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Proyecciones en política forestal

EGON GLESINGER

Discurso pronunciado ante la Academia italiana de Ciencias Forestales en el Palacio Viejo de Florencia el 16 de febrero de 1963 con motivo de la inauguración del año académico.

Discurso del Director de Montes y Productos Forestales

LA ASAMBLEA General de las Naciones Unidas decidió, por unanimidad, en diciembre de 1960, declarar el período de 1961 a 1970 como «decenio del desarrollo». La interpretación oficial indica que ello supone la determinación por parte de todos los Estados Miembros de cooperar en el empeño de conseguir que hacia fines de dicho decenio el incremento medio de la renta nacional no sea inferior al 5 por ciento al año.

Con respecto a Europa esta resolución de alcance mundial, que de hecho apuntaba principalmente a las regiones subdesarrolladas, fue seguida paralelamente por una decisión de la OECD, adoptada poco después de crearse este nuevo organismo, y en la que se pide a sus estados miembros que orienten sus políticas económicas con vistas a lograr, para 1970, una producción bruta un 50 por ciento mayor que la de 1960. Esto supondría aceptar una tasa de incremento medio anual de algo más de un 4 por ciento, que se aplicaría independientemente a Norteamérica por una parte y a toda la Europa occidental por la otra.

Uno de los aspectos más sobresalientes de estas dos solemnes declaraciones es indudablemente el hecho de que las metas de crecimiento cuantitativo han sido aceptadas ahora como elementos básicos de política económica por los principales gobiernos del mundo occidental. Ello constituye una innovación importante. Si bien la planificación sistemática hace ya mucho que se practica en la U.R.S.S. y los demás países socialistas de Europa oriental, en Europa occidental y América del Norte se solía considerar la planificación en sentido amplio como incompatible con los principios de una economía de libre iniciativa. Esto ha cambiado ahora, ya que la elaboración de algún tipo de plan para alcanzar unos objetivos declarados es corolario indispensable para la fijación de toda meta de desarrollo. Además, es evidente que una cifra global para la renta nacional o producción bruta nacional no tendrá sentido a menos que se desglose en un número sustancial de los elementos que componen cada una de estas sumas, tales como, por ejemplo, la producción de las industrias clave y de la agricultura, el consumo de ciertos productos esenciales, la estructura y magnitud del comercio exterior y de las inversiones, etc.

Es precisamente aquí donde se impone una importante distinción entre las llamadas «economías libres» de Europa occidental y las economías socialistas planificadas. Los planes quinquenales que prevalecen en estos últimos países tratan de fijar en detalle cuántas casas han de construirse y dónde, cuánto acero deberá ser producido en cada alto horno, y cuántos aserraderos nuevos habrán de erigirse y estas cifras del plan se convertirán eventualmente en objetivos obligatorios fijados por la ley. En la Europa occidental y en América del Norte no se han introducido planes tan detallados. En cambio, los gobiernos y las industrias están tratando de estimar el consumo y la producción con una anticipación de 5, 10 e incluso 20 años, con el fin de determinar si existirá una correspondencia razonable entre la oferta y la demanda y preparar las medidas apropiadas para ajustar la producción a las necesidades previstas.

Estas estimaciones anticipadas se llaman proyecciones. El término ha sido escogido deliberadamente, para dar a entender claramente que dichas cifras no son de ninguna manera profecías. Son simplemente conclusiones lógicas que resultan de hechos pasados conocidos y de supuestos determinados explícitamente con referencia a los futuros desarrollos. Si, por ejemplo, se supone que para 1970 Italia tendrá un millón más de familias que hoy, y el pueblo italiano, digamos, un 50 por ciento más de ingresos que hoy día, será posible indicar el número de nuevas viviendas que harán falta. La afirmación explícita de los supuestos es, naturalmente, esencial. Pues si para 1970 la renta nacional es inferior a la supuesta, entonces la demanda de nuevas viviendas sería en correspondencia inferior. Sin embargo, la proyección original sigue siendo útil porque da un orden de magnitud que la gente necesita para decidir inversiones y otras muchas actividades; asimismo, una vez aclarada la relación entre los supuestos y sus efectos, es bastante fácil revisar en más o en menos el número proyectado de viviendas y mejorar así gradualmente cada una de las proyecciones.

Con la adopción de metas oficiales de crecimiento económico, las proyecciones están penetrando en forma creciente en todos los sectores de la economía europea. El concepto es algo nuevo - tan nuevo que, en la preparación de este discurso, no me ha sido fácil encontrar un término italiano de aceptación general para traducir la palabra inglesa «projection». Sin embargo, es indudable que en el mundo actual el concepto se ha hecho casi indispensable.

Esto suscita inevitablemente la cuestión del porqué no se sentía anteriormente la necesidad de las proyecciones. En mi opinión la creciente importancia de las proyecciones se debe a tres factores estrechamente relacionados entre sí. En primer lugar, el gran mejora miento que en cuanto a información y técnicas estadísticas se ha producido desde la guerra. En segundo lugar, la mayor comprensión de las relaciones entre las varias magnitudes en economía, o sea el avance en la contabilidad social. Estos dos factores han progresado evidentemente a la par. Las estadísticas mejoradas han permitido un conocimiento mucho más profundo y exacto del funcionamiento de la economía, y este conocimiento a su vez ha llevado a nuevas mejoras en las estadísticas disponibles para el análisis. Y el tercer factor, que hasta cierto punto sustenta a los otros dos, es que los economistas y los hombres de estado han tenido que abandonar su preocupación por la estabilidad y el equilibrio para preocuparse cada vez más de los problemas de desarrollo.

Hace treinta años hubiera sido casi imposible formular metas de desarrollo general, ya que la mayoría de los países europeos ni siquiera conocían la magnitud de su renta nacional o de su producción anual. En cuanto al crecimiento, ha de recordarse que la producción industrial de Europa (el único concepto principal para el cual se dispone de estadísticas) aumentó en el último decenio de la preguerra aproximadamente un 25 por ciento, pero que la cifra correspondiente para el decenio 1950-60 fue más o menos de un 85 por ciento. La mayoría de los países esperan igualar esta cifra o incluso mejorarla durante el actual decenio de desarrollo, que podría considerarse algún día como el decenio de las metas y de las proyecciones.

Abordando ahora por fin el tema forestal, estoy convencido de que nadie en este auditorio discutirá el hecho de que - independientemente de que nos guste o no el enfoque - la adopción general de las proyecciones hace imperativo el utilizarlas también en el sector forestal, ya que éste constituye uno de los sectores importantes de la economía europea. Me agrada particularmente esta oportunidad que tengo hoy de examinar las repercusiones de las proyecciones en la política forestal, porque la forestería europea proporciona un ejemplo ideal de una de las ventajas más significativas que ofrece el uso de las proyecciones, a saber, poner en. evidencia las tendencias indeseables y los desajustes en perspectiva que exigen acciones correctivas inmediatas y decisiones políticas al más alto nivel. Esto también nos ayudará a entender la diferencia fundamental que existe entre profecías y proyecciones. Al descubrir gracias a las proyecciones lo que ocurriría si se permitiera continuar a las tendencias y políticas, actuales, los gobiernos y las industrias de Europa no tendrán más remedio que intervenir para imponer un nuevo curso a los acontecimientos. De esta manera cabe esperar que el futuro desmentirá en muchos aspectos a las proyecciones que estamos haciendo hoy.

Es una feliz circunstancia el que dispongamos hoy de una serie bastante sólida de hechos y estadísticas sobre la situación forestal europea que nos permiten no sólo mirar hacia el futuro sino comprobar los éxitos y errores anteriores.

Atendido por una secretaría mixta FAO/CEE, funciona en Ginebra desde 1947 un Comité Europeo de la Madera que coopera estrechamente con la Comisión Forestal Europea de la FAO. Fue en 1951, es decir, cuando la reconstrucción llegaba a su término, cuando la FAO y la CEE decidieron emprender un estudio de las tendencias madereras europeas con el fin de determinar si los gobiernos y las industrias debían prepararse para un fracaso o continuar la expansión y las inversiones. El estudio, que se publicó en 1954 después de tres años de trabajo, se basaba en las proyecciones de la demanda maderera para 1960 y en el supuesto de que la producción bruta de Europa sería entonces un 50 por ciento mayor que en 1950.

Las proyecciones correspondían a usos finales y revelaron discrepancias bastante importantes. Para dar unos cuantos ejemplos: hallamos entonces que las necesidades de madera para la construcción de casas aumentarían entre 1950 y 1960 en un 23 por ciento, pero que el equivalente en rollo de las necesidades de madera aserrada y de papel para embalaje aumentaría en un 63 por ciento y el consumo de papel para periódicos sería casi el doble. Frente a ello las necesidades madereras del sector de los transportes permanecerían probablemente invariables, la agricultura emplearía un 6 por ciento menos de madera industrial que en 1950 y en el caso de la leña se preveía una baja de aproximadamente el 25 por ciento.

Comparación de las estimaciones

El paso siguiente fue reunir todas estas estimaciones por categorías principales de madera. Esto reveló que el consumo de todos los tipos de madera industrial aumentaría en un 33 por ciento durante el decenio, es decir de 170 a 225 millones de metros cúbicos, cosa particularmente sorprendente, ya que la cifra correspondiente para el decenio de la preguerra (1928 a 1938) fue sólo de un 14 por ciento.

Inútil decir que la FAO y la CEE fueron criticadas severamente por dichas predicciones aparentemente exageradas. Nuestras repetidas advertencias de que se trataba de proyecciones y no de profecías quedaron sin escuchar y casi no varió el escepticismo general acerca del estudio.

Interesará saber que recientemente hemos tenido la oportunidad de comparar nuestras proyecciones con los hechos reales de 1960. La conclusión más importante que de ello se desprende es que nuestras expectativas se han cumplido con bastante aproximación, y que las diferencias relativamente pequeñas advertidas se deben al hecho de que nuestras proyecciones no eran lo suficientemente ambiciosas. En cuanto a la madera aserrada, subestimamos el consumo en un 10 por ciento, para la pasta de madera en un 12 por ciento y para la madera industrial en conjunto el error fue del 9 por ciento. Se debió gran parte de este error a una precaución excesiva en nuestros supuestos acerca del incremento económico de Europa. Revisando nuestras proyecciones con un 10 por ciento en más, para tomar en cuenta el desarrollo general incrementado, vemos que el consumo de madera en 1960 queda porcentualmente muy cerca del previsto.

Ejemplo de Europa

Dispongo de poco tiempo para entrar en pormenores sobre las muchas consideraciones que sugieren las cifras globales que acabo de dar. No puedo, sin embargo, dejar de llamar la atención sobre el hecho de que en el decenio 1950-60, mientras la economía europea registró una expansión del 65 por ciento, el consumo de madera aserrada sólo aumentó un 23 por ciento. En otras palabras, la madera aserrada se ha visto marcadamente desplazada por otros materiales sustitutivos y su uso sólo ha experimentado un crecimiento equivalente a un tercio aproximadamente de la producción bruta europea.

El estudio sobre las tendencias de la madera no se limitó a estimaciones del consumo. Su segunda parte trataba de la producción forestal y aquí nuestros resultados fueron realmente alarmantes. Un examen de los programas de corta presentados por todos los servicios forestales europeos reveló que frente a un abundante aumento en la demanda se planeaba reducir la corta anual incluso ligeramente por debajo del nivel de 1950, quedando un vacío de unos 80 millones de metros cúbicos. Personalmente creo que el anticipado descubrimiento de esta diferencia sin cubrir entre las necesidades previstas de Europa y los suministros de madera en rollo, quedará como la primera contribución fundamental e histórica de la técnica de las proyecciones aplicada a la moderna política forestal.

Naturalmente no nos contentamos con esto, sino que seguimos investigando las posibilidades de evitar esta diferencia y presentamos una serie de tres propuestas interrelacionadas para:

a) aumentar la corta anual de madera industrial de 160 a 200 millones de metros cúbicos aproximadamente. Una importante porción de este aumento debía conseguirse aceptando para el uso industrial lo que hasta entonces se había considerado como leña;

b) incrementar las importaciones europeas de madera, especialmente en forma de madera aserrada;

c) realizar algunas ulteriores economías en la utilización de la madera, y convertir las crecientes cantidades de desperdicios de madera en productos industriales.

También estas propuestas encontraron muchas críticas. Un grupo de forestales conservadores y de industriales de mentalidad poco abierta llegaron incluso a advertir que la adopción de una política forestal dinámica tal como la preconizada por nuestro estudio no sólo era innecesaria, ya que nuestras estimaciones de las necesidades eran demasiado altas, sino que eran incompatibles con una política forestal sana y con los principios de rendimiento sostenido para elevar la producción anual de los montes de Europa en unos 40 ó 50 millones de metros cúbicos de madera industrial.

Una vez más, el resultado fue mucho mejor de lo que esperábamos. Según nuestras últimas estadísticas, Europa produjo, en 1960, 217 millones de metros cúbicos de madera industrial, es decir, casi 20 millones de metros cúbicos más de lo que nuestro estudio había considerado posible. Hasta cierto punto, este excelente resultado se debe a un mejoramiento de las estadísticas, pero incluso después de tener en cuenta las tolerancias para estas diferencias, la producción real en 1960 fue unos 50 millones de metros cúbicos más alta que en 1950. En 10 años, se había logrado una expansión superior a los incrementos registrados entre el principio de la primera guerra mundial (1914) y el final de la segunda (1945). Y todo ello, a pesar de los rumores alarmantes sobre la ingente destrucción sufrida por los montes de Europa en las dos guerras.

Los resultados en cuanto al comercio correspondieron también a las expectativas. Desde 1953, la Unión Soviética figura otra vez entre los principales proveedores de madera aserrada y en grado menor de madera para pasta. Al propio tiempo, Norteamérica aumentó sus suministros de papel, en tanto las importaciones europeas de maderas de frondosas de Africa y Asia superaban varias voces su nivel anterior. Gracias a estas importaciones, Escandinavia y otros exportadores tradicionales de madera aserrada, papel y varios productos forestales, pudieron mantener e incluso incrementar en forma sustancial sus ventas a ultramar, aunque la balanza neta de Europa sufriera un cambio importante. En 1950, la región figuraba como exportador neto de unos 4 millones de metros cúbicos equivalentes de madera en rollo, pero para 1960 Europa Be había convertido en importador neto de unos 14 millones de metros cúbicos.

Los reajustes finales necesarios para equilibrar la oferta con la demanda fueron más bien marginales. Los precios relativos de la madera aumentaron algo respecto de sus competidores (cemento, acero, etc.), pero no excesivamente, y a pesar de la habitual fluctuación a corto plazo el decenio fue un período de mercados y de precios bastante estables.

Adaptación de políticas forestales

Espero me perdonarán por ocuparme con tanto detenimiento del último decenio, pero es una singular lección la que nos ofrece nuestra primera experiencia con las proyecciones, que nos permite comprender mejor la utilidad y las limitaciones de la aplicación de las proyecciones a la política forestal.

Dicho decenio se caracterizó no sólo por un rápido incremento en el consumo de madera en Europa, sino que presenció también un incremento rápido de las ventas de maderas y papeles extranjeros. Es concebible que estos hechos - aunque probablemente en menor magnitud - se hubieran producido sin las proyecciones de la FAO/CEE, pero creo que la amplia difusión y discusión de nuestro primer estudio sobre las tendencias de la madera ayudaron a conseguir los reajustes en la oferta, la demanda y el comercio, evitando aquellas graves crisis que se registraron, por ejemplo, durante el período entre las dos guerras. Pero, sobre todo, estas proyecciones han servido de alerta para las administraciones forestales y los gobiernos que empiezan ya a comprender la necesidad de elevar la producción de madera industrial a un ritmo desconocido hasta ahora.

Séame permitido concluir mencionando brevemente lo que sugieren las últimas proyecciones referentes a los 15 próximos años. Me complace disponer como base para estas observaciones de los resultados preliminares de la «Reevaluación de las tendencias madereras europeas», que abarca el período 1960 a 1975, documento que está próximo a terminarse.1

1 Como los resultados no se publicarán hasta dentro de un año y son, en esta fase, bastante provisionales y están expuestos a cambios, debo limitar esta parte de mis observaciones a órdenes de magnitudes y tendencias. También indicaré algunas conclusiones de carácter un tanto personal, las cuales, sin embargo, no reflejan la política y las opiniones de la FAO. Agradecería que el carácter provisional de mis observaciones referentes a los próximos 15 años fuera debidamente subrayado en posibles extractos o citas.

Es casi seguro - como no podía por menos de esperarse - que durante los próximos decenios las tendencias serán muy parecidas a las experimentadas en los anos 50. Suponiendo, de acuerdo con la meta de incremento que se ha fijado la OECD, que la producción bruta de Europa será en 1975 un 90 por ciento superior a la de 1960, el estudio prevé que la demanda de madera industrial podría aumentar durante dicho período en otros 100 millones de metros cúbicos.

La pregunta clave que se impone es naturalmente ¿de dónde se van a sacar estos 100 millones de metros cúbicos? Y también en este caso, existen tres medios para llenar esta laguna, es decir, intensificar las cortas, la importación y una mayor sustitución. La solución final será una combinación de estas tres cosas, pero personalmente me inclino en este momento por la importación y opino que hay que ser muy prudentes al tratar de colmar la diferencia mediante cortas más abundantes y una mayor sustitución.

Consideremos primeramente las capacidades forestales: las encuestas de la FAO indican que quizás fuera posible aumentar durante los 15 próximos años la producción anual de madera industrial en unos 50 millones de metros cúbicos. Este aumento habría de conseguirse sin menoscabo alguno para el material en crecimiento. Es probable que también esta estimación se considere demasiado prudente y que las mejores prácticas de corta y extracción, las nuevas carreteras de acceso y la ulterior conversión de la leña en materia prima industrial podrían proporcionar algo más de lo que se pronostica ahora. Las plantaciones de especies de rápido crecimiento deberían evidentemente aumentar mucho más los suministros de materias primas para las industrias papeleras y de los tableros, aunque poco es lo que puede esperarse para 1975, y cuando las nuevas plantaciones proyectadas ahora, en 1963, estén en pleno rendimiento, las necesidades habrán aumentado todavía más. Esta es una de las muchas razones por las que opino que los viejos montes de Europa no deben sufrir más sobrecortas. Además, no creo que un millón de metros cúbicos de plantaciones de chopos o de eucaliptos puedan considerarse como sustitución total de un millón de metros cúbicos de coníferas de viejo crecimiento o incluso de hayas o de robles. Por ello estos antiguos montes naturales deberían, en mi opinión, ser ordenados con vistas a mantener y mejorar su vuelo y rendimiento, a menos que los resultados de una investigación a fondo impongan para estas masas naturales una nueva y diferente política.

La sustitución es, evidentemente, otra posible alternativa y siempre existen, como es natural, poderosas razones para reemplazar una materia prima cuando escasea y se encarece. Además, las técnicas modernas juegan en favor del cemento y de los metales, especialmente para la construcción y otros usos mecánicos, en su competencia con la madera. Pero sabemos que la madera posee muchas cualidades únicas. Estoy profundamente convencido de que sólo una parte de la sustitución que hemos visto realizarse durante los últimos 60 años se debe a la superioridad técnica de otros materiales y que la mayoría de dichas sustituciones se debió directa e indirectamente a la insuficiencia de suministros o al excesivo aumento del costo relativo de la madera.

Sin embargo, subsiste el hecho de que en Europa e incluso en Norteamérica la madera ha registrado enormes pérdidas en sus mercados y que dichas pérdidas continúan. En la medida en que podemos fiarnos de nuestras estadísticas, la economía de Europa (o por lo menos la producción industrial) aumentó entre 1913 y 1938 al mismo ritmo que el consumo de madera industrial, lo cual significa que ambos aumentaron en dicho período aproximadamente en un 20 por ciento. Desde entonces, sin embargo, la sustitución se ha hecho sentir cada vez más y para 1975 el índice de producción bruta nacional de Europa se supone será un 350 por ciento el de 1938, mientras que la demanda de madera industrial no se prevé que pase del 180 por ciento aproximadamente. A pesar del espectacular aumento del consumo de papel y cartón, el empleo total de madera industrial aumentaría, pues, sólo la mitad del porcentaje de la expansión económica.

Esto se debe principalmente a la gran sustitución en el sector de la madera aserrada, como demuestra el hecho de que su índice para 1975 se espera ha de ser algo inferior al 150 por ciento del de 1938, lo que significa:

a) que en un momento de crecimiento económico rápido el consumo de madera aserrada se ha mantenido casi estancado, y

b) que la cantidad media de madera por casa, por silla, por tonelada de carbón, será en 1975 un 60 por ciento menor de lo que era al estallar la segunda guerra mundial.

Incluso así, las proyecciones de la FAO/CEE indican un déficit teórico de unos 40 a 50 millones de metros cúbicos para 1975. La pregunta que debemos hacernos no es si la sustitución prevista que sustenta estas cifras es excesiva, sino si debemos permitir que rebase incluso tales cifras.

Proyectos para el futuro

Naturalmente, como no vivimos en economías completamente planificadas, estas tendencias de sustitución no son fáciles de regular. Pero propongo que los forestales se unan para contener - e incluso invertir - dicha tendencia, ya que si permitimos que prosiga llegará el día en que la madera no será ya utilizada en grandes cantidades, salvo como materia prima para pasta y tableros. Ahora bien, si la madera aserrada y otras formas mecánicas de madera hubieran de correr igual suerte que la leña, cabría poner en duda si los montes han de continuar siendo elementos principales de la economía de las naciones modernas. Estoy seguro que no necesito insistir sobre los peligros que entraña tal tendencia, no sólo para los intereses privados de los propietarios de montes, sino para las posibilidades de asegurar las otras múltiples funciones del bosque, a saber, la conservación del suelo, la protección contra las inundaciones y la estabilización y almacenamiento de las aguas.

Sin embargo, esto puede ocurrir gradualmente a menos de que velemos por que las crecientes necesidades de la economía europea en expansión se satisfagan con amplios suministros de madera adecuada y de precios razonables. Son muchos los que dudan que esto sea a la larga posible. Yo no me cuento entre ellos, pero es evidente que si queremos cambiar la peligrosa tendencia que ha caracterizado los últimos 25 años, es indispensable un esfuerzo mayor.

Las importaciones son en este caso un remedio rápido y fácil. No hay que olvidar que no se pueden considerar como una solución definitiva, ya que si las necesidades madereras de Europa han de seguir creciendo en armonía con la economía general de la región, las necesidades adicionales de madera, papel y tableros alcanzarían proporciones muy superiores a las cantidades que es factible enviar a Europa, sin dificultad, a través de grandes distancias desde tierras remotas. Creo, sin embargo, que las importaciones serán el medio más adecuado para satisfacer una parte de las necesidades crecientes de Europa sin peligro para nuestros montes, y sin estimular nuevas sustituciones. Dichas importaciones podrían proceder de Norteamérica y de la Unión Soviética, pero lo más conveniente sería que la mayor proporción posible viniera de los países menos desarrollados. Es bien sabido que el desarrollo de dichos países depende en gran parte de que logren o no hacerse con divisas, pero sus esfuerzos para aumentar sus exportaciones de alimentos o de productos industriales normales están tropezando con fuerte competencia y resistencia por parte de los agricultores e industriales de Europa y de Norteamérica. Las grandes compras de productos forestales podrían constituir uno de los medios de aumentar la corriente comercial del mundo subdesarrollado sin menoscabo para los intereses de los productores europeos. Este aspecto puede ser sugestivo para los hombres de estado, los planificadores de la economía e incluso los industriales, que suelen hablar mucho de la cuestión forestal, pero que no se preocupan demasiado del futuro de los montes europeos y de los mercados para sus productos. Su apoyo, sin embargo, es indispensable, ya que si los países subdesarrollados han de contribuir de aquí a diez años a colmar el déficit maderero de Europa con importantes cantidades de productos forestales, necesitarán considerable ayuda.

Planes futuros

Este sucinto análisis de las perspectivas forestales europeas constituye otro ejemplo de la importante contribución que las proyecciones pueden y deben aportar a la formulación de políticas forestales adecuadas. Si su aplicación se generalizara, significaría bastante más que añadir una nueva sutileza a los métodos tradicionales de ordenación forestal. Representaría, efectivamente, una pequeña revolución.

Adoptando una amplia perspectiva histórica, el aprovechamiento forestal se inició en todas partes como una explotación minera, o sea, como la utilización de materiales que la naturaleza pone ya listos a disposición del hombre.

A esta fase siguió la ordenación sistemática de los recursos, con vistas a conseguir un rendimiento continuo de madera mientras al propio tiempo se protegían las existencias en formación. Constituía una reacción necesaria a la destrucción de los montes, pero el hecho de que empezara como un intento para proteger los montes contra la destrucción por el hombre ha dejado rastros evidentes; entre ellos uno de los más significativos en la coyuntura actual es un cierto conservadurismo entre los forestales, los cuales siempre que calculan la posibilidad anual tienden a subestimar sistemáticamente el material en crecimiento y el rendimiento. Además, incluso cuando se tienen en cuenta los factores económicos al establecerse los planes de ordenación, se hace principal hincapié, al determinar la corta anual, en consideraciones físicas y técnicas.

Con la introducción de las proyecciones en este proceso, el concepto dasonómico entraría en una nueva y tercera fase. Los planes a largo plazo de producción forestal necesitarían trazarse, principalmente con vistas a satisfacer las necesidades locales, nacionales e internacionales a un costo razonable. El rendimiento sostenido y la protección de los recursos seguirían siendo la base de la ordenación de los montes naturales, pero en vez de planificar la producción - como hasta ahora - de acuerdo con la capacidad de los montes existentes, se trataría de ajustar la producción a la demanda efectiva. Y como los montes necesitan mucho tiempo para crecer, las proyecciones de la futura demanda se convierten en una condición sine qua non para alcanzar un equilibrio adecuado entre las necesidades y los suministros madereros.

Les ruego ahora que permitan concluir esta discusión acerca de los métodos insistiendo en la magnitud de la tarea que tenemos ante nosotros.

Es razonablemente seguro suponer que la producción nacional bruta en Europa seguirá duplicándose cada 20 años. Si la madera ha de conservar incluso su limitada posición actual en la construcción y retener su efectivo monopolio como materia prima para la fabricación de papel y tableros, la producción europea de madera industrial tendrá también que duplicarse cada 20 ó 30 años. Esto significa que hacia el año 2000 Europa habrá alcanzado el nivel de 500 a 600 millones de metros cúbicos de madera industrial al año, y que los 1.000 millones de metros cúbicos serán superados más o menos entre los años 2020 y 2030.

Se comprenderá mejor cuán fundamentalmente diferente es esto del pasado si se recuerda que el consumo de Europa en 1910 era sólo de 140 millones de metros cúbicos y que 40 años más tarde no había superado todavía los 170 millones de metros cúbicos. Naturalmente, este cambio sólo será posible como resultado de ingentes inversiones en los montes, en las comunicaciones y en las industrias forestales, la introducción generalizada de especies de crecimiento rápido, la aplicación de una ordenación con vistas al rendimiento elevado, y la adopción de un enfoque de amplitud mundial en los intentos sistemáticos de equilibrar la oferta y la demanda. Pero todo ello exigirá inevitablemente una planificación a largo plazo de la producción maderera, de la plantación de árboles y del aprovechamiento de la tierra. Para este fin las proyecciones de la demanda constituirán la clave que abra el paso a la nueva política forestal del mañana.

Me permito concluir citando a un famoso historiador inglés: La previsión es una de las cualidades que diferencian al hombre de los animales inferiores, y también en gran medida al hombre civilizado del no civilizado.


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