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Capítulo 11
PRESIONES DE LA AGRICULTURA SOBRE EL MEDIO AMBIENTE

11.1. INTRODUCCION

En el Capítulo 4 se esbozaban las perspectivas de crecimiento y los principales parámetros subyacentes en lo que respecta a los sectores agrícola y ganadero. Estas perspectivas suponen una mayor intensificación en el uso de la tierra y del agua. En el futuro se utilizarán más fertilizantes minerales y, en menor medida, plaguicidas. La progresiva introducción de tecnologías inocuas para el medio ambiente sólo podrá atenuar moderadamente el aumento del uso de plaguicidas en los próximos 20 años: no invertirá las tendencias de una utilización creciente (véase más adelante). El curso de crecimiento previsto puede por lo tanto ser puesto en cuestión sobre la base de varios aspectos relativos a los efectos sobre el medio ambiente y a la sostenibilidad. Destacan al respecto dos cuestiones interconexas.

En primer lugar, ¿cuáles son las opciones tecnológicas para encauzar la agricultura por una senda más inocua desde el punto de vista ecológico y que no se limite a obtener la producción prevista sino que también siente las bases para un desarrollo agrícola sostenible a más largo plazo? En segundo lugar, dada la inevitabilidad de las tensiones entre la conservación del medio ambiente y el desarrollo a medio plazo, ¿,qué otras acciones son necesarias para reducir al mínimo los efectos nocivos de una agricultura más intensiva y en expansión sobre el medio ambiente y garantizar el progreso hacia el objetivo de la agricultura y el desarrollo rural sostenibles? Estas cuestiones fueron el núcleo del debate de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) y de las reuniones de carácter más técnico que dieron lugar a la misma, sobre todo la Conferencia FAO/Países Bajos sobre Agricultura y Medio Ambiente de 1991.

En el Capítulo 12 se expone sobre el tema de la tecnología, mientras que en el Capítulo 13 se examinan las políticas institucionales y otras de carácter más amplio en su mayor parte complementarias, necesarias a nivel nacional e internacional para evitar o reducir al mínimo los efectos nocivos de la expansión y intensificación de la agricultura sobre el medio ambiente. Ejemplos de tales políticas son: la planificación de la utilización de los recursos, el desarrollo de la infraestructura, los servicios de apoyo a los agricultores y ésas más amplias que afectan al desarrollo general y a las relaciones económicas internacionales. Varias de estas cuestiones se han examinado en capítulos precedentes; en el presente capítulo -que se ocupa sobre todo de los países en desarrollo- se van a describir y en lo posible cuantificar las presiones de la agricultura sobre el medio ambiente implícita o explícitamente relacionadas con las proyecciones de los sectores agrícola y, ganadero.

11.2. PRESIONES SOBRE LA TIERRA Y LOS RECURSOS HIDRICOS

Competencia por la tierra y el agua

Se prevé una intensificación de la competencia por la tierra entre los sectores y los sistemas de producción. Dicha competencia se manifiesta sobre todo en la expansión del uso de la tierra para cultivos agrícolas y arbóreos, el cultivo migratorio y el pastoreo del ganado así como la conservación de la superficie forestal. Seguidamente, está la competencia entre la producción agrícola y ganadera y, en mucha menor escala, entre la producción de cultivos o la conservación de los pantanos de mangle y la acuicultura y. tal como se señalaba en el Capítulo 5, habrá ulteriores presiones sobre los bosques para la extracción de madera y leña. Por último, el crecimiento demográfico y el económico contribuirán a una ulterior desviación del uso de la tierra, para asentamientos humanos e infraestructura.

La pérdida de tierras forestales para el aprovechamiento agrícola es un problema de las zonas tropicales más que de las zonas templadas (véase el Capítulo 5). En las primeras, el ritmo de deforestación se calcula actualmente en unos 15,4 millones de hectáreas al año, una gran parte de los cuales son resultado, según se cree, de la extensión del pastoreo y del cultivo, sobre todo de ése migratorio, cuya tierra en considerable proporción al fin se convertirá en barbecho de matorral y más tarde de árboles. En las zonas templadas, el cultivo migratorio no constituye ya un rasgo significativo de los sistemas de producción agrícola y en muchos países se está produciendo una repoblación forestal neta, ya sea de forma natural o mediante plantaciones. En China está en marcha un programa de aforestación de proporciones considerables (República Popular China, 1992).

Es posible que la tasa de deforestación disminuya por una serie de razones, entre las cuales pueden citarse las siguientes. En primer lugar, el efecto retrasado de las recientes políticas de mejoramiento; por ejemplo, las que han suprimido los incentivos y las distorsiones fiscales que favorecían la deforestación o las que refuerzan los controles sobre la explotación forestal. En segundo lugar, la creciente escasez de tierra forestal adecuada para el cultivo. En tercer lugar, el descenso del crecimiento de la población que depende de la agricultura en los países en desarrollo. En cuarto lugar, los adelantos tecnológicos con los que se hace frente a las necesidades de la agricultura mediante la intensificación, en lugar de la expansión, de la tierra. En quinto lugar, la adopción y aplicación de políticas de programas de desarrollo agrícola y rural sostenibles, y en sexto, los cambios de políticas de algunas instituciones financieras que están realizando evaluaciones más rigurosas del impacto ambiental de los proyectos de inversión.

Estas razones no serán sin embargo suficientes para reducir la presión en su conjunto. Aun cuando las actuales tasas de deforestación se redujeran considerablemente, es muy probable que superficies importantes de bosques tropicales pasen a ser explotadas bajo alguna forma de agricultura durante los próximos 20 años. Como señalaba en el Capítulo 4, para el año 2010 pueden haberse dedicado a la producción de cultivos unos 90 millones más de hectáreas de tierra en los países en desarrollo, excluida China. Es este un pequeño porcentaje de los 1 800 millones de hectáreas de tierra con potencial de producción agrícola que no se utilizan ahora para la agricultura. Sin embargo, se estima que por lo menos el 45 por ciento de estas últimas coinciden con áreas forestales, y es probable que la superposición real sea mucho mayor.

Esta continua presión pone de manifiesto dos acciones prioritarias, de las que se habla en los Capítulos 12 y 13: a) dar mayor importancia a la investigación de alternativas sostenibles al cultivo migratorio, y b) formular una estrategia de carácter más global que favorezca la conservación de los bosques tropicales tal como preconiza el Programa de Acción Forestal Tropical (PAFT) de la FAO, ya que las actuales políticas forestales suelen tratar el problema de la deforestación como una cuestión aislada sin tener una visión integrada de las causas que contribuyen a la creciente intensificación de la agricultura, y en consecuencia por lo general han fracasado. Además, el énfasis en un desarrollo rural de carácter más amplio y en la reforma agraria podría contribuir a reducir la migración hacia zonas marginales y ecológicamente frágiles.

Se prevé una expansión de la producción de cultivos en zonas de tierras secas (clase de tierra semiárida seca del Cuadro 4.4) de 6 millones de hectáreas, cifra relativamente pequeña. Sin embargo, gran parte de esta tierra está dedicada actualmente al pastoreo y su conversión conlleva el riesgo de aumentar la presión del pastoreo en los restantes pastizales o bien de desplazar el ganado hacia tierras aún más marginales, que habrá que administrar cuidadosamente si se quiere evitar la degradación de las mismas.

La competencia de la acuicultura por la tierra puede no ser muy significativa cuantitativamente, ya que las zonas dedicadas a ella son generalmente muy reducidas. Sin embargo, puede tener una gran importancia cualitativa puesto que en muchos países las tierras dedicadas a la acuicultura están situadas en los manglares que son zonas de carácter bastante singular, con recursos biogenéticos potencialmente valiosos y un papel activo como terreno de cría para la pesca costera. No se ha hecho ninguna proyección sobre la totalidad de la superficie en peligro, pero los estudios concretos realizados para determinadas localidades indican que durante los próximos 20 años podrían seguirse produciendo pérdidas importantes, a menos que se adopten medidas protectivas de mayor envergadura.

Por último, y pasando a la competencia entre la agricultura y los asentamientos humanos, incluido el desarrollo urbano/industrial e infraestructural, hay varios factores desconocidos que impiden hacer afirmaciones tajantes sobre la magnitud del problema, si bien existen bases bien fundadas para adoptar el principio de precaución contenido en la Declaración de Río.

Se prevé que entre 1990 y 2010 la población de los países en desarrollo aumentará de 1 800 millones aproximadamente, pero hay una gran incertidumbre sobre cuánta tierra ocuparán estas personas. El crecimiento económico, la industrialización y la continua urbanización ejercerán ulteriores presiones para ampliar la superficie de tierra dedicada a los asentamientos humanos. Las proyecciones provisionales y muy especulativas que se incluyen en el Capítulo 4 indican que las nuevas tierras ocupadas por asentamientos humanos en el período comprendido hasta el año 2010 en los países en desarrollo (excluida China) ascenderán a unos 34 millones de hectáreas. de los cuales 20 serán de tierra con potencial agrícola (véase el Cuadro 4.3). Se trata sólo de una pequeña fracción de los 1 800 millones de hectáreas de tierra con posibilidades agrícolas.

Así pues. en el caso de los países en desarrollo en su conjunto la pérdida de tierra debido a la creación de asentamientos humanos no parece significar una amenaza sustancial. y un ligero aumento de la productividad de las tierras existentes, o una pequeña adición de la tierra no utilizada todavía para la agricultura, podría compensar dicha pérdida. Pero el cuadro general es equívoco (Norse et al., 1992). En primer lugar porque algunos países cuentan con poca, o con ninguna, tierra adicional. En segundo término porque la mayor parte de la urbanización tiende a utilizar zonas con suelos de alta calidad, mientras que la tierra no utilizada para fines agrícolas tiende a tener suelos de peor calidad. En tercer lugar, la población de los países en desarrollo continuará aumentando hasta la segunda mitad del Siglo XXI, ocasionando la posible pérdida de nuevas zonas sustanciales, que una vez edificadas estarán perdidas para siempre. La situación de las zonas costeras de muchos pequeños países insulares es especialmente crítica debido a la presión sobre la tierra que ejerce el turismo. Y, por supuesto, el problema no acaba aquí, pues la expansión de los asentamientos humanos no es el único factor que da lugar a pérdida de tierra. La degradación, por ejemplo, está causando tanto la pérdida de tierra como el descenso de la productividad en una extensión mucho mayor (véase más adelante). El posible aumento de la temperatura media del planeta a largo plazo y los cambios climáticos podrían también poner en peligro hasta la mitad de los recursos de tierra de alta calidad de algunos países debido a la elevación del nivel del mar o al deterioro de las condiciones agroecológicas, como por ejemplo en Bangladesh o en Gambia. Estos hechos se aducen como justificación para la conclusión expuesta anteriormente, en el sentido de que deberá aplicarse el principio de precaución a fin de reducir al mínimo las pérdidas de tierra para la creación de asentamientos humanos, no obstante la posibilidad contraria de que algunos países en desarrollo puedan seguir el modelo actual de muchos países desarrollados, de reducir la superficie explotada mediante una intensificación aplicada con éxito. En el Capítulo 13 se habla de la zonificación de los suelos y de otras políticas necesarias para la planificación del aprovechamiento de la tierra.

El efecto combinado de un crecimiento demográfico y económico ejercerá presiones sobre la disponibilidad de agua dulce aún en mayor medida que sobre la de tierra. En el Capítulo 4 se indicaba que el crecimiento tecnológico continuaría por lo general permitiendo un aumento de la producción agrícola con una expansión relativamente modesta de la tierra para su utilización agrícola. Sin embargo, ésta no ha sido la experiencia habida hasta la fecha en lo que respecta al consumo de agua, y es muy improbable que a plazo medio se introduzcan mejoras importantes en lo que respecta a una utilización más eficiente del agua. Si bien el progreso tecnológico ha elevado la eficiencia del consumo de agua en algunas zonas, ha sido insuficiente para compensar el aumento de los ingresos y los modelos de consumo despilfarradores que, colectivamente, pueden aumentar varias veces la demanda de agua por habitante para usos no agrarios (Cuadro 11.1). Si bien el futuro puede no seguir necesariamente el modelo del pasado, las mejoras tecnológicas y los cambios en los modelos de consumo raramente tardan menos de 15 años en tener un efecto apreciable y, generalmente, el tiempo transcurrido es mucho más largo.

Estos hechos tendrán graves consecuencias para los dos próximos decenios y años posteriores. Africa y Asia están experimentando ya una mayor escasez de agua dulce disponible por habitante, si bien gran parte de América del Sur está bien abastecida (Cuadro 11.2). Muchos países se encuentran ya más cerca de los límites de disponibilidad de agua que de los de tierra, y la necesidad de aumentar la producción agrícola acentuará las presiones sobre los recursos hídricos. Hay tres aspectos que revisten especial importancia.

Cuadro 11.1.
Uso de agua por sectores y por grupos de países, según los ingresos
Grupos de paísesUso anual per cápitaUso por sectores
AgrícolaIndustrialDoméstico
m3porcentaje
De ingreso bajo3869154
De ingreso mediano453691813
De ingreso alto1 167394714

Fuente: Banco Mundial (1992a), basado en datos del Instituto Mundial sobre Recursos.

Cuadro 11.2.
Disponibilidad de agua per cápita, por regiones, 1950–2000
Región19501960197019802000
miles de m3
Africa20,616,512,79,45,1
Asia9,67,96,15,13,3
América Latina105,080,261,748,828,3
Europa5,95,44,94,44,1
América del Norte37,230,225,221,317,5

Fuente: FAO (1993d) basado en datos de Ayibotele (1992).

En primer lugar, en los países en desarrollo los suministros de alimentos dependen ya fuertemente de la producción de cereales de regadío, que representan aproximadamente la mitad de su producción cerealera total. Se prevé que esta dependencia aumentará algo, a pesar del alto costo del riego en algunos países y de las presiones para eliminar las subvenciones (ocultas o explícitas) sobre el riego existente, que será cada vez más difícil de justificar por razones económicas o sociales.

En segundo lugar, la creciente demanda de agua para riego así como para uso industrial y doméstico elevará la competencia por los recursos hídricos y en algunas zonas podría elevarse el precio del riego más allá del nivel en que resulta rentable para la producción de alimentos básicos. El principal consumidor de agua es el sector agrícola, que absorbe cerca del 70 por ciento del consumo total de los recursos hídricos sometidos a ordenación, frente al 21 y al 6 por ciento aproximadamente del consumo industrial y doméstico, respectivamente. Este segundo uso se encuentra por lo general en una situación en que sólo puede aumentar su consumo de agua “tomándola” de la agricultura y, por lo general, puede permitirse pagar más por ella que el sector agrícola. En tercer lugar, en muchas zonas es cada vez más grave el problema de la extracción excesiva de aguas subterráneas. El problema es extremo en el Cercano Oriente, donde las infiltraciones de agua salina están llevando a que los recursos hídricos no puedan utilizarse para la producción de cultivos. Pero el problema se plantea también en extensas zonas de Asia meridional, donde la seguridad alimentaria depende en gran medida del riego. El bombeo excesivo de aguas subterráneas en estas zonas está provocando un descenso de los niveles freáticos por debajo de los pozos entubados de poca profundidad, con el riesgo de que el riego pueda hacerse demasiado costoso o materialmente imposible. Por último, la degradación de los actuales sistemas de riego puede intensificar el problema del suministro de agua hasta el punto de que haya que dejar de utilizarlos o de que se deteriore la calidad del agua (véase más adelante).

Degradación de los recursos de tierra y agua

Los efectos de la degradación actualmente existente en forma de erosión, agotamiento de los nutrientes, salinización de los suelos y contaminación del agua figuran implícitamente en los análisis de producción del presente estudio debido a que en los rendimientos del año base y los coeficientes de respuesta de los rendimientos a los fertilizantes se reflejan los efectos de tales daños en la productividad. Problemas menos tangibles, como la desertificación y la degradación de los bosques, no están incluidos.

Recuadro 11.1

Extracción insostenible de aguas subterraneas

En los últimos decenios, gran parte del éxito de la expansión del riego se ha debido a la explotación de las aguas subterráneas mediante el uso de pozos entubados, que tienen la ventaja de poderse construir en pequeña escala, a bajo costo y rápidamente sin la pérdida de tierra fértil y la destrucción de asentamientos humanos que generalmente comporta la construcción de grandes embalses que alimentan los sistemas de riego por gravedad. La expansión ha sido muy rapida. Solamente en la India, el número de pozos entubados aumentó de cerca de 90.000 en 1950 a más de 12 millones en 1990. Sin embargo, detrás de este éxito, se ha olvidado el hecho de que el desarrollo agrícola basado en las aguas subterráneas es insostenible, cuando se utiliza agua “fosil” o el ritmo de recarga.

La rápida expansión del riego a base de pozos entubados ha ejercido graves presiones sobre lo que habitualmente es un recurso estático, ya que los ritmos naturales de recarga son bajos. Por otra parte, el problema se ha intensificado debido a presiones que por lo general se producen a una cierta distancia del punto de extracción, a causa en gran parte de la deforestación de las cuencas hidrográficas de montaña, de un pastoreo excesivo y de otras formas de degradación de la tierra que aceleran los escurrimientos y reducen la infiltración del agua de lluvia. Como consecuencia de ello, está descendiendo el nivel hidrostático y están surgiendo una gran variedad de problemas ambientales, económicos y sociales. En muchas regiones costeras las infiltraciones de agua salina se están convirtiendo en un problema y el bombeo excesivo de agua subterránea ha obligado a aumentar las inversiones o los costos de explotación a medida que el descenso de las capas freáticas han hecho necesario hacer más hondos los pozos y ha aumentado la energía necesaria para el bombeo. En muchos casos, los agricultores pobres que carecían de capital para ahondar sus pozos han tenido que volver a la agricultura de secano. En otros, se ha tardado demasiado en introducir los ajustes necesarios y la tierra se ha desertificado, como en algunas partes de la India.

Recientemente se ha estimado la magnitud de la actual extensión e intensidad de la degradación utilizando una metodología normalizada -la Evaluación Mundial de la Degradación del Suelo (GLASOD)- cuyos datos son más fiables que los cálculos anteriores en los que se habían agregado los resultados de diversas evaluaciones nacionales y regionales sin que existieran definiciones y metodologías comunes (ISRIC/PNUMA, 1991). La erosión del suelo es con mucho la causa más extendida de la degradación, y su principal agente es la erosión causada por el agua (Cuadro 11.3). De mayor consecuencia todavía son las estimaciones de la intensidad de la degradación. Se estima que en los países en desarrollo casi mil millones de hectáreas de tierra de labranza están tan degradadas que la productividad se ha visto moderada o gravemente afectada por ella. Unos 9 millones de hectáreas en todo el mundo, de las cuales 5 millones se encuentran en Africa, han visto completamente destruidas sus funciones bióticas originales y han alcanzado un punto en que probablemente resulta antieconómica la rehabilitación.

Datos más recientes sugieren que las estimaciones acerca del alcance de la degradación de tierra y sus efectos sobre la productividad medidas por la GLASOD han sido exageradas en varios casos. Al mismo tiempo, los efectos de la degradación de tierra son muchas veces enmascarados por los efectos compensatorios de las mejoras en la tecnología agrícola o de aplicaciones crecientes de nutrientes para las plantas de manera que los rendimientos pueden haber incrementado aun en tierras que se degradan. Además, en algunos casos los agricultores y las comunidades rurales de algunas zonas de Africa y Asia han demostrado que la tierra que GLASOD ha clasificado como no restaurable puede de hecho rehabilitarse. Así por ejemplo, los agricultores de Kenya (véase el Capítulo 12) y China han rehabilitado a un costo moderado tierras anteriormente abandonadas o fuertemente degradadas cuando han contado con los incentivos y las tecnologías adecuados, aun cuando los sistemas convencionales previstos por GLASOD habrían resultado probablemente antieconómicos.

Cuadro 11.3.
Degradación del suelo por tipo y causa1

(millones de héctareas)

 Erosión hídricaErosión eólicaDegradación químicaDegradación físicaTotal 
Regiones     
Africa170983617321
Asia31590416452
América del Sur     
América del Norte y Central903775139
Europa9339188158
Australia3-126
TOTAL748280147391214
 porcentaje
Causas principales     
Deforestación438262384
Pastoreo excesivo2960616398
Mala administración de las tierras de labranza24165880339
Otras causas41610293
TOTAL1001001001001214

1 Se cubren sólo los suelos afectados por una degradación clasificada de moderada a excesiva.

Fuente: Adaptado de ISRIC/PNUMA (1991).

Las proyecciones de producción se basan sobre la hipótesis que habrá algunos cambios en las políticas nacionales y en las prácticas agrícolas para corregir parte de la degradación del suelo y del agua, si bien los beneficios completos de dichos cambios no se dejarán sentir a corto plazo. Así pues, se prevé que continuará un cierto grado de degradación. Sin embargo, la previsión de una futura degradación y de sus consecuencias, sobre todo sus efectos sobre la productividad, es muy difícil de determinar, como se verá más adelante.

Erosión del suelo

Existe una gran abundancia de pruebas de que la erosión provoca pérdidas muy superiores a 50 toneladas de suelo por hectárea al año, pérdidas que pueden ser cinco o más veces mayores que el ritmo natural de formación del suelo. Sin embargo, los efectos de tales pérdidas sobre los rendimientos de las cosechas o la producción no han sido bien establecidos en términos físicos o económicos, si bien ha habido muchos intentos. La relación entre la erosión y la pérdida de productividad es más compleja de lo que se creía anteriormente, como lo es la que existe entre la erosión causada por la explotación de la tierra y la natural. De igual forma, las técnicas experimentales que se utilizaban antes para cuantificar estas pérdidas de productividad resultan menos eficaces de lo que se pensaba. La relación entre la erosión del suelo y la reducción de los rendimientos no es lineal, por ejemplo, no es directamente proporcional al grosor de la capa ni al tipo de partículas perdidas. Por otra parte, los efectos sobre la estructura del suelo, y en particular sobre el tamaño de los espacios de aire, pueden ser más importantes que los ejercidos sobre la composición química.

Mitchell e Ingco (1993) y Crosson (1992) informan que varios estudios sobre la relación entre la degradación de tierra y la reducción de los rendimientos de los cultivos concluyen que dicha reducción es probablemente de menor envergadura, siendo del orden de 2 a 4 por ciento sobre períodos muy largos (llegando hasta 100 años). Todos estos estudios, sin embargo, se refieren a los suelos fértiles, generalmente profundos, de América del Norte. Sus conclusiones no pueden simplemente trasladarse a las otras regiones, esencialmente porque los suelos tropicales y sus procesos biológicos pueden ser muy diferentes de esos en las zonas templadas. Donde la fertilidad del suelo se concentra principalmente en las capas superficiales, la erosión del suelo puede llevar a mayores pérdidas de rendimiento que aquéllas estimadas para las zonas templadas. Es también posible que la pérdida de rendimiento en una determinada zona pueda compensarse con lo que se gana en la parte inferior de la pendiente, en el valle o en la llanura, donde se deposita el suelo perdido más arriba. Pero tampoco aquí la situación es tan simple. En primer lugar, porque los depósitos pueden también tener consecuencias negativas externas, por ejemplo si se produce la obstrucción de los depósitos de agua y canales de riego, reduciendo su vida efectiva (Cuadro 11.4). En segundo lugar, porque si bien se ha culpado generalmente al hombre del aterramiento de los ríos, actualmente se considera que una gran parte del mismo tiene su origen en los movimientos hacia arriba, actualmente en curso, de la corteza terrestre. En China, por ejemplo, si bien la grave erosión de la meseta de Loess se atribuyó en su tiempo en gran parte a las actividades humanas, y algunos observadores siguen afirmándolo así, se cree actualmente que más del 60 por ciento de dicha erosión se debe a esos movimientos.

Cuadro 11.4
Aterramiento de determinados embalses de la India
EmbalseRitmo SupuestoRitmo ObservadoExpectativa de vida del embalse como porcentaje de la vida prevista al construirlo
 Acres-pie por año 
Bhakara23 00033 47568
Maithon6845 98011
Mayurakshi5382 08027
Nizam Sagar5308 7256
Panchet1 9829 53321
Ramganga1 0894 36625
Tungabhadra9 79641 05824

Fuente: Datos procedentes de la Comisión Central de Recursos Hídricos. Ministerio de Recursos Hídricos. Gobierno de la India.

Agotamiento de los nutrientes del suelo

Es esta una cuestión que se puso de manifiesto en el debate en curso sobre la contabilidad ambiental. El acortamiento de los períodos de barbecho y la explotación continua de la tierra sin que se hayan dado respuestas tecnológicas adecuadas para sustituir los nutrientes del suelo extraidos por los cultivos (aplicaciones de fertilizantes orgánicos o minerales, el cultivo de leguminosas, la aplicación de algas fijadoras de nitrógeno, etc., véase el Capítulo 12), está haciendo disminuir el contenido de nutrientes del suelo y el rendimiento real o potencial de los cultivos. En consecuencia, se pone en peligro la sostenibilidad de la producción agrícola. Es frecuente que parte del problema se enmascare con los beneficios obtenidos de un uso desequilibrado de fertilizantes que, si bien eleva los rendimientos, introduce también un costo económico adicional ya que la falta de equilibrio rebaja la eficiencia técnica de la mezcla de los nutrientes de los fertilizantes (Twyford, 1988).

La situación es muy crítica en el Africa subsahariana pero es también grave en muchas otras zonas, tanto en lo que respecta a los principales nutrientes como el nitrógeno y el fósforo, como a los micronutrientes como el boro y el manganeso. A mediados de los años ochenta se estimaba que todos los países de la región estaban sufriendo un agotamiento de los nutrientes en mayor o menor grado (Smaling, 1993), planteándose los problemas más graves en las zonas semiáridas donde escasea el estiércol del ganado y rara vez resulta económico el uso de fertilizantes minerales. Se prevé una cierta mejora de la situación si bien el horizonte del año 2010 está demasiado próximo para que desaparezcan las lagunas existentes en la tecnología y la infraestructura. En los Capítulos 12 y 13 respectivamente se examinan estas limitaciones. Se necesitan sobre todo sistemas integrados de nutrición de las plantas mejores y menos costosos y una mejora del sistema de transporte y comercialización a fin de reducir los precios relativos de los fertilizantes minerales, y proporcionar incentivos para practicar una agricultura más sostenible.

Salinización de los suelos

Es este un problema que afecta sobre todo a las zonas de regadío pero también se presenta en las regiones secas y cálidas donde la fuerte evaporación hace salir las sales a la superficie. En las zonas de regadío la salinización suele ser consecuencia de un mal diseño que provoca un drenaje deficiente y/o mantenimiento insuficiente y una ineficaz gestión, lo cual produce unas tasas de aplicación excesivas y filtraciones de las corrientes de agua. El resultado final es el anegamiento, la salinización, la disminución del rendimiento de las cosechas y, por último, si no se adoptan las medidas correctivas necesarias, la pérdida de la tierra para usos agrícolas. Esto conlleva presiones adicionales de carácter físico sobre una base de recursos finita si la tierra se pierde permanentemente, pérdida que según algunas estimaciones puede oscilar entre 0,2 y 1,5 millones de hectáreas al año en todo el mundo, al mismo tiempo que de un 10 a un 15 por ciento de la tierra de regadío se degrada hasta cierto punto a causa del anegamiento y de la salinización.

Según las proyecciones de producción del presente estudio, en los países en desarrollo, excluida China, las tierras de regadío experimentarán un aumento neto de 23 millones de hectáreas. Se supone asimismo que se adoptarán medidas adecuadas, tal como se describe en los dos próximos capítulos, a fin de evitar ulteriores pérdidas de la tierra de regadío existente a causa de la salinización. Si bien dicho supuesto es bastante válido, en el sentido que actualmente se dedica una mayor atención a mejorar el aprovechamiento del agua y el drenaje, las inversiones y cambios institucionales necesarios para ello tardarán en producirse varios años. Como se notaba en el Capítulo 4, durante el período hasta el año 2010 la inversión bruta en riego debería ser bastante mayor de los 23 millones de hectáreas de adición neta prevista para hacer frente a las necesidades de rehabilitación y sustitución de tierras de regadío sujetas a la degradación.

Desertificación

El fenómeno puede definirse en términos generales como la degradación de la tierra en las zonas secas 1. La mayor parte de la atención se ha dedicado al Africa sudanosaheliana, donde un tiempo se señalaba que los desiertos avanzaban de forma continua, si bien actualmente se han puesto en duda dichas opiniones (véase más adelante). No se trata, sin embargo, de un problema circunscrito a Africa, sino que afecta a todos los continentes principales: se estima que la superficie de tierras de cultivo y de pastoreo abocadas a la desertificación cubren el 30 por ciento de la superficie terrestre del planeta.

1 La definición sugerida por la FAO es “Conjunto de factores geológicos, climáticos, biológicos y humanos que provocan la degradación de la calidad física, química y biológica de las tierras de las zonas áridas y semiáridas, poniendo en peligro la diversidad biológica y la supervivencia de las comunidades humanas.” (FAO, 1993g).

Ha habido un cambio importante en el pensamiento científico sobre este tema, del cual cada vez hay un consenso mayor en el sentido de que la superficie afectada por la desertificación se ha sobreestimado exageradamente (véanse por ejemplo Nelson, 1988; Warren y Agnew, 1988; y Bie, 1990). La FAO ha insistido especialmente en la precariedad de la metodología utilizada para producir algunas de las estimaciones más extremas. Actualmente, se reconoce que las tierras áridas son mucho más resistentes a la sequía y a los abusos del ser humano de lo que se creía anteriormente.

Aunque todavía no se comprende bien el papel que desempeña el ser humano en la desertificación, apenas caben dudas sobre el hecho de que el agotamiento de los nutrientes del suelo y el cultivo excesivo de los suelos frágiles provocan la degradación de las tierras áridas y la desertificación. Las proyecciones que figuran en el Capítulo 4 sobre el uso de la tierra y de los fertilizantes indican un aumento de las presiones de ese tipo, cuya atenuación dependerá de las mejoras que produzca la investigación agrícola y del alcance de su difusión en las prácticas agrícolas, como la conservación de la humedad del suelo y un uso más amplio de coberturas verdes a base de leguminosas, entre otras (véase el Capítulo 12).

Contaminación del agua

El futuro abastecimiento de agua se ve amenazado tanto por las limitaciones cuantitativas examinadas anteriormente, como por problemas cualitativos derivados de la agricultura y que constituyen una amenaza para el rendimiento de las cosechas y la salud de los seres humanos, el ganado y la flora y fauna silvestres. Las principales amenazas de origen agrícola son las siguientes: elevación de las concentraciones salinas en las zonas de regadíos; contaminación de las aguas superficiales y subterráneas con fertilizantes y plaguicidas, y descarga de efluentes orgánicos procedentes de las instalaciones donde se practica la ganadería intensiva y de las factorías pesqueras. Se prevé un aumento de todos estos factores debido al largo período de tiempo necesario para adoptar medidas correctivas adecuadas.

La intensificación del riego elevará el grado de reutilización del agua y por lo tanto el aumento de las concentraciones salinas, con el correspondiente riesgo para el rendimiento de las cosechas y para la sostenibilidad del riego si no se adoptan medidas correctivas. Afortunadamente, los principales cereales de regadío, el arroz y el trigo, son relativamente tolerantes a una salinidad baja o moderada si bien a niveles altos de salinidad las pérdidas de rendimiento son de un 10 por ciento aproximadamente.

Para evitar el agotamiento de los nutrientes del suelo y elevar el rendimiento de las cosechas, es imprescindible aplicar cantidades mayores de fertilizantes orgánicos y minerales, pero en muchos países en desarrollo dichas aplicaciones se mantendrán por debajo del nivel susceptible de provocar problemas de contaminación graves. No obstante, en algunas zonas con tasas muy altas de aplicación (por ejemplo Punjab) o con finos estratos de roca arenosa sobre acuíferos (como en algunas partes de Sri Lanka) el riesgo podría ser considerable si no se adoptan medidas correctivas. En algunos países del Cercano Oriente/Africa del Norte y Asia meridional, se prevé que las tasas de aplicación por hectárea de fertilizantes minerales excederán los 100 kg de nitrógeno para el año 2010, con lo cual se habrán aplicado altas tasas de fertilizantes minerales durante 20-30 años o más. Este es el lapso de tiempo a partir del cual los países desarrollados comenzaron a experimentar graves problemas de contaminación con nitratos de las aguas subterráneas, y a darse cuenta de la importancia de ajustar las tasas de aplicación al ritmo de absorción de las plantas. Las restricciones en el uso de productos agroquímicos y en la evacuación de desechos procedentes de la agroindustria para proteger la calidad del agua para un creciente consumo humano impondrá necesariamente un costo a los consumidores.

Está previsto que las instalaciones lecheras y las granjas intensivas de cría de cerdos y de aves de corral pasarán a representar un porcentaje cada vez más elevado de la producción ganadera total y, en consecuencia, aumentarán también sus efluentes. Muchos países desarrollados han introducido medidas reguladoras para el almacenamiento y eliminación de dichos efluentes. En los Países Bajos, por ejemplo, en las zonas de suelos arenosos permeables las concentraciones ganaderas están estrictamente reguladas. Es muy probable que se deteriore aún más la situación antes de que se adopten medidas similares en los países en desarrollo.

Uso de plaguicidas

En las proyecciones de producción del presente estudio, se prevén tres cambios que, a la luz de los criterios adoptados hasta ahora en la lucha contra las plagas, podrían significar graves amenazas para el medio ambiente. En primer lugar, la nueva reducción de la duración de los períodos de barbecho no solamente puede poner en peligro la fertilidad del suelo, como se ha señalado anteriormente, sino que el no adoptar medidas correctivas adecuadas podría dar lugar a ataques más graves y frecuentes de insectos, malezas y enfermedades, ya que los agentes que los causan podrán sobrevivir en mayor número entre una campaña agrícola y otra. En segundo lugar, el aumento de la superficie de tierra donde se pueden recoger dos o incluso tres cosechas al año, podría tener efectos similares a la reducción del período de barbecho. Por último, el aumento de la demanda de verduras y hortalizas y, en menor medida de fruta, podría conducir a un excesivo uso de insecticidas y aumentar la contaminación y los riesgos para la salud. Estos cultivos tienden a recibir excesivas aplicaciones de insecticidas y a menudo en un tiempo demasiado próximo a la cosecha, ya sea para evitar el riesgo de perder un cultivo de alto valor o a fin de mejorar su apariencia exterior y por lo tanto su precio. Estas excesivas tasas de aplicación pueden plantear numerosos riesgos: a las personas que los aplican, a los depredadores naturales de las plagas y a los suministros de agua potable.

Es difícil hacer proyecciones detalladas de las futuras tasas del uso de plaguicidas. Se supone sin embargo que la mayor importancia que se da actualmente al Manejo Integrado de Plagas (MIP) y métodos de control biológico en general y la preocupación por los riesgos para la salud pública y la protección de los ecosistemas, contribuirán a disminuir la tasa general de crecimiento del uso de plaguicidas, y a reducir tanto las tasas de aplicación como la toxicidad de los insecticidas y plaguicidas en general. Estas tendencias positivas, por ejemplo, son evidentes en Egipto, donde se ha prohibido el uso de una serie de plaguicidas tóxicos, y en Indonesia, donde la introducción del MIP en el cultivo del arroz ha supuesto beneficios generalizados (véase el Capítulo 12).

En consecuencia, resulta razonable suponer que la tasa de crecimiento del uso de plaguicidas disminuirá en comparación con los últimos 20 años y que se registrará una reducción de los riesgos para el medio ambiente por unidad de plaguicida usado. Por lo tanto, si bien no hay que subestimar las preocupaciones manifestadas por algunos grupos, y no hay ninguna razón para una excesiva satisfacción, tampoco hay razones válidas para pensar que los errores cometidos en el pasado se repetirán del mismo modo en el futuro.

11.3. CUESTIONES AMBIENTALES DE ALCANCE MUNDIAL

Pérdida de la diversidad biológica

Las proyecciones indican dos tipos de presiones que merecen particular atención: la deforestación y la pérdida de humedales. Los temas relativos a los bosques, la biodiversidad y el cambio climático, que se examinan a continuación, están íntimamente relacionados entre sí debido a que los bosques tienen un papel doble como hábitat y como principal sumidero del carbono. Los muchos niveles existentes de cubiertas de copas, especialmente en los trópicos con su variada intensidad de luz y niveles de humedad, permiten la coexistencia de una multitud de hábitat en una pequeña zona rica en diversidad biológica. Los bosques tropicales densos, por ejemplo, cubren sólo un 7 por ciento de la superficie de la tierra y sin embargo contienen al menos el 50 por ciento, y posiblemente el 90, de todas las especies del mundo. Muchas de estas especies no han sido descritas ni evaluadas por su utilidad como alimentos, medicinas o para otros fines, y resulta imposible señalar cuál de ellas puede no ser necesaria para un desarrollo sostenible a largo plazo, si bien también no se puede afirmar con seguridad que la vida tal como la conocemos no podría continuar sin la existencia de algunos de estos recursos no evaluados.

Aunque la superficie de bosques tropicales que puede ser absorbida por la agricultura durante el período comprendido entre 1990 y 2010 sería solo un porcentaje relativamente pequeño de su total, existen buenas razones para tratar de reducir al mínimo dichas pérdidas. Está previsto que una pequeña proporción de los humedales de los países en desarrollo sean drenadas y utilizadas para la producción de cultivos. ya que representan uno de los escasos recursos adecuados que quedan para la agricultura permanente. Los humedales son a la vez una fuente de diversidad biológica y un ecosistema que provee servicios ambientales como la purificación de las aguas, la mitigación de las inundaciones, un hábitat para las especies acuáticas y la flora y fauna silvestres y sitios de amenidad. Si bien conviene proteger estas funciones, las superficies de estas zonas susceptibles de ser convertidas en tierras agrícolas constituirán probablemente una parte muy pequeña del total, y aportarán una contribución vital para la seguridad alimentaria.

Cambio climático: Posibles efectos mundiales y regionales

Entre las actividades humanas, aquéllas agrícolas son una de las fuentes importantes de generación de gases con efecto de invernadero, que contribuyen a acelerar el efecto de radiación y por ende a propiciar cambios climáticos. A su vez, los cambios climáticos influyen en la agricultura2. Además de la emisión de bióxido de carbono (CO2) producido por la combustión de la biomasa, a través sobre todo, de la deforestación y de los incendios de las sabanas, que juntos representan un 30 por ciento aproximadamente de la cantidad total de CO2 emitida, la principal aportación de la agricultura a la aceleración del efecto radiativo es la emisión de metano (CH4), aproximadamente de un 70 por ciento del total emitido, y de óxido de nitrógeno (N2O), un 90 por ciento del total.

El cultivo del arroz parece ser la fuente artificial más importante de las emisiones mundiales de metano, consecuencia de un conjunto de factores que afectan principalmente las bacterias que generan y absorben metano. Estas interacciones son muy sensibles a las condiciones físicas, químicas y biológicas del medio ambiente de los arrozales y, por lo tanto, pueden ser manipuladas mediante prácticas de ordenación. Por ejemplo, las emisiones de metano a la atmósfera son mayores en el cultivo en aguas profundas que en el de niveles bajos.

Se prevé que la superficie cosechada de arroz en los países en desarrollo, excluida la China, aumenterá de unos 11 millones de hectáreas hasta el año 2010, un aumento de un 10 por ciento aproximadamente. En consecuencia, el aumento previsto de las emisiones de metano procedentes de esta fuente es relativamente pequeño, debido también a que parte del aumento de la superficie de los arrozales procederá de la conversión de humedales que producen una cierta cantidad de metano en su estado natural. El modesto aumento de la aportación procedente de esta fuente volverá a descender por el abandono del cultivo del arroz en aguas profundas, debido sobre todo a la competencia que supone la acuicultura.

Un mayor incremento en las emisiones de metano a la atmósfera podría proceder del sector de los rumiantes más que del cultivo del arroz. Su número se prevé que aumentará más de 35 por ciento para el año 2010. El metano se emite a consecuencia de la descomposición incompleta del material vegetal por fermentación aeróbica, proceso favorecido por los piensos forrajeros fibrosos y de calidad variable utilizados para los rumiantes en los países en desarrollo. Así pues emiten más metano los rumiantes peor alimentados que los mejor alimentados. El efecto total de las proyecciones del sector sobre la energía radiativa es difícil de valorar, por consistir en el efecto combinado del número de rumiantes y de la composición nutricional de sus piensos, que se espera mejoren moderadamente bajo la presión de la creciente demanda de productos ganaderos.

2 En el Capítulo 5 se examina el papel de los bosques y la silvicultura en relación con el ciclo del carbono.

La elevación anual del contenido atmosférico en óxido de nitrógeno es relativamente pequeña, y escasean las mediciones precisas de las fuentes del mismo. Se estima que las emisiones de este gas proceden sobre todo de fuentes bióticas, relacionadas con los procesos de nitrificación y desnitrificación que se producen en ecosistemas naturales tales como los bosques pluviales tropicales, las sabanas tropicales/subtropicales y los ecosistemas agrarios de fertilización intensiva. Se estima que las aplicaciones de fertilizantes nitrogenados representan un 20 por ciento aproximadamente del actual aumento anual de N2O en la atmósfera. Se prevé que tales aplicaciones aumentarán poco en los países industrializados pero bastante en los países en desarrollo, sobre todo en las tierras de labranza de mejor calidad. Sin embargo, estas tierras no poseen las condiciones hidromórficas estacionales del suelo que favorecen en especial las emisiones de N2O.

Existe todavía una gran incertidumbre sobre la naturaleza y las distribuciones regionales y espaciales de los posibles efectos del cambio climático. A pesar de las extensas investigaciones, estimuladas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre los Cambios Climáticos (IPCC) e inquietudes nacionales, pasará mucho tiempo antes de que se resuelvan esas incertidumbres. No obstante, existe un consenso entre los científicos en el sentido en que el aumento de la temperatura media es un fenómeno real que podría tener una serie de efectos negativos y positivos sobre la agricultura. Algunos de los efectos negativos más graves podrían registrarse en aquellas regiones ya vulnerables a la actual variación climática, sobre todo en el Africa subsahariana, la región con menor capacidad de responder al problema con soluciones tecnológicas o económicas. En términos generales, los países en desarrollo pueden verse más afectados por los posibles cambios que los países desarrollados, aun cuando se prevé que el aumento de la temperatura procedente del calentamiento atmosférico sea mayor en latitudes más altas, que es donde se encuentran situados la mayor parte de los países desarrollados. El mayor efecto potencial sobre los países en desarrollo se debe, en el aspecto físico, al hecho que la mayoría de ellos se encuentran en zonas de escasas precipitaciones o tienen considerables extensiones de tierra árida, que están ya sometidas a graves problemas de producción agrícola debido a la variabilidad de las precipitaciones y a las limitaciones conexas, y en el aspecto económico, por su mayor dependencia de la agricultura (véase el Capítulo 3).

Todos estos posibles efectos climáticos se encuentran fuera del marco cronológico de este estudio ya que no se prevé que jugarán un papel notable antes del año 2030 aproximadamente. Existe sin embargo un efecto positivo que podría ya estar influyendo en la producción agrícola, a saber el aumento del crecimiento de las plantas a consecuencia de los mayores niveles de bióxido de carbono en la atmósfera, que es uno de los factores propiciadores del aumento de la temperatura y del cambio climático. Los mayores niveles de CO2 producen un crecimiento más rápido de la biomasa vegetal y una mejor utilización del agua en muchos cultivos, contribuyendo a que las raíces sean más fuertes y a que haya una cubierta más densa del terreno. Algunos científicos creen que a este efecto se deben los mayores rendimientos de las cosechas registrados en los últimos decenios, representando posiblemente un 10-25 por ciento del aumento total. Además, incluso si los países desarrollados consiguieran estabilizar las emisiones de CO2 en la primera parte del próximo siglo, no es realista prever que los países en desarrollo puedan hacerlo así antes de que termine el siglo. Por ende, esta fertilización del CO2 tendrá unos efectos importantes durante el período de este estudio y a más largo plazo.

Por último, si bien es muy probable que los principales efectos negativos del cambio climático se produzcan después del año 2010, existen médidas en relación con la agricultura que pueden justificarse en virtud de las actuales necesidades socioeconómicas y que sin embargo, contribuirían a reducir al mínimo los posibles efectos del cambio climático. Estas medidas se examinan en los Capítulos 12 y 13.

11.4. OBSERVACIONES FINALES

Merece hacer hincapié en dos aspectos de lo que se ha dicho anteriormente. En primer lugar, como se ha planteado inicialmente en el Capítulo 4, la tasa de aumento de la tierra agrícola probablemente será menor que en el pasado. Las presiones sobre los recursos hídricos, sin embargo, aumentarán considerablemente así como las sobre el medio ambiente, a consecuencia de la intensificación del uso de la tierra. En segundo lugar, el análisis se ha centrado sobre todo en las presiones ejercidas sobre los recursos naturales en su conjunto, lo cual no delimita claramente la distribución de tales presiones entre los países a través del comercio internacional. El comercio contribuye a la transferencia de las presiones sobre los recursos de los países importadores a los exportadores, como ha sucedido con la producción de yuca en Tailandia para su exportación a Europa. Tales efectos pueden ser significativos y se examinan en parte en el Capítulo 8 en el contexto de la discusión acerca del comercio internacional.


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