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Prioridades en el mundo forestal

HARDY L. SHIRLEY

HARDY L. SHIRLEY es Decano de la Escuela Forestal de la Universidad do Siracusa, Siracusa, Nueva York, y Presidente del Comité Asesor de la FAO para la Enseñanza Forestal.

Una opinión autorizada sobre los problemas más importantes

EL RÁPIDO desarrollo de nuestra comprensión en materias de ciencia y tecnología y la aplicación de estos conocimientos a las cuestiones humanas han constituido una formidable fortuna para la humanidad. Los adelantos en la sanidad pública y la terapéutica han aliviado los sufrimientos y alargado la vida del hombre. La agronomía nos ha ofrecido plantas alimentarias fibrosas de alto rendimiento. Ambas, con la aplicación de la energía mecánica al cultivo de la tierra y a otras labores agrícolas, han proporcionado alimentación abundante a muchos países. A medida que iban siendo dominadas en un país después de otro la enfermedad y la desnutrición, disminuían las tasas de mortalidad y se incrementaba la población. Las nuevas bocas por alimentar y los brazos en espera de empleo han provocado una presión creciente sobre los recursos básicos del mundo. ¿Cómo pueden éstos ampliarse o, por lo menos, ser administrados eficazmente de manera que las gentes de hoy día, y sus sucesores, puedan vivir con razonable comodidad y abundancia? He ahí el problema más apremiante de este decenio este año y este día en que vivimos.

Entre los recursos mundiales más importantes, los montes ocupan casi la tercera parte de la superficie de la tierra. Cubren las zonas montañosas y las tierras bajas de adecuada pluviosidad; ayudan a constituir el suelo y a defenderlo de la erosión acelerada; rompen la fuerza de las lluvias y mantienen un sinnúmero de canales para infiltrar las aguas en el suelo. tienden a disminuir la altitud de los aluviones y fluyen con mayor facilidad las aguas subterráneas. Los bosques sirven de vertiente para formar los sistemas hidrográficos más importantes del mundo y constituyen la protección preferida para los suministros de aguas municipales e industriales. Albergan un amplio número y variedad de criaturas selváticas, muy útiles para el hombre como alimentos, o cuyas pieles le sirven de abrigo; otras, desempeñan funciones que le benefician. Gracias a las pequeñas criaturas y plantas que viven en el suelo forestal, el barrujo se disgrega y se incorpora al suelo, haciéndolo más apropiado para soportar formas de vida y formaciones ecológicas más complejas. En realidad cabe considerar el monte, en conjunto, como una gigantesca máquina constructora del suelo, que utiliza del 1 al 2 por ciento de la energía solar total para disolver y desintegrar los fragmentos de roca y mezclarlos con el humus forestal. Los árboles rompen la fuerza de los vientos, y protegen, por lo tanto, el suelo, las plantas y la vida animal; proporcionan fibras vegetales en forma de madera combustible, material de construcción, mobiliario de hogares y oficinas, primeras materias industriales para fabricar papel, y otros productos fibrosos y químicos, y tienden a crear en el hombre tranquilidad de su espíritu y suelen servirle de inspiración para sus grandes obras artísticas, literarias y filosóficas.

De esta simple enumeración de los beneficios que el hombre recibe del bosque sería de esperar que bastara para despertar en él una actitud de profunda reverencia y respeto; pero muy pocos solamente obran de tal manera. Dondequiera que abundan los bosques, el hombre, en masa, los ha utilizado con gran despilfarro y prodigalidad; cuando se hacen escasos, más ávidamente buscados y recogidos son sus productos. Ningún país ha tomado medidas eficaces para defender sus bosques hasta que se ha encontrado, o ha creído que se encontraba frente al aprieto de la penuria.

Quienes por su profesión, o por el interés de todos, deben pensar en el bienestar presente y futuro del hombre en el mundo entero, tienen puestos los ojos en esa tercera parte de la superficie terrestre, para determinar en qué forma podrá servir mejor de sustento a las poblaciones Se preocupan a la vez de los productos directos del bosque - madera, agua, fauna silvestre, pastos y recreo - y de su papel indirecto en la constitución y preservación del suelo, en el mejoramiento del clima local, en el sostenimiento de la agricultura y la zootecnia, mediante la sombra, el abrigo, la regulación de las aguas, y en la formación de una base para la actividad industrial.

Problemas fundamentales

¿Cuáles son los problemas o cuestiones más importantes que determinan la eficacia con que el hombre puede utilizar el bosque? Si aquellos pueden ser planteados con claridad, el hombre tendrá en sus manos todo un marco de referencia hacia el que poder encauzar su espíritu investigador. Un problema planteado en forma lúcida está ya medio resuelto, se dice. Dediquémonos, pues, a tratar de individualizar y exponer algunos de los problemas principales a que ha de enfrentarse el hombre para conseguir que los bosques del mundo satisfagan de la mejor manera sus necesidades inmediatas y a largo plazo. En este artículo las enumeraremos bajo diez epígrafes, sin tratar de señalarles prelación alguna en cuanto a su respectiva importancia.

1. Política forestal, o política de aprovechamiento de las tierras forestales. No puede existir silvicultura alguna sin que el hombre se esfuerce, a sabiendas, por obtener de los montes y las tierras forestales beneficios permanentes a largo plazo.

En pocos lugares del mundo se practica la silvicultura sin el apoyo del gobierno y sin leyes que defiendan los montes y ayuden a quienes los explotan. Las pocas excepciones que pudieran observarse son las tierras de extremada escasez maderera en donde han sido cultivados con pleno éxito, como empresa comercial y con poca o ninguna ayuda pública, los árboles de rápido crecimiento, como ha ocurrido con el pino de Monterey en Sudáfrica, el eucalipto en Chile y el Uruguay y los chopos híbridos en Italia. Rara vez ha adoptado un país una política previsora y amplia hasta que sufrió escasez de madera. Pero esto, por sí sólo, no ha bastado. Muchos han sido los países que siguieron cortando madera mientras les quedaban árboles en pie, y han sufrido, por su prodigalidad, inundaciones, erosión del suelo y decreciente producción agrícola. Así se han visto obligados a escatimar la madera para las casas, para la fabricación de papel, y para muchas otras necesidades humanas. De algunos de los errores políticos más notables son testimonio las colinas, gravemente erosionadas, de Grecia, Sicilia y otros países del Mediterráneo, donde el pastoreo abusivo ha dado lugar a un tremendo agotamiento del suelo y la ausencia de todo arbolado. Los lugares donde la erosión está causando los mayores daños se encuentran situados en el Pakistán Occidental, en la India, y en otros países áridos donde el pastoreo en las tierras forestales provoca la retirada de la cubierta forestal y una rápida escorrentía. La persistencia del cultivo migratorio en Africa, América Latina y Filipinas ofrece otros tantos ejemplos notables de la extensión con que el individuo, acuciado por conseguir medios de vida, destruirá los mismísimos recursos que su país debe preservar para poseer el adecuado sustento.

La política de aprovechamiento de las tierras forestales brota de las raíces mismas de toda sociedad organizada. Se ocupa de los derechos de propiedad y uso, de los derechos a elegir un medio de ganarse el sustento, incluso se relaciona con la libertad humana. Se basa en el derecho de la sociedad a asegurarse la supervivencia. Las leyes no bastan por sí solas: a menos que se hagan cumplir, resultan peores que inútiles, pues incitan a desobedecer la ley.

Una razón hay, en definitiva, para la protección pública del monte: ayuda a formar el carácter nacional y el sentido de responsabilidad. Una nación que persiste en consentir el despilfarro de los montes y de otros recursos, después de que se han hecho escasos, pierde su fibra moral y su capacidad para actuar responsablemente. Está, de hecho, favoreciendo su propio exterminio.

2. Economía forestal. El material, objetivo en que ha de basarse la política de montes, puede y debe proporcionarlo la economía forestal, pues que trata, precisamente, de los valores comparativos que han de conseguirse en las diversas formas posibles de aprovechamiento de la tierra e inversiones en la misma e interpreta dichos valores no sólo en unidades monetarias, sino en términos de necesidades y deseos humanos. Sólo con una clara visión de las consecuencias económicas del mal uso de las tierras forestales puede esperarse que la población acepte las restricciones necesarias para poder pasar de las prácticas deficientes a las beneficiosas o para hacer inversiones que probablemente no rendirán ingresos significativos hasta dentro de 10, 20 o, incluso, quizás, 40 ó 50 años. La experiencia ha demostrado hasta la saciedad que sólo cuando se ha convencido la población de que tales gastos son necesarios, ya los haga el público o las corporaciones o los individuos, se convierte la silvicultura en realidad en esa nación.

La economía forestal ha de ser concebida en términos mucho más amplios que los que en sí llevan implícitos la rotación económica, la madurez financiera, o incluso el financiamiento y la evaluación forestales: ha de abarcar el bosque en toda su capacidad de sostener a la población a un nivel de vida adecuado. Comprende además, la elaboración y la distribución, el comercio nacional y exterior, y los valores auxiliares de sus pastos aguas, fauna silvestre y recreo.

Incluye también esas satisfacciones humanas que dimanan del recorrer el bosque, estudiando sus plantas y vida animal, y meditando sobre el puesto del hombre en el gran esquema de la existencia.

3. Silvicultura de secano. A más de uno podrá parecerle la silvicultura cosa de poca importancia en las regiones áridas, por la dificultad que supone el conseguir que crezcan los árboles, por el limitado tamaño que alcanzan, y por las considerables cantidades de agua que consumen. No se olvide, sin embargo, que allí donde la madera escasea es donde cobra un valor cuantioso; es más, las regiones secas son las que mayor necesidad tienen del bosque para impedir la erosión del suelo por el viento y el agua, para proporcionar sombra y abrigo al hombre, a los animales y a las criaturas salvajes más útiles. A lo largo de las zonas limítrofes entre monte y pradera, pradera y pastos, e incluso monte y tierra cultivada es en donde surgen las dificultades más serias. Para apreciar su importancia basta con observar lo ampliamente que están distribuidas las tierras secas y cuántos países dependen de los ingresos que ellas les rinden para poder subsistir. Todos los continentes saben lo que es una precipitación insuficiente, en forma de lluvia o nieve. Testimónianlo el oeste de los Estados Unidos y las provincias occidentales del Canadá; una gran parte del Brasil, Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Argentina y Uruguay no disfrutan tampoco de lluvias bien repartidas; la tierra seca abunda en toda la región mediterránea y en el Cercano Oriente; el pueblo de Israel ha hecho grandes esfuerzos por regar la tierra y hallar medio de convertirla en veneros de bosques, frutales y agricultura, en general, gran parte de Africa es árida, y lo mismo ocurre con Australia. De primera intención cabría dudar si en las tierras secas tienen los bosques para la agricultura otro valor que el de abrigos, servir de barreras vivas, o de cubierta protectora del suelo en las pendientes montañosas de donde viene el agua de riego; sin embargo hay otras formas, a lo que parece, de que los árboles puedan ser útiles en las regiones áridas: como medio de avenamiento en los suelos anegados que generalmente se forman en las proximidades de los cursos naturales de agua y de los canales de irrigación, y también son valiosos como creadores de humus, como hogar de pájaros insectívoros, de insectos útiles, de hongos aprovechables y de otras formas de vida que contribuyen al bienestar y a la productividad del agro.

La silvicultura de las tierras secas exige que se desarrollen en especies de árboles resistentes o inmunes a la sequía. Ello supone plantar un material endurecido, para desarrollarse en un suelo seco; significa también el seleccionar con todo cuidado los lugares de plantación y la composición de las especies. Es posible, asimismo, que sea indispensable el cultivo, e incluso el riego. y es preciso, ciertamente, dispensar la mayor atención para lograr el éxito, a todas las operaciones de plantación y cultivo. En las tierras secas es donde han sido realizadas las labores silvícolas más impresionantes; esta obra hay que extenderla ampliamente.

4. Protección del suelo y del agua. La protección y la ordenación de las cuencas hidrográficas cobran la máxima importancia allí donde la precipitación sea escasa o mal distribuida, y siempre que se precise contar con grandes cantidades de agua para el riego y demás fines, municipales, industriales y de recreo. Quedan así inclusas todas las tierras secas de las que se ha hablado más arriba. La protección de las cuencas hidrográficas es de mínima importancia en los países que disfrutan de precipitaciones ligeras y bien distribuidas y de una vegetación fresca, como el Reino Unido, Escandinavia y el norte de la U.R.S.S., reviste, en cambio, la máxima importancia allí donde las precipitaciones están. mal distribuidas, o se deshacen en violentos temporales que rápidamente encharcan la superficie del suelo falto de protección, haciendo así que el gran caudal de agua que cae afluya velozmente a los riachuelos, llevándose consigo sedimentos y suelos. Algunas de las zonas más difíciles de este tipo se encuentran en las montañas del Himalaya, abarcando las fuentes del Indo, del Ganges y del Brahmaputra, y en las tierras altas de las cuencas del Rangún y el Salwen, del Nilo y de un cierto número de ríos menos importantes, en muchos de los cuales se está actualmente estudiando la posibilidad de desarrollar nuevas fuentes de energía. La erosión acelerada es un problema agudo en las cabeceras de los grandes ríos del Japón, de China (Taiwán), Filipinas, los países del Mediterráneo y del Cercano Oriente y otros muchos. De no desplegarse vigorosos y concertados esfuerzos para defender a esas cuencas hidrográficas de la erosión, las ciudades y las comunidades agrícolas emplazadas a lo largo de sus márgenes se verán condenadas a una existencia precaria..

Por fortuna, Italia, España y otros países del Mediterráneo están ya reconociendo la necesidad de que los bosques cubran las montañas y las abruptas laderas, lo mismo que ya hicieron mucho tiempo atrás los suizos, los franceses y los austríacos; está surgiendo una nueva forma de silvicultura y agricultura integradas que hace confiar en que serán rehabilitadas las tierras que tan abusivamente fueron explotadas en el pasado.

5. Plantación y repoblación forestal. La plantación de árboles en aras de la protección del suelo y de las cuencas hidrográficas, suele ser un requisito necesario de la silvicultura de secano; a su vez, la plantación representa el medio más importante para hacer frente a la escasez de madera. Las tierras abandonadas durante años enteros de explotación abusiva, como los montes Apeninos, los de Grecia, Africa del Norte y el Cercano Oriente, presentan para la plantación y repoblación forestal serias dificultades: la principal es la escasez de agua; pero, además, la exposición al sol y al viento, y la misma carencia de suelo, encarecen muchísimo esas operaciones. En los Apeninos italianos se está realizando una obra impresionante, a altitudes en las que se producen precipitaciones adecuadas, pero donde el suelo ha sido eliminado durante siglos de pastoreo excesivo. En China (Taiwán), los forestales han logrado plantar árboles en las abandonadas laderas montañosas, e incluso alternarlos con pequeños cultivos de té, bananas, boniatos y otras plantas; los árboles retienen el suelo, lo protegen contra la intensa acción del viento y crean condiciones que permiten el mantener en cultivo mucha tierra que, de otra manera se quedaría virtualmente estéril. En ningún otro país se tiene más necesidad de tierra que en China (Taiwán). La presión demográfica probablemente es allí más fuerte que en cualquier otra zona comparable del mundo. Y, por consiguiente, el que la silvicultura desempeñe allí un papel clave en la protección del suelo demuestra su importancia.

La plantación y repoblación forestales requieren una tecnología especial en los lugares críticos o sea, en aquellos donde la necesidad de tal tratamiento es por lo general más apremiante. Debe cuidarse, en especial, de la plantación del terreno, cuidado que sólo puede justificarse por la importancia de la cubierta forestal para rehabilitar la tierra y proteger las cuencas hidrográficas.

La repoblación forestal se necesita también muchísimo en las tierras ya desmontadas para la agricultura o el pastoreo, que han dejado de utilizarse para esos fines, como son muchas de los Alpes, del Reino Unido y del este de los Estados Unidos, así como vastas zonas tropicales despojadas de su cubierta forestal por el cultivo migratorio. A menudo el suelo ha quedado tan gravemente erosionado a consecuencia de un cultivo desacertado que la cubierta forestal originaria no puede ser restablecida mediante la plantación; entonces habrá que servirse de cultivos arbóreos y herbáceos para hacer receptivo el suelo al tipo originario de bosque.

Algunos forestales y conservadores agrícolas han llegado a la conclusión de que debería retenerse como monte un cierto porcentaje mínimo de tierra, si ha de preservarse en un país el adecuado equilibrio biológico. En qué forma debería conseguirse esto es cuestión todavía discutible; además, tampoco está aún resuelto si la extensión de bosque varía según el clima el suelo, la topografía y otros factores. Por lo general, se ha estimado esa extensión en el 25 por ciento, poco más o menos; si este cálculo fuera razonable, muchos países se verían entonces enfrentados a inmensos programas de repoblación forestal.

6. Ordenación de los tipos forestales subclimáticos. Muchos de los tipos de monte más valiosos del mundo son subclimáticos, ecológicamente. Si se dejan intactos darán paso a un monte más progresivo pero, a menudo, de menos valor para el hombre. A tipos subclimáticos pertenecen los pinares de todo el mundo, los pinos Douglas, la teca, la caoba, varias de las maderas duras más útiles de zonas templadas, como los fresnos, cerezos, álamos amarillos, nogales, robles, álamos híbridos, eucaliptos y otros muchos árboles preferidos por una razón u otra. Trátase de un problema estrictamente tecnológico, pero muy generalizado: ha de solucionarse en todas partes, desde las zonas subárticas hasta los trópicos. Entre las dificultades específicas con que para ello se tropieza figuran no sólo la competencia por la luz, el agua y los elementos nutrientes del suelo, sino también otros factores, como las dimensiones de las semillas, el comportamiento de la germinación y la preparación del suelo. Puede hacerse mucho mediante el uso de herbicidas, pero se desconoce todavía y puede ser perjudicial el efecto que a largo plazo surten estos y otros tratamientos químicos en la productividad del suelo.

El gran valor de los bosques subclimáticos dimana de que, por lo general, se componen de árboles de rápido crecimiento y edad uniforme, pertenecientes sobre todo a especies simples o a una mezcla de unas cuantas especies nada más, lo que tiende a simplificar su ordenación y aprovechamiento. No obstante, la ordenación continua, cosecha tras cosecha, ha dado lugar también, más de una vez, a la deterioración del suelo. Asimismo, a causa de su pureza han resultado ser susceptibles al ataque de los insectos y a las enfermedades de los árboles; por consiguiente, la mezcla con especies de tipos forestales más avanzados suele ser deseable.

Relacionado con la ordenación de los tipos subclimáticos se halla el problema fundamental: cuál sea el máximo crecimiento arbóreo que puede esperarse de una superficie determinada. Los fisiólogos que han trabajado en caña de azúcar en Hawaii han llegado a una respuesta sobre este último: un cañaveral no puede convertir más del 2,5 por ciento de la luz solar incidente en azúcar y celulosa. ¿Pueden los bosques conseguir algo mejor? Hasta ahora carecemos de prueba fehaciente. Con todo, esa cuestión constituye un punto fundamental para llegar al aprovechamiento máximo de la tierra, aunque no sea más que para servir de norma de trabajo.

7. Ordenación de montes tropicales húmedos. Quedan muy pocas masas vírgenes auténticas de monte tropical húmedo. Todavía pueden hallarse, sin embargo, extensas zonas de antiguo crecimiento en Filipinas, Malaya, Indonesia, Borneo y en algunas partes de Birmania y Tailandia, así como en los trópicos de la América del Sur y de Africa. Las de Filipinas son las más valiosas; se trata de bosques dipterocárpeos, que se desarrollan en masas abundantes sobre zonas amplias y cuentan con árboles de tamaño y calidad magníficos. Pero la mayoría de los montes tropicales húmedos son muy diferentes: poseen un gran número de especies arbóreas, a menudo hasta cien diferentes en 4.000 m.² de tierra; se ven invadidos por el bejuco y las higueras trepadoras. Para que resulten verdaderamente productivos, debe hallarse una forma de mejorar la composición de las especies, cosa de particular dificultad por cuanto que muchos de estos montes han sido ya aprovechados excesivamente, cortándose una o más veces sus especies más valiosas y dejándose en ocupación del suelo a las de poco valor. Potencialmente, las zonas húmedas de bosque tropical brindan magníficas promesas, por su capacidad para producir maderas de rara calidad y belleza; asimismo, la mano de obra en aquellas regiones es con frecuencia abundante y barata. Pero las dificultades técnicas son grandes, siendo la más importante el carecerse de una información en detalle sobre la forma de ordenar y aprovechar mejor esos bosques de suma complejidad.

Las regiones tropicales húmedas, al parecer, son las que, potencialmente, ofrecen las mejores posibilidades de crecimiento arbóreo en todo el mundo. Las plantaciones de teca y otras especies han producido madera de buena calidad, con tasas de crecimiento notables. En circunstancias favorables parecen ser posibles rendimientos hasta de 20 metros cúbicos por hectárea y año e incluso se han comunicado rendimientos aún más altos. Debido a lo continuado de la temporada de crecimiento y a su abundante humedad, puede producirse uniformemente madera de alta calidad. Las posibilidades, pues, parecen ser en extremo atractivas, sobre todo en las zonas tropicales accesibles al transporte, terrestre o marítimo, que posean climas y suelos favorables y dispongan de una copiosa mano de obra y de un gobierno estable capaz de permitir continuidad a la política y la ordenación forestales.

8. Penuria de madera. Hay escasez de madera en muchos países: en la India, el Pakistán, y muchos países tropicales falta el combustible y la gente prepara su comida en fuegos de estiércol de vaca; en otros, incluso Irlanda, la turba sirve de combustible y hasta puede ser utilizada para la producción de energía.

En Corea y en Sicilia era tan grande la escasez de combustible, que cuando fueron repobladas las tierras hubo necesidad de montar guardias armadas para impedir que la gente arrancara las plantitas jóvenes y las utilizase como combustible. En la Isla de Cebú, en las Filipinas, hombres y muchachos recogen el ipil-ipil en rotaciones de un año, y monte abajo, a la cabeza y a la espalda sus pequeños tallos van a vendérselos a la población de la ciudad; incluso excavan las raíces y hacen con ellas manojos, también para la venta.

No se le ocurre a nadie pensar que Dinamarca padezca escasez de madera; no es así, ciertamente, porque puede permitirse importarla. Choca, sin embargo, el ver en Birmania esos mazos de pequeños trozos de teca, no superiores a 20 centímetros de largo, listos para ser expedidos a Dinamarca y transformados en diversos artículos para la casa y otros usos: no puede uno por menos de poner en duda que sea hacedero económicamente el transportar madera de tamaños tan pequeños a una distancia tan grande como la de Birmania a Dinamarca. La silvicultura no debería marcarse por objetivo el conseguir altas cotizaciones para la madera a causa de su escasez, sino más bien producirla en abundancia para que resulte barata.

Como la madera es producto voluminoso y pesado, el transporte se convierte en una de las razones de sus escaseces locales; escaseces que se registran incluso en países que poseen suministro total abundante. En el Perú, los bosques de las cabeceras del Amazonas no contribuyen virtualmente en nada a la economía del país, porque la población vive al otro lado de los Andes. Tampoco en las Filipinas contribuye en nada la riqueza maderera de la isla de Mindanao al suministrar combustible a la de Cebú. El problema de las escaseces de madera, por tanto, suele ser a menudo el resultado directo de los altos costos de explotación y transporte de los productos madereros.

9. Tecnología de la madera. Las maderas comerciales del mundo se cuentan por centenares; las del comercio internacional, por decenas. En Borneo solamente, sin embargo, hay unas 4.000 especies de madera y más de 20.000 en el mundo entero. Muchas de ellas es de presumir que serían utilizables para toda una gran variedad de aprovechamientos, pero no se han usado hasta hoy porque no se conocen bien sus propiedades, o incluso se desconocen por completo, como sucede en la mayoría de los casos.

Queda aún mucho por aprender hasta de las maderas mejor conocidas, los pinos, robles, teca, caoba y otras especies que tanto se emplean y tan alto se cotizan.

La madera de todas las especies tiene ciertas propiedades en común. Está compuesta de largas cadenas de moléculas de celulosa, reunidas en pequeños haces llamados microfibrilos, ramificados y refundidos en una red articulada que se enrolla en espiral alrededor del corazón central de la fibra. Las fibras y los microfibrilos celulósicas que forman las fibras están firmemente pegados unos a otros con lignina, que da a la madera su rigidez. La lignina, siendo plástica, puede fluir bajo el calor o la presión, lo que permite doblar la madera y hace posible que retenga su nueva forma. Como las fibras están casi todas en dirección longitudinal, ello da a la madera una gran potencia a lo largo de los ejes del tallo del árbol, pero lo hace débil transversalmente al eje. Esto es causa de dificultades de ensamblaje que aún han de ser superadas. En el pasado, los artesanos, particularmente los carpinteros de ribera, se servían de las ramificaciones del tallo principal en las raíces y en las copas de los árboles para obtener la madera de las piezas angulares de los barcos y para otros objetos que requieren grandes trozos de madera de forma especial con alta resistencia en todas sus partes. Propiedades análogas pueden conseguirse con láminas de madera reunidas y dobladas en la forma deseada antes de efectuar el pegado. Este método no ha logrado difundirse en la misma medida que en el caso del acero, el aluminio y otros metales que se colocan ya en el mercado en determinadas formas y configuraciones.

La celulosa tiene gran afinidad hacia el agua, lo cual le causa hinchazón cuando se humedece y contracción cuando está seca. Su impregnación con resinas reduce la contracción, pero no la evita por completo. El injertar polímeras en la celulosa, si pudieran consolidarse bien dentro de la madera, podría estabilizar a ésta contra los cambios de humedad.

Al lado de estas propiedades comunes a todas las maderas están enormes diferencias, lo mismo entre las distintas especies que dentro de una misma especie debido a las condiciones de crecimiento de cada árbol. No existen dos piezas de madera con una estructura idéntica, incluso las cortadas en un mismo árbol. Considerados los millones de árboles con que cuenta cada especie, diferentes todos en un cierto grado, y las miles de especies que hay, la complejidad se hace infinita.

Fundamentalmente ha de aprenderse aún la naturaleza básica de la madera misma: su química, física, estructura y aplicabilidad. Por fortuna, se están llevando a cabo muchas investigaciones de tecnología y aprovechamiento de la madera para muchos fines, y es de esperar que esta investigación se incremente a medida que los científicos vayan interesándose en la madera y los industriales se percuten de la necesidad de conocerla a fondo para poder servirse de ella en sus actividades.

De estos estudios deberán dimanar a la postre nuevas clasificaciones según los aprovechamientos y propiedades de la madera. Con ello podrían ser objeto de empleo lucrativo muchas especies hoy descuidadas, aliviándose así la presión a que se ven sujetas las maderas preferidas.

10. Enseñanza forestal. El progreso que la ciencia forestal pueda realizar en un país cualquiera depende en definitiva del entendimiento humano. A la cabeza de toda profesión figuran siempre los científicos, educadores y administradores: ellos son los que crean y comprueban los nuevos conocimientos, los sistematizan y los enseñan a los profesionales, quienes analizan y fomentan políticas forestales adecuadas y orientan los organismos ejecutores que llevan a cabo la labor en bosques y aserraderos. Sin personas instruidas y capaces de cumplir estas funciones, ningún país puede poseer un programa forestal perdurable. Después, en segundo lugar en importancia, vienen los profesionales encargados de dirigir la labor de protección y ordenación del monte, la explotación y venta de sus productos y la conversión de la madera y demás productos forestales básicos en artículos comerciales. En tercer lugar actúan los técnicos forestales, ayudando a los profesionales e inspeccionando gran parte de la labor práctica en bosques y fábricas de madera, y desempeñando, también, aquellas funciones clave que exigen una formación y unos conocimientos especializados. En cuarto lugar están los capataces, los trabajadores, calificados o no, que atienden los viveros, plantan árboles, desbrozan y aclarean plantaciones, cortan madera, transportan las trozas y trabajan en aserraderos, fábricas de chapas, papel y otras instalaciones que transforman a la madera en artículos comerciales.

Pero el enseñar a estas personas sólo constituye una parte de la labor. Es igualmente necesario ir despertando en los jefes políticos, los administradores, los industriales, los terratenientes, los periodistas y otros forjadores de opinión pública, una comprensión cada vez mayor de la trascendencia que tienen los montes para el país y de las medidas que hay que tomar para ayudar al forestal en su labor. Finalmente, queda la tarea de educar al público, en la escuela, la noticia, el periódico de opinión, la conferencia, las demostraciones, las películas, los carteles, las excursiones y demás medios de comunicación, para que todos y cada uno se percuten de lo que para ellos significa el bosque; tarea inmensa e inacabable, porque la cuidadosa labor de decenios puede destruirse en unos días si el público se hace hostil o indiferente.

Otros problemas

El autor propone los diez ya mencionados como problemas principales de la ciencia forestal mundial. De todo hay en cada continente - salvo uno, el de los montes tropicales - y casi en cada país, aunque la importancia relativa varíe de uno a otro lugar. Por fortuna, el saber forestal básico acumulado en un lugar es aplicable en amplio grado en otras partes. Podría, por tanto, esperarse que un ataque concertado a esos diez problemas rindiera beneficios de significación mundial.

Otros muchos más podrían mencionarse: la protección de los montes contra los incendios, los insectos, las enfermedades de los árboles y los daños provocados por los animales; la fisiología del árbol, la ecología forestal y la silvicultura; los suelos del bosque y los organismos de los suelos; la genética y los mejoramientos de los árboles forestales; la técnica de la corta y la ciencia de la ordenación aplicada a las operaciones forestales y a la producción industrial. Todos ellos están ya, en su mayor parte, comprendidos en los diez problemas enumerados.

Las cuencas hidrográficas no pueden ser protegidas, ni aliviadas las escaseces de madera, sin la protección de los montes contra los incendios, los insectos, las enfermedades y el daño provocado por los animales. El éxito de plantación y la repoblación forestales dependerá de la atención que se preste a la fisiología del árbol, a la ecología forestal, a la genética y al mejoramiento del árbol. Para que la ordenación de los tipos subclimáticos de bosque dé un rendimiento sostenido hay que aplicarle principios silviculturales. Tampoco podrán utilizarse los recursos madereros con provecho máximo sin las técnicas de extracción y elaboración eficientes y sin la observancia de prácticas comerciales.

Hemos incurrido en una omisión que muchos en los Estados Unidos considerarían imperdonable: la estética forestal y el recreo. A éstas, muchos añadirían el principio de la ordenación de finalidad múltiple. Aunque el autor reconozca que la estética del bosque es objeto de gran aprecio en la América del Norte, en Europa y en otras partes del mundo, y que los forestales deben respetarla, no parece que durante el actual decenio se le haya concedido la misma importancia mundial que a los diez problemas mencionados.

Reconociendo que otros podrían elegir otra disposición de los temas y concediéndoles distinto relieve, el autor afirma, sin embargo, que los problemas reseñados son amplios, que cada uno tiene muchas facetas, y que sólo pueden resolverlos técnicos de distintas especialidades; que cada uno también trasciende mucho más allá de las nuevas prácticas forestales solamente, y que cada uno es de interés para muchas personas, se vean éstas envueltas en los problemas forestales directamente o sólo indirectamente, a través del uso de la madera, el agua u otros productos forestales.


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