CHILE - CHILI

Excmo. Sr. Patricio Aylwin Azócar, Ex-Presidente de la República de Chile


Por encargo del Presidente de la República de Chile, Excmo. Eduardo Frei Ruíz-Tagle me es grato expresar el pleno compromiso de nuestro país con la Declaración y el Plan de Acción presentados por el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial a la aprobación de esta Cumbre. Felicitamos a dicho Comité por la eficiencia de su trabajo y al señor Director General de la FAO por su acertada iniciativa para realizar este encuentro.

La alocución inicial de Su Santidad Juan Pablo II puso de relieve la trascendencia moral del tema que nos reúne. El hecho de que 800 millones de hombres y mujeres, entre ellos casi 200 millones de niños menores de cinco años, carezcan de los alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades nutricionales básicas, en un universo que exhibe tan asombrosos logros de la inteligencia humana para alcanzar el bienestar y la riqueza, constituye un escándalo moral que no puede sino golpear nuestras conciencias, como también debe golpearlas el hecho de que la pobreza aflige en este mundo tan rico de nuestros días a más de 1000 millones de seres humanos, pobreza de la cual el hambre y la malnutrición no son sino el rostro más triste y preocupante.

Esta Conferencia, como la que en marzo del año último se celebró en Copenhague sobre Desarrollo Social, son signos alentadores de que los gobernantes de las naciones toman conciencia de la gravedad de estos problemas, procuran aunar voluntades para convenir caminos de solución y asumen compromisos para no quedarse en meros lamentos ni palabras.

Pero debemos tener claro que los pueblos y la opinión pública mundial reciben generalmente esta clase de acuerdos con indiferencia o excepticismo. Sería autoengañarse desconocer esta realidad que impone a los gobiernos, a los servidores públicos, a las organizaciones no gubernamentales y a todos los actores de la sociedad civil, la tarea de tomar conciencia colectiva al respecto y el deber de asumir el cumplimiento de estos acuerdos con clara y firme voluntad política.

Estamos convencidos de que el fiel y leal cumplimiento de los compromisos que aquí hemos contraído es la única garantía que permitirá alcanzar la seguridad alimentaria para todos los habitantes de la tierra y con ello hacer realidad el respeto al derecho fundamental de toda persona a una alimentación apropiada y a no padecer hambre.

Muchos dudan de la capacidad del planeta para producir los alimentos necesarios para una población humana en constante crecimiento. A la luz de las experiencias de las últimas décadas y del desarrollo científico y biotecnológico, hoy puede afirmarse que es perfectamente posible alimentar a una población, incluso el doble de la actual, pero sería un grave error subestimar las grandes dificultades que es indispensables superar para que los derechos que hoy solemnemente proclamamos a la alimentación apropiada y a no padecer hambre, sean una realidad efectiva para todos los seres humanos.

Desde luego, resulta indispensable que la Humanidad progrese en la defensa de la tierra, de los crecientes riesgos de desertificación y deterioro ambiental, lo que exige el cumplimiento riguroso por todas las naciones de los programas acordados en la Cumbre de Río en 1992. ¿Lo estamos haciendo?

Por otra parte, no basta que exista la capacidad del planeta para producir los alimentos que se necesitan, es además necesario garantizar el acceso a ellos de todos los hombres y mujeres, lo que sólo será posible si tenemos la capacidad y la decisión política necesaria para erradicar la pobreza.

Otro desafío ineludible es el de resolver los problemas relativos al comercio agrícola y de alimentos. ¿Cómo asegurar el aprovisionamiento indispensable a los países y poblaciones más pobres que carecen de los alimentos necesarios? ¿Cómo facilitar a los países del mundo en desarrollo la posibilidad real de utilizar plenamente sus potencialidades agrícolas y de producción de alimentos? Confiamos en que las medidas acordadas en materia de comercio permitan superar satisfactoriamente estos graves interrogantes.

Creemos positivo el acuerdo de desarrollar y actualizar periódicamente sistemas nacionales de información y cartografía sobre la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad, lo que permitirá a los gobiernos, a las organizaciones de la sociedad civil y a la propia comunidad internacional identificar las zonas y poblaciones que padezcan o se hallen en riesgo de padecer hambre y malnutrición para concentrar allí las políticas, acciones y ayudas que sean necesarias.

Para que al reconocimiento que ahora reafirmamos del derecho de toda persona a una alimentación adecuada y a no padecer hambre no se quede en mera declaración teórica, debemos admitir la obligación correspondiente de asegurar a todas las personas el acceso a la alimentación que necesita. Todo derecho supone el deber o la obligación correlativa de respetarlo o satisfacerlo. ¿Nos hemos preguntado qué responsabilidad cabe a cada cual - nación, comunidad internacional, organizaciones públicas y privadas o simples personas naturales en el cumplimiento de ese deber?

Parece existir la creencia de que los problemas del hambre y la pobreza son exclusivos del mundo en desarrollo, pero la experiencia demuestra que también afectan a las naciones ricas. La mayor presión migratoria de las poblaciones, preferentemente rurales, que padecen escasez de alimentos se ha concentrado hasta ahora en los propios países, pero cada vez en forma más notoria empieza a dirigirse hacia las naciones desarrolladas lo que es signo inequívoco del incremento de la inmigración ilegal en esos países. Es un fenómeno al que podemos llamar "globalización de la pobreza", que tiene lugar en forma complementaria a la globalización de las finanzas del comercio y de la economía.

La comprobación de esta realidad plantea como imperativo ineludible la colaboración de todos en los esfuerzos necesarios para llevar a la práctica las políticas de desarrollo rural que se proponen en el Plan de Acción de esta Cumbre.

En este mundo globalizado en que vivimos, debe ser claro para todos que la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza son las mejores garantías para la estabilidad política, económica y social de las naciones y, por consiguiente, para asegurar la paz en todos los países, sean desarrollados o en desarrollo.

Termino expresando que Chile, mi país, está empeñado en una política de crecimiento con equidad cuyo objetivo fundamental es erradicar la pobreza extrema y lograr un desarrollo humano que asegure a todos sus habitantes la adecuada satisfacción de sus necesidades fundamentales, y Chile, con las limitaciones propias de su condición de país en vía de desarrollo, asume su cuota de responsabilidad en el marco de la cooperación y de la solidaridad internacionales para dar eficaz cumplimiento a los compromisos que contraemos en esta Cumbre.


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