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Las fotografías aéreas de los bosques tropicales

AARNE NYYSSÖNEN

AARNE NYYSSÖNEN es Profesor de Ordenación e Inventariación Forestal, Universidad de Helsinki, Finlandia.

Un capítulo de un informe preparado por un becario André Meyer

EN OTROS tiempos, los inventarios forestales se realizaban enteramente desde tierra. Sin embargo, desde hace unos 40 años, se viene prestando interés a las posibilidades que ofrece la fotografía aérea. Especialmente desde la segunda guerra mundial, se están empleando las fotografías aéreas en escala cada vez mayor y en muchos casos constituyen ya un método establecido. Existen zonas, sobre todo en los países del norte de Europa (Finlandia, Noruega y Suecia) donde debido a las condiciones especiales, el valor principal de las fotografías aéreas sigue todavía siendo como mapas que facilitan la labor. Por el contrario, hay regiones (por ejemplo América del Norte) donde gracias al empleo de la fotografía aérea, se ha conseguido un considerable ahorro particularmente como resultado de reducción de las operaciones terrestres que entrañan elevados gastos. Por la misma razón, en la inventariación de zonas extensas, la fotografía aérea tiene asimismo grandes ventajas.

Es particularmente importante reducir las operaciones terrestres que exigen los bosques tropicales ya que éstas suelen resultar laboriosas y costosas, dado el carácter de los montes, el clima, y la falta de comunicaciones. Por esta razón, se fundan mayores esperanzas en el empleo de la fotografía aérea en los trópicos que en las zonas templadas y por consiguiente es natural que se estudien las posibilidades de utilizarla allí para la inventariación del capital vuelo y ello exige un análisis detallado de las interrogantes que se plantean y que pueden ser resueltas gracias a las fotografías.

La información que nos pueden dar las fotografías aéreas se aprecia directamente por ser visible en ellas o hay que recurrir a una evaluación indirecta. El presente trabajo se refiere casi exclusivamente al primer tipo de información. En cuanto al segundo, tenemos la importante cuestión de la calidad de la estación. Ya que esta calidad representa la suma de los factores ambientales que influyen en el crecimiento de los árboles, puede determinarse en las fotografías aéreas en la medida en que los factores ambientales clave puedan ser ellos mismos identificados. La vegetación arbórea es función del clima local y del suelo. El clima local y la humedad del suelo pueden relacionarse estrechamente con la topografía, y los datos topográficos clasificarse con precisión partiendo de la imagen estereoscópica. La clasificación de estaciones basada en las diferencias topográficas ha demostrado ser útil en algunas regiones (Harrison y Spurr, 1955). También se han logrado grandes progresos en cuanto a la identificación de suelos a partir de fotografías aéreas. Por lo que se refiere a los bosques tropicales, sin embargo, la clasificación de estaciones a partir de fotografías está todavía casi sin explorar. Se necesitan más investigaciones antes de que pueda decidirse qué otras carácterísticas pueden interpretarse a partir de las fotografías aéreas.

Trataremos a continuación en detalle los puntos siguientes: identificación de especies arbóreas, clasificación de tipos de cubierta forestal, y estimación cuantitativa del capital vuelo. Basándose en estos puntos y considerando la calidad de las fotografías, será posible determinar el valor de la fotografía aérea como fuente de información para la inventariación forestal.

Identificación de especies arbóreas

Una característica de los montes tropicales es la existencia de numerosas especies arbóreas de valor variable. Uno de los objetivos más importantes de los inventarios forestales es el mostrar la incidencia económicamente importante de especies valiosas o de categorías de especies arbóreas. Por ello, la utilidad de las fotografías aéreas depende principalmente de la medida en que puedan emplearse para identificar las especies en cuestión. Quizás pueda esto apreciarse mejor analizando las investigaciones realizadas entre 1950 y 1959 sobre identificación de especies arbóreas en los trópicos.

Paijmans (1951) trabajó partiendo de excelentes fotografías, a escala 1:10.000 en los montes Malili de las Célebes (Sulawesi). Halló que sólo en casos excepcionales se podían identificar en las fotografías las especies arbóreas. Las excepciones eran Anthocephalus macrophyllus en los bosques de tierra baja y Campnosperma sp. en los de tierra alta. Aparte de éstas, el aspecto de las copas en las fotografías variaba tanto con las diferencias de edad y tan poco en general comparado con el porte habitual de las copas pertenecientes a otras especies, que no era una referencia lo suficientemente segura para la identificación de especies. Como sólo pudieron identificarse las citadas dos especies de las aproximada mente 100 en cuestión (Boon, 1956) el resultado no era alentador. Paijmans era, sin embargo, de opinión que, adaptando especialmente los métodos fotográficos a las necesidades forestales, éstos podrían dar mejores resultados.

Hannibal (1952) trató en un plano más general de la identificación de especies arbóreas en las condiciones prevalecientes en Indonesia. La identificación de una especie arbórea particular en los montes xerofíticos puede deducirse de lo que sigue. Además, partiendo de las investigaciones llevadas a cabo en los bosques Malili, llegó a la conclusión de que, incluso aun cuando una determinada especie acostumbrara a formar grupos, y si esto ocurría, una importante proporción del total de la superficie de copa de todos los árboles dominantes correspondía a ejemplares de la especie en cuestión, sólo en casos excepcionales era posible su identificación en las fotografías aéreas. No obstante, cuando una especie arbórea se presenta en masas puras, es posible identificarla. Esto se demostró en un bosque de Sumatra donde pudieron identificarse masas puras de alcanforero (Dryabalanops sp.), aunque la escala de la fotografía era de 1:40.000.

En el caso de manglares y de bosques palustres las cosas marcharon al parecer algo mejor. En los manglares se identificaron masas puras de «bakau» (Rhizophora) «nipa» (Nipa fructicans), «nibung» (Oncosperma filamentosa), etc. Asimismo, en bosques palustres se identificaron masas puras de «gelam» (Meluleuca) y de «saga» (Metroxylon sp.). Debe subrayarse que estas especies se encontraban en masas puras. No se pudo identificar ninguna especie arbórea individual ya que los individuos no eran identificables por su dimensión o por su aspecto.

E. C. Francis (1955) ha realizado experimentos de interpretación de especies en los manglares de Borneo del Norte. Utilizando fotografías terrestres y comparándolas con fotografías aéreas al 1:25.000, pudo describir el aspecto de unas 10 especies de manglar a partir de fotografías aéreas.

Boon (1955-1956) ha referido los experimentos que llevó a cabo en Nueva Guinea. Aunque algunas especies arbóreas de forma de copa muy carácterísticas, como las coníferas Agathis y Araucaria, pudieron identificarse en las fotografías, la mayoría de las restantes no pudieron serlo.

En los bosques siempreverdes de Tailandia, el «yang» (Dipterocarpus alatus) es la única especie que puede reconocerse distintamente en las fotografías debido a sus grandes copas y a sus hojas muy brillantes (Loetsch, 1957a). Afortunadamente, el «yang» es también la especie más valiosa de aquellos bosques. En los bosques caducifolios es siempre posible identificar la teca en las fotografías tomadas entre el 15 de julio y el 15 de agosto (floración).

En el Asia Sudoriental, en los bosques xerofíticos de dipterocarpo de Camboya, se puede identificar en las fotografías Dipterocarpus intricatus gracias a su color claro.

Otras dos especies pueden identificarse en las fotografías aéreas de los bosques Sinharaja de Ceilán (Merritt y Ranatunga, 1959). «Hora» (Dipterocarpus zeylanicus y D. hispidus) se pueden identificar cuando se presentan en grupos, y «thiniya» (Doona congestiflora) tanto en masas como en ejemplares aislados.

Basándose en su experiencia en Africa, D. A. Francis (1957) declaró que sólo era posible la identificación de especies arbóreas en un número relativamente limitado de casos. En fotografías pancromáticas de una zona de bosque en Ghana, las únicas especies identificables eran Ceiba pentandra y Musanga smithii, ninguna de las cuales tiene el menor valor comercial o son indicadoras de un tipo valioso de bosque, si bien Musanga suele ser sintomática de un monte en regeneración.

Los experimentos efectuados en Uganda han sido resumidos por Cahusac (1957). Utilizando la cubierta normal de pequeña escala fue posible identificar claramente unas seis especies diferentes por la estructura de copa y el tono. En dos casos, la identificación fue de ejemplares individuales, pero las otras cuatro identificaciones se referían al aspecto gregario. Sin embargo, una vez identificadas las especies suele ser posible localizar los ejemplares aislados en cualquier otra parte. Desgraciadamente no todas las especies identificables son valiosas como especies clave para la determinación de tipos de bosque.

En su informe sobre sus experiencias en América del Sur, Heinsdijk escribió en 1952 que la verdadera dificultad consiste en la interpretación de árboles individuales. Después de más de dos años de un intensivo estudio fotográfico - aproximadamente la mitad del tiempo en el campo -, Heinsdijk llegó a la conclusión de que, en ciertos casos, era posible identificar un cierto número de especies arbóreas de los bosques de Surinam. Más tarde (1957-58) afirmó que la identificación de especies arbóreas a partir de fotografías aéreas de los bosques tropicales era sumamente difícil y de carácter especulativo, especialmente si se utilizaba la escala 1:40.000. La identificación segura sólo era posible en unos cuantos casos: cuando el piso superior del bosque estaba dominado por una sola especie, de manera que aparecía en la fotografía como una masa pura (Mora excelsa, por ejemplo) o una masa mixta tropical con manchas de árboles dominantes de una sola especie (Goupia glabra, Hymenolobium petraeum, etc.). Fue también posible una identificación segura cuando un cierto tipo de bosque sólo tenía en el piso superior dos o tres especies de copa de forma característica, como suele ocurrir en los bosques palustres (véase más adelante). Estos casos fueron excepcionales cuando se trataba de montes xerofíticos. El autor describió un método, sin embargo, que permitía determinar la composición del bosque basándose en las copas de dimensiones mayores.

Las fotografías aéreas fueron de gran ayuda en la inventariación de Virola surinamensis, realizada en Surinam (Jaarverslag, 1957). Las especies tenían que identificarse en la medida de lo posible a partir de fotografías aéreas y en particular las que crecían en terreno pantanoso donde las operaciones de reconocimiento terrestre eran difíciles. La cubierta principal está formada por Virola surinamensis; teniendo por única campañera a Symphonia globulifera. Para los fines del estudio, desde el aire se tomaron a mano fotografías de ensayo, y después se estimó más conveniente el empleo de fotografías aéreas con preferencia a reconocimientos aéreos sin fotografía. Se pudo levantar el mapa detallado de un total de 41.000 árboles marcándolos con puntos.

Swellengrebel (1959) ha publicado recientemente un documento basado en una investigación llevada a cabo en la Guayana Británica utilizando fotografías de 1:10.000. No pudo identificarse la especie de los árboles individuales. Esto se debió principalmente a la gran diferencia de aspecto que presentaban en la fotografía las copas de cada especie de árbol determinada. Algunas especies tenían hojas antiguas y parecían oscuras, otras de la misma especie acababan de echar hojas nuevas que daban tonos claros en las fotografías. Otra dificultad era que los árboles que sobresalían de la cubierta general solían aparecer más claros que los demás árboles de la misma especie. Sin embargo, algunas especies que aparecían en grupos podían identificarse en las fotografías. Estas eran Mora excelsa, Mora gonggrijpii y Ocotea rodiaei. Pero incluso en estos casos se identificaba el grupo por su aspecto general más bien que por las características de cada árbol dentro del grupo. En otras palabras, aunque se sabía que la mayoría de los árboles de un grupo pertenecían a una cierta especie, resultaba muy difícil identificar con seguridad un árbol cualquiera dentro del grupo. Las masas de Wallaba podían identificarse como tipo, pero también en este caso era difícil identificar con seguridad árbol por árbol.

Para resumir los documentos citados, la identificación de especies arbóreas a partir de fotografías aéreas en los trópicos en algunos casos ha dado resultados importantes. Entre las especies identificadas con éxito figuran Dipterocarpus alatus en Tailandia, Virola surinamensis en Surinam, algunos manglares, etc. En dichos casos, las fotografías aéreas facilitaron en forma decisiva el inventario.

Por el contrario, en opinión de los autores citados, y en la del autor de este artículo basándose en sus viajes, los resultados no son satisfactorios en la mayoría de los bosques tropicales, y los casos de éxito son más bien excepcionales. Algunas especies arbóreas pudieron identificarse mejor en grupos, pero esto es bastante raro en los trópicos.

Esta conclusión general es más bien negativa, pero coincide, por ejemplo, con la experiencia obtenido en la identificación de especies en las masas mixtas del este de los Estados Unidos de América, montes que en conjunto son más fáciles de inventariar que los tropicales. La identificación no fue posible a escalas de 1:15.000 ó1:20.000. Pero a escala de 1:1.200 la identificación fue correcta en un 37 por ciento, y a la escala de 1:4.800 fue correcta en un 23 por ciento, cuando se utilizó película pancromática (Rogers, 1958). Estas últimas dos escalas, sin embargo, no pueden considerarse económicas para empleo general.

¿Cabe esperar que los progresos posibles en un futuro inmediato modifiquen esencialmente la situación?

No puede negarse que queda mucho por investigar. Quizás el problema más importante sea la utilización de los tonos, con mediciones espectrofotométricas, como han hecho Backström y Welander (1948, 1953), Hindley y Smith (1957) y Belov y Arcybasev (1957), logrando resultados importantes. El éxito es mayor, sin embargo, cuando sólo han de identificarse unas cuantas especies arbóreas. En los trópicos, las especies arbóreas abundan y especialmente de frondosas. Son más difíciles de distinguir entre sí que las coníferas. También hay que tener en cuenta la variación intraespecífica, sobre la que insisten en sus trabajos Hannibal (1952) y Swellengrebel (1959). Hindley y Smith (1957), en particular, llegaron a la conclusión de que, debido a las amplias diferencias en los valores espectrofotométricos dentro de cada especie, y las diferencias relativamente pequeñas entre las especies, los métodos basados en diferencias tonales de follaje mediante varias combinaciones de filtros, probablemente no tendrán mucha importancia para la identificación de especies a partir de fotografías aéreas. El hecho de que en los densos bosques tropicales no sean visibles, ni mucho menos, todos los árboles en las fotografías, no amengua las dificultades que entraña la identificación de especies.

No cabe duda de que para conseguir un óptimo aprovechamiento de las fotografías aéreas de los montes tropicales, el forestal debe estar en condiciones de identificar cada una de las especies arbóreas. El análisis que hacemos no es exhaustivo en cuanto al problema de las especies. Sin embargo, es evidente que en los bosques tropicales las especies arbóreas no suelen ser perceptibles en las fotografías aéreas tomadas a la escala acostumbrada y, por tanto, a un costo razonablemente económico. Este es uno de los motivos por los cuales son imprescindibles los reconocimientos terrestres. Más adelante veremos cómo las fotografías aéreas tienen, sin embargo, otras funciones importantes en la inventariación de los bosques tropicales.

Clasificación de tipos de cubierta forestal

Los montes tropicales se componen de una variedad interminable de comunidades de plantas. Desde el punto de vista forestal, los bosques tienen que clasificarse en una cierta forma. La determinación del área superficial de las clases formadas, lo que en los inventarios forestales se suele llamar estratos, puede ser de por sí importante.

Nuestro propósito aquí es estudiar con mayor detalle la utilización de fotografías aéreas para la clasificación de tipos de cubierta forestal. Además de la composición por especies, la clasificación puede tomar en cuenta, por ejemplo, la densidad y la altura de la masa, la dimensión y aspecto de la copa, la topografía local, humedad y suelos, así como la influencia humana (explotación, cultivo migratorio, etc.).

Podría ser útil tomar unos cuantos ejemplos ilustrativos de la experiencia adquirida en varias regiones con respecto a la clasificación de tipos de cubierta forestal. Es difícil, en esta forma, conseguir un cuadro definitivo debido a que el material que sirve de base a las diferentes opiniones vería notablemente. Esta parte de la labor se limita a los tipos de bosque que pueden identificarse mediante la sola interpretación fotográfica, pero es posible que algunas de las clasificaciones citadas necesiten un volumen bastante importante de operaciones terrestres comprobatorias.

Uno de los primeros trabajos que informan sobre la identificación de tipos muy diferentes de vegetación a partir de fotografías aéreas, por ejemplo, la identificación de suelos basándose en la vegetación, fue escrito por Colwell (1946). Dio una idea del aspecto que los manglares, las palmas de nipa, etc., presentan en las fotografías aéreas.

Hannibal (1952) en su informe sobre las condiciones en Indonesia, distinguió dos grupos principales, o sea, la vegetación antropógena y la vegetación natural. En la primera, distinguía los tipos siguientes: montes secundarios viejos, montes secundarios jóvenes, plantaciones y montes explotados, además de los cuales existen arrozales de regadío y los siguientes tipos: terrenos agrícolas de secano, zonas de herbazales o «lalang» (Imperata cylindrica); estos dos son a menudo imposibles de distinguir uno de otro en las fotografías aéreas. Tres tipos de vegetación natural (bosques primitivos) se pueden normalmente reconocer: manglares, bosques palustres y montes xerofíticos. Estos últimos pueden dividirse en subtipos, por ejemplo, basándose en la densidad, pero sus límites son a menudo difíciles de definir debido a que los subtipos se mezclan entre sí.

La identificación de los tipos de bosque en Borneo del Norte ha sido descrita en varios trabajos. Según Howroyd (1954), suele ser sencillo el separar los montes xerofíticos comerciales de los manglares, palmas de nipa, masas de segunda generación y otras variantes; la excepción a esto son las áreas que han sido sólo parcialmente explotadas. El esquema de clasificación de E. C. Francis y Wood (1954) abarca 16 clases de cubierta vegetal, de las cuales 12 son de forma predominantemente leñosa y de origen natural. Se clasifica el monte según su topografía, y las clases más importantes se subdividen a su vez por la dimensión media de las copas visibles. Los 16 tipos clasificados someramente en montes de valor comercial; otra vegetación no comercial, y vegetación resultante de las actividades del hombre, figuran ordenados bajo seis epígrafes principales, en la forma que sigue: montes de marisma; monte de transición; montes de tierra adentro (avenados); montes de tierra adentro - susceptibles de inundación; tierras labrantías; tierras de desmonte. La escala de la fotografía era de 1:25.000 ó 30.000. En opinión del autor es evidente que podrían determinarse más de 16 tipos de vegetación, partiendo de fotografías de mejor calidad.

En Sarawak se pueden identificar bastante bien en fotografías aéreas en escala pequeña (Browne, 1958) los siguientes tipos principales de vegetación natural: manglares, con los subtipos acostumbrados; monte psamofítico; monte mixto palustre, monte palustre puro de Shorea albida; «padang paya», «Kerangas» o brezales monte de dipterocarpos de tierra baja; monte ribereño, monte de dipterocarpos de tierra alta; monte musgoso.

Los tipos identificados en el levantamiento aéreo efectuado en Papua y Nueva Guinea han sido descritos por Taylor y Stewart (1958), quienes dan una idea bastante detallada de cómo aparecen los distintos tipos en las fotografías aéreas. El estudio estereoscópico de las fotografías que eran de buena calidad y de escala 1:40.000 permitió identificar los siguientes tipos principales: monte higrofítico maduro; monte de segunda generación - reproducción por brotes; herbazales - renadios; monte secundario en terrenos aluviales o montañosos; tipo palustre fluctuante; tipo manglar con cuatro subunidades; de Casuarina sp.; de Octomeles sumatrana; pedino de inundación.

En el inventario forestal de las provincias septentrionales de Tailandia, los estratos inferiores a 1.000 metros identificados por Loetsch (1957b) a partir de fotografías a una escala media de 1:48.000 fueron los siguientes: monte mixto caducifolio; monte siempreverde; monte xerofítico de dipterocarpos; zona permanentemente inarbolada. Según Loetsch si las fotografías se tomaran durante la floración de la teca, sería posible distinguir entre los substratos mixtos de caducifolios con teca y los sin teca. El bosque virgen siempreverde de una provincia puede subdividirse en cuatro estratos en fotografías a 1:15.000, empleando la incidencia de pies de «yang» (Dipterocarpus alatus) como base principal de división (Loetsch, 1957a).

En Camboya se han emprendido dos inventarios en gran escala. En las operaciones efectuadas al este del Mekong la clasificación empleada por B. Rollet comprende principalmente los tipos siguientes: masas densas siempreverdes; masas mixtas caducifolias higrofíticas; masas xerofíticas de dipterocarpo; segunda masa de generación o mucho cultivo migratorio; sabana; bajíos inundados; pantanales; matorral; arrozales; plantaciones de caucho; plantaciones forestales; cañaveral de bambúes. Los tres primeros son los tipos principales, y existen también naturalmente tipos mixtos.

El plan de inventariación de Wheeler (1959) comprende cinco clases de bosque: masas densas de frondosas, masas claras de frondosas, pinares densos, pinares claros, y manglar inundado. Es posible que se añadan los palmares, el cañaveral de bambúes y una clase para montes sin clasificar y otra para montes no productivos. También hace falta una clasificación para otras formaciones que no sean forestales. No se desprende claramente del plan si la intención es identificar todas estas clases a partir de fotografías aéreas, o si se necesitan también operaciones terrestres.

Merritt y Ranatunga (1959), y de Rosayro (1959) han informado acerca de los experimentos realizados en Ceilán. Se levantaron mapas de tipos ecológicos en las 10.000 hectáreas del bosque Sinharaja - situado en la zona húmeda - a partir de fotografías aéreas a escala de 1:15.840. Se identificaron principalmente por fotointerpretación el siguiente número de estratos: ocho en la selva virgen, dos en el monte de segunda generación y cuatro clases no forestales. Cuando se reconocieron los bosques del país con arreglo al Plan de Colombo, se adoptó una estratificación mucho más sencilla para la interpretación de las fotografías aéreas de la zona seca. En fotografías a escala 1:40.000 se dividieron los montes en tres estratos: medianamente productivos, poco productivos y no productivos. No se intentó la identificación de especies, y la clasificación se basó principalmente en la superficie de copas, en el diámetro de las copas y en las relaciones de altura.

Fuera del sureste de Asia es muy poco lo que se ha publicado sobre definición de tipos forestales a partir de fotografías aéreas. D. A. Francis (1957) y Cahusac (1957) informaron acerca de su experiencia en Africa, pero sin dar ninguna clasificación, y tratando del tema en términos generales. En Surinam, como consecuencia de la labor preliminar llevada a cabo por Heinsdijk (1952), se han identificado mediante fotografías aéreas seis tipos no forestales. Además, se apreciaron las siguientes clases de bosque: manglares, bosques palustres con cinco distinciones; montes de marjal y montes de tierra seca. En el importante grupo de montes de tierra seca sólo fue posible identificar unos cuantos tipos sobresalientes y que fácilmente se podían reconocer.

En un trabajo posterior, junto al análisis metódico de los tipos, Heinsdijk (1955) describió el procedimiento técnico para la cartografía de tipos de bosque e insistió acerca de la importancia de las fotografías aéreas. A - este respecto, merece mención la clave para la interpretación a partir de fotografías aéreas a 1:40.000 de escala (Van Dillewijn, 1957) de los diversos tipos de vegetación de Surinam septentrional. Consiste en pares de fotografías aéreas para 30 tipos característicos de bosque, con fotografías terrestres estereoscópicas de cada uno, y una breve descripción del tipo y de su distribución.

La confección de mapas de tipos de bosque empleando fotografías aéreas se ha utilizado mucho también en el Valle del Amazonas en el Brasil, pero para la identificación de los tipos hubo que realizar importantes trabajos de campo (por ejemplo Heinsdijk, 1957). En Guatemala, se han hecho reconocimientos aéreos de bosques donde la caoba es la principal especie comercial (véase Harrison y Spurr, 1955). La fotografía en pequeña escala (1:40.000) limitó el grado de clasificación, pero permitió una clasificación generalizada del bosque en siete tipos o asociaciones.

FIGURA 4. Traslado a un mapa base, a partir de una simple fotografía aérea de los límites de tipos de bosque. El trabajo lo efectúa el mismo forestal sudanés encargado de las operaciones de campo para la inventariación de la zona abarcada por la fotografía.

Al resumir este análisis del modo en que es posible una distinción entre diferentes tipos de cubierta forestal partiendo de fotografías aéreas, el primer punto que llama la atención es el gran número de clasificaciones de tipos. Esto, naturalmente, es consecuencia de las diferentes condiciones que prevalecen en la extensa zona de bosques tropicales que rodea el mundo. En cambio, parece que los principales tipos no se aprecian lo bastante claramente, por lo cual la clasificación no es la que mejor conviene desde el punto de vista forestal. La definición de términos hecha en la FAO en los últimos años ofrece un punto de partida (véase Haig, 1958).

En general es posible distinguir las zonas boscosas y no boscosas en las fotografías aéreas. Pueden a menudo dividirse en ciertos grupos. Los diferentes tipos de manglar y de bosque palustre o de marjal pueden clasificarse en grupos especiales e identificarse sus subtipos. Esto suele ser ya una ventaja decisiva en la inventariación de montes, en primer lugar porque permite la concentración de las operaciones terrestres.

En general, sin embargo, varios tipos xerofíticos suelen ser los más importantes. Pueden distinguirse categorías evidentes tales como sabanas y bosques xerofíticos de dipterocarpos, bosques orófilos y pedinos, pero especialmente en las zonas de masas densas siempreverdes el progreso realizado en la clasificación no ha sido tan grande como cabía esperar. En dichas zonas se ven a menudo extensos territorios aparentemente homogéneos o que se funden entre sí sin una clara frontera y cuya clasificación es a veces difícil (véase Hannibal, 1952; D. A. Francis, 1957). Es, por tanto, evidente que parte de la labor de identificación de tipos de bosque será terrestre. Esto se desprende, por ejemplo, de lo ocurrido en el caso de Tailandia y Ceilán.

Estas objeciones no disminuyen lo más mínimo el valor de las fotografías aéreas en cuanto a la estratificación. En efecto, con su ayuda se pueden distinguir tipos y categorías importantes para los inventarios, si bien la imagen obtenido deba ser rellenada y comprobada. Loetsch (1957a) subraya la importancia de las fotografías aéreas, diciendo que en un caso determinado el número de parcelas en el bosque hubiera tenido que ser por lo menos cuádruple, si la estratificación no se hubiera hecho a partir de fotografías. En muchos casos, la clasificación potencial puede mejorarse utilizando diferentes métodos. El más importante de éstos toma en cuenta la topografía, utilizando una interpretación estereoscópica, ya que varios tipos de monte se relacionan estrechamente con la topografía del país (véase Heinsdijk, 1957). Merece subrayarse la importancia de buenos estereogramas. Por último, el conocimiento terrestre del distrito que ha de clasificarse es sumamente importante (véase, par ejemplo, Miller, 1957; de Rosayro, 1959).

Estimación cuantitativa de las existencias en formación

Antes de pronunciarse sobre cuál es el método más adecuado de inventariación forestal, es necesario tener una idea de hasta qué punto puede utilizarse el reconocimiento aéreo-fotogramétrico para la descripción cuantitativa del capital vuelo. Esto siempre es importante, a pesar del hecho de que hará falta un reconocimiento terrestre suplementario ya que las especies arbóreas no se pueden generalmente distinguir con suficiente claridad en las fotografías aéreas.

Las características principales que es posible estimar en las fotografías aéreas son: altura de árboles, diámetro de copes, densidad de copas y conteo de árboles. Como estas mismas características se emplean como factores componentes en la clasificación de los tipos de cubierta forestal, una cierta cantidad de la labor que entraña la estimación cuantitativa del capital vuelo ha sido ya realizada. Ahora lo que se busca es obtener una idea de la importancia de tales características para la estimación del volumen de las existencias en formación. El volumen de árboles y rodales puede estimarse a partir de fotografías en la medida en que guarde relación con las características arriba mencionadas, y siempre que los valores numéricos de dichas características puedan medirse en las fotografías.

El volumen de un árbol se estima mediante tables volumétricas aéreas que dan el volumen media que cabe esperar para un diámetro de copa y una altura determinados (véase, par ejemplo, Ilvessalo, 1950). En cuanto al volumen de la mesa, la tabla volumétrica aérea indica el volumen media de la misma cuando son conocidos la altura de la mesa, la densidad de copes y, a veces también, el diámetro de las copes.

Las tables volumétricas aéreas han sido preparadas con referencia a varios tipos de mesas de las zonas templadas. Desgraciadamente, no han dada resultados muy precisos en la práctica. Por ejemplo, el error normal de estimación en los reconocimientos que se basan en las tablas volumétricas preparadas par el autor para mesas puras de pino silvestre de Finlandia fue de + 28 par ciento (Nyyssönen, 1955). La precisión de los resultados obtenidos par Nakayama (1958) en el Japón fue idéntica. Eso significa que las estimaciones volumétricas realizadas exclusivamente a partir de fotografías aéreas son sólo muy aproximadas y sólo satisfactorias para una estimación preliminar del orden de magnitud del volumen maderable. Comúnmente, incluso cuando sólo se desea una estimación general bastante precise, es indispensable una cierta labor terrestre para corregir errores sistemáticos.

Lo dicho se aplica principalmente a las condiciones de las zonas templadas y de los bosques tropicales compuestos de una solo o de pocas especies arbóreas que pueden compararse, en este aspecto, con los montes de las zonas templadas. Como las condiciones medias en la mayor parte de los bosques tropicales son macho más complejas, no cabe esperar buenos resultados de los reconocimientos aéreo-fotogramétricos. Pero no es imposible que en el futuro puedan utilizarse los volúmenes estimados partiendo de fotografías, como base para una clasificación preliminar de los montes; coda una de las clases así establecidas podría entonces tratarse como estrato separado para fines de muestreo.

Para trazar las líneas generales de la labor futura fundándose en una estimación cuantitativa, debe considerarse el problema con algún detalle. El primer punto es la estimación, sobre fotografías aéreas, de las características referentes al volumen.

La altura (altura de los árboles, altura media de la mesa, etc.) es una característica muy utilizada para los montes en zonas templadas. En la mayoría de los bosques tropicales la altura no es tan útil, especialmente en el reconocimiento aéreo-fotogramétrico. La estimación de la altura es difícil o imposible. La altura de un árbol, en general, sólo se puede medir cuando su copa y el terreno sobre el cual crece el árbol son visibles en la fotografía. Esto rara vez ocurre tratándose de bosques tropicales donde el terreno suele estar a la vista par la cubierta de copes o par el sotobosque (Howroyd, 1954; Loetsch, 1957a; Swellengrebel, 1959).

Aparte la dificultad de medición, debe observarse que la proporción de fuste limpio suele tener mayor interés en los trópicos que la altura total del árbol. Incluso en los reconocimientos terrestres casi nunca se mide la altura total. Una explicación de este método es que, par ejemplo, en los bosques de dipterocarpos, la altura de la cubierta de copes es bastante constante (Howroyd, 1954). Así también, la relación existente entre la altura de copa y el diámetro normal es considerablemente menor en el case de especies frondosas tropicales que, par ejemplo, en el de las coníferas. En consecuencia, el uso de la altura total para la evaluación de la masa no es muy segura (Loetsch, 1957a).

En definitiva, el empleo de la altura de los árboles como característica en los reconocimientos aéreo-fotogramétricos, no suele entrar en consideración.

La densidad de copas, característica generalmente utilizada en las tablas volumétricas aéreas para mesas en las zonas templadas, no resulta tampoco útil para los bosques tropicales. Su empleo no es desconocido en los trópicos (por ejemplo, Paelinck, 1958), pero como la medición de la densidad de copas presupone una cubierta incompleta, y esto rara vez es el caso en los densos bosques tropicales, la característica tiene grandes limitaciones. Sin embargo, es posible que resulte útil la aplicación de la densidad de copes de los árboles mayores mediante la interpretación estereoscópica.

El conteo de árboles es valioso principalmente tratándose de montes claros, donde cada copa se distingue perfectamente (Harrison y Spurr, 1955). De aquí que el número de árboles, como indicador de la densidad de la mesa, tenga poco valor en los trópicos, aunque en algunos casos puede emplearse el número de árboles visible en las fotografías (Swellengrebel, 1959).

El diámetro de copa es la última de las características que se consideran para los reconocimientos aéreo-fotogramétricos. Parece más adecuada que las otras para los bosques tropicales. No todas las copas, naturalmente, son visibles o mensurables en las fotografías aéreas, pero sí lo son las de los árboles mayores que suelen también ser los más importantes. Esto se desprende, par ejemplo, de los porcentajes de árboles visibles en ciertos tipos de vegetación de la Guayana Británica computados por Swellengrebel (1959). La escala de las fotografías era de 1:10.000. Resultó que eran visibles en las fotografías todos los árboles comprendidos en las siguientes clases de diámetro normal: en los bosques de Wallaba, 50 centímetros en adelante; en las masas mixtas y en los bosques de Mora, 70 centímetros en adelante. Debe concederse cierta importancia también a la afirmación de Paijmans (1951) de que las copas aisladas visibles en las fotografías pertenecen en su mayor parte a árboles cuya madera es de dimensiones comerciables; los árboles cuyas copas no son visibles no contribuyen en forma importante al volumen maderable total.

La medición del diámetro de la copa entraña ciertas dificultades. Los bordes de la copa a veces no están claros, las copas de un grupo de árboles pueden parecer una copa grande y, al contrario, algunos árboles grandes tener una copa irregular compuesta de dos o tres copetes compactos, etc. La habilidad del intérprete puede superar estos obstáculos, por lo menos hasta cierto punto. Sin embargo, se precisa una mayor investigación antes de poder llegar a una conclusión general en cuanto a la adecuación de este procedimiento.

La medición del diámetro de la copa, sin embargo, no es sino un aspecto del problema. Otro es el de la relación entre copa y tronco, sobre la que se han hecho varios estudios.

Paijmans (1951) halló en un monte virgen de las Célebes, que existía una relación lineal bastante fuerte entre el diámetro de la copa y el del tronco.

Miller (1957) mencionó los trabajos preliminares realizados por Howroyd (1954) en Borneo del Norte y por Farrer en Tanganyika. En cada caso, la relación entre el diámetro de la copa y el diámetro normal de un grupo de especies se determinó partiendo de mediciones efectuadas en tierra. Ambos investigadores comprobaron que la relación era lineal, y de tendencia tan similar dentro del grupo, que una sola línea podía representar a todas las especies. Los coeficientes de correlación en ambos casos eran sumamente importantes.

Heinsdijk (1957-58) estudió la relación existente entre el diámetro de la copa y el del fuste sobre un extenso material. Tanto en Surinam como en el valle del Amazonas, se halló una estrecha relación entre el diámetro de la copa de los árboles del piso superior y el diámetro normal del fuste. Las diferencias entre ambas zonas geográficas fueron relativamente pequeñas.

En contradicción con los citados trabajos que muestran una correlación bastante estable, un trabajo de Hollerwoger (1954) sobre los bosques de teca de Java central fue menos alentador. Sólo halló, en aquel caso, una ligera correlación (r = 0,33) entre el diámetro de la copa y el diámetro normal.

Con todo, estos informes demuestran que suele existir también una relación entre las dimensiones de la copa y las del tronco en los bosques tropicales. Si es posible medir los diámetros de las copas en fotografías aéreas la relación entre el diámetro de la copa y el diámetro del fuste es natural en sí misma; se deduce por tanto que cuanto mayor sea la copa, mayor será generalmente el diámetro del fuste.

Si puede determinarse el volumen de los árboles del piso superior, se podrá generalmente deducir el volumen total aproximado de las existencias en crecimiento, va que hay una cierta relación entre ambos (véase Heinsdijk, 1957-58). En muchos casos, la estructura del vuelo tiene especial interés, por ejemplo, el volumen de especies comerciales. Como las especies no suelen identificarse satisfactoriamente partiendo de fotografías aéreas, es importante saber si el volumen de especies comerciales depende del volumen total o del volumen del piso superior. Si existiera tal dependencia, dichos volúmenes podrían utilizarse en la estimación de los volúmenes de madera comercial.

Los datos de muestreo recogidos en los bosques del valle del Amazonas por Heinsdijk (1957-58) demuestran que existe evidentemente una cierta relación entre el volumen total del bosque y su composición. En todas partes, prácticamente, se hallan grupos de especies arbóreas que en los montes más densos crecen más altas que en los montes bajos.

Para aclarar esta interesante cuestión, el autor de este artículo analizó material medido en una parte muy diferente del mundo, en el sur de Sumatra en 1959, y puesto amablemente a su disposición para tal fin. Como el mismo material se utiliza más adelante en el presente estudio, quizás convenga primero describirlo.

Para un estudio de los métodos de muestreo susceptibles de ser empleados en bosques higrofíticos, los datos de las mediciones experimentales fueron recogidos en un estrato bastante homogéneo de bosque denso de tierra baja por la Oficina Indonesa de Fotointerpretación Aérea. Las mediciones se efectuaron en el bosque de Waikambas, en la zona de Sukadana: el autor tuvo la oportunidad de visitar este bosque en septiembre de 1959. Una parte del experimento consistió en la medición de 120 parcelas de muestreo, de 0,18, 0,20 ó 0,22 de hectárea. El ancho de las unidades de registro fue siempre de 20 metros y el largo de 90, 100 ó 110 metros respectivamente.

Se numeraron todos los árboles de un diámetro normal de por lo menos 25 centímetros y se midió tanto el diámetro como la longitud del fuste limpio. El volumen del tronco fue seguidamente calculado, utilizando el coeficiente mórfico 0,7. Los árboles se dividieron en dos grupos: comerciales y no comerciales. Una clasificación de este tipo es siempre naturalmente una cuestión de opinión, pero la finalidad era separar las especies arbóreas que suelen entrar hoy en el comercio de las demás. El número total de especies era aproximadamente 125, de las cuales 20 comerciales.

Para el análisis del material, el volumen de todos los árboles de un diámetro normal de menos de 45 centímetros fue computado por parcelas de muestreo; ésta es la medida límite acostumbrada en la zona. Se calculó el volumen de los árboles comerciales de la misma dimensión. Existe una relación muy positiva entre ambos volúmenes. El coeficiente de correlación es r = 0,855, lo cual es altamente significativo para tantas parcelas. El volumen medio total por hectárea es 105, el volumen medio comercial, 67 metros cúbicos.

En otras palabras, si el volumen de todos los árboles mayores de un cierto tamaño límite puede estudiarse a partir de fotografías aéreas, se podría lograr al mismo tiempo una idea en cuanto a la estructura de las existencias en formación y por lo menos sobre la cantidad de madera comercial.

Estas observaciones indican los puntos que reclaman atención en los futuros estudios acerca de la estimación cuantitativa del capital vuelo a base de fotografías aéreas. Parece, sin embargo, que incluso en el mejor de los casos, estos resultados sólo podrán utilizarse para dividir el capital vuelo en estratos más homogéneos. Evidentemente, la estimación del capital vuelo a partir de fotografías aéreas es todavía un procedimiento muy inseguro para la mayor parte de los bosques tropicales. La dificultad de identificar las especies comerciales los defectos en los troncos, etc., limitan la aplicación de la estimación directa del volumen de las existencias a base de fotografías aéreas.

FIGURA 5. - La compilación de tablas volumétricas para las especies arbóreas es una parte esencial de la inventariación forestal en los países tropicales. Aquí vemos a un equipo de inventariación midiendo un podocarpo apeado con este propósito.

Escala y películas que conviene utilizar en fotogrametría aérea

El factor más importante que influye en el valor de la interpretación de fotografías aéreas es la pericia del intérprete. Pero los resultados dependen también mucho del equipo, de los materiales y de los métodos empleados en las diferentes fases de la labor fotográfica, del revelado y de la interpretación. La época en que se toman las fotografías, el momento del día y las condiciones meteorológicas también afectan a los resultados. Todos estos puntos deben tenerse en cuenta. No es posible entrar en detalles a este respecto, ni es necesario tampoco hacerlo, ya que existen muchos textos y manuales disponibles (por ejemplo, el! Manual of photographic interpretation, 1960). Pero podría ser interesante tratar de llegar a alguna conclusión sobre un par de cuestiones importantes respecto a las que existen diferentes opiniones. Se trata de la escala de las fotografías y de la calidad de la película que conviene emplear en fotogrametría aérea.

Las fotografías de gran escala, en general, facilitan la interpretación detallada. Pero su costo es un factor importante. Aumentan vertiginosamente los costos al aumentar la escala. Harrison y Spurr (1955) indican los precios relativos de dos juegos de fotos y el índice fotográfico, que incluye el costo de la fotografía, para una vasta extensión.

Escala

1:30.000

1:20.000

1:15.000

1:12.000

Costo relativo

1,00

1,50

2,20

3,25

Cabe subrayar que la diferencia entre los valores extremos es superior a tres veces, lo que indica que conviene escoger la menor escala posible. También aumenta el ritmo de trabajo.

Los trabajos publicados al respecto expresan varias opiniones en cuanto a las escalas fotográficas que convienen para los bosques tropicales. Hannibal (1952) recomienda la escala 1:10.000-1:13.000 o, todo lo más, 1:20.000 para buenas fotografías en las condiciones que rigen en Indonesia. En otras partes se han empleado a menudo y recomendado fotografías de escala grande relativamente análoga. Swellengrebel (1959) basó su estudio en fotografías a 1:10.000. Para su estudio a fondo de la importancia ecológica de la estratificación en Ceilán, de Rosayro (1958, 1959) preconizó escalas de 1:10.000 a 1:15.000. Para Surinam, sólo la escala de 1:10.000 se considera adecuada para la estimación fotográfica de Virola surinamensis (Jaarverslag, 1957). Aunque Loetsch (1957a/1957b) utilizó la escala 1:40.000 e incluso la 1:48.000 en Tailandia, observó que las fotografías a escala 1:15.000 permitían una estratificación más detallada. Sobre esta base recomendó la escala 1 :20.000 como la más pequeña escala posible para la moderna fotogrametría aérea. Esto coincide con las manifestaciones de Harrison y Spurr (1955) de que para los inventarios forestales nacionales que exigen un deslinde muy exacto de los principales tipos de bosques comerciales, se suele recomendar escalas de 1:15.000 a 1:20.000.

En cuanto a las fotografías a escala más pequeña, en las colonias británicas la escala utilizada ha sido generalmente de aproximadamente 1:30.000, y algunas veces mayor, pero desde que se cuenta con aparatos fotográficos perfeccionados, la escala que se ha utilizado es 1:40.000 (Miller, 1957). Sin embargo, las fotografías tomadas principalmente con fines forestales para otros organismos que el Directorate of Overseas Surveys lo han sido generalmente a una escala entre 1:15.000 y 1:20.000. E. C. Francis y Wood (1955), para sus investigaciones sobre los tipos de cubierta forestal, utilizaron escalas de 1:25.000 a 1:30.000 y Taylor y Stewart (1958) 1:40.000. A través de la acción del Plan de Colombo, se ha logrado recientemente un levantamiento aéreo-fotogramétrico completo de Ceilán a escala de 1:40.000. A esta escala pueden identificarse la mayoría de los tipos de vegetación, aunque el promotor allí de la inventariación forestal, J.R.T. Andrews, prefería como escala mínima la de 1 :20.000. En forma análoga, la estratificación de Rollet en Camboya se hizo con fotografías al 1:40.000. El de inventario forestal de Wheeler (1959) en Camboya utiliza principalmente la escala 1:40.000. Sin embargo, el 30 por ciento de la superficie del país ha sido fotografiado a escala 1:10.000, y también se han fotografiado a dicha escala fajas espaciadas 16 kilómetros en el resto del país. D. A. Francis (1957) consideró la escala 1:20.000 como la mínima aplicable para la identificación de especies, pero consideró preferible una escala menor, por lo menos en las fases iniciales de la fotointerpretación en los trópicos. Posteriormente, Francis manifestó al autor que consideraba en general más eficaz una fotografía a escala menor.

La fotografía a escala grande (1:10.000 a 1:15.000) ha sido empleada principalmente en ciertos inventarios experimentales y recomendada para estudios más intensivos. En general, sin embargo, la identificación de especies arbóreas y la determinación del volumen no pueden conseguirse satisfactoriamente partiendo de fotografías incluso a dicha gran escala. Como utilización principal de las fotografías para clasificar la superficie en tipos de cubierta, y como esto puede hacerse generalmente con fotografías a escala entre 1:30.000 y 1:40.000, ésta es la escala que se recomienda, principalmente por razones de economía. Hasta la fecha, se han hecho fotografías a esta escala, que conviene a grandes zonas tropicales, lo cual debe tenerse presente para la labor cartográfica propiamente dicha. Tomadas con cámaras modernas y en las condiciones adecuadas, dicha clase de fotografía constituye una gran ayuda para la inventariación forestal.

Esto no significa, sin embargo, que se pueda prescindir de las fotografías a escala grande en la inventariación de los bosques tropicales; éstas hacen falta para ciertos problemas especiales, y en general para fines de dasonomía intensiva. Pueden llegar a tener importancia considerable en el futuro.

Los puntos más importantes que determinan la elección de la película en la inventariación de bosques tropicales son la identificación de especies y la de tipos de bosque. La película y la combinación de filtros adecuados facilitan esta labor. La situación actual a este respecto puede resumirse en breve como sigue:

Los tipos de película más importantes para estos fines son la película pancromática, la infrarroja y la película en colores, los cuales satisfacen exigencias de calidad algo diferentes. En las obras publicadas al respecto se mencionan otras películas - por ejemplo, la película espectrozonal que parece haber sido perfeccionada por los rusos, merece consideración (Hildebrandt, 1957) - pero hasta ahora, por lo menos, los demás tipos no han sido utilizados en forma extensa. En ciertas fases, los usos posibles de la película en colores en los trópicos han sido juzgados en forma muy optimista (por ejemplo D. A. Francis, 1957), pero en la actualidad no puede atribuirse gran importancia al color. El material es caro y las diferencias de tono en la película suelen ser bastante pobres en la importante zona del color verde.

La película infrarroja ha sido estudiada y empleada abundantemente. Su empleo para la identificación de especies conviene particularmente cuando existen en el bosque a la vez frondosas y coníferas. Esto, si ocurre, no es frecuente en los trópicos, pero la película infrarroja se ha recomendado a menudo de todas maneras pues se supone que en determinadas condiciones tiene una mejor penetración del velo atmosférico que la película pancromática.

La opinión general es, sin embargo, que una película pancromática rápida y de buena calidad con un filtro amarillo es la más recomendable en los trópicos. Da una mejor reproducción de las diferencias tonales. La consideración de precio también inclina hacia la película pancromática. Se pueden conseguir a menudo más datos utilizando simultáneamente dos cámaras, cargando una con película infrarroja, que utilizando sólo película pancromática. En la práctica, no obstante, este método apenas se ha aplicado debido a las dificultades y al costo suplementario.

Conclusiones

Hemos afirmado al principio de este trabajo sobre las fotografías aéreas como fuente de información para la inventariación forestal en los trópicos, que por varias razones sería conveniente realizar la menor cantidad posible de operaciones terrestres. Esto se ha tenido presente en el subsiguiente análisis de la experiencia conseguida en los trópicos en cuanto a identificación de especies; clasificación de tipos de cubierta forestal y estimación cuantitativa del vuelo.

En algunos casos, la identificación de especies arbóreas ha tenido notable éxito, pero en general los resultados no han sido suficientes. Igualmente, la estimación cuantitativa del vuelo deducida directamente de las fotografías parece ser algo imprecisa aunque no existe mucha experiencia en este aspecto. Por otra parte, varios experimentos que han tenido éxito demuestran que pueden distinguirse en las fotografías aéreas los tipos importantes de cubierta forestal, aunque se necesite a menudo comprobación y datos suplementarios sobre el terreno. Aparte de los citados más arriba se han discutido otros problemas punto por punto en este artículo, pero acerca de ellos se pueden extraer conclusiones basándose en los datos generales sobre reconocimiento aéreo-fotogramétrico.

Es interesante observar el grado en que pueden conseguirse, principalmente mediante la interpretación aéreo-fotogramétrica, los objetivos de la inventariación de los bosques tropicales.

Pueden lograrse muchas clases de datos sobre el área superficial y su distribución. Suele poder distinguirse la zona boscosa e incluso su distribución en bosque productivo y de otras clases. La zona bascosa puede distribuirse por tipos de cubierta forestal. Además, es posible, indirectamente, hacerse una idea de los tipos de estación, pero las exigencias a este respecto y sobre las clases del estado silvícola, etc. - por ejemplo, regeneración - no pueden satisfacerse con la fotointerpretación exclusivamente.

En cuanto al capital vuelo, quizás pueda obtenerse una cierta idea del volumen total mediante las fotografías aéreas, pero la proporción de especies comerciales y las relaciones diamétricas de las existencias, por ejemplo, no se ven muy aclaradas. Los árboles en las masas altas tropicales están muy expuestos a tener defectos y éstos quedan completamente invisibles en las fotografías aéreas (Dawkins, 1958). Por último, no es posible lograr el menor indicio del crecimiento de los árboles o de la extracción a partir de fotografías aéreas.

Por todo ello, el objetivo principal más común de la inventariación del capital vuelo, o sea la determinación de la posibilidad, no se ha conseguido. La fotointerpretación sola no parece prestarse más que para el reconocimiento de ciertos tipos, que algunas veces se puede realizar con aviones o con helicópteros de reconocimiento incluso sin fotografía. Pero conviene insistir en que la regla es que no se puede prescindir de las operaciones terrestres en la inventariación de los bosques tropicales.

El empleo de las fotografías aéreas, sin embargo, tiene importantes ventajas en estos reconocimientos. Sobre todo, permiten la estratificación y la disposición de las operaciones terrestres en la forma más eficaz, y constituyen un excelente instrumento para la determinación del área superficial. Las fotografías suelen ser muy útiles en la labor de reconocimiento práctico, indicando carreteras, drenajes, carácterísticas topográficas principales y lindes de bosque. En consecuencia, el reconocimiento combinado aéreo y terrestre, parece ofrecer las mejores perspectivas para la inventariación.

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