz, será la base necesaria para la manipulación consciente de la composición de las especies con vistas a la producción y a la conservación de recursos genéticos.

Las especies pioneras tienen típicamente semillas que pueden resistir la desecación y pueden convertirse en latentes en el suelo durante largos períodos. Siempre que se ha buscado un depósito edáfico de semillas en los bosques pluviales tropicales de tierras bajas se ha logrado encontrar (Whitmore 1990). Algunas pioneras tienen semillas pequeñas, copiosas y fácilmente dispersables, que permiten efectuar frecuentes reposiciones en el depósito del suelo, o la rápida colonización de los calveros entre las copas poco después que se producen. Generalmente, por tanto, la necesidad de intervenciones para favorecer la regeneración y conservación de los recursos genéticos de las especies pioneras se satisface adecuadamente con tratamientos normales de corta y de carácter silvícola.

3.6 Silvicultura

El éxito en la silvicultura destinada a la producción de madera se ha definido como el lograr que “un rodal de árboles de madera preciosa llegue a la madurez, produzca una regeneración natural en un lugar donde antes había madurado sin que el suelo muestre signos de deterioro” (Dawkins 1988). Según esta definición, la silvicultura en los bosques tropicales originalmente cerrados tuvo más éxito durante el pasado siglo de lo que nunca se hubiera pensado comúnmente, no sólo en Myanmar (Birmania), India y Malasia, sino, hasta un cierto punto, en algunos bosques africanos y neotropicales. Sin embargo, en términos de repercusiones en los recursos genéticos, y especialmente en el conjunto total de la diversidad biológica de las plantas y los animales de los bosques, las operaciones silvícolas, particularmente el uso de arboricidas, pueden haber tenido una influencia bastante más persistente y discriminatoria que la manipulación de las copas o las talas. Mientras los tratamientos permitan conseguir el aumento previsto de la regeneración, el crecimiento y la representación de las principales especies económicas en la masa final, probablemente favorecerán la conservación de sus recursos genéticos. Sin embargo, el resultado de los tratamientos se ha mostrado a menudo imprevisible, incluso respecto de las especies a las que se intentaban favorecer, y en muchos casos suponían la eliminación intencionada de especies que posteriormente se ha demostrado que eran valiosas, tanto por su papel en el funcionamiento del bosque como por su aceptación en los mercados internacionales de madera. Por el contrario, el éxito de los tratamientos silvícolas, se ha debido a veces al hecho de haber favorecido accidentalmente la regeneración de las especies que, en aquel momento, no estaban consideradas como deseables, pero que ahora son objeto de una demanda internacional importante.

Los sistemas silvícolas de los bosques tropicales naturales, pueden dividirse en dos grupos principales: sistemas monocíclicos, conocidos también como sistemas de corta mediante clareos sucesivos, que tienen por finalidad un aprovechamiento único y completo de toda la madera comercializable al final de la votación, confiando en una regeneración por brinzales para formar la próxima masa. Probablemente, el ejemplo mejor desarrollado y mejor conocido es el sistema uniforme malayo o de cortas mediante clareos sucesivos uniformes (SUM), según el cual, conforme al diseño original, tras las operaciones iniciales de corta se inocula veneno alrededor del tronco de prácticamente todos los árboles restantes, por debajo de una circunferencia mínima específica a la altura del pecho, de forma que la cubierta de copas se va abriendo progresivamente y se favorece así el crecimiento satisfactorio de brinzales, generalmente abundantes, de las especies deseables, principalmente dipterocarpáceas. En las tres regiones tropicales se han realizado varios intentos de aplicar los sistemas de cortas mediante clareos sucesivos (FAO 1989b; FAO 1989c; FAO 1992a; Schmidt 1991), pero surgieron en general problemas con fuertes invasiones de trepadoras y la imposibilidad de inducir una regeneración adecuada de las principales especies de interés económico. La creciente demanda de un variedad mayor de especies comercializables ha hecho que el fracaso para inducir la regeneración de unas pocas especies selectivas, resulte menos perjudicial y el uso de maquinaria pesada en los equipos de corta y saca, junto con el aumento de la demanda de mercado, ha incrementado el grado de apertura de la cubierta de las copas con tan solo las actividades de corta, haciendo menos necesario el envenenamiento de los árboles residuales. El efecto ecológico global de estos sistemas monocíclicos, es favorecer especies pioneras o casi pioneras “deseables”, incluyendo alguna madera comercializable ligera, blanca y de uso múltiple. Es probable que se produzcan efectos perjudiciales en las poblaciones de mejora y los recursos genéticos de las especies de crecimiento lento más pesadas y con más masa leñosa, características del bosque clímax, no favorecidas por este sistema silvícola, de forma que cuanto más corta sea la rotación (o más restrictiva la selección de especies “deseables”), los efectos se harán más intensos con el tiempo.

Los sistemas policíclicos incluyen la corta selectiva o por entresaca de un número limitado de fustes en dos o más ocasiones a lo largo del ciclo total de rotación, con lo que se mantiene un rodal menos uniforme, con edades mezcladas, basado en una regeneración adelantada para el próximo aprovechamiento. Estos sistemas son capaces teóricamente de incorporar especies clímax en fase madura a expensas de aceptar unas proporciones de crecimiento en volumen más bajas, pero posiblemente, incrementos de valor más altos y, por tanto, de conservar un espectro más amplio de recursos genéticos en términos de especies y calidades de madera. Sin embargo, puede haber algún peligro de efectos de degradación genética dentro de las poblaciones de especies, en particular si la tala selectiva elimina los individuos de crecimiento más rápido y más deseables, dejando ejemplares menos vigorosos y posiblemente defectuosos para la regeneración, en ausencia de una suficiente regeneración efectiva por brinzales y/o depósitos de semillas en el suelo. Más aún, si las especies deseables son una pequeña minoría de los árboles más grandes en el bosque será necesario emprender operaciones (costosas) para favorecer los árboles inmaduros de las especies valiosas, con objeto de evitar el empobrecimiento progresivo del rodal. Sin embargo, se pueden evitar influencias potencialmente nocivas de selección sobre la calidad genética de las especies o del rodal en este sistema silvícola, mediante una ordenación y unas prácticas de aprovechamiento responsables, tal como se practicaron por ejemplo en Queensland, Australia. Bajo el Sistema por Entresaca de Queensland, se diseñaron la selección deliberada de árboles que se han de reservar en el bosque y el refuerzo de los controles estrictos de las cortas para evitar daños a estos árboles seleccionados, con objeto de evitar los efectos de degradación genética de las cortas por entresaca. Para una utilización efectiva de los sistemas por entresaca se requieren cuidados culturales diestros y frecuentes de los componentes deseables de los bosques y, especialmente, prácticas de corta cuidadosas y responsables, que ayudarán a evitar daños accidentales a la masa de regeneración que se encuentra en fase avanzada.

Se ha sugerido que para los primeros treinta o cuarenta años después de la iniciación de los sistemas de ordenación propuestos, la distinción entre sistemas monocíclicos y policíclicos estriba más en las intenciones y las expectativas futuras que en diferencias reales e irrevocables en cuanto a las prácticas y la estructura del bosque (FAO 1989b). En lo que respecta a la conservación de los recursos genéticos, la cuestión esencial es determinar en qué medida las prácticas de aprovechamiento y los sistemas silvícolas favorecen la reserva de un amplio espectro de diversidad genética potencialmente valiosa. Esto se podrá conseguir muy probablemente si bosques diferentes y secciones diferentes dentro del mismo bosque de producción, están sujetas a diferentes sistemas, basados en principios ecológicos, para favorecer la regeneración y conducir a la madurez a diferentes elementos de los principales “gremios”, en particular las especies clímax. Estos sistemas de ordenación aumentarían la complejidad y el coste del aprovechamiento y la comercialización y, por tanto, se podrían considerar como no económicos según recientes criterios, que han tendido a favorecer planteamientos de costes muy bajos e intervenciones mínimas, puesto que, aparentemente, el bajo nivel de beneficios financieros por unidad de área de bosque natural, se ha considerado incapaz de soportar el coste de una ordenación intensiva eficaz (ver Mergen y Vincent 1987). Se impone, por tanto, una estrategia de ordenación restringida a causa de la aceptación forzosa de una composición fortuita de las existencias residuales en crecimiento después de la corta, sin ningún tratamiento cultural posterior salvo operaciones generales aplicadas indiscriminadamente a lo largo de grandes superficies de bosque inicialmente diversas. El balance entre ingresos y gastos puede resultar favorable, si se buscan usos y salidas de mercado adicionales para el conjunto de las maderas producidas efectivamente. Sin embargo, en términos de repercusión en los recursos genéticos, tales operaciones generales causarán probablemente una pérdida progresiva de diversidad global, particularmente por sus efectos en las poblaciones de mejora de las especies de crecimiento lento, que son características de los bosques que han alcanzado la fase de madurez.

Sin embargo, las pérdidas genéticas no son inevitables, puesto que la composición de la masa de regeneración por brinzales y de árboles en crecimiento avanzado después de una única operación de corta, siempre que no se extraigan una proporción demasiado elevada de las existencias en crecimiento (p. ej., una media de 20 a 30 m3 por hectárea), contendrá probablemente una representación de todas las especies y gremios. Esta representación será seguramente la apropiada para permitir el restablecimiento de la diversidad genética y el fomento deliberado de elementos selectos a través de cuidados culturales posteriores, especialmente si se favorecen diferentes conjuntos de elementos entre las unidades de ordenación. La práctica de “aclareos de puesta en luz” (Hutchinson 1987; FAO 1989c; Maitre 1991) es un ejemplo de selección y promoción deliberadas de fustes individuales para formar la masa final, a partir de la masa de árboles en crecimiento avanzado que han quedado después de la corta. Esto permite favorecer un conjunto de especies deseables, que en ese momento están incluidas en las listas basadas en las calidades de madera, y concuerdan con la evaluación de las necesidades ecológicas de las especies seleccionadas, en términos de su probable respuesta a tratamientos destinados a manipular los estratos de copas superiores y la competición. Una vez que se ha asegurado la puesta en luz de las especies “deseables principales” elegidas para formar la masa final, este sistema puede permitir la reserva de una amplia gama de otras especies y, por tanto, si se aplica sobre grandes superficies de bosque diverso, puede ser compatible con la conservación de un amplio conjunto de especies y de recursos genéticos (Hutchinson 1991). Dependiendo del criterio aplicado para seleccionar las especies “deseables principales”, el sistema se podría utilizar para conseguir objetivos ecológicos y de conservación, a expensas de una cierta reducción de la producción del componente de pioneras de rápido crecimiento de la masa en algunas áreas del bosque.

Ng (1983) ha señalado a la atención de los interesados la creciente necesidad de una “ordenación reparadora” en Malasia, para intentar restaurar y mantener la estructura y la composición de áreas de bosque maduro. Las actuales tendencias de lograr producciones máximas en las áreas productoras de madera no favorezcan de hecho la política de extracciones menos intensivas, pero dada la creciente pujanza tanto de la economía nacional como de la conciencia conservacionista de Malasia, se podrían plicar quizás tales consideraciones ecológicas en áreas forestales seleccionadas dentro de una década aproximadamente. Las posibilidades de esta “ordenación reparadora” dependerán de las investigaciones ya en marcha o que vayan a comenzarse ahora.

Los estudios monográficos de Ghana y la India, ilustran otros planteamientos de “ordenación reparadora” en bosques de producción, para restablecer y mantener un sistema sostenible y productivo.

Aunque las áreas forestales ordenadas que han sido objeto de una ordenación satisfactoria conforme a este modelo serán ciertamente diferentes del bosque natural maduro, su contribución a la conservación de recursos genéticos, dentro del contexto de una Estrategia Nacional para la Conservación (ver Sección 5.1) que comprende un conjunto de condiciones forestales y sistemas de ordenación, debe ser muy alta en comparación con cualquier forma alternativa de aprovechamiento de la tierra que pueda considerarse de manera realista. Siempre que después de una corta se deja regenerar el bosque naturalmente, y no se proceda a otras formas de aprovechamiento de la tierra, las opciones para la conservación in situ permanecerán abiertas. Sin embargo, dependerán en gran medida del cuidado con que se ejecute la corta, de su intensidad y del intervalo hasta la próxima operación de extracción.

3.7 Extracciones de madera

La explotación de madera en los bosques tropicales era inicialmente muy selectiva y se basaba en una combinación de saca por tracción animal y transporte fluvial. Donde estos sistemas perduren aún, como es el caso, por ejemplo, de muchas partes de Myanmar, serán compatibles en gran medida con la conservación de valores ecológicos y recursos genéticos. Sin embargo, el creciente uso general de maquinaria pesada, que requiere mayor densidad y anchura de pistas y que daña gravemente la regeneración del suelo, ha repercutido gravemente en la sostenibilidad y funcionamiento de los ecosistemas forestales. A pesar de que los efectos de las cortas intensivas y los daños medioambientales que les acompañan, pueden ser menos discriminantes en sus repercusiones de facto sobre los recursos genéticos que los aprovechamientos muy selectivos y las operaciones silvícolas de “refinado”, tienden a retrotraer el bosque a una fase menos rica en especies, correspondiente a las primeras etapas de la sucesión ecológica. Este efecto empeora con la fuerte compactación del suelo que resulta del uso descuidado de maquinaria pesada, que puede dejar superficies considerables de terreno desnudo compactado y erosionado, hostil al desarrollo de brinzales. Añadiendo a esto el hecho que se extrae un número de especies mayor, como por ejemplo en los bosques de dipterocarpáceas en Malasia, Indonesia y Filipinas, donde la facilidad de agrupar las especies por la calidad de su madera ha aumentado las oportunidades del mercado, los daños de las cortas han sido a veces tan graves que, tanto el repoblado preexistente como la regeneración por brinzales de las especies deseables quedaron prácticamente eliminados (Masson 1983). Puesto que la mayor parte de los brinzales de dipterocarpáceas no se desarrollan fácilmente en el suelo desnudo, el efecto de las cortas intensivas, en que más del 40 por ciento del área puede quedar desnuda por una operación poco cuidadosa con maquinaria pesada, fue la pérdida de la mitad aproximadamente del potencial regenerativo.

La intensidad del aprovechamiento de madera determina también el grado de apertura del dosel de copas, que influye fuertemente en el éxito del desarrollo y de la composición de la regeneración. Los grandes claros en la cubierta de copas favorecen a las especies pioneras, mientras que la corta por entresaca de baja intensidad imita con más propiedad los procesos naturales de la dinámica del bosque y apenas altera la composición de las especies (Whitmore 1990). Sin embargo, la repetición demasiado frecuente de extracciones, incluso en entresacas ligeras, puede perjudicar a las poblaciones de mejora de las especies de crecimiento lento si el número de individuos reproductores maduros que todavía queden antes del siguiente ciclo de corta se reduce fuertemente. Las cortas intensivas, repetidas a intervalos cortos, pueden eliminar especies características del bosque en las últimas etapas de la fase madura y climácica y son capaces de producir una combinación de especies pioneras de crecimiento rápido y bajo valor maderero, con masas de lianas trepadoras y zonas de suelo desnudo. Este mosaico de zonas desboscadas y brotes bajos de malas hierbas perennes, puede verse invadido por el fuego, particularmente en los bosques de hoja semi-caduca y los bosques monzónicos, con efectos catastróficos sobre la regeneración de la mayor parte de las especies madereras y de su variación genética.

Las limitaciones de la inversión en ordenación del bosque a que antes nos hemos referido, han inducido a apoyarse cada vez más en las operaciones de corta como medio principal para influir en la composición, estructura y desarrollo del bosque, que en las claras (costosas) y las operaciones de refinado de los sistemas silvícolas más complejos. Incluso cuando las operaciones silvícolas se llevan a cabo después de una corta, su eficacia depende en gran parte del estado del dosel de copas, del suelo y de la regeneración que queda después de la explotación. Un aprovechamiento bien hecho y responsable, realizado con conocimientos de los principios ecológicos y de la dinámica del bosque, puede, por sí mismo, ser útil para los objetivos silvícolas y de conservación. Sin embargo, demasiado a menudo, tales aspectos son ignorados totalmente por el personal encargado de la corta, retribuido por tajo o según su producción y preocupado por obtener máximos rendimientos de extracción sin ocuparse del efecto sobre el bosque y la estación. Las extracciones repetidas, sin dejar suficiente tiempo para el recubrimiento y la regeneración, pueden causar aún más daños. Esto ha sucedido donde ha surgido una demanda de mercado para las especies consideradas no económicas al tiempo de iniciarse las cortas de entresaca y se ha permitido a los concesionarios volver a entrar en el bosque, sin tener en cuenta los efectos sobre los rebrotes.

El hecho de no ajustar las operaciones de extracción a los objetivos de la ordenación y la silvicultura a largo plazo, es la principal y más peligrosa deficiencia de los actuales intentos de ordenación de los bosques tropicales (FAO 1989c). Al contrario, el desarrollo de una colaboración productiva entre los agentes madereros y los gestores forestales, es la componente más esencial de una estrategia para la ordenación y la conservación. Sin ella, las posibilidades de conservación de los recursos genéticos en los bosques de producción se verán gravemente limitadas y reducidas a poblaciones residuales ocasionales.

Estudios recientes (Kerruish 1983; Jonkers 1987; FAO 1989b; FAO 1989c; FAO 1992a; Jonsson y Lindgren 1990) muestran que gran parte de los daños causados durante la explotación podrían haberse evitado fácilmente sin coste adicional, o en todo caso pequeño. Aunque la elección del equipo es importante, ya que los poderosos tractores y los sistemas de extracción por cable pueden causar graves daños, es sobre todo la carencia de planificación, capacitación, supervisión e incentivos apropiados para el correcto uso de los equipos la causa de la mayor parte de los daños. Algunos estudios en Sarawak han demostrado que la introducción de una corta metódica redujo el área de bosque dañado gravemente en un 44 por ciento y al mismo tiempo ocasionó un ahorro del 20 por ciento en los costes de explotación. Igualmente, en Surinam, los daños por las operaciones de arrastre se redujeron en un 40 por ciento en las cortas controladas adecuadamente, mientras que la productividad global mejoró en un 20 por ciento (Jonsson y Lindgren 1990).

La magnitud de los daños está más bien relacionada con el número de árboles cortados que con el volumen total de madera extraída (Whitmore 1990). Siempre que el efecto sobre la regeneración preexistente sea accidental, tiende a distribuirse sobre todas las especies arbóreas de una forma esencialmente fortuita, de manera que, en términos de repercusión en los recursos genéticos, no es selectiva (Johns 1988). Sin embargo, los efectos en las especies ya escasas y sujetas a cortas de entresaca serán potencialmente graves si las futuras poblaciones de mejora se ven, en consecuencia, reducidas aún más. Los brinzales de especies tolerantes a la sombra, cuya regeneración depende más de que sobrevivan durante largos períodos bajo la cubierta del bosque que de la colonización rápida de los calveros o de los brotes de los depósitos de semilla en latencia en el suelo, son particularmente vulnerables a los daños causados por la maquinaria pesada empleada en la corta. Ello se une a los efectos perjudiciales que se provocan a estas especies por una apertura del dosel de copas extensa y repentina. Como las especies clímax portadoras de gran número de semillas son las que más a menudo dependen de la dispersión de éstas por animales, también el grado en que las operaciones de corta perturben a las poblaciones animales puede afectar a estas especies madereras. Sería necesario diseñar una cartografía de las existencias, marcar la madera, hacer estudios sobre la regeneración y la capacitación de agentes, junto con una cuidadosa planificación del trazado de pistas y las operaciones de corta, para conservar las especies y poblaciones seleccionadas. Algunos estudios han indicado también que áreas bastante pequeñas de bosque sometido a cortas, interiores o adyacentes a las concesiones de explotación, pueden ser fundamentales para la supervivencia de especies animales claves dentro del área (Johns 1989).

Si bien, para determinar la influencia de diferentes prácticas de cortas y sus intensidades sobre la composición específica y los recursos genéticos en el bosque se requiere una investigación ecológica y autoecológica, no hay duda de que el cuidado con que se afrontan las operaciones de explotación repercuten profundamente en las opciones futuras abiertas a las acciones de ordenación y conservación. La naturaleza de los cambios que se necesitan para controlar y aportar incentivos para una corta responsable es clara por lo que respecta a la duración y naturaleza de los contratos para las concesiones madereras, niveles de las tarifas aplicables a la madera en pie, etc. Igualmente importante es el interés y la participación de las comunidades que habitan dentro o en la periferia del bosque, cuyas actividades en el inicio de las operaciones de corta, que proporcionan mayor acceso al bosque, pueden afectar fuertemente a la regeneración posterior.

3.8 Productos Forestales No Madereros (PFNM)

En la actualidad, se reconoce ampliamente la importancia de muchos productos forestales no madereros extraídos de los bosques tropicales naturales. La expresión utilizada actualmente para estos productos, PFNM, abarca generalmente todos los materiales del origen biológico, exceptuando la madera que se extrae a escala industrial. El conjunto de productos incluye alimentos, especias, medicinas, piensos, aceites esenciales, resinas, gomas, látex, taninos, tintes, rotén, bambú, fibras y una gran variedad de productos animales y plantas ornamentales. Los recursos de alimentos y piensos en el bosque natural son particularmente importantes como suplementos dietéticos, para reforzar los sistemas agrícolas que dependen de las estaciones y en épocas de sequía u otras condiciones de emergencia (FAO 1989d). Representan a menudo la prueba más clara del bosque como tal a los ojos de la población local y son, por tanto, un factor importante en la conservación de los recursos totales del bosque, incluida su diversidad genética.

Los PFNM pueden representar también una importante fuente de beneficios económicos en la economía nacional. Como esos productos que se utilizan localmente, muy a menudo los principales componentes de los PFNM, no entran en el mercado en el que se registran los valores comercializados, es difícil cuantificar adecuadamente su valor efectivo o potencial, que ciertamente está muy subestimada. A menudo, en el contexto de los valores opcionales de la diversidad biológica, se hace referencia al valor potencial de los productos futuros que se supone permanecen aún sin identificar en los bosques pluviales tropicales, por ejemplo, posibles productos farmacéuticos o cosméticos. Sin embargo, aún sin tener en cuenta estos potenciales beneficios futuros adicionales, el valor cuantificado actual de los PFNM es muy considerable. Los recursos del sudeste asiático, probablemente representan más de varios miles de millones de dólares en el comercio anual mundial de PFNM (de Beer y McDermott 1989). Las estimaciones disponibles sobre las exportaciones indican que, sólo en Indonesia, en 1987, la cifra total fue por lo menos de 238 millones de dólares EE.UU. Probablemente, de esta cantidad, 100 milliones de dólares EE.UU. corresponden a las exportaciones de rotén, con las que Indonesia abastece el 90 por ciento de la demanda mundial. Sin embargo, la deforestación y la explotación forestal están erosionando el recurso básico y se ha estimado que aproximadamente un tercio de las especies de bejuco en Malasia y en Indonesia están amenazadas de extinción (Dransfield 1987).

Entre los atributos característicos de los PFNM se incluyen su gran variedad y su valor relativamente alto por unidad de peso o de volumen, en comparación con los de la mayoría de las maderas tropicales. Su explotación se realiza a base de una mano de obra más intensiva y requiere inversiones de capital relativamente pequeñas. A pesar de que la producción por unidad de superficie del bosque es generalmente baja, en el caso de algunos de estos productos, puede ser aprovechada anualmente sobre una base sostenible, perturbando poco o nada el suelo o el funcionamiento ecológico del bosque. El mantenimiento de una cubierta de copas es con frecuencia una condición necesaria para la producción de PFNM y, por tanto, existen posibilidades para el desarrollo tanto de madera como de recursos no madereros, proporcionando estos últimos una retribucción económica más rápida y una fuente continua de ingresos para las poblaciones locales, hasta que la producción de madera llegue a la madurez. La corta por entresaca puede tener un efecto positivo en algunos PFNM, tales como los bejucos y los hongos comestibles. Los bejucos crecen mejor en los calveros que pueden formarse en las copas después de la entresaca de madera.

En la medida en que la conservación de la diversidad biológica y de los recursos genéticos de los bosques tropicales depende de sistemas de ordenación que imiten lo más posible las condiciones y los procesos naturales ecológicos, más que la alteración drástica de las condiciones del bosque por una explotación intensiva de madera o unas cortas a hecho, el aprovechamiento simultáneo de los PFNM puede ser, por tanto, importante para sufragar los gastos de conservación dentro de las reservas destinadas a producción. Sin embargo, será esencial realizar inventarios adecuados de recursos no madereros, asociados a los inventarios forestales normales y especificar objetivos precisos en la ordenación de cada área del bosque. El grado de precisión necesario para evaluar los recursos de PFNM, estará determinado por el nivel y los métodos de recolección propuestos. Si los productos han de ser recolectados por la población local de manera libre e informal, es el nivel de información necesario lo que afectará principalmente a la regeneración y sostenibilidad del recurso y pueden ser suficientes unas evaluaciones cualitativas (ver también el estudio monográfico de Ghana).

El interés de los PFNM en el contexto de la conservación in situ de los recursos genéticos forestales es, por tanto, doble: por su contribución a la viabilidad de la conservación de los recursos forestales; y por sus recursos genéticos y su valor intrínseco como componentes de la diversidad genética del ecosistema. Esto implica la necesidad de desarrollar sistemas de ordenación para uso múltiple del bosque (FAO 1984; FAO 1985a). Los árboles del bosque que producen frutos comestibles u otros productos están con frecuencia ampliamente distribuidos, pero con una baja densidad por hectárea y se necesita una atención especial para mantener viables las poblaciones de mejora. Más aún, es probable que éstas estén entrelazadas con los sistemas de la trama alimenticia, por medio de la cual los dispersores de semillas o polinizadores de otras especies arbóreas pueden depender de los suministros alimenticios que proporcionan las especies portadoras de fruto. Al contrario, se sabe que la polinización satisfactoria de los árboles frutales importantes, como la nuez del Brasil o el castaño de Pará (Bertholettia excelsa), depende de ciertos abejorros recolectores de néctar que, a su vez, dependen de ciertas especies de orquídeas silvestres para el éxito de su apareamiento. La desaparición o la escasez de estas orquídeas amenaza, por tanto, la producción de fruto de los árboles de la nuez del Brasil (Prance 1985).

La ordenación que tiene como objetivo primario la producción de madera debería planificarse para hacerla compatible en la mayor medida posible con la producción de PFNM (FAO 1989b). Esto implica, no sólo una mayor base de información a partir de inventarios forestales lo más amplios posibles, sino también de un conocimiento mucho más completo de la dinámica de los bosques. Se han alimentado muchas expectativas sobre el futuro de las llamadas Reservas de Ordenación Extractiva en la Amazonia Brasileña, basadas en una variedad de PFNM, de los que el caucho y la nuez del Brasil son los más importantes. La serie de productos ya identificados es ciertamente amplia y algunos estudios les han asignado un potencial comercial muy alto (Peters et al 1989). Sin embargo, existe bastante incertidumbre sobre las posibilidades de multiplicación y la sostenibilidad de los sistemas de ordenación extractiva, y algunos estudios recientes indican que es probable que la cuidadosa extracción selectiva de la madera sea también una componente necesaria de la ordenación global para asegurar niveles de ingresos suficientes procedentes del bosque. Aunque el desarrollo de los recursos de PFNM puede tener efectos positivos en la conservación de los recursos genéticos en un sentido más amplio, la producción de PFNM y madera no son por fuerza totalmente compatibles. Favorecer los PFNM puede conducir a veces a una marcada reducción de los niveles de extracción de madera, al menos a corto plazo, puesto que muchos árboles madereros son también fuentes de frutos u otros productos; el cultivo de algunos productos de alto valor, como el cardamomo (Elettaria cardamom), en el bosque puede impedir el establecimiento de la regeneración de especies madereras en estas zonas (FAO 1984); etc.

No obstante, las posibilidades de los diferentes sistemas de uso múltiple de los bosques naturales poseen sin duda un alto potencial en cuanto a su contribución a la conservación de los ecosistemas y a la conservación in situ de los recursos genéticos de un conjunto de especies. Si bien es difícil y, al menos en algunos casos, imposible combinar los diferentes objetivos de la ordenación en una misma área limitada del bosque, con la misma intensidad de aprovechamiento de madera, apertura de copas y refinado de la población, se pueden utilizar diferentes cuarteles dentro del mismo bosque, para mantener un mosaico de diferentes etapas o condiciones ecológicas. En algunos casos, los cuarteles se pueden solapar y en otros deben de mantenerse geográficamente separados. Esta zonificación es también compatible con el desarrollo de “zonas tampón” alrededor del bosque y “zonas centrales” dedicadas a una protección estricta. Esto depende de los altos niveles y la intensidad de la ordenación (ver también el estudio monográfico de la India en la Parte II).

3.9 Participación de la población local

Muy pocos bosques tropicales son verdaderamente bosques vírgenes en el sentido de no haber estado nunca habitados por el hombre (Webb 1982). Gran parte de las zonas han estado sujetas a una roza del bosque y a cultivos y están ahora compuestas por un mosaico de retazos en estados variables de desarrollo hacia la condición de “clímax”. Un bosque nigeriano descrito por Jones (1955–56) no había logrado aparentemente una situación estable después de cerca de 250 años (Whitmore 1991). En algunas áreas, particularmente donde la roza fue muy extensa y prolongada debido a incendios repetidos, la composición específica de la vegetación había sufrido un cambio importante, por ejemplo, hacia una sabana arbolada derivada, o incluso un pastizal, mantenido posiblemente por el pastoreo y el ramoneo, así como por quemas ocasionales. Sin embargo, en ausencia de esta destrucción repetida de la regeneración, los bosques tropicales muestran una considerable capacidad para reaccionar y volver a cubrir el suelo después de las rozas. Por otro lado, a menos que a determinadas áreas se les permita permanecer o retornar a la fase madura de bosque (clímax), los recursos genéticos de las especies características de esta fase pueden verse amenazados debido al perídodo de tiempo necesario para llegar a ella. El establecimiento de reservas forestales destinadas a una ordenación para producción de madera y la exclusión de cultivos migratorios tradicionales fue inicialmente una salvaguardia contra este peligro. Ello se ha visto comprometido por la creciente intensificación de la explotación de madera y el fracaso general para aplicar suficientes controles de extracción y la falta de intervenciones de ordenación posteriores para asegurar una regeneración efectiva en los bosques explotados. Al mismo tiempo, las crecientes apropiaciones abusivas o las cortas ilegales han reducido a una condición muy degradada al menos algunas partes del bosque de muchos (la mayoría) países tropicales. Al aumentar la presión de las poblaciones humanas sobre los escasos recursos de tierras fértiles, ha ido creciendo la amenaza sobre los bosques supervivientes (ver también el estudio monográfico sobre la India).

En recientes estudios sobre la ordenación forestal se ha reconocido que las actividades deben de tomar buena nota de las necesidades de las comunidades rurales y que ningún sistema de ordenación que se emprenda podrá ser sostenible sin la amplia aceptación de la población local, tanto en la planificación como en la puesta en práctica (FAO 1989b; FAO 1989c; FAO 1992a). No es probable lograr esta aceptación sin que se concedan algunos beneficios tangibles a corto y también a largo plazo. Mientras los beneficios que se perciban de la corta sean los de permitir el acceso al bosque para el aprovechamiento agrícola ilegal y robo de madera - particularmente de fustes que no han alcanzado la talla y del repoblado preexistente de especies valiosas que han quedado como resultado de una corta selectiva según unos límites de circunferencia o diámetro - los efectos combinados de la explotación legal y las depredaciones posteriores dañarán en modo creciente a los recursos genéticos de las especies valiosas. Sin embargo, la incorporación de una ordenación extractiva de PFNM, junto con el desarrollo de pequeñas empresas a escala rural basadas en la extracción selectiva de madera, podrían proporcionar empleo e ingresos a los habitantes de la zona. La participación cada vez mayor de la población local combinada con regímenes de corta menos intensivos, podría entonces ayudar a conservar un espectro más amplio de la diversidad genética in situ. Sin embargo, la premisa fundamental es la aceptación total de la población local de que la tierra debe restar permanentemente bajo la cubierta forestal.

Estos modelos teóricos de intervención positiva de las comunidades locales en una ordenación totalmente participativa de los bosques de producción sobre una base sostenible, se encuentran todavía sólo en fase experimental o de planificación en unos pocos países. El proyecto de la OEPF (Organización de Ejidos Productores Forestales) en Quintana Roo, en la península de Yucatán, México, se ha citado como un ejemplo de participación de las comunidades locales en la ordenación de bosques productores de madera, anteriormente bajo concesiones de compañías madereras. Aquí las comunidades (ejidos) participan directamente en todos los aspectos de la ordenación forestal así como en los beneficios generados por la venta de los productos forestales. Se registra un alto nivel de apoyo local a la ordenación forestal, por su valor como fuente de empleo e ingresos (WWF 1991). Sin embargo, también se han registrado problemas técnicos relacionados con la regeneración y otros aspectos silvícolas del proyecto que requieren considerable ayuda externa (WRI 1991).

Tras los primeros estudios de los posibles planteamientos de una ordenación forestal para uso múltiple en la India y en Ghana (FAO 1985a), se han emprendido ahora nuevas iniciativas en marcha en ambos países, incluyendo elementos tanto de participación de la población local, como de conservación de la diversidad biológica y los recursos genéticos. En los bosques del Ghat occidental en el sur de la India, los proyectos de propuestas de ordenación para uso múltiple se basan en la zonificación del bosque y las tierras circundantes en cinco zonas de ordenación, de las cuales la zona central (Zona I) va a ser dedicada principalmente a la conservación de la diversidad biológica y los recursos genéticos. Este planteamiento refleja los principios contenidos en el concepto de “zona tampón” (Sayer 1991) y también en los aspectos participativos de los esquemas de silvicultura social y comunitaria.

El uso de los conocimientos locales en los estudios taxonómicos, ecológicos y fenológicos, es otro ejemplo de las formas en que la población local, particularmente los que están asentados desde muy antiguo o los indígenas, pueden influir positivamente en la conservación del bosque y sus recursos genéticos. Estos estudios son esenciales para conocer suficientemente la dinámica del bosque para fines de conservación. Con una orientación apropiada de las líneas de investigación científica necesaria y una cierta capacitación en las categorías de información requeridas, el íntimo conocimiento del bosque y de muchas de las especies que posee a menudo la población local, constituye una valiosa base para los estudios taxonómicos y ecológicos. Muchos botánicos tropicales pueden atestiguar la habilidad y el valor de los “buscadores de árboles” locales en los estudios taxonómicos y ecológicos en todas las regiones tropicales.

La escala de recolección de datos necesaria, incluso para una pequeña selección entre los muchos miles de especies presentes en la mayoría de los bosques tropicales, se sale de las posibilidades de los recursos de personal científico y recursos financieros disponibles a nivel nacional e internacional. Un ejemplo interesante es el uso de los llamados “parataxonomistas” en el programa actual para un inventario nacional de la diversidad biológica de Costa Rica, que se está emprendiendo bajo la dirección general del Instituto Nacional de Biodiversidad de Costa Rica (INBIO). El programa se inició en 1989 integrando objetivos de conservación con la exploración de organismos potencialmente valiosos. Los datos de las nuevas colecciones se unen a la primitiva información en una base de datos informatizada que puede proporcionar datos relativos a identificaciones taxonómicas sobre importantes aspectos de la biología y autoecología de especies. El número de cursos intensivos cortos sobre “parataxonomía” ha transformado los rendimientos de la recolección y posterior identificación por especialistas de especies de artrópodos. Además del valor de la información y del material recogido, este planteamiento puede proporcionar un vínculo importante entre las comunidades locales y los gestores forestales (Tangley 1990). En el programa de Costa Rica, a diferencia de muchos países de Asia y Africa, la población local no es autóctona de la región y carece de la larga historia en el uso de los bosques que todavía se puede hallar en muchas otras zonas de América Central y del Sur. La participación de los parataxonomistas proporciona un vínculo entre las comunidades y el mejor conocimiento de los recursos naturales del país. Como la mayor parte de los efectos dañinos sobre los bosques naturales provienen de las poblaciones inmigrantes y las tecnologías, esta mejora del conocimiento a través de la participación en la recogida de datos sobre diversidad biológica, proporciona beneficios directos e indirectos.

CAPITULO 4
EL FUTURO DE LOS BOSQUES TROPICALES

Al considerar las posibles medidas e inversiones en la conservación de ecosistemas, especies y recursos genéticos, es esencial evaluar cuáles serán las futuras demandas en relación con los bosques y las tierras que éstos ocupan en la actualidad. Las existencias en crecimiento presentes y, particularmente, la repoblación preexistente en el momento de la extracción, determinan la composición específica y la posible selección de los árboles padre al final del ciclo de corta, que durará quizás de 15 a 30 años, o incluso 45 años o más en algunos casos. Sin embargo, la ordenación y conservación de los recursos genéticos de la masa leñosa explotable están condicionados por la influencia sobre la próxima fase productiva y sobre las generaciones siguientes, teniendo en cuenta factores tales como los posibles efectos de la endogamia, la contaminación genética y las reservas genéticas localmente adaptadas por fuentes de polen introducidas del exterior, o por una derivación genética en la evolución de las poblaciones. Esto obliga a considerar los objetivos de ordenación y producción, que quizás deberán referirse a un período futuro de 150 años o más.

Cualquier intento de prever la situación socioeconómica y medioambiental de los bosques de producción a tan largo plazo, es tan incierto que hacen cuestionable su valor. Incluso durante los pasados 50 años, la naturaleza cambiante de las demandas y oportunidades en relación con alrededor de los bosques ha alterado radicalmente los planteamientos de la ordenación. Es más, sigue al parecer aumentando la rapidez y magnitud de los cambios, particularmente en aspectos tecnológicos relacionados con el uso de la madera y la leña y con las posibilidades de manipular la producción, en particular los aspectos de ingeniería genética. Además, la probabilidad de un cambio significativo de clima en el mundo y en las distintas regiones añade más incertidumbre, puesto que la naturaleza exacta de tales cambios y, por tanto, la naturaleza e intensidad de su impacto en los bosques y en el medio ambiente de los futuros bosques de producción, son en gran medida imprevisibles. En consecuencia, no es con las condiciones socioeconómicas vigentes, de mercado y medioambientales, ni con las de las pasadas décadas, con las que deben ser armonizados los recursos genéticos del bosque, sino con las que se produzcan bien entrado el próximo siglo. El no tener este hecho en cuenta podría conducir a una peligrosa limitación de los objetivos de conservación y de la base genética necesaria para adaptar demandas aún no previstas.

4.1 Población y aprovechamiento de la tierra

A pesar de la preocupación por la gran incertidumbre que rodea a las condiciones medioambientales y las futuras demandas del mercado que hemos descrito anteriormente, la preocupación central en la planificación futura debe de centrarse en el inevitable aumento de las poblaciones humanas y de la gravedad de las repercusiones en los recursos naturales incluidos los bosques naturales. A menos que en la productividad agrícola de las actuales tierras fértiles se puedan hacer algunas mejoras adicionales significativas por encima de las espectativas actuales, se necesitará sumar cada año grandes superficies de tierra cultivable para alimentar a la población creciente. Según las pasadas y presentes experiencias, gran parte de esta tierra será sustraída a los bosques actuales. Es probable que el análisis económico de la productividad y la contribución a las necesidades nacionales y locales de los bosques naturales, de cara a las crecientes demandas de tierra, tenga que concluir en que el bosque natural, como tal forma de uso de la tierra, es inaceptablemente caro. Al mismo tiempo, la escasez de capital en muchos de los países tropicales, y las altas tasas de descuento que se aplican para los proyectos de evaluación en el uso de financiación exterior, son un fuerte freno a la inversión para la rehabilitación de las extensas superficies ya deforestadas y de las tierras degradadas. Probablemente el efecto sobre el “banco de suelos” forestales, será por tanto, tan devastador en el próximo futuro como lo fue en el pasado reciente y, cuanto más se reduzcan los bosques, más graves serán los efectos sobre sus recursos genéticos. Una vez más, según pasadas experiencias, es probable que ésta sea la situación, como es el caso cada vez más frecuente, si la producción en las tierras deforestadas se hace insostenible debido a las dificultades de laboreo y a la pérdida de fertilidad inherente de muchas áreas que todavía son forestales. Es probable que los costes eventuales para intentar restaurar la productividad de las tierras desforestadas sean muy altos, y el éxito dependerá bastante de la disponibilidad de recursos genéticos pertenecientes a alguno de los tipos de vegetación perenne, arbustos y árboles originales.

Según la valoración de algunos genetistas de cultivos agrícolas, hemos llegado ya muy cerca del límite de las tierras utilizables para la agricultura (Hawkes 1990) y debemos mirar por un uso más eficaz de las tierras marginales mediante la adaptación basada en la selección y los cruzamientos para el necesario incremento de la producción alimentaria. Ello subraya la importancia de los recursos genéticos de las especies leñosas de uso múltiple en las tierras áridas y semiáridas, que es cada vez más importante en el contexto del calentamiento general, y con la probabilidad de que ocurran tensiones y acontecimientos climáticos extremos. A este respecto, la conservación de fragmentos de bosque xerofítico sumamente importantes y amenzados y de sus recursos genéticos, tales como, por ejemplo, los existentes en las tierras bajas del Pacífico y Centroamérica, depende del reconocimiento de su importancia para la sostenibilidad a largo plazo del uso de la tierra. Consideraciones similares se pueden aplicar a muchas zonas de bosques tropicales y bosques pluviales que quedan en lugares de baja fertilidad inherente, tales como las arenas profundas que tapizan algunos bosques pluviales amazónicos y los podsoles de las formaciones de brezal.

4.2 Demanda de madera y mercado internacional

Si bien las tendencias de la población y los usos de la tierra son claras, resultan más problemáticas las previsiones sobre los niveles y modelos de consumo de madera y leña, incluso para un período de unas pocas décadas. Las previsiones a largo plazo que se requieren en el contexto de la conservación de los recursos genéticos no pueden ser sino sumamente inciertas. La mayor parte de las previsiones para las tendencias de la madera tienen un horizonte más corto, pero un reciente estudio de Arnold (1991) por cuenta de la Comisión Forestal del Reino Unido, a proporcionado algunas indicaciones valiosas para las tendencias a largo plazo.

A escala mundial, y también de todas las principales regiones industrializadas, la tasa de crecimiento del consumo de madera industrial ha ido disminuyendo lentamente del 3,5 por ciento anual durante 1950/60 al 2,2 por ciento en 1960/70 y el 1,1 por ciento en 1970/80 (Sedjo y Lyon 1990, en Arnold 1991). Esto refleja claramente una serie de tendencias a largo plazo que, con probabilidad, parecen continuar, principalmente en los usos y mercados para algunas aplicaciones, tales como la construcción en gran parte de Europa, Norteamérica y Japón, que parecen estar aproximándose a un nivel de equilibrio, mientras que los adelantos para aumentar la duración de los productos de madera, la reducción de los usos que desperdician madera y el aumento de la importancia de sus sucedáneos, están influyendo cada vez más en los niveles de demanda. Los resultados del análisis del informe de Arnold (1991) demuestran que el consumo aumenta más rápidamente en los países en desarrollo que en las regiones industrializadas y que se esperan sustanciales aumentos de la demanda de madera industrial en Africa, Asia y América Latina en lo que queda de siglo.

El sector forestal en los países en desarrollo experimentó una rápida industrialización entre 1950 y 1980, pero la creciente demanda local, ligada a las poblaciones en expansión, absorbió la mayor parte del aumento de producción (CEE/FAO 1986). Como los mercados interiores de los países productores de madera tropical son menos exigentes en cuanto a calidad que sus mercados para la exportación, pueden utilizar un conjunto más amplio de especies y, como el volumen total de recursos de madera procedentes de zonas de bosque natural menguantes va disminuyendo, pueden aceptar materiales de baja calidad y diferentes orígenes, más que los suministros de alta calidad y constantes que requieren los mercados internacionales. Al mismo tiempo, las presiones sobre la tierra han conducido a varios países tropicales, especialmente los que son objeto de una alta presión demográfica, a proponer la sustitución efectiva del bosque natural por plantaciones industriales para satisfacer las necesidades de producción de madera (Nwoboshi 1987; Kio y Ekwebelan 1987).

Estas tendencias en la ordenación de los bosques naturales tropicales llevan a aceptar en el mercado interior madera heterogénea, de usos múltiples, obtenida al mínimo coste, con muy poca atención a la selección de especies, y acompañada quizás más por la dependencia progresiva de la regeneración artificial de especies de crecimiento rápido, incluidas las exóticas, que de la regeneración natural del bosque autóctono. A menos que se adopten medidas eficaces para contrarrestar esta tendencia, la ordenación del bosque natural tenderá probablemente hacia un planteamiento de “corta y abandono” (Poore 1989) con una reinversión muy limitada en el control de la corta y en la protección posterior del bosque en regeneración. Este modelo de actuación se sigue ya en muchos bosques tropicales y refleja los bajos niveles de financiación y beneficios. Las inversiones pueden ser atraídas más fácilmente para las plantaciones industriales y, en tanto en cuanto estas tengan por objeto satisfacer primordialmente las necesidades internas de leña y madera, las especies que se seleccionen serán las de crecimiento rápido y de uso general, capaces de obtener un crecimiento satisfactorio en tierras degradadas que no se necesitan para la producción alimentaria. Las especies pioneras, tal como los pinos tropicales, son la opción natural en estas plantaciones, con la ventaja de haber sido ya objeto de una investigación sustancial de su variación genética y su adaptación a una serie de lugares mediante ensayos de procedencia (Barnes y Gibson 1984; Gibson et al 1989). Si esta tendencia se continuara hasta su conclusión lógica, la conservación de los recursos genéticos de las especies madereras tropicales utilizadas en los bosques de producción, se limitaría a las especies pioneras y de crecimiento rápido, propias de la fase de calvero, capaces de mantener poblaciones viables a lo largo de repetidos ciclos de cortas muy indiscriminadas, a intervalos, probablemente, de 15 a 20 años, en muchas estaciones forestales.

El mercado internacional de madera tropical ha sido una importante fuente de beneficios para muchos países tropicales, que en el pasado se ha basado en gran parte, en las primeras cortas de los bosques naturales, incluida una gran proporción de maderas duras de alta calidad con cualidades excepcionales o, incluso, únicas. La mayoría de las maderas de más alto valor están entre los grupos de crecimiento lento correspondientes a las últimas fases ecológicas, características del bosque clímax, en fase de madurez. Algunas maderas duras comerciales importantes, en particular algunas meliáceas (p.ej., Cedrela odorata, Entandrophragma spp, Swietenia spp, Terminalia ivorensis, T. superba, Milicia excelsa [sin. Chorophora excelsa], etc.) son especies propias de la fase de calvero natural, pero no es probable que se encuentren en gran proporción en la masa sometida a sistemas de ordenación de ciclo corto de “corta y abandono”. Sin la disponibilidad de suministros constantes de volúmenes considerables de estas especies de madera dura y de mediano valor en las futuras extracciones de madera, parecen escasas las pespectivas de una ordenación lucrativa de los bosques tropicales orientada a la exportación.

El grueso de la oferta mundial de madera industrial en la actualidad proviene de los bosques de la zona templada del norte, donde, a diferencia de los bosques tropicales, el incremento neto total excede a las cortas y el volumen de existencias en crecimiento aumenta. Es más, la tendencia de sustraer tierras productivas a la producción agrícola que se está desarrollando en esta zona en respuesta a las presiones económicas y relacionadas con el mercado, está aumentando la posibilidad de incrementar tanto la superficie como la productividad de los bosques. Aunque puedan imponerse algunas limitaciones a la producción de madera industrial en estos bosques templados, si se toman decisiones para restringir las extracciones de madera para favorecer objetivos de ocio y de recreo y también a causa de daños producidos como resultado de posibles plagas, enfermedades o contaminación atmosférica, parece que los efectos probables del cambio climático serán favorables a que se incrementen las tasas de crecimiento en volumen de los bosques de la zona templada del norte. Es más, la fuerte concentración de conocimientos científicos y el alto nivel de ordenación forestal que se encuentran generalmente en esta zona, ofrecen la mejor base para anticipar los efectos del cambio climático, mitigar los perjuicios y aprovechar las nuevas posibilidades de un crecimiento más rápido. Por tanto, parece probable que el futuro comercio de madera tropical estará cada vez más restringido a la exportación de las maderas de más alta calidad hacia el mundo industrializado, con cierta continuidad y expansión del comercio de la madera de usos generales entre los países en desarrollo (Arnold 1991).

Leslie (1987) ha señalado la importancia económica especial de las maderas de alto valor que son exclusivas de los bosques naturales tropicales y no tienen, por tanto, sucedáneos adecuados. Puntualiza que la perspectiva de mercado para estas maderas es diametralmente opuesta a las débiles perspectivas de mercado de la mayoría de los productos de sistemas de gestión alternativos, sean éstos agrícolas o de plantaciones, que compiten por la tierra con los bosques naturales. Las perspectivas relativas económicas de la ordenación de los bosques naturales podrán mejorar sólo en estas circunstancias, es decir, si están basadas en estas especies de madera de alto valor.

Algunos estudios recientes de los posibles incentivos para una ordenación sostenible de los bosques tropicales, destacan la importancia potencial de asegurar o trasferir una mayor proporción del valor último de los productos, determinado a la salida del mercado en los países industrializados, para que se reinviertan en los bosques (p. ej., OFI 1991). Un importante aspecto de ello es el desarrollo de una segunda transformación eficiente y más intensa de los productos forestales en los países de origen. Las exportaciones de productos transformados se están extendiendo, a pesar de algunas restricciones evidentes en las oportunidades de mercado de las principales regiones consumidoras. Existen ciertos peligros en la ampliación de la capacidad industrial por encima de los niveles procedentemente sostenibles de cortas permitidas en los bosques. No obstante, con un control de calidad y unas disposiciones para la comercialización adecuados, la segunda transformación y otras posteriores de alta calidad parecen representar la mejor opción para mantener un espacio exclusivo de mercado de maderas tropicales selectas, proporcionando, por tanto, un incentivo para la ordenación sostenible de los bosques tropicales naturales. Algunos informes sobre especies tales como el ébano, la teca y el palo de rosa que se están comercializando excepcionalmente a precios entre los 5 000 y los 7 000 dólares EE.UU. por m3 (ITTO 1991), indican la existencia de un espacio de mercado de la madera de alto valor que probablemente se mantenga firme mientras la disponibilidad y el suministro de estas maderas de gran calidad procedentes de los bosques naturales continúe disminuyendo.

Es probable que la preocupación entre el público y los medios de comunicación de los países industrializados por la deforestación y degradación de los bosques tropicales, y particularmente por los efectos de las extracciones madereras en los bosques pluviales tropicales, influya cada vez más en el comercio internacional. Dadas las actuales tendencias, parece probable que se reduzca considerablemente la demanda tradicionalmente fuerte de madera tropical en Alemania, Holanda, el Reino Unido y los Estados Unidos, e incluso en el Japón. La Organización Internacional de las Maderas Tropicales (ITTO) en la octava reunión de su Consejo en 1990, adoptó la fecha límite del año 2000 a partir de la cual se debe asegurar que toda la madera tropical destinada al comercio internacional proceda de bosques sometidos a ordenación sostenible. En la misma reunión se aprobó una serie de directrices internacionales para la ordenación sostenible de los bosques naturales tropicales (ITTO 1990), elaboradas por un Grupo de Expertos en el que estuvieron representados expertos a título individual, organizaciones internacionales (FAO) y ONG (WWF). En su 10a reunión en 1991 el Consejo de la ITTO, inició los trabajos para elaborar Directrices para la Conservación de la Diversidad Biológica en los Bosques de Producción, que complementen las directrices generales para la ordenación sostenible en los bosques naturales y los bosques procedentes de plantación ya existentes.

En la medida en que los países productores de madera sean capaces de alcanzar el objetivo de la ITTO de asegurar la ordenación sostenible en los bosques de producción en el año 2000 y de implantar un certificado internacionalmente aceptado para la madera a estos efectos, podría desaparecer la consiguiente resistencia de los consumidores a las importaciones de madera tropical.

Parece evidente que los criterios de una ordenación sostenible deben incluir aspectos relacionados con la preocupación ecológica y medioambiental, incluyendo la conservación de la diversidad biológica y de los recursos genéticos de las especies arbóreas que se comercialicen. Dependiendo de los criterios que se adopten para juzgar la ordenación sostenible, los bosques de producción, sometidos a una ordenación que permita mantener una amplia gama de especies y su variación intraespecífica y que prevea la inclusión de un conjunto de estadios sucesivos en todo el territorio nacional, tendrán más probabilidad de recibir la aprobación pública y política que los que estén explotados más intensivamente, en ciclos de corta breves, sin atención a la conservación genética.

Los países en que se observe que se han incorporado medidas de conservación de los recursos genéticos forestales y existe la preocupación por ampliar la gama de diversidad biológica en sus sistemas de ordenación de los bosques de producción, estarán mejor colocados para asegurarse mercados favorables para su madera.

4.3 Bosques tropicales e intereses medioambientales

La relación entre los bosques tropicales y la estabilidad de las condiciones climáticas locales, y posiblemente regionales y mundiales es un concepto ampliamente admitido, aunque todavía no se comprenda perfectamente. Los estudios en el Amazonas y en el Africa occidental han demostrado la importancia de la evapotranspiración procedente de los bosques tropicales para influir en las lluvias locales y su importancia en el ciclo hidrológico (Salati 1987; Shuttleworth 1988). Se cree que los bosques tropicales pueden jugar un papel clave en los sistemas circulatorios generales de la atmósfera, con la consiguiente influencia en las pautas de las precipitaciones. Es evidente su papel como importante almacén de carbono, a pesar de que se presume que los bosques en fase de madurez estén en un equilibrio aproximado entre captación y descarga del dióxido de carbono. A este respecto, el establecimiento de bosques jóvenes de crecimiento rápido puede ejercer claramente una influencia mayor en el posible calentamiento global, en la medida en que éste pueda ser el resultado de una concentracción creciente de dióxido de carbono en la atmósfera.

No es probable que la composición específica de los bosques tropicales, excepto en el caso en que pueda ser esencial para el funcionamiento del ecosistema en un determiando lugar, juegue un papel de importancia fundamental dentro de la estabilidad climática regional o mundial. Hay también pocas pruebas de la relación entre la diversidad específica y el funcionamiento del ecosistema (di Castri y Younes 1990). Con la excepción de ciertas especies “fundamentales”, existe al parecer un alto nivel de presencia superflua de determinadas especies en el funcionamiento de los bosques tropicales de gran diversidad, por lo que parece probable que, con una buena ordenación, los bosques secundarios compuestos en gran parte por especies de rápido crecimiento relativo, características de los primeros estadios de la sucesión ecológica, podrían asumir adecuadamente el papel medioambiental del bosque.

Sin embargo, se acepta también cada vez más que la pérdida de diversidad biológica es, en sí misma, un problema medioambiental. El peligro de tal pérdida es inmediato, por tanto, la necesidad de una mayor intervención internacional es tan urgente como para la amenaza de cambio climático mundial.

En 1988, el PNUMA, junto con otros miembros del Grupo para la Conservación de los Ecosistemas (entonces integrado por la FAO, la Unesco, la UICN y el WWF Internacional) iniciaron actividades dirigidas a la preparación de un Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica. Desde el principio se reconoció la importancia especial de los bosques tropicales a este respecto. El requisito fundamental de la conservación in situ de los recursos genéticos y la conservación de los ecosistemas y los hábitats naturales se adoptó como un principio fundamental, vinculado a las obligaciones generales de todas las partes en un posible Convenio para conservar los hábitats naturales, las especies, las poblaciones viables y los recursos genéticos in situ. También hubo un reconocimiento general de la necesidad de integrar la conservación de la diversidad biológica con el desarrollo y el posible papel de los bosques objeto de ordenación para la producción de madera y otros productos. Los diversos borradores de convenio que preparó el Grupo de Conservación de Ecosistemas fueron examinados luego por los gobiernos nacionales en el contexto de los preparativos para la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD)1. El WRI, la UICN y el PNUMA, en consulta con la FAO y la Unesco, prepararon también una “Estrategia y Plan de Acción para la Biodiversidad”, pidiendo el establecimiento de un decenio de acción y los recursos financieros necesarios para que pudiera ser factible internacionalmente (IRM 1992).

Las Conversaciones sobre un posible convenio internacional, una carta, protocolo u otro tipo de acuerdo “general”, dirigidos a la conservación de los bosques, tal como había sugerido el grupo de los siete países más industrializados en su reunión de Houston en julio de 1990, se continuaron activamente en el Comité de Montes de la FAO en septiembre de 1990 y en el Consejo de la FAO en su reunión de noviembre de 1990. Posteriormente, se acordó proseguir estas conversaciones en el foro de los comités preparatorios para la reunión de la CNUMAD, lo que condujo a la elaboración de un proyecto de declaración de principios para la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible de todos los tipos de bosque2. Aunque no sean jurídicamente vinculantes, los “Principios Forestales” pueden utilizarse en el futuro como la base de un acuerdo internacional más formal. Tal instrumento internacional, cualquiera que sea, deberá prestar particular atención a la importancia de los bosques tropicales en la conservación de la diversidad biológica y de los recursos genéticos y a sus consecuencias, por lo que respecta a la prestación de asistencia financiera y técnica a los países tropicales a este respecto.

Aunque puede que la diversidad genética de los bosques tropicales no sea significativa dentro de las funciones climatológicas de los bosques, es, ciertamente vulnerable a los efectos de los cambios climáticos. Estos efectos pueden ser particularmente graves en los principales ecotonos donde se encuentran los biomas adyacentes, por ejemplo, en la zona de transición entre el bosque tropical cerrado y la sabana arbolada (Holdgate et al 1989). En estas situaciones, donde según algunos expertos un cambio de 3°C en la temperatura media podría llevar a una desviación del tipo de hábitat de 250 km de latitud aproximadamente (MacArthur 1972, en McNeely 1990), cada especie responderá según su propia capacidad. Esta se verá fuertemente afectada por los niveles de diversidad genética entre poblaciones y entre árboles individuales dentro de cada especie, y otorga mayor importancia a la conservación de los recursos genéticos de las especies leñosas en estas zonas de transición.

En los bosques tropicales, es probable que las especies pioneras tolerantes a la luz, cuyas semillas son distribuidas por el viento, o aquellas que tienen una alta dispersión efectiva mediante pájaros, murciélagos u otros animales conocidos como dispersores de semillas en amplias áreas, sean capaces de adaptarse más fácilmente al cambio climático que las especies de frutos grandes y pesados que caen intactos y cuyos brinzales se han adaptado a sobrevivir bajo la cubierta del bosque. Esto nos sugiere que los árboles característicos de la fase madura del bosque clímax, probablemente se verán más perjudicados por el cambio climático que las especies pioneras de amplia distribución, especialmente, si estas últimas, muestran también un alto grado de diversidad y sistemas de fuerte exogamia.

1 El Marco Internacional para el Convenio sobre Biodiversidad que resultó de las discusiones, fue firmado en la CNUMAD en Rio de Janeiro (junio 1992) por 154 países; entrará en vigor después de que 30 de los países signatarios efectúen su ratificación nacional y gubernamental (ver p.ej., FAO 1992b).

2 “Una Declaración de Principios sin Poder Legal Vinculante para un Consenso Global sobre la Ordenación, Conservación y Desarrollo Sostenible de todos los Tipos de Bosques”, se adoptó en la CNUMAD en Rio de Janeiro (junio 1992).


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