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La campaña mundial contra el hambre

EL AÑO de 1963 es profundamente significativo para la historia de la FAO. Es el XX aniversario de la Conferencia de Hot Springs (Virginia, Estados Unidos), que condujo a la fundación de este organismo internacional. Durante estos últimos años, las tareas y responsabilidades de la FAO han ido en constante aumento, y hoy sus principios y sus metas fundamentales toman cuerpo en la Campaña Mundial contra el Hambre, principal contribución de la FAO al Decenio del Desarrollo, instituido por las Naciones Unidas para los años «sesenta».

El punto central de la Campaña fue señalado por el Congreso Mundial de la Alimentación, que se celebró en Wáshington en junio. Este Congreso fue una asamblea de estadistas, pensadores, científicos, sociólogos y representantes de grupos cívicos de todo el mundo para deliberar sobre la amenaza del hambre y orientar a la opinión mundial para combatirla.

En preparación de este Congreso, el 14 de marzo se reunió en Roma una Asamblea especial sobre los derechos del hombre a liberarse del hambre, a la que asistieron 29 renombradas personalidades mundiales, entre las que figuraban varios premios Nobel y otras cuya aportación al pensamiento y a la cultura del siglo XX es ampliamente reconocida.

Un Manifiesto fue hecho público por los miembros dé aquella Asamblea al final de sus deliberaciones, que sirvió para dar espectacular relieve a la inauguración de la Semana Mundial contra el Hambre, celebrada del 17 al 24 de marzo, la cual abrazaba el arco comprendido entre el equinoccio de primavera y la época de la siembra en el hemisferio septentrional, y la de recolección en el meridional.

Las inteligentes iniciativas expuestas durante aquella semana habrán constituido una experiencia personal para muchos lectores de Unasylva. Simultáneamente, había sido hecha una emisión especial de sellos por 140 administraciones postales del mundo entero para dar máxima difusión al mensaje de la Campaña.

El profano suele ser escéptico ante toda relación entre la silvicultura y la lucha contra el hambre. Pero es un hecho que, como se expone en un reciente tratado de la FAO, El abastecimiento mundial: posibilidades de aumento (Estudio Básico N° 10, colección de la CMCH), la preservación y la restauración de una adecuada riqueza forestal es una necesidad vital para la protección de la agricultura contra la erosión y las inundaciones, y para la regulación de los suministros de agua de los que depende el desarrollo de las cosechas. En efecto, los desmontes excesivos han causado y causan todavía graves pérdidas en la agricultura en muchos países del mundo.

Una de las medidas esenciales para aumentar la producción agrícola es la extensión de los sistemas de riego. Ello supone la realización de obras públicas costosas y, sin embargo, ese desembolso puede ser inútil a causa de la obstrucción de los depósitos y de los canales con cienos y otros sedimentos. Para que un sistema de riego sea una fuente permanente de riqueza para la agricultura de un país, la zona de captura de la que procede el agua tiene que estar protegida contra la erosión por una adecuada cubierta forestal.

Es ésta una de las formas indirectas con las que la silvicultura contribuye a la producción de alimentos. Pero existen también medios directos. En las zonas cultivadas, la plantación de rompevientos y de barreras de protección que ocupan un porcentaje insignificante de la tierra de cultivo, puede aumentar el rendimiento de un 10 a un 20 por ciento en años favorables, y de casi cero a un rendimiento normal en los de escasez. Representan esos árboles un seguro que, después de los primeros gastos de instalación, no cuesta nada, puesto que los gastos de mantenimiento se compensan con los productos de las claras, y el sacrificio de la tierra laborable queda más que compensado por el aumento de los rendimientos.

En los climas áridos, las plantaciones forestales pueden ser incluso algo más que un seguro contra las malas cosechas; pueden ser también el único medio de mantener productiva una determinada zona de terreno. Por ejemplo, el gran desierto indio avanza hacia el Este y absorbe alrededor de 800 Km.² de tierra cultivable cada año. Las plantaciones de protección constituyen la única defensa eficaz contra esa invasión del desierto. Lo mismo ocurre con las dunas, que, a menos que se fijen con una fuerte cubierta vegetal, invaden gradualmente las tierras vecinas.

Sobre todo, no se puede combatir el hambre sin dinero, sin inversiones, sin importaciones de artículos y materiales. Los ingresos de la silvicultura, especialmente si se trata de montes del Estado, pueden contribuir como fuente de efectivo y estímulo. Este principio es, en efecto, el fundamento del programa de la Organización que para las actividades sobre montes y productos forestales de 1964 y 1965 va a ser propuesto al 12° período de sesiones de la Conferencia de la FAO en Roma, en noviembre de 1963.

«Las necesidades de una economía en evolución deben satisfacerse con amplias provisiones de buena madera a un precio razonable.» Una fábrica de pasta al sulfito en Suecia. - Fotografía: Gustav Hansson (Estocolmo)


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