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La importancia de los datos desglosados por sexo para el desarrollo agrícola y rural

Mientras que en los decenios anteriores la política rural dependió en gran parte de los gobiernos centrales, los encargados de formular políticas se enfrentan en la actualidad con tres cambios fundamentales: la importancia creciente del sector privado; la mayor descentralización de la adopción de decisiones, con las consiguientes exigencias y expectativas de transparencia; y el aumento de la intervención de las partes interesadas en los procesos de planificación y adopción de decisiones a todos los niveles: local, regional y nacional. Los pequeños agricultores y los empresarios del sector alimentario se están transformando en participantes activos. Estos cambios están directamente relacionados con la necesidad de bases de datos amplias y técnicamente bien concebidas que abarquen la variedad de actividades económicas a través de las cuales la población rural participa en el proceso de producción.

MEJORA DEL ACOPIO DE DATOS Y EXACTITUD DE LAS ESTADÍSTICAS

Según un informe reciente del Banco Mundial (1999a), las cadenas de decisión monolíticas, dominadas por los gobiernos centrales, están cediendo el paso a una participación amplia de las partes interesadas y a unas operaciones agrícolas más desagregadas y diversificadas, con componentes de menores dimensiones y más variados. Puede que los gobiernos tengan que abandonar su función tradicional de centros encargados de definir el desarrollo rural para asumir un nuevo papel con arreglo al cual se ocupen sobre todo de la administración y la solución de problemas, estableciendo normas para los mecanismos de desarrollo y control. Este nuevo cometido no puede ser desempeñado sin el recurso a una información estadística sólida y amplia sobre los productores rurales, ya sean terratenientes o trabajadores agrícolas sin tierras.

Sin embargo, hay que subrayar que la descentración de la formulación de políticas para el desarrollo rural exigirá no sólo unas estadísticas más exactas y sistemáticas sobre los productores rurales, sino también una mayor pertinencia de los datos recopilados oficialmente para las necesidades y preocupaciones de una gran variedad de usuarios de datos y asociaciones de productores, instituciones académicas y especialistas en desarrollo de los sectores público y privado, a todos los niveles. En su calidad de participantes en la difusión de información, la comunicación y la representación pública de los diversos grupos interesados en el desarrollo, estos agentes de la información crearán por consiguiente las condiciones para que hombres y mujeres de diferentes grupos sociales puedan participar de manera eficaz en los procesos de desarrollo.

Los censos y encuestas agropecuarios no tratan debidamente algunas cuestiones fundamentales, por ejemplo las diferencias por razón de sexo en la propiedad y utilización de la tierra; el acceso al crédito; los servicios de capacitación y extensión; la tecnología; y los ingresos. Dado que en los procesos de recopilación y tabulación de datos no se tienen en cuenta estas variables, es necesario complementar los censos con otras encuestas socioeconómicas.

La producción de estimaciones más exactas sobre la participación del hombre y la mujer en la fuerza de trabajo, especialmente en la agricultura, no sólo contribuye a mejorar las estadísticas sino también la economía. Una información exacta constituye la base para conocer posibles distribuciones inadecuadas de la fuerza de trabajo y la consiguiente pérdida de calidad de vida (debida por ejemplo a la pérdida de capacidad potencial para adquirir aptitudes y conocimientos prácticos). En las economías rurales que se esfuerzan por utilizar al máximo los recursos disponibles, una pérdida de conocimientos prácticos constituiría un precio muy alto, dado que los conocimientos prácticos y aptitudes influyen directamente en el desarrollo de procesos nuevos y más productivos. A pesar de la mecanización y la intensificación de la agricultura, en muchos países en desarrollo la mano de obra agrícola seguirá siendo probablemente el principal determinante de la seguridad alimentaria y el cambio económico en el futuro previsible. En los 20 últimos años, los planificadores agrícolas han pasado a menudo por alto el "factor humano", mientras que los planificadores sociales no han tenido tal vez en cuenta los factores de la producción o el mercado, posiblemente porque los planificadores agrícolas y sociales suelen pertenecer a ministerios diferentes y no es fácil coordinar sus esfuerzos. Esto indica un uso limitado de la información sobre el desarrollo social y humano en su relación con las prioridades del desarrollo en la agricultura. La apreciación incompleta de la información sobre la contribución de la mujer en las economías agrarias es sólo un ejemplo de este conocimiento insuficiente acerca de la función de las personas como capital humano y agentes del desarrollo rural en general. Sin embargo, dado que esta publicación se centra en las consideraciones de género, en ella se tratan sobre todo cuestiones concernientes al uso de la información relacionada con el género para el desarrollo socioeconómico.

EL GÉNERO Y EL DESARROLLO: UNA ORIENTACIÓN MÁS AMPLIA

Las estrategias de desarrollo en los 20 últimos años se han reorientado de la mujer en el desarrollo al género y el desarrollo. De este modo, el centro de interés se ha desplazado de la mujer considerada en forma aislada a la mujer en relación con el hombre. Concretamente, el enfoque de género tiene en cuenta las funciones del hombre y la mujer, los aspectos en que difieren, sus interrelaciones y las diferentes consecuencias que tienen para ellos las políticas y los programas. Por consiguiente, la atención se ha desplazado de las estadísticas sobre la mujer a las estadísticas sobre el género. Estos cambios en el marco conceptual y el planteamiento del género y el desarrollo representan un desafío para la FAO, que debe proporcionar un asesoramiento político y técnico más equilibrado desde el punto de vista del género para abordar las necesidades de desarrollo en los Estados Miembros.

La recopilación de datos que reflejan las cuestiones de género no es un fin en sí. Cada vez se comprende más que el capital humano -que entraña los esfuerzos tanto del hombre como de la mujer- es un factor fundamental para el desarrollo, más importante que los bienes materiales necesarios para el proceso de producción de alimentos. Pero los datos sobre los productores rurales en general, y sobre la mujer en particular, siguen considerándose como una información que tiene sólo una utilidad marginal para la formulación de políticas. ¿Por qué? Puede que dicha información sea el resultado de políticas de desarrollo agrícola que a menudo están estrictamente orientadas al crecimiento de la producción, pasando por alto la contribución de la mano de obra como uno de los principales factores, y por consiguiente la importancia de los recursos humanos, así como los aspectos sociales del desarrollo. La recopilación de datos que reflejan las cuestiones de género es algo más que un simple desglose de los datos por sexo. Se trata de evidenciar la situación diversa y diferenciada del hombre y la mujer, sus contribuciones específicas a la economía agraria y las consecuencias de sus funciones tradicionales en diferentes situaciones sociales y económicas.

El desarrollo agrícola tiene por objeto aumentar la productividad y la producción general y, al mismo tiempo, asegurar la conservación de los recursos naturales, el incremento de los ingresos, la creación de empleo, la mejora de la seguridad alimentaria y la consecución de niveles de nutrición apropiados. Sin embargo, la persecución de estos objetivos se realiza a menudo en un contexto de graves restricciones económicas y de escasez de recursos. Por eso la planificación agrícola debe hacer pleno uso de los recursos existentes, en particular el capital humano. Las enseñanzas del pasado con respecto al desarrollo indican que la contribución invisible de la mujer -cuando es tenida en cuenta por los planificadores rurales y los encargados de formular políticas- puede producir mejoras tangibles y sostenibles en la calidad de la vida rural al nivel de los hogares y las comunidades.

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