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Capítulo 1
SINOPSIS

1.1. ENFOQUE CENTRADO EN LA NUTRICION/SEGURIDAD ALIMENTARIA Y EN LOS RECURSOS AGRICOLAS/SOSTENIBILIDAD

En el presente estudio se evalúan las perspectivas de la alimentación y la agricultura mundiales hasta el año 2010, haciéndose especial hincapié en los países en desarrollo. Los resultados del estudio presentan la situación tal como es probable que se desarrolle y el estudio dedica varios capítulos a debatir la forma de abordar tanto los problemas ya existentes como los que se van presentando. El estudio abarca una gran variedad de temas en mayor o menor grado de detalle en lo que respecta a sus dimensiones geográficas y tecnológicas, los productos y recursos, así como las correspondientes políticas. El marco general para evaluar las perspectivas está dado por dos importantes cuestiones, relacionadas entre sí, en lo que respecta a la alimentación y a la agricultura mundiales:

  1. progresar hacia la eliminación de la desnutrición y la inseguridad alimentaria de la gran parte de la población de los países en desarrollo que sufren todavía tales situaciones, y

  2. salvaguardar el potencial productivo y las funciones ambientales más amplias de los recursos agrícolas para las futuras generaciones, que es la esencia de la sostenibilidad, al mismo tiempo que se satisfacen las necesidades alimentarias y las demás.

La importancia de estos temas fue puesta de manifiesto por las principales conferencias internacionales de los últimos años: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) y la Conferencia Internacional sobre Nutrición FAO/OMS (CIN).

Alimentación y nutrición: Progresos y fracasos del pasado

Los suministros mundiales de alimentos per cápita son hoy un 18 por ciento superiores aproximadamente de lo que eran hace 30 años. La mayor parte de los países en desarrollo ha participado en este avance y en la mejora de la nutrición. No obstante, a pesar de sus impresionantes proporciones, este progreso ha soslayado un gran número de países y grupos de población. Muchos países continúan disponiendo de una cantidad muy baja de alimentos per cápita y apenas han hecho progresos. De hecho, el Africa subsahariana está actualmente peor nutrida que hace 30 o 20 años atrás. Como fenómeno paralelo, el continuo crecimiento demográfico ha significado que el descenso del porcentaje de la población crónicamente desnutrida no ha dado lugar a un descenso equivalente en el número absoluto de personas afectadas, que ha descendido sólo de poco y sigue manteniéndose en unos 800 millones de personas.

Actualmente es un hecho bien reconocido que la principal razón por la que persiste la desnutrición es no haber logrado aliviar la pobreza. Este planteamiento, junto con la evidencia de que el mundo en su conjunto no ha tenido que hacer frente a limitaciones importantes para aumentar la producción de alimentos en la medida necesaria para cubrir el aumento de la demanda efectiva (como demuestran las tendencias a largo plazo de los precios reales de los alimentos a no elevarse, e incluso en balance a descender), ha contribuido a que se centre la atención sobre la forma y los medios como aliviar la pobreza y mejorar los medios de acceso a los alimentos de los pobres, pasando así a un segundo plano el aumento de la disponibilidad de alimentos per cápita. Sin embargo, estos dos aspectos de la problemática no pueden analizarse por separado cuando se trata de encontrar políticas que remedien el problema de la desnutrición. En la mayor parte de los países en desarrollo, el aumento de la producción de alimentos es uno de los medios principales de combatir la pobreza, lo cual se debe al hecho de que la mayoría de los pobres dependen de la agricultura para encontrar empleo y conseguir ingresos. En la medida en que esta dependencia continúe siendo elevada, el crecimiento de la producción de alimentos y de la productividad agrícola en los países con una alta concentración de pobreza rural seguirá siendo uno de los principales medios para aliviar la pobreza y mejorar la nutrición.

El papel de los mercados mundiales de alimentos

La capacidad mundial de producción de alimentos seguirá siendo importante, aun cuando se insista sobre todo en el problema de la nutrición de los países en desarrollo. El hecho de que varios países han podido mejorar su situación mediante el rápido aumento de las importaciones de alimentos, sobre todo en los años setenta debido al aumento de los ingresos procedentes de las exportaciones de petróleo y del fácil acceso a préstamos de los mercados financieros internacionales, pone de relieve el papel que desempeñan los mercados mundiales de alimentos en la evolución de la situación nutricional de los países en desarrollo. En el pasado, los mercados mundiales se encontraban abundantemente abastecidos por los principales exportadores de cereales, sobre todo por los países desarrollados de Occidente. Estos elementos sugieren que el mundo en su conjunto contaba con un potencial productivo suficiente para responder a los repentinos aumentos de la demanda de importación sin tener que elevar los precios, si se exceptúan unos choques ocasionales. El que siga sucediendo así en el futuro es otra cuestión, sobre la que se tratará más adelante basándose en los análisis realizados en el presente estudio.

Debería procederse con especial cautela al interpretar los datos del pasado, ya que el comportamiento de los mercados mundiales de alimentos ha acusado la influencia de las políticas de apoyo a la agricultura adoptadas por los grandes países exportadores de cereales. El resultado fue: producción excedentaria, acumulación de existencias, exportaciones subvencionadas y el descenso de los precios del mercado mundial. Además, cuando se decidía aumentar la producción no se tenían tan en cuenta como ahora los problemas del medio ambiente y de la degradación de los recursos. Como consecuencia de las reformas de las políticas, ya en curso o en perspectiva, todos estos factores no contribuirían tanto como en el pasado a aumentar los suministros de los mercados mundiales. De hecho, estos cambios, junto con la desaceleración de la demanda mundial de importación de cereales, han provocado en los últimos años una disminución de la producción de cereales en los principales países exportadores. Esta caída explica a su vez el hecho de que la producción mundial de cereales per cápita sea hoy inferior al máximo alcanzado a mitad de los años ochenta (véase más adelante).

El significado de los recursos agrícolas en la problemática de la seguridad alimentaria

En la búsqueda de soluciones a los problemas de la seguridad alimentaria y la desnutrición es frecuente la preocupación por la capacidad de los recursos agrícolas mundiales, la tecnología y el ingenio humano para aumentar la producción de alimentos en la cantidad necesaria para garantizar alimentos suficientes a toda la población. Sin embargo, la suficiencia de los recursos agrícolas para producir más alimentos es sólo una parte del nexo recursos/medio ambiente/sostenibilidad relacionado con el problema alimentario. Los recursos agrícolas no son solamente un insumo para la producción de alimentos sino también la base económica de la cual depende una gran parte de la población de los países en desarrollo para obtener empleo e ingresos. Así pues, incluso si los recursos mundiales fueran suficientes para sostener un continuo crecimiento de la producción de alimentos, la solución del problema alimentario seguiría estando condicionada a que los recursos agrícolas de los pobres fueran suficientes para garantizar su sustento. Desde este punto de vista, la dimensión relevante del creciente desequilibrio mundial que se percibe entre la población y los recursos agrícolas no es tanto la necesidad de producir globalmente más alimentos para más personas sino más bien el hecho de que continúa aumentando la población que depende de la agricultura para ganarse la vida.

Algunos países en desarrollo han realizado ya la transición consistente en reducir su dependencia de los recursos agrícolas para generar empleo e ingresos. Entre esos países se encuentran los que han alcanzado niveles medios/altos en la disponibilidad de alimentos per cápita, aun cuando hayan descendido sus recursos agrícolas per cápita (de la población total) a niveles muy bajos. Algunos de ellos han pasado a depender cada vez más de la importación de alimentos para su bienestar alimentario de modo que las limitaciones más importantes de los recursos agrícolas son las que se derivan de la capacidad mundial para producir más alimentos. Sin embargo, muchos países en desarrollo se encuentran muy lejos de esa transición y, para ellos, las limitaciones locales de recursos agrícolas seguirán siendo un factor importante en la perspectiva de resolver sus problemas alimentarios. Esto se debe a que una parte elevada de su población, que a menudo aumenta en cifras absolutas, depende de esos mismos recursos agrícolas. Además, la creciente explotación de los recursos agrícolas por parte de la población rural en aumento contribuye a veces a degradar y reducir el potencial productivo de esos recursos. En tales casos, existe un alto riesgo de que se cree un círculo vicioso entre la creciente pobreza y la degradación de los recursos.

Sin embargo, sería incorrecto suponer que la degradación de los recursos agrícolas es exclusivamente un fenómeno relacionado con la pobreza. Existen pruebas suficientes de que la degradación de los recursos está relacionada con las prácticas agrícolas en regiones que no son ciertamente pobres, por ejemplo el caso del uso excesivo de productos agroquímicos en Europa, la erosión del suelo provocada por una parte de la producción de cereales en América del Norte y los efluentes procedentes de la ganadería intensiva en muchos países. Algunos de estos efectos tienen su origen en, o se ven reforzados por, políticas que incentivan prácticas agrícolas insostenibles, por ejemplo las políticas de apoyo y protección que hacen rentable el uso excesivo de productos agroquímicos. Así pues, el elaborar políticas para la protección de los recursos agrícolas, la reducción de los efectos ambientales negativos más generales y el avance hacia la sostenibilidad requiere que se tengan en cuenta los factores que determinan el comportamiento frente a los recursos tanto de los pobres que viven en los países en desarrollo como de la población no pobre en todo el mundo.

A pesar de los casos mencionados anteriormente en lo que respecta al aumento de las presiones sobre los recursos agrícolas generados por actividades de la población no pobre, la reducción de la pobreza sigue siendo la principal esperanza para mitigar dichas presiones a largo plazo. En primer lugar, con el desarrollo disminuye el crecimiento demográfico general así como la población agrícola, y en segundo lugar, cuando la población está bien alimentada se reduce el margen para que siga aumentando el consumo de alimentos per cápita. Las presiones para incrementar la producción de alimentos y conseguir ingresos a partir de los recursos agrícolas de forma insostenible se hace por lo tanto menos intensa cuanto mayor es el nivel de desarrollo. Además, con el desarrollo el objetivo de la conservación de los recursos y de la protección del medio ambiente se sitúa a un alto nivel en la escala de preferencias de la sociedad, mientras que son también menos escasos los medios para conseguir este objetivo.

A este propósito, la cuestión de interés primario en lo que respecta a las políticas no es solamente cómo romper el círculo vicioso entre el aumento de la pobreza y la degradación de los recursos, sino también cómo gestionar el proceso de desarrollo de forma que se reduzcan al mínimo los efectos nocivos del desarrollo sobre el medio ambiente. En las secciones ulteriores del presente capítulo se resumen -y en los otros capítulos se examinan en mayor detalle- las presiones ambientales de origen agrícola que probablemente surgirán en los próximos 20 años tal como cabe deducir de las proyecciones del presente estudio en materia de producción, utilización de recursos y tecnología. Este examen sirve de base para examinar las opciones ofrecidas por la tecnología y las políticas para hacer frente a este reto.

1.2. PERSPECTIVAS PARA EL AÑO 2010

Desaceleración del crecimiento demográfico mundial

En el período que abarca el estudio, la población mundial crecería hasta alcanzar 7 200 millones de habitantes (o 7 000 millones según las últimas proyecciones de la ONU de 1994), desde los 5 300 millones de 1990 y los 3 700 millones de 1970. El 94 por ciento, es decir 1 800 millones, del incremento total de la población mundial corresponderá a los países en desarrollo. Además, las pautas regionales del crecimiento demográfico son muy distintas, por ejemplo, el 3,2 por ciento anual en el Africa subsahariana (reducido a 2,9 por ciento anual en las últimas proyecciones demográficas) y el 1,2 por ciento anual en Asia oriental. Estas tendencias demográficas de los países en desarrollo, unidas a sus niveles todavía bajos de consumo de alimentos per cápita, hacen necesario un continuo y fuerte aumento de sus suministros de alimentos. No todas estas necesidades adicionales se expresarán como demanda efectiva del mercado. Es muy probable que en los países en desarrollo el aumento total de los suministros alimentarios sea menor que lo necesario para elevar los suministros per cápita a niveles compatibles con la seguridad alimentaria para todos. De hecho, dadas las perspectivas generales de desarrollo, es probable que muchos países y grupos de población queden con ingresos per cápita y posibilidades de acceso a los alimentos no muy superiores a los niveles actuales.

Mejores perspectivas de crecimiento económico general en los países en desarrollo, con excepciones importantes

En el decenio de crisis de los años ochenta, todas las regiones en desarrollo experimentaron descensos en sus ingresos per cápita, con la importante excepción de Asia, tanto oriental como meridional. Es muy probable que estas tendencias se inviertan en el futuro. La última evaluación del Banco Mundial indica que Asia continuará registrando unas tasas de crecimiento económico relativamente altas mientras que las perspectivas son más modestas en lo que respecta a la recuperación de América Latina y el Caribe como del Cercano Oriente/Africa del Norte. El Africa subsahariana experimentará también un aumento de las tasas de crecimiento económico en comparación con sus desastrosas tasas de crecimiento del decenio de 1980, si bien sus ingresos per cápita aumentarán sólo ligeramente. Esta evolución de la economía en general de por sí hace entrever las previsiones que siguen, es decir algunas regiones continuarán progresando hacia la seguridad alimentaria mientras que otras pueden no hacer progresos significativos.

Es muy probable que los países desarrollados occidentales continúen teniendo el mismo desempeño que en el pasado. Las perspectivas de los países de Europa anteriormente de economía planificada están llenas de incertitumbre. Se estima que su PIB conjunto es inferior actualmente de un tercio a aquél del período anterior a la reforma, descenso que probablemente tocará fondo dentro de poco. Sin embargo, tomará un cierto tiempo antes de que un crecimiento sostenido restablezca los ingresos per cápita al nivel anterior a la reforma.

Continuará la desaceleración del crecimiento agrícola mundial

Las evaluaciones detalladas del presente estudio indican que de aquí al año 2010 la tasa de crecimiento de la producción agrícola mundial, un 1,8 por ciento anual, será inferior de aquéllas del pasado. Se trata de una continuación de las tendencias a largo plazo: la producción agrícola mundial creció un 3,0 por ciento anual en los años sesenta, un 2.3 por ciento anual en los setenta y un 2,0 por ciento anual en el período 1980-92. La desaceleración no es en sí un resultado negativo en la medida en que refleja una cierta evolución positiva del panorama mundial en lo que respecta al crecimiento y al desarrollo: el descenso de la tasa de crecimiento demográfico mundial y el hecho de que cada vez un número mayor de países eleva su consumo de alimentos per cápita a niveles más allá de los cuales no hay un gran margen para aumentos ulteriores. La mayor parte de los países desarrollados entran en esta categoría, a la que gradualmente se van incorporando algunos países en desarrollo. Para expresarlo en términos sencillos, las personas que tienen dinero para comprar más alimentos no necesitan hacerlo, si bien probablemente continuarán aumentando sus gastos en alimentos a fin de pagar los márgenes siempre más elevados de comercialización, elaboración, envasado y servicios que los acompañan.

El aspecto negativo de la desacelaración está relacionado con el hecho de que se ha estado produciendo, y seguirá produciéndose, mientras que muchos países y una parte considerable de la población mundial continúan teniendo niveles totalmente insuficientes de consumo y de acceso a los alimentos, con la consiguiente persistencia de altos niveles de desnutrición. En resumen, la desaceleración del crecimiento agrícola mundial se debe también al hecho de que las personas que consumirían más alimentos no cuentan con ingresos suficientes para crear una demanda que impulse una mayor producción. Si la demanda efectiva creciera más rápidamente, la producción mundial podría aumentar a tasas más altas de las previstas en el estudio.

La exposición precedente se basa en una separación conceptual entre demanda y oferta: la demanda de productos agrícolas aumenta independientemente de la oferta y provoca una respuesta de la producción. Si sobreviene un aumento de la producción sin elevación de los precios, no se puede hablar de limitaciones al aumento de la producción. Este modelo describe bastante bien la situación de los países más avanzados donde los ingresos y la demanda se producen predominantemente en sectores distintos del de la agricultura, pero es mucho menos aplicable a tantos países en desarrollo donde los ingresos de gran parte de la población dependen, directa o indirectamente, de la agricultura. En situaciones tales, el crecimiento de la demanda y el de la oferta son en muchos aspectos dos caras de la misma moneda, ya que si las limitaciones de la producción reducen el crecimiento agrícola, también frenan tanto los ingresos y la demanda como la oferta. En estos casos, se puede hablar de que las limitaciones de la producción agrícola reducen el progreso hacia la seguridad alimentaria, aun cuando dichas limitaciones pueden no aplicarse a nivel mundial.

La consecuencia en materia de políticas es que en los países con una fuerte dependencia de la agricultura el avance hacia la seguridad alimentaria depende en gran parte de que su propia agricultura sea más productiva, al menos hasta que en el proceso de desarrollo se reduzca significativamente tal dependencia. Esta conclusión, evidente por sí misma, no es nueva, pero se vuelve a afirmar aquí a fin de descartar la idea de que las limitaciones de los recursos agrícolas no obstaculizan el camino hacia una mayor seguridad alimentaria mundial, la cual se basa en el hecho que sigue existiendo probablemente un potencial suficiente de aumentar la producción de alimentos en el mundo en su conjunto. A medida que avanza el proceso de desarrollo y los países pobres reducen su dependencia de la agricultura para obtener ingresos y empleo y se integran más en la economía mundial, la cuestión de si existen limitaciones de los recursos agrícolas para progresar hacia la seguridad alimentaria para todos tenderá a desplazarse del nivel local al mundial.

Progresos en la alimentación y la nutrición aunque no para todos

Las consecuencias de las perspectivas demográficas y de desarrollo en general, junto con las evaluaciones de este estudio en lo que respecta a la producción, al consumo y al comercio, son que en los países en desarrollo en su conjunto continuaría aumentando la disponibilidad de alimentos per cápita para el consumo humano directo, pasando de las 2 500 calorías/día actuales a poco más de 2 700 calorías/día para el año 2010. Es muy probable que para el año 2010 las regiones del Cercano Oriente/Africa del Norte, Asia oriental (incluida China) y América Latina y el Caribe estén cerca o por encima de las 3 000 calorías, progreso considerable sobre todo en lo que respecta a Asia oriental. También Asia meridional puede hacer considerables progresos, si bien en el año 2010 se encontrará en una posición intermedia. En cambio, las perspectivas para el Africa subsahariana son de que los suministros de alimentos per cápita seguirán siendo muy bajos.

En tales circunstancias, la incidencia de la desnutrición crónica podría disminuir en las tres regiones con mejores perspectivas. Es muy probable que se realicen también progresos en Asia meridional, aun cuando en el año 2010 podrían seguir habiendo unos 200 millones de personas desnutridas en la región. Es muy probable que se mantenga la desnutrición crónica en el Africa subsahariana, y que afecte a un 32 por ciento de la población (unos 300 millones de personas). En consecuencia, el azote de la desnutrición crónica en números absolutos de personas afectadas tenderá a desplazarse del Asia meridional al Africa subsahariana. Estas estimaciones son órdenes de magnitud aproximados y tendencias relativas más bien que predicciones precisas de lo que puede pasar, por ello están sujetas a las reservas de rigor (examinadas en el Capítulo 2); indican que es muy posible que en los países en desarrollo en su conjunto persista la desnutrición crónica, tal vez a niveles absolutos algo más bajos — alrededor de 650 millones de personas en el año 2010, frente a los aproximadamente 800 millones actuales. Por lo tanto, seguirá siendo necesario intervenir a fin de abordar el problema y tratar de erradicar la pobreza, que es la verdadera causa de la desnutrición.

Continuará aumentando la producción mundial de cereales aunque no en cifras per cápita

En los últimos 20 años, la producción de cereales per cápita a nivel mundial aumentó de 302 kg en 1969/71 a un máximo de 342 kg en 1984/86 para volver a descender a 326 kg en 1990/92. Es probable que la media no crezca ulteriormente y que siga situándose en 326 kg para el año 2010. Sin embargo, esto no debe ser motivo de alarma por las razones examinadas anteriormente en relación con la progresiva desaceleración del crecimiento agrícola mundial. En particular, las necesidades de consumo para todos los usos en los países desarrollados (que consumen 635 kg de cereales per cápita y representan un 46 por ciento del consumo mundial) crecen sólo lentamente y pueden descender en cifras per cápita. Estos países producen colectivamente todo lo que necesitan para su propio consumo y para cubrir el aumento de las exportaciones netas de los países en desarrollo. Podrían producir más demanda. Tales perspectivas se ven fuertemente influidas por la posible evolución de los países de Europa anteriormente de economía planificada, cuyo consumo total de cereales no solamente dejaría de aumentar al ritmo elevado del pasado sino que podría incluso descender. Estas previsiones se basan en las perspectivas de que el consumo per cápita de productos pecuarios no recuperaría plenamente el nivel que tenía antes de las reformas y de que existe un margen significativo para una mayor eficiencia en el uso de cereales como pienso y para reducir las pérdidas poscosecha.

El descenso reciente de la producción mundial de cereales per cápita ha sido interpretado por algunos como señal de un deterioro de carácter estructural en las tendencias alimentarias mundiales ocasionado por las crecientes limitaciones que enfrentaría la producción. En verdad, el descenso registrado a partir de mediados de los años ochenta se debió por completo a la disminución de la producción de los principales países exportadores netos de cereales. No estuvo asociado a subidas de los precios en los mercados mundiales y fue resultado, en gran parte, de las políticas adoptadas por algunos grandes países para controlar el crecimiento de la producción en dicho período. Por ello, el descenso no puede interpretarse como señal de la aparición de limitaciones asociadas a la producción que hubieran impedido cubrir el crecimiento de la demanda efectiva. El verdadero problema es la excesiva lentitud del crecimiento de la demanda efectiva por parte de aquellos países y grupos de población con bajos niveles de consumo de alimentos.

De lo dicho se deduce que el promedio mundial de producción per cápita tiene sólo un valor limitado para medir las tendencias de la seguridad alimentaria mundial. Además, puede resultar engañoso si transmite la idea de que, con una media mundial constante, todo aumento de la producción per cápita de un grupo de países debe ser compensado por un descenso en otro grupo, lo cual puede muy bien no ser así. No lo fue en los años ochenta y probablemente tampoco lo será en el futuro. Se prevé un aumento de la producción per cápita tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, mientras que el promedio mundial puede mantenerse en 326 kg (véase el Cuadro 2.1 del Capítulo 2). Esta paradoja se debe al hecho de que los países en desarrollo comienzan con un nivel bajo de producción per cápita y tienen altas tasas de crecimiento demográfico mientras que los países desarrollados se encuentran en la situación opuesta.

En efecto, se prevé que la producción de cereales per cápita en los países en desarrollo continuará aumentando, pasando de 216 kg en 1988/90 a 229 kg en el año 2010. Se trata de un incremento menor que el alcanzado en el pasado: 15 kg por decenio en los años setenta y ochenta. Pero su consumo per cápita para todos los usos puede aumentar más rápidamente que la producción, pasando de 235 a 254 kg, parte de los cuales se utilizarán como pienso a fin de sostener el sector ganadero en rápido crecimiento. Esto requerirá un ulterior aumento de las importaciones netas procedentes de los países desarrollados, que pueden pasar de los 90 millones de toneladas de 1988/90 a unos 160 millones de toneladas en el año 20101. La tasa de crecimiento de las necesidades de importación netas no es especialmente alta a juzgar por los datos históricos y se aproxima más a la de los años ochenta que a la de los años setenta, que fue muy alta. La financiación del aumento de las importaciones de alimentos puede considerarse como un rasgo normal de aquellos países en desarrollo en que aumentan tanto los ingresos como el consumo, sobre todo de los productos ganaderos, y otros sectores que producen ganancias en divisas. Pero aquellos países en desarrollo que no pueden financiar fácilmente las crecientes importaciones de alimentos debido a la escasez de divisas se enfrentarán a una situación difícil. Es por lo tanto razonable prever que durante largo tiempo la ayuda alimentaria seguirá desempeñando un importante papel. Si las reformas de políticas encaminadas a adoptar un sistema de comercio agrícola internacional más orientado hacia el mercado limitaran el alcance de la ayuda alimentaria procedente de los excedentes, habría que adoptar otras medidas para reducir la inseguridad alimentaria de estos países. A tal efecto reviste especial importancia la Decision incluida en el Acta Final de la Ronda Uruguay de Negociaciones Comerciales Multilaterales (NCM) con respecto a las medidas para atenuar los efectos sobre los países en desarrollo importadores de alimentos de un eventual aumento de los precios del mercado mundial. creando condiciones para el mantenimiento de existencias en apoyo de la seguridad alimentaria y la continuación de la ayuda alimentaria.

1. Se trata de importaciones netas de todos los países en desarrollo, después de haber deducido las exportaciones previstas procedentes de los países en desarrollo exportadores netos, unos 30 millones de toneladas (a partir de 17 millones en 1988/90 y 14 millones en 1969/71), de las importaciones previstas de los países importadores netos, unos 190 millones de toneladas (106 millones de toneladas en 1988/90 y 34 millones de toneladas 1969/71).

Crecimiento modesto en la demanda de las exportaciones de cereales procedentes de las principales regiones desarrolladas exportadoras

Aun cuando las perspectivas de un ulterior crecimiento de las exportaciones de cereales procedentes de los principales países desarrollados exportadores a los países en desarrollo ofrecen alguna posibilidad de que aumente aún más la producción y las exportaciones de los primeros, se prevé que sus exportaciones netas al resto del mundo aumentarán mucho menos. La causa de esto es que el grupo de países de Europa anteriormente de economía planificada dejará probablemente de ser en el futuro un gran importador neto, existiendo la posibilidad de que para el año 2010 el grupo se convierta en exportador neto de cereales en cuantía moderada.

Con respecto a estas exportaciones netas totales de las tres principales zonas de exportación de la OCDE (Europa occidental, América del Norte y Oceanía), podrían darse cambios significativos en las cuotas del mercado. Las reformas en materia de políticas en curso y previstas, que se están llevando sobre todo en relación con las disposiciones de el Acta Final de la Ronda Uruguay, harán probablemente que Europa occidental no incremente ulteriormente su exportaciones netas de los niveles alcanzados a finales de los años ochenta y que el total de las exportaciones adicionales que se produzcan en los tres grupos, y quizás algo más, corresponda a América del Norte y Oceanía. Al menos esto es lo que indican los resultados de la mayor parte de los análisis con respecto a los posibles efectos de las reformas en materia de políticas. Por supuesto, estas conclusiones están sujetas a los muchos imponderables que presentan los supuestos y modelos en los que se basan estos análisis.

Continúa el acusado crecimiento del sector ganadero

Aunque en forma atenuada, están llamadas a continuar las pasadas tendencias de crecimiento relativamente elevado del sector ganadero de los países en desarrollo. Una parte del aumento de sus importaciones de cereales se destinará a aumentar la producción y consumo de productos pecuarios. Sin embargo, por el año 2010 el consumo de productos pecuarios en los países en desarrollo seguirá siendo muy inferior al de los países desarrollados en términos per cápita. Estos promedios de los países en desarrollo esconden unas amplias diversidades regionales y nacionales, y tanto en Asia meridional como en el Africa subsahariana el consumo se mantendrá en general a niveles muy bajos. Las disparidades reflejan las diferencias en los ingresos así como las limitaciones de producción. Estas últimas constituyen un factor que influye en las perspectivas nutricionales desfavorables de algunos países en que los productos pecuarios, especialmente la leche, son un importante alimento básico, por ejemplo en las sociedades pastorales.

El sector ganadero de los países desarrollados puede también crecer, aunque a un ritmo mucho menor en comparación con el pasado, y el consumo per cápita aumentará solamente en lo que respecta a la carne de ave de corral. Este hecho refleja la perspectiva de que: a) en los países anteriormente de economía planificada la producción y el consumo per cápita de los productos pecuarios pueden tardar mucho en recuperar los niveles anteriores a la reforma, después de los acusados descensos iniciales, y b) los demás países desarrollados registran en general altos niveles de consumo per cápita.

El continuo crecimiento del sector ganadero en los países en desarrollo contribuirá a que el uso de cereales como pienso aumente rápidamente y que para el año 2010 se haya duplicado con creces hasta alcanzar los 340 millones de toneladas, equivalentes al 23 por ciento aproximadamente de su consumo total de cereales. Este aumento de la proporción de los suministros totales de cereales utilizados como pienso en los países en desarrollo puede ser motivo de preocupación, dada la persistencia de la desnutrición. Tal preocupación estaría justificada si el uso de cereales para pienso desviara unos suministros que, en caso contrario, se utilizarían como alimento directo de la población pobre. Si bien tal cosa podría suceder, solamente ocurriría en situaciones donde la demanda adicional de pienso contribuyera a aumentar los precios en lugar de la oferta (sea que procediera de la producción nacional que de la importación) y desplazara a la población pobre del mercado a causa de la subida de los precios. Existen razones para creer que tal situación sería la excepción más bien que la regla, como se examina en el Capítulo 3.

Raíces, tubérculos, plátanos: continúan siendo una parte importante del suministro total de alimentos en los países de la zona tropical húmeda

Las raíces, los tubérculos y los plátanos representan un 40 por ciento aproximadamente del suministro total de alimentos (en calorías) para casi la mitad de la población del Africa subsahariana, donde la disponibilidad general de productos alimenticios es muy escasa. Otros países de Africa y América Latina y el Caribe dependen también en gran medida de estos alimentos básicos. La producción podría aumentar, y así será, a fin de cubrir las futuras necesidades. Sin embargo, las tendencias pasadas han sido de descenso del consumo per cápita, al menos en la medida en que puede determinarse dadas las imprecisas estadísticas de este sector. El descenso se ha debido sobre todo a las tendencias a la urbanización, cuyo estilo de vida hace que descienda la preferencia por estos alimentos muy perecederos y que necesitan mucha mano de obra para su preparación para el consumo. Con la creciente urbanización, cabe esperar que se producirán nuevos aunque moderados descensos en el promedio de consumo per cápita. Sin embargo, seguirá siendo alta la dependencia de estos países de estos productos para cubrir sus necesidades alimentarias. La tendencia a que descienda el consumo per cápita podría atenuarse en caso de que lleguen a escasear los cereales importados, lo que podría muy bien ocurrir si las reformas de políticas en los países desarrollados hacen subir los precios y reducen los suministros disponibles para las ventas en condiciones de favor y la ayuda alimentaria. Contribuiría igualmente a atenuar esta tendencia el que se intensificaran las investigaciones para convertir las raíces amiláceas en productos alimenticios menos perecederos y de preparación más fácil.

El sector de los cultivos oleaginosos de los países en desarrollo: perspectivas de que continúe el rápido crecimiento

En los últimos 20 años, el sector de los cultivos oleaginosos de los países en desarrollo ha experimentado un rápido crecimiento y cambios estructurales radicales. La producción de aceite de palma en el Asia oriental y de soja en América del Sur ha crecido de modo espectacular. La parte correspondiente a estos productos y regiones en la producción total de cultivos oleaginosos ha aumentado rápidamente y, en consecuencia, disminuyeron la de los demás cultivos oleaginosos de los países en desarrollo (nuez de coco, maní, semilla de algodón, sésamo) y la de las otras regiones.

El aumento de la producción del sector continuará manteniéndose por encima de la media en comparación con el resto de la agricultura. Continuarán también los cambios estructurales, aunque a un ritmo mucho menor comparado con el del pasado. La expansión del sector de la palma de aceite seguirá siendo la más rápida, aumentando su cuota de mercado tal vez a un 38 por ciento, frente al 32 por ciento actual y a sólo el 16 por ciento de hace 20 años. La producción de soja de América del Sur seguirá también creciendo rápidamente, pero no se multiplicará por 12 como en los últimos 20 años, en que el aumento había comenzado desde niveles muy bajos. La continuación de tasas de crecimiento bastante elevadas en el sector de los cultivos oleaginosos se debe al rápido incremento del consumo en los países en desarrollo tanto de aceites vegetales para consumo humano como de proteínas de las semillas oleaginosas para sostener sus sectores ganaderos en rápido crecimiento. Dichos países aumentarían aun más sus exportaciones de aceites y, en menor medida, de harinas oleaginosas al resto del mundo.

Crecimiento más lento de las otras principales exportaciones agrícolas de los países en desarrollo

Existen razones bien conocidas para que continúen las tendencias generalmente desfavorables en las exportaciones netas de los principales productos de exportación de los países en desarrollo al resto del mundo. En lo que respecta al azúcar, las razones incluyen: la probable continuación de las políticas de apoyo y protección, las restricciones al acceso a los mercados y las exportaciones subvencionadas de los principales países desarrollados. Además, es probable que los países anteriormente de economía planificada reduzcan mucho sus importaciones netas en el futuro. Por ello, se prevé que continuarán disminuyendo las exportaciones netas a los países desarrollados. A pesar de ello, es muy probable que los países en desarrollo exportadores de azúcar sigan elevando sus exportaciones por la expansión de los mercados en los países en desarrollo importadores netos, que en los últimos 20 años han cuadruplicado sus importaciones netas.

A diferencia del azúcar y de algunos otros principales productos de exportación, el café y el cacao se producen sólo en los países en desarrollo y se consumen en su mayor parte en los países desarrollados occidentales, donde los niveles de consumo per cápita son ya generalmente altos. Por ello, los esfuerzos de los países en desarrollo por aumentar la oferta, en competencia entre sí, se traducen en pequeños aumentos del volumen de exportación y en grandes disminuciones de los precios. A un plazo más largo, hay posibilidades de que mejore la situación, dado el bajo nivel de consumo vigente en los países anteriormente de economía planificada y en los propios países en desarrollo. No obstante, pocas de estas posibilidades podrán materializarse en forma de un aumento del consumo y de las importaciones en los próximos 20 años. Por lo tanto, el resultado probable es un crecimiento de las exportaciones netas de un 25 por ciento aproximadamente y algo más en la producción.

En lo que respecta al , existen perspectivas algo mejores para el crecimiento de la producción, aunque no para las exportaciones netas de los países en desarrollo, ya que una buena proporción de la producción se consume en los mismos, donde continuará creciendo el consumo per cápita. Por último, las exportaciones de banano presentan mejores perspectivas que las de las bebidas tropicales, ya que en los países desarrollados todavía puede aumentar el consumo per cápita.

En general, por lo que respecta a los productos que se producen en su mayor parte en los países en desarrollo, en competencia entre sí, y que se destinan sobre todo a los mercados ya casi saturados de los países desarrollados, las perspectivas en cuanto a los ingresos de exportación, continuarán estando dominados por los movimientos de los precios y no de los volumenes. A muy largo plazo, el remedio para el descenso de los precios podrá ser el crecimiento del consumo en los mercados todavía no saturados (los países anteriormente de economía planificada y los propios países en desarrollo) y, en última instancia, el desarrollo general de los propios países productores. Este último factor es importante pues creará otras oportunidades de ingresos y establecerá un límite para el descenso de la remuneración del trabajo en estos sectores. Si la remuneración del trabajo llegará a ser inferior a este límite, se produciría una contracción de la oferta y la recuperación de los precios.

Por último, las perspectivas para algunas materias primas agrícolas que tradicionalmente exportan los países en desarrollo ofrecen escasas posibilidades de aumentar las ganancias netas de exportación, aunque por razones diferentes y no siempre negativas. Así pues, las exportaciones netas de tabaco a los países desarrollados pueden no crecer en absoluto porque su consumo está decreciendo mientras que crece rápidamente en los propios países en desarrollo. Con respecto al algodón, los países en desarrollo han dejado recientemente de ser exportadores netos para convertirse en importadores netos, tendencia que aumentará en el futuro. Se trata en su conjunto de un hecho positivo que refleja la buena situación de su industria textil cada vez más orientada a la exportación. Estas tendencias podrían hacerse más pronunciadas si se redujeran o suprimieran las restricciones a las exportaciones textiles. Consideraciones similares pueden aplicarse al sector de los cueros y pieles y a la correspondiente expansión de las exportaciones de artículos de cuero. Por último, las exportaciones de caucho natural a los países desarrollados continuarán creciendo si bien también en este caso los países en desarrollo aumentarán gradualmente su participación en el consumo mundial, y puede que para el año 2010 absorben más de la mitad del consumo mundial frente a una participación inferior a 25 % de hace 20 años. Gran parte de la expansión del consumo tendrá lugar en el Asia oriental.

Los países en desarrollo pueden muy bien pasar de ser exportadores agrícolas netos a ser importadores netos

La posible evolución expuesta anteriormente con respecto a los principales sectores de productos básicos indica que las importaciones netas de los países en desarrollo de productos agropecuarios para los cuales son o pueden convertirse en importadores netos aumentarán más rapidamente que las exportaciones netas de sus principales productos de exportación. Estas tendencias en los volúmenes de importación y exportación indican decididamente que la balanza comercial agrícola de los países en desarrollo actualmente en superávit pasará a ser deficitaria. Durante algún tiempo se ha hecho evidente un movimiento en esta dirección. El saldo positivo neto de la balanza comercial agrícola se contrajo rápidamente en los años setenta, cuando se dispararon las importaciones de alimentos procedentes de los países desarrollados. Aunque la tendencia se invirtió en parte en los años ochenta, el superávit general fue de sólo 5 000 millones de dólares en 1988/90 frente a los 17 500 millones en 1969/71 (ambos a los precios de 1988/90).

Las perspectivas de que los países en desarrollo se conviertan en importadores agrícolas netos no dicen mucho, por sí mismas, sobre las repercusiones de esta evolución para su bienestar. Es cierto que se derivarán efectos negativos en el bienestar de los países que seguirán dependiendo fuertemente de unas exportaciones agrícolas de crecimiento lento para financiar sus importaciones de alimentos y otros productos. Se hallan en esta situación muchos países de bajo ingreso. No obstante, para otros países estas perspectivas son parte y precio del proceso de desarrollo. Se trata de los países en los que el aumento de sus importaciones o la reducción de sus exportaciones de materias primas agrícolas se compensan con creces por el crecimiento de las exportaciones de las manufacturas correspondientes; y de aquéllos en los que el crecimiento de las importaciones de alimentos se debe al aumento de los ingresos y del consumo alimentario, las cuales se financian con ganancias de exportación procedentes de otros sectores.

1.3. FACTORES DEL CRECIMIENTO DE LA AGRICULTURA EN LOS PAISES EN DESARROLLO

Ulterior intensificación de la agricultura en perspectiva, con el crecimiento de los rendimientos como sostén principal de los aumentos de producción

Los resultados de la producción que se han presentado dependerán de que siga intensificándose la agricultura en los países en desarrollo: se obtendrán mayores rendimientos, se cultivará y regará una superficie mayor y las tierras existentes se utilizarán de forma más intensiva (cultivo múltiple y reducción del barbecho).

El aumento de los rendimientos ha sido la base del incremento de la producción en el pasado. Lo seguirá siendo en el futuro aun más, en particular en las regiones con escasez de tierras de Asia y el Cercano Oriente/Africa del Norte. Actualmente, los rendimientos medios difieren mucho entre los distintos países. Esto indica que hay un margen considerable para que los países con bajos rendimientos incrementen su producción adoptando las tecnologías que se utilizan ya en países con mejores rendimientos. El progreso dependerá de las políticas y otras condiciones que ofrezcan incentivos y permitan a los agricultores adoptar tecnologías y prácticas conocidas y utilizadas ya en otros países o por otros agricultores dentro del mismo país. Sin embargo, las comparaciones entre rendimientos medios de los países ofrecen sólo una información limitada sobre el potencial que tienen los países más atrasados para alcanzar a aquellos que obtienen rendimientos más altos. Esto se debe a que las condiciones agroecológicas difieren mucho entre los países, lo mismo que los contextos agrícolas. Por ejemplo, el rendimiento medio de producción de trigo de 5,0 toneladas/ha que se obtiene en Egipto se debe a que el trigo es de regadío. No puede alcanzarse este rendimiento en países en que el trigo es y seguirá siendo fundamentalmente un cultivo de secano en condiciones agroecológicas adversas.

Por ello, hay que tener en cuenta las diferencias agroecológicas entre los países antes de emitir un juicio sobre las posibilidades de incrementar los rendimientos. Por esta razón, se realizó para este estudio una cuidadosa compilación y comparación de datos sobre los rendimientos obtenidos en cada uno de seis ambientes agroecológicos de los distintos países (cinco de secano y uno de regadío, denominadas de aquí en adelante “clases de tierra”). Los datos resultantes no son perfectos y no ha sido posible reunir información suficiente sobre China. Pero en lo que respecta a los otros países en desarrollo, estos datos imperfectos pueden llegar a permitir una evaluación de su potencial de aumento de rendimientos que es notablemente superior a la basada únicamente en los rendimientos medios.

Teniendo en cuenta estas salvedades, se puede ilustrar de la forma siguiente la dependencia de los resultados de la producción con respecto al crecimiento de los rendimientos, que se ha presentado antes, y la medida en que pueden tener credibilidad las proyecciones de los rendimientos: el rendimiento medio del arroz de regadío en los países en desarrollo es actualmente 3,7 toneladas/ha, pero algunos países logran sólo 1,0 tonelada y otros 10,0 toneladas. De todos los países, el quinto con los rendimientos más altos alcanza un promedio de 6,7 toneladas. La evaluación por países de las perspectivas del arroz de regadío indica que su rendimiento medio para todos los países en conjunto podría ser de 5,2 toneladas/ha en el año 2010. Esto significa que en un plazo de 20 años el rendimiento medio del arroz de regadío para todos los países en conjunto podría seguir siendo inferior al alcanzado hoy por la quinta parte de los países que obtiene los rendimientos más altos. Esta previsión puede parecer moderada, pero se trata de la hipótesis más fidedigna, basada en los juicios relativos a cada país por separado teniendo en cuenta las diferencias entre ellos en cuanto a la calidad de las tierras de regadío y los contextos socioeconómicos que condicionan el ritmo de adopción de tecnologías para incrementar los rendimientos. Consideraciones análogas tienen cabida también con respecto al ritmo con el cual los rendimientos medios de otros cultivos en cada una de las clases de tierra pueden aumentar hacia niveles más próximos a los de los países que obtienen hoy los mejores rendimientos. De esta forma, el rendimiento medio del trigo de secano en tierras subhúmedas puede aumentar de 1,7 a 2,1 toneladas/ha, frente a 2,3 toneladas/ha que alcanza hoy el quinto de los países con los rendimientos más altos. En cuanto al maíz de secano en tierras subhúmedas, las cifras correspondientes indican un crecimiento del rendimiento medio de 1,8 a 2,6 toneladas/ha, frente a 2,8 toneladas/ha que alcanzan hoy el 20 por ciento de los países con los mejores rendimientos. Y la serie puede continuar así para otros cultivos y clases de tierra (para más detalle, véase el Capítulo 4).

Naturalmente, los rendimientos no crecerán, ni siquiera al ritmo aquí previsto -inferior al del pasado-, si no se mantienen con todo vigor las actividades de investigación. Los efectos de ésta en el crecimiento de los rendimientos se pueden poner de manifiesto en forma distinta que en el pasado: mayor impacto conseguido mediante un crecimiento lento pero constante de los rendimientos medios basado en la investigación aplicada y de mantenimiento, más bien que en forma de grandes progresos de los rendimientos máximos. En consecuencia, las diferencias de los rendimientos medios en los distintos países podrían reducirse algo, aunque continuarán siendo considerables Por ejemplo, en el caso de trigo y del arroz, los países con los rendimientos más bajos en el 2010 tendrían aún unos rendimientos medios no superiores a una quinta parte de los conseguidos por el 10 por ciento de los países que ocupa los puestos de cabeza: los rendimientos de éstos últimos podrían continuar siendo, además, dos veces superiores a los de los principales productores. Además, es preciso continuar los esfuerzos de investigación sobre cultivos y ambientes desfavorables a los que no se ha prestado atención en el pasado, así como para evitar reducciones y mantener, y tal vez incrementar, los rendimientos en las áreas de alto potencial en que los rendimientos obtenidos se aproximan a los límites alcanzados en las estaciones experimentales.

Expansión y utilización más intensiva de las tierras explotadas

Los países en desarrollo (sin incluir China) tienen alrededor de 2 500 millones de ha de tierra en las que los cultivos de secano pueden alcanzar rendimientos razonables según la tecnología que se emplee. Casi el 80 por ciento de esta superficie se halla en las dos regiones abundantes en tierras, el Africa subsahariana y América Latina y el Caribe. Las diferencias entre las regiones en las disponibilidades de tierra por persona son enormes, siendo las de Asia y del Cercano Oriente/Africa del Norte particularmente bajas. De este total de tierras, alrededor de 720 millones de ha se utilizan actualmente para el cultivo, así como otros 36 millones de ha. de tierras de desierto en que se ha introducido el riego. Las proyecciones de este estudio exigirían que en los distintos países se realizaran aumentos de la tierra explotada por un total de unos 90 millones de ha. De esta forma, para el año 2010, el total de las tierras de cultivo podría ser de 850 millones de ha. La expansión se produciría principalmente en el Africa subsahariana y América Latina y el Caribe, así como, en menor medida, en el Asia oriental (sin incluir China) y mucho menos en las otras dos regiones.

De los 760 millones de ha utilizados actualmente para la agricultura, sólo unos 600 millones se cultivan y cosechan en un determinado año. La razón de ello es que se utiliza la tierra con intensidades muy distintas en las diferentes regiones. Se estima así que sólo un 55 por ciento de la tierra dedicada normalmente a la producción agrícola se cultiva y cosecha en un determinado año en el Africa subsahariana (la restante queda en barbecho), mientras que la intensidad media de cultivo es del 110 por ciento en el Asia meridional, debido principalmente al cultivo múltiple que se practica en la notable superficie de regadío con que cuenta la región, así como a la escasez general de tierras de la misma. Se prevé que las necesidades de tierra para incrementar la producción agrícola se cubrirán en parte mediante aumentos ulteriores de la intensidad de cultivo, de modo que su valor promedio para el conjunto de los países en desarrollo podría aumentar del 79 por ciento actual al 85 por ciento en el año 2010. De esta forma, las tierras cultivadas y cosechadas en un año medio aumentarían de los actuales 600 millones de ha a unos 720 millones en el año 2010, es decir, un incremento de 120 millones de ha, comparado con los 90 millones de aumento de la superficie física explotada (que comprende tanto la cosechada como la de barbecho en un determinado año).

El logro de intensidades de cultivo más altas y rendimientos mayores depende decisivamente de que se mantengan las tierras de regadío y se amplíen de 23 millones de ha, o el 19 por ciento. Esta tasa de expansión es inferior a la registrada en el pasado debido a los problemas bien conocidos del aumento de los costos unitarios de la inversión en riegos y la escasez de los recursos hídricos y lugares adecuados, así como a la atención mayor que se presta a evitar efectos ambientales adversos. Teniendo en cuenta estas limitaciones, pero también por razones de eficiencia económica, en el futuro habrá que insistir más en incrementar la eficiencia de utilización del agua y menos en la expansión indiscriminada de la superficie de regadío. La mayor parte de la superficie adicional de regadío se conseguiría en el Asia meridional, que ahora posee el 52 por ciento de todas las tierras de regadío de los países en desarrollo (sin incluir China), parte que mantendrá en el futuro. Cabe notar que los susodichos 23 millones de ha de tierras de regadío adicionales constituyen un incremento neto. En la práctica, las necesidades de inversión en bruto en riego deberán cubrir una superficie bastante más extensa para hacerse cargo de la rehabilitación de tierras de regadío ya existentes y reemplazar aquéllas que se pierden permanentemente a causa de la degradación.

¿La expansión de la agricultura perjudicará los bosques?

La Evaluación FAO de los recursos forestales de 1990 produjo datos sobre las tierras forestales de los países tropicales. De los países en desarrollo para los que se calcularon datos sobre tierras con potencial de cultivo en este estudio, solamente para 69 de ellos se dispone de datos sobre superficie forestal. En los comentarios que siguen se examina la medida en que la expansión de la agricultura puede realizarse a expensas de los bosques. Por ello, se refieren únicamente a la subserie de estos 69 países que representan casi toda la superficie forestal tropical, a saber, el 96 por ciento de ella. Son también de carácter especulativo porque no se conoce plenamente la medida en que hay una superposición entre los bosques y las tierras con potencial agrícola. Sólo algunos elementos de esta superposición pueden deducirse indirectamente.

Sujeta a estas salvedades concernientes los datos, la situación en los 69 países es la siguiente: del total de sus 1 720 millones de ha de tierras con potencial agrícola pero no actualmente explotadas, 85 millones de ha deberían convertirse a la agricultura de aquí al año 2010. No se sabe bien en qué medida estas tierras coinciden con la superficie forestal, pero una estimación mínima (derivada según se explica en el Capítulo 4) indica la cifra de unos 800 millones de ha y la superposición real es probablemente mucho mayor2. No puede decirse mucho más sobre este asunto, salvo quizás que, si toda la tierra adicional para la agricultura tuviera que proceder de las zonas forestales, la tasa anual de deforestación sería de 4,2 millones de ha, el 0,25 por ciento anual de los 1 690 millones de ha que suma la superficie forestal total de estos 69 países. En comparación, la deforestación anual calculada para los años ochenta es de 15 millones de ha (0,8 por ciento al año). Esta última cifra incluye la deforestación provocada por todas las causas, y no sólo por la expansión de la agricultura formal. En particular, la deforestación se debe a la expansión de los pastizales (no incluida en las estimaciones de este estudio) y de la agricultura informal y no registrada que utiliza una superficie de tierra mucho mayor que la considerada necesaria para lograr los aumentos de producción. Incluye asimismo la deforestación debida a la explotación maderera de zonas no reforestadas todavía por el recrecimiento natural y la debida a las actividades de recolección de leña. En la medida que tanto la expansión de los pastizales y de la agricultura informal como la corta excesiva para obtener leña y la explotación maderera insostenible continúen en el futuro, cabe prever que la deforestación proseguirá a un ritmo mucho mayor que el necesario para la expansión de la agricultura formal.

2. Se señala que los datos sobre áreas protegidas para 63 de estos 69 países indican que pertenecen a esta clase 380 millones de ha, de los cuales unos 200 millones se sitúan en tierras con potencial agrícola.

Uso de la tierra para otras necesidades

Las tierras con potencial agrícola son ocupadas cada vez más por asentamientos humanos y por la infraestructura. Estimaciones aproximadas referentes a los países en desarrollo (excluida China) indican que estos usos de la tierra pueden alcanzar los 94 millones de ha, o 0,033 ha per cápita (3 000 personas/km2), pero que esta proporción varía mucho entre los distintos países según las densidades generales de población. No todos los asentamientos humanos se realizan en tierras con potencial agrícola, pero es probable que 50 millones de ha pertenezcan a esta categoría. Al crecer la población, se destinarán más tierras a asentamientos humanos e infraestructura, pero quizá no en la misma proporción, porque al aumentar la densidad de población, la tierra así utilizada por persona tenderá a reducirse quizá a 0,03 ha. Esto significa que las tierras ocupadas por asentamientos humanos podrán aumentar a 128 millones de ha, de los cuales quizá unos 70 millones serían tierras con potencial agrícola, un aumento de su parte de 20 millones de ha. Por ello, este uso potencial habrá que añadirlo al de la expansión de la producción de cultivos propiamente tal, de la que se ha tratado más arriba, a fin de obtener una idea sobre las distintas necesidades que deberán atender en el futuro las tierras con potencial agrícola.

Crecimiento ulterior del empleo de fertilizantes y, en menor medida, de plaguicidas en los países en desarrollo

En los países en desarrollo (excluida China) se utilizan unos 37 millones de toneladas de fertilizantes (en términos de los elementos nutritivos de NPK). Esta utilización se cuadruplicó en los últimos 20 años, si bien la tasa de crecimiento de los años ochenta fue muy inferior a la de los setenta. Actualmente, las tasas de utilización de fertilizantes han alcanzado los 62 kg/ha de superficie cosechada (alrededor de la mitad del promedio de los países desarrollados), pero con diferencias muy grandes entre regiones de 11 kg en el Africa subsahariana a 90 kg en el Cercano Oriente/Africa del Norte. El margen para ulteriores incrementos es mucho menor que en el pasado. Esto, unido a una tasa de crecimiento de la agricultura inferior a la del pasado, hará que siga disminuyendo la tasa de crecimiento del consumo de fertilizantes, que podría descender al 3,8 por ciento al año en el período hasta el 2010. Por ello, el consumo de fertilizantes indicado por las proyecciones en los países en desarrollo (excluida China) podría ascender a unos 80 millones de toneladas y la tasa de aplicación a unos 110 kg/ha. De las dimensiones ambientales de esta evolución prevista se trata en los Capítulos 11–12. Vale la pena señalar aquí que aunque el uso excesivo plantea problemas en algunas zonas de regadío de los países en desarrollo, hay también problemas que se derivan de una utilización insuficiente en otras zonas, con la consecuente degradación de sus tierras por agotamiento de los nutrientes. El Africa subsahariana utiliza sólo 11 kg/ha. Aun si, como se prevé acá. las aplicaciones se duplicaran de aquí al año 2010, serían todavía insuficientes para eliminar el agotamiento de los nutrientes en algunas de sus zonas.

Los métodos tradicionales de protección de las plantas (labranza, quema, rotación de cultivos) siguen siendo importantes en los países en desarrollo. Sin embargo, los métodos basados en la utilización de plaguicidas químicos se han difundido extensamente en los últimos decenios. Se calcula que a mitad de los años ochenta los países en desarrollo utilizaban alrededor de un quinto del consumo mundial de plaguicidas (ingrediente activo). El 50 por ciento aproximadamente de la utilización mundial de insecticidas corresponde a los países en desarrollo, pero las proporciones de funguicidas y herbicidas son mucho menores. Esto se debe a factores agroecológicos y económicos, como la mayor incidencia de los insectos en zonas tropicales húmedas y el costo menor de la mano de obra para combatir las malezas. Al aumentar los costos de la mano de obra en algunos países, cabría prever que se utilizarán más los herbicidas químicos.

La intensificación de la producción y la expansión de la agricultura a nuevas zonas en los países en desarrollo podrían traducirse en un incremento ulterior de la utilización de plaguicidas. Este crecimiento podría contenerse en tasas suficientemente bajas mediante una combinación de cambios tecnológicos, mejores prácticas de manejo e incentivos y un mayor recurso a métodos de manejo integrado de plagas (MIP). Estas perspectivas de los países en desarrollo contrastan con aquéllas de los países desarrollados, en los que las bajas tasas de crecimiento de la agricultura y las políticas en materia de plaguicidas, así como la mayor difusión del MIP, podrían llegar a provocar un descenso de la utilización total en términos absolutos.

1.4. ULTERIORES PRESIONES SOBRE LOS RECURSOS AGRICOLAS Y EL MEDIO AMBIENTE

En la sección precedente se ha tratado de la cuestión de las presiones que se derivan de la necesidad de convertir al uso agrícola y asentamientos humanos tierras con potencial agrícola. En conjunto, tales presiones (110 millones de ha en todos los países en desarrollo, excluida China) serían pequeñas durante los próximos 20 años en comparación con la superficie de alrededor de 1 800 millones de ha de tierras con potencial agrícola no ocupadas por ninguno de los dos usos. No obstante, la escasez de tierras es muy aguda en algunos países y regiones, por ejemplo, el Asia meridional y el Cercano Oriente/Africa del Norte. Incluso los pequeños aumentos previstos en ellas constituyen una parte importante de sus tierras no utilizadas aún. Por ejemplo, en Asia meridional, los aumentos para los dos usos citados exigirían alrededor del 25 por ciento de las tierras con potencial agrícola no explotadas aún. Quedarían pocas tierras para una expansión ulterior después del año 2010. Cabe señalar que se necesitan tierras adicionales para la agricultura en el Asia meridional incluso previendo una ulterior intensificación, la cual elevaría la intensidad de cultivo del 110 al 120 por ciento y duplicaría la tasa de empleo de fertilizantes por ha.

Aunque las limitaciones de tierras son graves en algunos países y regiones, las de suministros de agua dulce para la agricultura son incluso más graves para un número mayor de países. Las crecientes demandas para utilizar tierras agrícolas para otros fines son secundarias en comparación con aquéllas que compiten por la utilización de los recursos hídricos, debido a que la utilización no agrícola del agua per cápita tiende a aumentar muy rápidamente con la urbanización y la industrialización. La competencia entre la agricultura y los demás sectores por los escasos recursos de agua dulce se intensificará aún más en el futuro y la única forma de satisfacer todas las necesidades será incrementando la eficiencia en la utilización del agua.

Se calcula que la degradación de los suelos afecta a 1 200 millones de ha de tierras en todo el mundo, de los cuales 450 millones se hallan en Asia. Entre las causas, la deforestación y el pastoreo excesivo contribuyen probablemente un tercio cada uno, mientras que la mayor parte del resto se debe principalmente a la mala gestión de las tierras de labranza. La erosión (hídrica y eólica) de los suelos es responsable de la degradación de algo más de 1 000 millones de ha del total, debiéndose el resto a la degradación química y física. Las causas de la degradación de los suelos son procesos tanto de origen humano como naturales (por ejemplo, la elevación en elevación en curso de la corteza terrestre). Podrá continuar registrándose cierta degradación en el futuro, pero la relación entre la erosión del suelo y la pérdida de productividad es compleja y se necesitan más trabajos para llegar a conclusiones firmes sobre el impacto de la erosión del suelo en los rendimientos.

La degradación debida al agotamiento de los nutrientes es un problema grave, sobre todo en el Africa subsahariana donde la disponibilidad de abonos del ganado es insuficiente y rara vez es económica la utilización de fertilizantes minerales. El problema probablemente persistirá en los próximos 20 años, aunque quizá de forma menos intensa. La degradación debida a la salinización de los suelos es principalmente un problema de las zonas de regadío, pero se plantea también en zonas cálidas secas. Las estimaciones de las pérdidas de tierras de regadío por esta causa varían ampliamente, mientras que asciende a una proporción del 10 al 15 por ciento el total de las tierras de regadío que sufren cierta degradación a causa del anegamiento y la salinización.

Se estima que la desertificación (en general, degradación de la tierra en zonas secas) afecta a un 30 por ciento de la superficie del mundo. Estudios más recientes sobre la desertificación indican un consenso cada vez mayor en que las estimaciones de la superficie afectada hechas en el pasado eran muy exageradas. Algunas de las estimaciones más extremas se debían a la insuficiencia de la metodología utilizada para obtenerlas. Se reconoce ahora que las tierras secas son mucho más resistentes a la sequía y al abuso humano de lo que se pensaba anteriormente. No obstante, la expansión ulterior de la agricultura en suelos frágiles de tierras secas contribuiría a acrecentar los problemas de esta naturaleza.

La contaminación del agua provocada por la agricultura (concentraciones de sal en tierras de regadío, contaminación por fertilizantes y plaguicidas, así como por efluentes de unidades de ganadería intensiva y explotaciones piscícolas) seguirá aumentando probablemente debido al largo período de tiempo que se necesita para una acción debidamente correctiva.

Por lo que respecta a los plaguicidas, se supone que la mayor insistencia en el manejo integrado de plagas y las preocupaciones por la salud y la conservación del ecosistema contribuirán a reducir la tasa de crecimiento de su utilización. Pero un aprovechamiento más intensivo de las tierras (reducción de los barbechos, más cultivo múltiple), así como el crecimiento superior a la media del sector hortícola, contribuirán a incrementar, si bien en medida modesta, la utilización de plaguicidas en los países en desarrollo.

La expansión e intensificación ulteriores de la agricultura contribuirán asimismo a intensificar las presiones sobre el medio ambiente a nivel mundial. La deforestación afectará de forma negativa a la función dual de los bosques como hábitat de biodiversidad y como sumideros principales del carbono. La biodiversidad padecerá también probablemente las consecuencias negativas del ulterior avenamiento de humedales para convertirlos a la agricultura, aun en el caso de que esta conversión pueda afectar sólo a una proporción pequeña del total de humedales. Además, la agricultura seguirá contribuyendo al incremento de los gases con efecto de invernadero en la atmósfera (biomasa quemada en el proceso de deforestación y emisiones de metano del cultivo del arroz y la cría de rumiantes).

Los efectos que llegará a producir el cambio climático son todavía inciertos, pero, dada la evidencia actual, podrían perjudicar en particular a regiones ya vulnerables a las variaciones climáticas actuales, sobre todo al Africa subsahariana. Los efectos de una posible elevación del nivel del mar serían también graves para algunos países y afectarían a una buena parte de sus recursos de tierra de alta calidad. Para el presente y el futuro más inmediato, el aumento de los niveles de CO2 parece tener efectos positivos en la agricultura en general, puesto que contribuye a incrementar los rendimientos al acelerar el crecimiento de la biomasa vegetal y permitir una mejor utilización del agua en muchos cultivos.


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