ECUADOR - EQUATEUR

Excma. Sra. Rosalía Arteaga Serrano, Vicepresidente de la República del Ecuador


Quiero en primer lugar agradecer al Gobierno de la República de Italia por la hospitalidad manifestada a todos nosotros durante nuestra estancia en este bello país. Agradecer y felicitar a la FAO por llevar adelante esta Cumbre importante. La FAO nos ha convocado en la Ciudad Eterna para meditar y dialogar sobre la urgencia de luchar contra los azotes derivados de la pobreza, el hambre y la malnutrición para que en un acto de conciencia inaplazable ante la historia, adoptemos la Declaración de Roma y su Plan de Acción a través de los cuales reafirmemos nuestro compromiso con el objetivo universal de forjar una seguridad alimentaria para todos quienes vivimos en este planeta.

En la anterior Conferencia Mundial sobre la Alimentación, se reconoció que todos los hombres, mujeres y niños tienen el derecho inalienable a no padecer hambre y malnutrición a fin de poder desarrollarse plenamente y conservar sus facultades físicas y mentales. Sin embargo, esas palabras parecerían haber quedado en la retórica y hasta hoy los problemas del hambre e inseguridad alimentaria no sólo permanecen, sino que tienden a agravarse dramáticamente en algunas regiones del mundo.

Señores jefes de estado, como Vicepresidente constitucional, represento al Ecuador, una de las Repúblicas más pequeñas de Sudamérica y uno de los más bellos países andinos, donde la fertilidad de sus suelos ha venido alimentando a su pueblo a través de los siglos. En la prehistoria, nuestra cultura valdivia dominó el cultivo del maíz y lo convirtió en uno de las principales fuentes de alimentación de América, y fueron el maíz junto a la quinua y a la papa los primeros regalos del Ecuador y América al resto del mundo para saciar su hambre.

Evidencias históricas nos permiten deducir que la desnutrición se inicia en América con la llegada de pueblos foráneos, con otras costumbres alimentarias, con otras ideas, con otra cosmovisión. La conquista de América trastocó los valores y dio como uno de sus resultados la desnutrición y la subnutrición. No sólo fue el sistema de producción de alimentos, sino también el proceso de distribución de los mismos, el que modificó el modelo de vida. Desde una concepción que privilegiaba la relación hombre-naturaleza y una vida comunitaria, se cambió hacia una concepción individualista que provocó el deterioro progresivo de delicados ecosistemas y destruyó viejas costumbres alimentarias.

En la actualidad, la magnitud de la pobreza es alarmante. En mi país, más de un 60 por ciento de nuestra población no consume los alimentos básicos que satisfagan los requerimientos vitales y la situación se vuelve inaceptable al constatar que el sector agrícola es uno de los que más aporta a la economía nacional.

El actual Gobierno del Ecuador se ha comprometido en luchar contra la pobreza y ha dado primordial importancia al área social y al desarrollo sostenible, para lo cual reformuló los proyectos del Plan Nacional de Alimentación y Nutrición y priorizó programas de apoyo a la mujer campesina y a la infancia. Sin embargo, la pesada carga que significa el pago de la deuda externa limita enormemente las posibilidades de desarrollo de los programas de ayuda nutricional a los sectores rurales y urbanos marginales, generando un círculo vicioso que debe ser destruido. Por esto, debe ser replanteada la relación entre deuda externa y deuda social. Las dos son obligaciones profundas, ambas son onerosas y deben ser canceladas, pero su priorización conlleva preguntas de muy difícil respuesta. ¿Cuál debe pagarse primero? ¿Es acaso equilibrado mantener con hambre a un pueblo, mientras se sana una obligación internacional? Es hora de que el mundo desarrollado y la cooperación internacional tomen en consideración esta diferencia, entre índices teóricos y realidad y brinden con verdadera decisión y solidaridad humana un mayor apoyo técnico y financiero a nuestros pueblos.

Con este mismo propósito, todas las naciones deben cooperar entre sí, fortalecer los principios que impulsan el desarrollo social de los pueblos, conciliar las divergentes posiciones políticas, macroeconómicas y comerciales y permitir el crecimiento de un verdadero ambiente de seguridad alimentaria y de uso racional y sostenible de los recursos naturales.

Estoy convencida de que un entorno político, social y económico pacífico y estable, constituye la base fundamental que permitirá a todos los estados priorizar la seguridad alimentaria y por ende erradicar un factor de pobreza. Por ello, el fortalecimiento de la democracia, la promoción y protección de todos los derechos humanos y de las libertades fundamentales, el respeto inalienable al derecho al desarrollo, así como la participación plena y equitativa de hombres y mujeres, son indispensables para lograr los primordiales fines que nos hemos propuesto en esta Cumbre, ya que el hambre va más allá de las razas, las concepciones políticas, los géneros y las religiones.

El problema es universal, así como lo es el armamentismo contra el cual también hay que luchar porque desperdicia infamemente recursos para fomentar la muerte y agudizar el hambre, en lugar de destinarlos para sembrar tierras y producir alimentos.

Quiero hacerme eco de la exhortación formulada por el Santo Padre en la inauguración de esta Cumbre. Hago aquí un llamado a la conciencia de los que tenemos en nuestras manos la decisión política para impedir el armamentismo que destruye la solidaridad entre países hermanos que comparten una misma historia y un destino común. Si se eliminan los instrumentos bélicos, si de las conciencias desaparece la violencia, si los gobiernos, como lo señaló Su Santidad Juan Pablo II, dan una muestra de su voluntad política de emplear el diálogo en la solución pacífica de sus controversias, se liberarían los recursos dedicados a las armas y éstos serían utilizados para alimentar a nuestros pueblos y saciar su hambre.

El aporte de las mujeres a la seguridad alimentaria mundial es de fundamental importancia, más aun en las zonas rurales de los países en desarrollo; por lo tanto, la necesidad de garantizar la equidad entre el hombre y la mujer es cada instante, una necesidad insoslayable.

El Ecuador otorga la máxima importancia a la cooperación y a la solidaridad internacionales, por ello, no comulga con pretendidas aplicaciones de medidas que pretenden utilizar los alimentos como instrumento de presión política y que no se compadecen con los principios del derecho internacional y con aquéllos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas.

Finalmente, el Ecuador asume con responsabilidad este compromiso que emana de la Carta de Roma y está convencido que constituye el reto más importante que debe asumir la humanidad en este fin de milenio, si desea justificar su proyección ante la historia.

Esta Cumbre de la FAO compromete a todos nuestros Gobiernos que no pueden, bajo ningún concepto, desperdiciar la oportunidad que hemos creado, menos aun defraudar a quienes saben que el hambre más que una palabra es una lacerante realidad.


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