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Aludes - lecciones de defensa y control

Colin Fraser

Colin Fraser es el autor de The avalanche enigma, un estudio histórico detallado de los aludes y de las actividades desplegadas por el hambre para c comprenderlos y combatirlos. Ha actuado como consultor en materia de aludes y ha trabajado c con el Instituto federal suizo de investigaciones sobre la nieve y los aludes.

Aunque la historia de los desastres causados por aludes es muy larga y nutrida, la ideación de técnicas eficaces para prevenir y combatir los aludes es un hecho relativamente nuevo. Suiza y Austria han sido los países precursores en este sentido, habiendo realizado obras por un costo considerable; sin embargo, los que se acercan por primera vez a este sector de actividades siguen ignorando esas lecciones y repitiendo los viejos errores.

Los aludes de nieve, que ciertamente pueden enumerarse entre las grandes fuerzas destructivas de la naturaleza, han causado a lo largo de la historia más muertes y daños en Europa que en ninguna otra parte del mundo. Esto es lógico si se considera que los Alpes europeos fueron la primera región montañosa y cubierta de nieve que llegó a estar densamente habitada. Sin embargo, en los últimos años muchas otras zonas montañosas del mundo se han abierto y se siguen abriendo a medida que se construyen carreteras a través de ellas, o cuando se explotan sus recursos minerales, o bien cuando se ofrecen perspectivas de turismo invernal. No parece erróneo suponer que la crisis de energía conducirá en el futuro a construir cada vez un número mayor de embalses en las comarcas montañosas y nevadas a medida que las naciones se vean obligadas a explotar sus recursos hidroeléctricos potenciales. Esto plantea la interrogante de qué es lo que se sabe acerca de los aludes y de su prevención y combate.

Solamente en el transcurso de los últimos 30 a 40 años la lucha contra los aludes ha progresado desde una práctica casual a una ciencia aplicada fundada en una comprensión básica de la mecánica de la nieve. Sin embargo, los trabajos iniciales precursores demostraron ser mucho más costosos de lo previsto. Entre los países en que se ha estudiado la lucha contra los aludes, los que mayor éxito han tenido han sido Suiza y Austria. Este resultado ha revestido importancia particular para estos países atendiendo a la posición que ocupan en el centro de un denso sistema europeo de carreteras. Lo mejor que puede hacer quien quiera aprender las técnicas de lucha contra aludes sería estudiar la experiencia y las técnicas recogidas y aplicadas en estos países alpinos. Ello es el mejor modo de evitar una repetición de algunas medidas equivocadas y caras y otros errores ya cometidos. tanto en esos países como en otros. Con esto no quiere decirse que los métodos de lucha contra los aludes hayan alcanzado hoy un grado óptimo de eficiencia; sin duda, seguirán cometiéndose más errores, incluso en los países en que las técnicas se hallan más adelantadas, ya que se trata de una tecnología relativamente nueva. Podrá ser de ayuda un breve resumen de esta experiencia, pero. en primer lugar y con objeto de situar en su perspectiva justa la lucha contra los aludes, debe tenerse una idea genérica de la naturaleza y comportamiento de los propios aludes.

1. Este bosque triangular de dos hectáreas situarlo más arriba del pueblo de Andermatt Suiza, se reservó para contener los aludes en virtud de una ley del siglo XIV. En los últimos años. para aumentar su eficacia, se hicieron construcciones auxiliares para retener la nieve.

El proceso por el cual una masa de nieve se desprende y precipita ladera abajo es en extremo complejo. Sin embargo, es cierto que los múltiples factores que entran en juego tienden a combinarse para formar aludes en determinadas localidades (ciertas laderas o gargantas) con más frecuencia que en otros. Por esta razón, el forestal suizo Johan Coaz (quien, debido a sus observaciones y estudios a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ha sido llamado con frecuencia «el padre de la investigación sobre los aludes»), pudo dar a conocer que existían 7486 caminos de aludes que transportaban uno o más de éstos cada invierno en los Alpes suizos. Esta cifra se refería únicamente a los aludes que afectaban a la población en una u otra forma y excluían aquellos que se producían a grandes altitudes.

Evidentemente, un alud que se repite al menos una vez por año, siguiendo un camino determinado, se convierte en un fenómeno local bien conocido y las gentes se mantienen alejadas del mismo. Sin embargo, es de lamentar que los aludes no sean siempre tan regulares en su comportamiento; el complejo de factores que contribuyen a crearlos puede darse en algunas laderas únicamente una vez en muchos decenios, o incluso siglos. En el invierno de 1950/51, período de aludes particularmente serio en los Alpes europeos, varias casas que habían permanecido intactas durante más de 500 años resultaron destruidas. En enero de 1968 participé yo mismo personalmente en una operación de rescate después de que un alud damnificó algunas casas en una zona en que no se habían registrado aludes desde el 13 de marzo de 1609.

2. DEFENSAS PARA RETENER LA NIEVE, MODERNAS, DE ACERO, ENCIMA DE DAVOS, SUIZA. Se tiende de acer estas construcciones en líneas ininterrumpidas

En la Edad Media, este comportamiento irregular y caprichoso de los aludes condujo a una actitud fatalista entre las poblaciones alpinas: con frecuencia se consideraba que los aludes eran obras de Dios o del demonio. y no se hacia prácticamente nada por combatirlos.

Sin embargo, se reconocía que los terrenos boscosos conferían protección, sobre todo si existían árboles en el punto generador del alud, o si la ladera abierta por encima del límite altitudinal arbóreo era insuficiente para que un alud adquiriera el impulso necesario para destruir un bosque maduro. Por esta razón, en muchas partes de los Alpes se promulgan edictos que protegen determinadas zonas forestales bien definidas y estratégicamente ubicadas. El primero de estos edictos se promulgó a mediados del siglo XIV, de los que hoy existen en vigor 322 en Suiza, cuando las autoridades federales se hicieron cargo de ellos en 1896, fecha hasta la cual habían estado a cargo de las autoridades cantonales. No todos estos edictos se redactaron con la minuciosidad con que debiera haberse hecho; algunos ni siquiera prohibían el apacentamiento del ganado en las tierras forestales; y quizá de igual gravedad fue el hecho de que la prohibición total de las cortas de aprovechamiento impidió incluso un trabajo juicioso por parte de los forestales, necesario para mantener las tierras boscosas jóvenes y vigorosas.

Las primeras defensas contra los aludes solían consistir en montículos y terraplenes de tierra y piedras situados detrás de las casas ladera arriba, con el propósito de que la nieve en movimiento se dividiera y rodeara estos obstáculos. Posteriormente, se construyeron a veces muretes deflectores de sillería, el primero de los cuales data de mediados del siglo XVI, después de que un alud desastroso mató a 61 personas en la aldea de Leukerbad (Valais) en 1518. Sin embargo, este murete no era del todo efectivo, ya que exactamente 200 años más tarde fue superado por otro alud que mató a 55 personas.

En rigor, todas las primitivas defensas contra los aludes eran de naturaleza pasiva: su única finalidad era reducir o eliminar los danos producidos por una masa de nieve ya en movimiento. La idea de atacar el problema radicalmente, impidiendo que se formara un alud sustentando y sujetando la cubierta de nieve en la ladera, fue relativamente tardía. En los primeros intentos, iniciados en el siglo XVIII. se utilizaban trincheras y terrazas dispuestas transversalmente en las laderas. Hacia 1860 Johan Coaz se ocupaba de organizar la construcción de muros de sillería a través de las laderas en las zonas en que se iniciaban los aludes, pero ninguno de estos sistemas era muy eficaz: las terrazas quedaban muy pronto niveladas por la nieve caída, mientras que los muretes de piedra, dado que desvían por completo los vientos predominantes, tendían a causar un amontonamiento de la nieve, de suerte que el espacio posterior quedaba rápidamente ocupado por esta.

Solamente en el presente siglo se perfeccionaron las técnicas para combatir los aludes en los puntos de iniciación; en Austria se estableció una tendencia cuando. en los años veinte, se ampliaron las estructuras murales de piedra que protegían el ferrocarril de Arlberg utilizando empalizadas de madera resistentes sustentadas por pies derechos de acero. Muy pronto se comprobó que los vallados de una u otra clase eran más baratos y eficaces que los muros o terrazas y, hacia 1939, habían sustituido por completo los métodos anteriores. Las empalizadas pueden conceptuarse como parrillas que sustentan la cubierta de nieve, aunque también tienen el cometido de detener cualquier deslizamiento que pueda comenzar entre ellas.

Podría suponerse que el diseño de las estructuras de sustentación y su erección en la zona de división de los aludes es una cuestión relativamente simple, si bien en la realidad ha demostrado ser sorprendentemente compleja. Hasta los últimos años treinta, todos los progresos se basaron en conocimientos empíricos. No existía base teórica alguna para calcular de antemano el esfuerzo que la cubierta de nieve impondría a una empalizada: nadie sabía cuáles eran los materiales más aptos para este fin ni en qué forma deberían disponerse las estructuras en la ladera para conseguir el mejor resultado. En consecuencia las personas responsables de esta tarea se guiaban únicamente por su propio criterio y utilizaban cualquier material que pudiera obtenerse convenientemente, desde durmientes de vía y trozos de carriles hasta vigas de acero y, especialmente, madera cortada.

Pero, en 1938, un grupo de científicos que trabajaban en Davos en lo que llegaría a convertirse en el Instituto federal suizo de investigaciones sobre la nieve y los aludes, elaboró una fórmula básica para determinar la presión de la nieve sobre una estacada, y esto abrió el camino a los diseños de estructuras calculadas. En nuestros días, se ha acumulado y se sigue acumulando tal cantidad de nuevos conocimientos que la Inspectoría forestal federal suizo publica una guía completa para el diseño e investigación de estructuras sustentadoras de la nieve. Este manual, compilado por el personal del Instituto de investigaciones sobre la nieve y los aludes, contiene unas 60 páginas de diagramas, fórmulas. cálculos y texto explicativo.

3. 1907 - La construcción de defensas contra los aludes encima de las principales carreteras y vías férreas y de otras destinadas a proteger la vegetación de las laderas, es una vieja tradición suiza, como lo demuestra esta fotografía de 1907, en la que se ven muros de piedra, en la ladera, encima de Rhätische Bahn. cerca de Albula Grison.

4. 1957 - La misma ladera, de Rhätische Bahn, 50 años después con posterioridad a su repoblación forestal. Todavía son útiles para contener la nieve los muros de los niveles superiores. Los que se encuentran entre los árboles se están desmoronando porque ya no se reparan.

En este libro se encuentra todo lo relativo a: fórmulas para determinar el emplazamiento y espaciado correctos de las empalizadas; especificaciones para materiales y diseños; instrucciones para el cálculo de la presión de la nieve en una pendiente dada y a altitudes determinadas; márgenes mínimos permisibles de resistencia para diferentes estructuras por encima de los esfuerzos calculados que hayan de soportar; detalles sobre el anclaje de las empalizadas en las laderas según las diferentes circunstancias geológicas; forma de ensayar la capacidad del suelo para soportar la presión impuesta por los cimientos, etc. Ha resultado de gran valor en los Estados Unidos, donde fue traducido al inglés. En Suiza, las disposiciones contenidas en el manual son obligatorias en los lugares en que se conceden subvenciones para la lucha contra los aludes, debido a que las obras de defensa son tan caras que no pueden tolerarse errores en la planificación ni en la ejecución.

Las modernas estructuras de sustentación suelen tener de 3 a 4 m de altura, y son de dos clases fundamentales: de puente (Figura 5) y de rastrillo (Figura 6). De estos dos tipos, el segundo es ligeramente superior, ya que todos los pies derechos pueden hincarse en el suelo, obteniéndose una resistencia adicional. También sujeta mejor la nieve porque existe un mayor número de sus miembros dispuestos en dirección contraria a la estratificación de la cubierta de nieve. Sin embargo, por razones económicas, es de uso más común hasta la fecha la estructura de tipo puente, ya que exige preparar un menor número de cimientos.

Uno de los requisitos previos de toda estructura de contención de la nieve de cualquier tipo que sea es que debe influir sobre la forma en que se deposita una nevada; esto es, no debe favorecer la acumulación de la nieve. Para conseguir esto, las barras de la estructura deben estar bien espaciadas, pero no tanto que puedan deslizarse entre ellas cantidades importantes de la cubierta de nieve. Por un proceso de eliminación se ha averiguado que el espaciado mejor es de 30 a 38 cm.

En un principio, las empalizadas se erigían siempre verticalmente, pero esto imponía esfuerzos desfavorables en el anclaje y también reducía su altura efectiva. Se observó después que es mucho más fácil conseguir un anclaje firme si el vallado se erige inclinándolo ligeramente hacia abajo con relación a la pendiente, siendo hoy lo usual disponerlos de manera que formen un ángulo de 100-105° con el trecho superior de la pendiente (Figura 7). Con esto, la carga impuesta a los cimientos es mejor tolerada, a la vez que se aprovecha al máximo la altura de la estructura.

Una práctica reciente es situar las estructuras de sustentación en líneas continuas a través de la pendiente, pero, si se adopta una disposición discontinua, como se ha hecho en la mayor parte de las obras existentes el intervalo máximo permisible entre estructuras es de 2 m. a no ser que algún accidente del terreno impida definitivamente que un alud se forme en dicho punto. Los intentos de reducir los costos adoptando un mayor espaciamiento entre las unidades resulta ron ser, en realidad, una falsa economía; los pequeños aludes podían desplazarse pendiente abajo entre las cercas derrumbando algunas de ellas. Una vez abierta una brecha de esta forma, los aludes mayores arrancaban más unidades, y así sucesivamente, hasta que, de no reponerse tales cercas, la totalidad de la estructura defensiva se reducía a un montón informe de elementos quebrados en el fondo de la ladera. Los costos de manutención de planes defensivos que se habían ejecutado sin los debidos cuidados en un principio resultaban, en consecuencia, muy elevados. Hoy en día, la tendencia es hacia un mayor desembolso inicial, de forma que se elimine el peligro de destrucción de cercas causada por pequeños aludes iniciados entre ellas.

Es de igual importancia el espaciado de las empalizadas arriba y abajo de la pendiente. El efecto sustentador de una estructura sólo es operante ladera arriba en una distancia dos a tres veces mayor que la profundidad de la nieve. Utilizando este principio junto con el ángulo de la pendiente, el grado de accidentes naturales que presenta el terreno y otros varios factores, existe una fórmula para calcular el espaciado mínimo entre las estructuras en la parte alta y baja de una ladera determinada. Rebasar este espaciado es peligroso, porque podría iniciarse un pequeño alud, amontonarse contra una empalizada y formar así una rampa útil para otros aludes. En teoría, una sucesión de aludes podría formar una rampa contra empalizadas sucesivas haciéndolas ineficaces y creando un camino de deslizamiento para la nieve.

Resumiendo, se obtuvieron muchas experiencias costosas antes de que se llegara por último a la conclusión de que no existe sustitutivo alguno para un reducido espaciado entre estructuras arriba y abajo de la pendiente y en sentido transversal a la misma.

Los materiales comúnmente usados hoy para las estructuras de sustentación son el acero, el aluminio y el hormigón armado pretensado. La madera tiene una duración relativamente breve, por lo cual no se utiliza mucho, excepto por debajo del limite altitudinal arbóreo y cuando las masas arbóreas replantadas en pie estarán suficientemente establecidas en el término de 30 años para sustituir la función de las estructuras en la contención de los aludes. La reforestación es parte integral de todo plan de defensa contra aludes que se extienda por debajo del límite altitudinal arbóreo.

5. Estructura en forma de puente.

6. Estructura en forma de rastrillo.

7. DISEÑO DE UNA ESTRUCTURA DE CONTENCIÓN DE NIEVE. Las primitivas estructuras de contención de nieve (a la derecha) se erigían incorrectamente. La altura efectiva quedaba disminuida y la presión de la nieve ejercía un empuje en la base de la empalizada desde el trecho superior de la pendiente. Las modernas estructuras (a la izquierda) obvian estos errares. La estructura se dispone formando un ángulo de 105° respecto de la pendiente para utilizar mejor la altura de la empalizada y distribuir la carga de la nieve con menor esfuerzo para los cimientos. Además, detrás de las empalizadas se disponen soportes más resistentes.

Los costos de lucha contra los aludes en la zona generatriz son muy elevados; en Suiza se calcula que cada metro de estructura instalado en una ladera cuesta alrededor de 1250 francos suizos (unos 400 dólares). Sirviéndose de la regla empírica de que 1 ha de ladera normalmente exigirá 4 líneas de estructuras dispuestas a una distancia de 25 m entre sí en la dirección de la pendiente con una longitud de 100 m cada una, se llega a una cifra de unos 500000 francos suizos (160000 dólares) por cada hectárea de zona generatriz de aludes en que se depositará la nieve. Gran parte de estos costos corresponden a la mano de obra y, por lo tanto, la cuantía varía de una economía a otra. En Italia, por ejemplo, estos mismos trabajos cuestan unos 100000 dólares por ha, lo cual sigue siendo un precio muy alto. Pero el costo de no preocuparse por contener los aludes puede ser todavía mucho mayor. Durante el invierno de 1950-51 los daños causados por aludes en Suiza se estimaron en 5,5 millones de dólares y, en Austria, durante el mismo período, en 4,4 millones de dólares.

Podría creerse que por lo menos los países europeos se habrían apresurado a adoptar las mismas normas en cuya observancia insiste el Gobierno federal suizo, si están dispuestos a conceder subvenciones para la lucha contra los aludes, especialmente dado que el manual suizo es gratuito y existe hoy en varios idiomas. Sin embargo, es de lamentar que algunos países europeos que han comenzado las obras de defensa contra aludes en fecha relativamente tardía lo están haciendo como si trataran de abrir el camino a una tecnología desconocida. En algunos casos, están incluso malgastando sus recursos.

El elevado costo de la lucha contra aludes en la zona generatriz de éstos exige que se busquen también otras medidas posibles de combate cuando sea posible. El criterio medieval de proteger instalaciones aisladas contra la nieve ya en movimiento puede aplicarse en algunas ocasiones. Por ejemplo, las cuñas de desviación hechas de hormigón armado (pero no de piedra y tierra como en los siglos pasados) son de gran eficacia para proteger instalaciones tales como pilones de líneas eléctricas. Las carreteras y ferrocarriles con frecuencia se protegen mediante galerías o cobertizos que permiten el deslizamiento de la nieve de un alud fuera de la carretera. En Europa, la construcción de estas galerías suele costar de 4000 a 5000 dólares por m, pero con frecuencia resulta más económico proteger las carreteras con tales galerías en lugar de instalar estructuras de contención de la nieve en los puntos elevados de iniciación de los aludes. Sin embargo, las galerías defensivas contra los aludes deben construirse basándose en un sólido conocimiento de ingeniería en la mecánica de la nieve. Yo mismo he observado algunas, construidas por un organismo de ayuda bilateral en un país en desarrollo, que prácticamente eran inservibles. La nieve se deslizaba por el exterior del tejado, que carecía de aleros, depositándose en una superficie plana fuera de la galería, en lugar de deslizarse pendiente abajo. La nieve se acumulaba contra los pilotes de sustentación y después se introducía, por deslizamiento o por la acción de los vientos fuertes. en la galería, donde bloqueaba la calzada durante largos períodos todos los inviernos. Hubiera sido suficiente eliminar con una explanadora la superficie llana próxima a la galería, o añadir al tejado un alero grande, para que la nieve continuara su deslizamiento pendiente abajo.

El procedimiento más económico de lucha contra los aludes en las vías de paso que pueden cerrarse al tráfico durante determinados períodos es recurrir a los explosivos 0 a la artillería. Durante las intensas tormentas de nieve o inmediatamente después de éstas, y mientras las vías de tránsito permanecen cerradas, se hacen explotar cargas de explosivo o granadas ligeras de artillería en las zonas de iniciación de los aludes, con el fin de provocar el alud, si ello es posible, si esto no ocurre, al menos puede estarse seguro de que la situación no ofrece peligros, en tanto no se produzca un cambio en la situación meteorológica y/o en la situación de la nieve. Sin embargo, la lucha contra los aludes mediante explosivos exige un profundo conocimiento y experiencia, aparte de un sentido critico y de organización por parte de aquellos encargados de decidir el momento en que debe cerrarse una vía de tránsito y utilizar los explosivos o las granadas. Sin embargo, en muchos países en desarrollo esta técnica valdría la pena de ser utilizada, incluso con carácter provisional, en tanto puedan construirse sistemas defensivos contra los aludes. Finalmente, quisiera repetir mi argumentación de que los países que hasta ahora no se han preocupado por la lucha contra los aludes, ya sea por falta de medios o por no ser necesario, pero que se proponen hacerlo así en un futuro previsible, obtendrían grandes beneficios estudiando la experiencia que con tanto esfuerzo y dinero se ha obtenido en los Alpes europeos antes de dar comienzo a sus propios programas.


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